Varias estimaciones afirman
que más de 250 millones de menores están
vinculados a tareas que deberían estar prohibidas
para sus edades, por el peligro que representan
para su integridad física, moral y mental.
Infantes de Marruecos, México o Tailandia
-por citar sólo algunos paísesamanecen
cada día con la premura de acudir a tiempo
al mercado laboral, donde en la mayoría de
las ocasiones realizan labores de peligro extremo
a cambio de apoyar la subsistencia de sus familias.
Las actividades que realizan son muy amplias, con
un franja numerosa que incluye la esclavitud y la
servidumbre para el pago de deudas, reclutamiento
forzoso en conflictos armados, trata de niños
y prostitución, ésta última
disfrazada muchas veces bajo el manto del turismo.
Los empleos tienen bajas remuneraciones
y están ubicados donde existen alta carga
de contaminantes en sectores como el textil, la
agricultura, la fabricación de calzado y
juguetes. El trabajo doméstico es utilizado
para encubrir la explotación despiadada a
niños y niñas, pues con el pretexto
de recibir un hogar y alimentación se los
involucra, en la práctica, en extensas jornadas
laborales, muchas veces sin percibir salario alguno.
El flagelo del trabajo infantil
también tiene expresiones en países
industrializados, donde se contabilizan más
de 2 millones de niños económicamente
activos. Sin embargo, son los países dependientes
quienes ocupan el triste liderazgo, con más
de 127 millones de menores vinculados al mercado
laboral en Asia y el Pacífico, unido a otros
17 millones en América Latina y el Caribe.
En el caso de Africa, se contabilizan
más de 40 millones de niños -equivalentes
a casi el 30 % de toda la mano de obra de la región-,
con el agravante de una tendencia al incremento
de esa cifra debido al deceso de miles de adultos
como consecuencia de padecimientos como el SIDA.
Con ese panorama, los infantes se ven obligados
a asumir desde edades tempranas el mando de una
familia, ingresando de esa forma a las filas de
los trabajadores en busca de sustento. Factores
como la pobreza, carencia de escuelas, educación
insuficiente y bajo costo de la mano de obra son
vistos como causas que respaldan la explotación
del empleo entre los menores.
En ocasiones, incluso investigaciones
especializadas utilizan el argumento de la pobreza
como pretexto para justificar el trabajo infantil,
sin tomar en cuenta que es ese propio flagelo uno
de los principales elementos que impulsa el subdesarrollo
a nivel mundial. Por otra parte, el empleo infantil
atenta contra la seguridad del trabajo, al contribuir
a la reducción de salarios y condiciones
de labor, en detrimento de los obreros adultos,
que enfrentan de esa forma una cruel competencia
ante la nueva generación. Los ganadores de
esa contienda son los grandes empresarios, que pueden
así ofrecer remuneraciones cada vez más
bajas y alcanzar un mayor grado de explotación
de la mano de obra, lo cual aporta a su vez amplios
beneficios.
Desde el punto de vista psicológico,
aprovechan además las habilidades presentes
en los niños, así como la limitada
capacidad de rebelarse y la disciplina. Expertos
de organizaciones no gubernamentales mencionan al
entorno rural como uno de los principales destinos
de la mano de obra infantil, con un equivalente
del 70% del total, unido a sectores como el comercio,
turismo e industria. Frente a este negativo panorama
que amenaza el futuro de la generación más
joven de la humanidad, el Fondo de Naciones Unidas
para la Infancia (UNICEF) sostiene que el Estado
está llamado a garantizar a los menores un
ambiente sano, capaz de contribuir a su educación
sin necesidad de acudir tempranamente al mercado
laboral. Sin embargo, las medidas no ha pasado de
simples prohibiciones legales de los gobiernos que
nadie las toma en cuenta, ni se busca aplicarlas.
Vive
entre las estrellas,
pero con los pies en la tierra
Don Marco Álvaro,
un hombre que ha vivido entre las estrellas, que
ha visto durante años el cielo de Quito,
conoce los planetas y otros astros desde el lente
del Observatorio Astronómico de La Alameda.
Este hombre de 60 años
trabaja hace 30 en el Observatorio. Es oriundo de
Ambato y proviene de una familia bastante numerosa.
Don Marco nos comenta que es una tradición
en la familia la pasión por las estrellas
y el estado del tiempo. Recuerda que un tío,
por los años 1906 - 1907, ocupó un
cargo de mucha responsabilidad en el área
climatológica en la Estación Metereológica
en la Quinta Normal de la ciudad de Ambato. Don
Álvaro, la mayor parte del tiempo se ha desempeñado
como observador auxiliar y en los últimos
seis años en calidad de Subdirector del Observatorio
Astronómico. Se especializó en climatología
y metereología mediante varios cursos.
Al igual que otros empleados
del Observatorio, nuestro personaje era encargado
de la atención al público, ya sea
en el día o la noche (se mira mejor las estrellas,
los planetas y demás astros en la noche,
por ello el personal realiza turnos diurnos y nocturnos).
Don Álvaro cuenta una de sus anécdotas
suscitadas en el turno de la noche: “En una
ocasión no se pudo observar los astros porque
el cielo estaba nublado...
Al recorrer por la parte posterior
del edificio (la luz era tenue) donde se halla el
astrolabio (un lente), un compañero encargado
de ese aparato decidió salir del sitio justo
en ese momento. Al verle que andaba solo por el
lugar decidí levantar las manos para que
él me viera, pero no recibí respuesta,
a pesar de que le llamé por el nombre...
En medio de la oscuridad, palideció
cual papel y tembló igual que un niño
aterrado... Cuando me acerqué a él,
me dijo que había creído que los marcianos
estaban en el local y le estaban llamando”.
Don Alvaro cuenta que las visitas
de los niños de las escuelas, de turistas
nacionales y extranjeros son frecuentes, que llegan
para conocer las máquinas bicentenarias que
posee este laboratorio, originarias de Alemania,
traídas por el jesuita Juan Bautista Mente,
que fue el primer director del Observatorio. Aquellos
eran tiempos de gracia... Ahora, la situación
por la que atraviesa este lugar es preocupante:
únicamente subsiste de la asistencia que
le brinda la Escuela Politécnica, como ente
director del Instituto Nacional Geofísico;
las otras formas de financiamiento las consigue
por realizar estudios relacionados al clima y la
sismología; sin embargo, los recursos son
insuficientes. Los aportes de los gobiernos anteriores
y del actual nunca llegan, a pesar de seguir siendo
el primer Instituto especializado en este campo
y de ser este laboratorio parte importante de la
cultura, de la historia, de la educación
y el turismo del país. Este Observatorio
-una parte querida y tradicional de Quito- se fundó
en el Gobierno del Dr. Gabriel García Moreno,
en 1873, desde esa fecha ha funcionado en la Alameda
(lo que corresponde a la parte astronómica
y metereológica).
La parte sismológica
se llevó en forma oficial la Escuela Politécnica
Nacional y el Instituto Nacional Geofísico,
de modo que son ellos los que monitorean los volcanes
con máquinas de última tecnología.
El Observatorio fue construido en un sitio estratégico
para aquella época, pues, La Alameda se encontraba
en las afueras de la ciudad. Sin embargo, hoy son
necesarios otros lugares para estudiar el espacio,
por lo cual se están construyendo modernos
observatorios astronómicos en la zona de
Malchinguí, específicamente en Jerusalén.
(ARS)