DINAMICA SOCIAL

Trabajo infantil,
el pecado de ser niño

Millones de niños y niñas están sometidos a la explotación más inmisericorde a favor de unos pocos. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), uno de cada seis niños y adolescentes, comprendidos entre 5 y 17 años, están atados al trabajo, quedando fuera de beneficios como la educación y salud.

 

Varias estimaciones afirman que más de 250 millones de menores están vinculados a tareas que deberían estar prohibidas para sus edades, por el peligro que representan para su integridad física, moral y mental. Infantes de Marruecos, México o Tailandia -por citar sólo algunos paísesamanecen cada día con la premura de acudir a tiempo al mercado laboral, donde en la mayoría de las ocasiones realizan labores de peligro extremo a cambio de apoyar la subsistencia de sus familias. Las actividades que realizan son muy amplias, con un franja numerosa que incluye la esclavitud y la servidumbre para el pago de deudas, reclutamiento forzoso en conflictos armados, trata de niños y prostitución, ésta última disfrazada muchas veces bajo el manto del turismo.

Los empleos tienen bajas remuneraciones y están ubicados donde existen alta carga de contaminantes en sectores como el textil, la agricultura, la fabricación de calzado y juguetes. El trabajo doméstico es utilizado para encubrir la explotación despiadada a niños y niñas, pues con el pretexto de recibir un hogar y alimentación se los involucra, en la práctica, en extensas jornadas laborales, muchas veces sin percibir salario alguno.

El flagelo del trabajo infantil también tiene expresiones en países industrializados, donde se contabilizan más de 2 millones de niños económicamente activos. Sin embargo, son los países dependientes quienes ocupan el triste liderazgo, con más de 127 millones de menores vinculados al mercado laboral en Asia y el Pacífico, unido a otros 17 millones en América Latina y el Caribe.

En el caso de Africa, se contabilizan más de 40 millones de niños -equivalentes a casi el 30 % de toda la mano de obra de la región-, con el agravante de una tendencia al incremento de esa cifra debido al deceso de miles de adultos como consecuencia de padecimientos como el SIDA. Con ese panorama, los infantes se ven obligados a asumir desde edades tempranas el mando de una familia, ingresando de esa forma a las filas de los trabajadores en busca de sustento. Factores como la pobreza, carencia de escuelas, educación insuficiente y bajo costo de la mano de obra son vistos como causas que respaldan la explotación del empleo entre los menores.

En ocasiones, incluso investigaciones especializadas utilizan el argumento de la pobreza como pretexto para justificar el trabajo infantil, sin tomar en cuenta que es ese propio flagelo uno de los principales elementos que impulsa el subdesarrollo a nivel mundial. Por otra parte, el empleo infantil atenta contra la seguridad del trabajo, al contribuir a la reducción de salarios y condiciones de labor, en detrimento de los obreros adultos, que enfrentan de esa forma una cruel competencia ante la nueva generación. Los ganadores de esa contienda son los grandes empresarios, que pueden así ofrecer remuneraciones cada vez más bajas y alcanzar un mayor grado de explotación de la mano de obra, lo cual aporta a su vez amplios beneficios.

Desde el punto de vista psicológico, aprovechan además las habilidades presentes en los niños, así como la limitada capacidad de rebelarse y la disciplina. Expertos de organizaciones no gubernamentales mencionan al entorno rural como uno de los principales destinos de la mano de obra infantil, con un equivalente del 70% del total, unido a sectores como el comercio, turismo e industria. Frente a este negativo panorama que amenaza el futuro de la generación más joven de la humanidad, el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) sostiene que el Estado está llamado a garantizar a los menores un ambiente sano, capaz de contribuir a su educación sin necesidad de acudir tempranamente al mercado laboral. Sin embargo, las medidas no ha pasado de simples prohibiciones legales de los gobiernos que nadie las toma en cuenta, ni se busca aplicarlas.


Vive entre las estrellas,
pero con los pies en la tierra


Don Marco Álvaro, un hombre que ha vivido entre las estrellas, que ha visto durante años el cielo de Quito, conoce los planetas y otros astros desde el lente del Observatorio Astronómico de La Alameda.

Este hombre de 60 años trabaja hace 30 en el Observatorio. Es oriundo de Ambato y proviene de una familia bastante numerosa. Don Marco nos comenta que es una tradición en la familia la pasión por las estrellas y el estado del tiempo. Recuerda que un tío, por los años 1906 - 1907, ocupó un cargo de mucha responsabilidad en el área climatológica en la Estación Metereológica en la Quinta Normal de la ciudad de Ambato. Don Álvaro, la mayor parte del tiempo se ha desempeñado como observador auxiliar y en los últimos seis años en calidad de Subdirector del Observatorio Astronómico. Se especializó en climatología y metereología mediante varios cursos.

Al igual que otros empleados del Observatorio, nuestro personaje era encargado de la atención al público, ya sea en el día o la noche (se mira mejor las estrellas, los planetas y demás astros en la noche, por ello el personal realiza turnos diurnos y nocturnos). Don Álvaro cuenta una de sus anécdotas suscitadas en el turno de la noche: “En una ocasión no se pudo observar los astros porque el cielo estaba nublado...

Al recorrer por la parte posterior del edificio (la luz era tenue) donde se halla el astrolabio (un lente), un compañero encargado de ese aparato decidió salir del sitio justo en ese momento. Al verle que andaba solo por el lugar decidí levantar las manos para que él me viera, pero no recibí respuesta, a pesar de que le llamé por el nombre...

En medio de la oscuridad, palideció cual papel y tembló igual que un niño aterrado... Cuando me acerqué a él, me dijo que había creído que los marcianos estaban en el local y le estaban llamando”.

Don Alvaro cuenta que las visitas de los niños de las escuelas, de turistas nacionales y extranjeros son frecuentes, que llegan para conocer las máquinas bicentenarias que posee este laboratorio, originarias de Alemania, traídas por el jesuita Juan Bautista Mente, que fue el primer director del Observatorio. Aquellos eran tiempos de gracia... Ahora, la situación por la que atraviesa este lugar es preocupante: únicamente subsiste de la asistencia que le brinda la Escuela Politécnica, como ente director del Instituto Nacional Geofísico; las otras formas de financiamiento las consigue por realizar estudios relacionados al clima y la sismología; sin embargo, los recursos son insuficientes. Los aportes de los gobiernos anteriores y del actual nunca llegan, a pesar de seguir siendo el primer Instituto especializado en este campo y de ser este laboratorio parte importante de la cultura, de la historia, de la educación y el turismo del país. Este Observatorio -una parte querida y tradicional de Quito- se fundó en el Gobierno del Dr. Gabriel García Moreno, en 1873, desde esa fecha ha funcionado en la Alameda (lo que corresponde a la parte astronómica y metereológica).

La parte sismológica se llevó en forma oficial la Escuela Politécnica Nacional y el Instituto Nacional Geofísico, de modo que son ellos los que monitorean los volcanes con máquinas de última tecnología. El Observatorio fue construido en un sitio estratégico para aquella época, pues, La Alameda se encontraba en las afueras de la ciudad. Sin embargo, hoy son necesarios otros lugares para estudiar el espacio, por lo cual se están construyendo modernos observatorios astronómicos en la zona de Malchinguí, específicamente en Jerusalén. (ARS)