CULTURA

20 años de arte
en “El Ejido”

 
Por: Alfonso Murriagui

Los artistas de El Ejido han cumplido veinticinco años de estar en la calle; no desamparados ni perdidos, como se interpreta comúnmente esa expresión; están en la calle, en el parque, exponiendo su trabajo, dejándonos mirar sus óleos, sus acuarelas, sus esculturas y sus grabados.

El arte en la calle, con todas sus connotaciones de mensaje social, de arte popular.

Para festejar este acontecimiento, con alegría y calidad, han organizado el II Salón de Pintura y Escultura “Arte en El Ejido”, en el que se exhiben setenta y cinco obras que reflejan sus propuestas artísticas, la mayoría de ellas extraídas de las temáticas urbanas y rurales, con una concepción nueva de lo que debe ser el arte popular.

Este II Salón de Arte en la calle refleja las posibilidades estéticas que predominan en el trabajo de estos artistas, su dominio del dibujo y el color, su rica imaginación y sus tendencias hacia los problemas sociales y humanos de nuestra sociedad; sin desechar desde luego las actuales tendencias de la plástica, aunque claramente se nota su poca predisposición por las instalaciones y el abstencionismo.

En la muestra hay obras de gran calidad que podrían figurar en cualquier Salón de Arte del país o del exterior. Los artistas del Ejido aparecieron hace veinticinco años, un sábado cualquiera, con alegría y optimismo; los planteamientos del arte popular estaban en plena vigencia, por ello, un grupo de 20 o 25 artistas plásticos, la mayor parte de ellos egresados del Colegio de Artes o estudiantes de la Facultad de Artes de la Universidad Central, decidieron exponer sus obras a plena luz del día, y entre los árboles y los pájaros del parque de El Ejido, alrededor del busto que recordaba a doña María Angélica Hidrobo, la ilustre maestra ecuatoriana.

Sin preocuparse de las ordenanzas municipales, seguros de que los espacios públicos son para el pueblo, se tomaron ese espacio, que aún no estaba decorado por el ampuloso y feudal portón de La Circasiana, monumento que vuelve eterno el recuerdo de una de las poderosas familias de Quito, plantaron sus caballetes y la figura y el color, tratados con sabiduría y con amor, pasaron a ser parte del paisaje citadino.

Naturalmente, este hecho insólito produjo la reacción violenta de la autoridad municipal, que, en reiteradas ocasiones, trató de impedir que se dañara el ornato de la ciudad, con la exhibición de esos cuadros raros, producidos por huambras melenudos y locos.

Frente a la porfía de los artistas involucrados y a la aceptación popular que tuvo la idea, el Municipio tuvo que ceder y los caballetes y los cuadros se instalaron en el parque de El Ejido, que se convirtió en una gran galería al aire libre, en la cual los artistas jóvenes podían exhibir y comercializar su obras de arte estableciendo, por primera vez en la historia de la ciudad de Quito, un contacto directo entre los artistas y el hombre común, que circulaba por la calle.

Ha transcurrido el tiempo y creo justo y necesario recordar a los pioneros, a aquellos soñadores que hicieron posible la presencia del arte en la calle, del Arte en El Ejido, ellos fueron: Byron Valencia, Edison Muñoz, Luis Montúfar, Fernando López, Galo Urbina, Jorge Duque , Jorge Manosalvas, Marco Serrano, Byron Chamorro, Fernando Molina, Fernando Santos, Juan Acosta, Wilfrido Acosta, José Calderón, Carlos Castillo, y otros cuyos nombres se me escapan, pero que están en la memoria histórica.

El Arte en el Ejido ha crecido en forma descomunal; ahora son cientos de artistas que concurren al parque, ya no solamente por el deseo de exhibir su arte a nivel popular sino tratando de lograr alguna respuesta económica a su propuesta artística, para poder solucionar su problemas de subsistencia.

Esta proliferación de artistas y su afán mercantilista ha hecho que la calidad de las obras que se exponen no responda a los verdaderos objetivos que tiene el arte. Mucho facilismo, falta de imaginación, burdos plagios de grandes artistas como Guayasamín, Kingman, Endara Crow, han hecho que El Arte en el Ejido empiece a convertirse en un gran mercado, en el que se comercializa cualquier cosa, menos el verdadero arte popular que fue la intención de sus creadores.

Por eso es importante rescatar la iniciativa de la Asociación de Artistas Plásticos “Arte en El Ejido”, que presenta su II Salón de Pintura y Escultura, en el cual se exhiben setenta y cinco obras de gran calidad estética y social, que demuestran que “los pintores de El Ejido” tienen un sitial importante dentro del arte nacional.

Y más aun, sus inquietudes van más allá de la simple exposición, pues junto con la muestra han realizado talleres demostrativos y espacios de diálogo y discusión, con el objeto de acercar a la ciudadanía al proceso de creación y de comprensión ideológica del arte, y más aún, como actos paralelos al Salón de Pintura y Escultura, se desarrollaron dos mesas redondas, sobre los temas “Creación y Producción de Arte” y “Producción de Identidad y Cultura en Quito”, con la presencia de expositores de calidad como Hernán Reyes, Eduardo Puente, Alicia Loayza y Miguel Jara.


La Montonera Avarita

 
Por. José Villarroel Yanchapaxi

Un hombrecillo retaco irrumpe en la pantalla de mi televisor, casi no calza en el terno importado recuerdo de su primera comunión. ¿Su nombre? Avarito Noboa, el dueño de no sé cuantas empresas heredadas de Luis Noboa Naranjo, el papá.

De mañana, tarde y noche me viene a joder (con su espacio político contratado, denominado “Alvaro Noboa al País) el placer de verle a mi amor platónico, la Paulina Espinosa, ex reina de Quito y presentadora de noticias de Telesistema.

Suda peor que tapa de olla antes de sacar su manitos de las mangas anchotas del saco, luce en su muñeca un reloj marca Rolex que le regalaron en su cumpleaños el Club de Amigos del Barraganete, sus ojllos de gallinazo y su nariz de mango rebotan, y se apresta a demostrar sus progresos en materia de oratoria, que ha aprendido en cursos a distancia impartidos por alguna universidad gringa:

“¡Con Dios! Ecuatorianos, mi hacienda ha sido nombrada por la revista EKOS como la más bacán de toda la costa ecuatoriana. Gracias a mis trabajadores, a los hombres, mujeres y a la bola de niños que trabajan haciendo Patria sin cobrar su seguro social.

Uno de mis negocios es la vivienda, por eso presento mi proyecto habitacional (una casucha de doce metros cuadrados) para que los pobres de mi país, o sea, ustedes, vivan decentemente.

Está en marcha el proyecto de mis clínicas móviles, coordinado por mi esposa. Mis trailers irán al suburbio, las aldeas, los caseríos, las parroquias y los cantones para que les regalen agua de manzanilla para el dolor de barriga, les entreguen pastillas para el dolor de muela, Alka Setlzer o Sal de Andrews para el chuchaqui, además de distribuir cajas de plátanos de toda clase para que se alimenten.

Si requieren de su presencia, sólo tienen que afiliarse al PRIAN y apoyar mi candidatura presidencial” En el set de televisión, unas modelos de minifalda y luciendo las siglas PRIAN en el pecho se mueven al compás de la tecnocumbia, una decena de Montoneros Avaritos vistiendo guayaberas y cargando racimos de verde lucen como estatuas de cera.

Uno de ellos levanta un machete de palo de balsa y grita: ¡Viva la Montonera Avarita! ¡Viva! Responden los avaritos. Avarito Noboa prosigue: “Si Quito tiene sus forajidos, Guayaquil tiene a su Montonera Avarita, intrépidos militantes y simpatizantes del PRIAN decididos a sacar al Ecuador del montón.

¿Quién más que un montonero seguidor de Eloy Alfaro, que ha hecho negocios en el país y en todo el mundo, que ha contado montones de billetes para conocer la realidad de los pobres de este país? Finalmente, invito al ex ministro Rafico Correa para que nos aliemos para terciar en las próximas elecciones. Junto con mis montoneros de la avaricia triunfaremos.

Ecuatorianos: ¡Con Dios! ¡Adedante, Ecuador, adedante!”