La crisis del sector eléctrico
es oportunamente programada por las personas interesadas
en privatizar esta industria, en concesionarla a
la empresa privada o en entregarla a una operadora
internacional, o en hacerla cuatro pedazos, “querida
negra del alma”. Así de simple. La
caotización del sector eléctrico,
la supuesta crisis financiera que enfrenta, el racionamiento
y los apagones son los fenómenos que esgrimen
como argumento todos aquellos grupos financieros
y personas que no logran conciliar el sueño
mientras no tengan el pastel en la mesa, listo para
devorarlo.
El régimen con el que
se maneja el servicio eléctrico en el Ecuador,
recurso estratégico y de prioridad nacional,
es altamente negativo y no está destinado
a convertirse en la base fundamental del desarrollo
productivo nacional, como debería ser; vive
desbalanceado, con pérdidas negras, blancas
y rosadas, tiene deudas multimillonarias, está
entrampado en un sistema de redes que le imposibilita
avanzar, es víctima de los juegos sucios
de banqueros como Aspiazu, de chantajes, componendas
políticas y acomodos burocráticos.
Los políticos de la
derecha, de la centroizquierda y los ejecutivos
de las cámaras y asociaciones de producción
se han puesto de pie para proteger a la industria
eléctrica y usufructuarla al mismo tiempo,
como es el caso del señor Prefecto de Pichincha,
los alcaldes de Guayaquil y Quito y los consabidos
empresarios que se ofrecen a cumplir con el papel
de salvavidas. El General Paco Moncayo no solo quiere
manejar la Empresa Eléctrica ”Quito”
S.A, sino también servirse Andinatel y hacerse
cargo de otros menesteres en su afán de acumular
más poder y prestigio personal con miras
a ser el candidato anaranjado para las próximas
elecciones presidenciales.
En este marco, el cruce de
cuentas registra cifras escalofriantes si se consideran
las limitaciones de la economía nacional,
siempre en bancarrota, con una deuda externa que
de ninguna manera decrece y con un presupuesto altamente
deficitario. Cifras como la deuda de 200 millones
de dólares que el Estado debe a la Empresa
Eléctrica “Quito” S.A., como
la deuda de 1 100 millones de dólares que
este mismo Estado tiene con todas las empresas distribuidoras
por concepto de diferencial tarifario; agréguese
a este rubro también la suma de 504 millones
de dólares que debe a las distribuidoras
y éstas, a su vez, tienen facturas impagas
a las generadoras, hasta septiembre del 2003, por
550 millones de dólares, debiendo aclararse
que corresponden a la ex EMELEC y 350 millones a
la CATEG, la que, de paso se ha dicho, excluye de
sus cuentas el pago de las deudas a los trabajadores
eléctricos de Guayaquil (pasivo laboral).
La Corporación para la Administración
Eléctrica Guayaquil (CATEG), es la que más
debe a la generadora de Paute, por lo que dejará
de ser su cliente.
Las últimas cifras de
CONELEC, reveladas en enero del 2005, definieron
que solo EMELEC y CATEG absorbieron el 53,82% de
la deuda total que mantienen las empresas distribuidoras
por adquisición de energía no pagada
al Centro Nacional de Control de Energía
(CENACE), que administra el Mercado Eléctrico
Mayorista (MEN). La obligación sumaría
480,8 millones de dólares, de una deuda total
de 893,4 millones, en un periodo acumulado desde
abril de 1999 hasta diciembre del 2004.
Se recuerda que la CATEG es
la que más debe a las generadoras del Estado
y a las privadas, y es la que más pérdidas
y robos comerciales registra. Tómese en cuenta
también que a este cuadro habría que
añadir las ‘perdidas negras’
que sea han incrementado en un 25% en los últimos
5 años.
Por último, a todo esto
se agrega el hecho de que en Guayaquil se festinan
las deudas, como la de la ex EMELEC, hoy CATEG,
por un monto mayor a los 2 000 millones de dólares.
Es decir, el panorama del sector eléctrico
ecuatoriano es aterrador, por decirlo menos.
Los insaciables y voraces apetitos
de los privatizadores, sus planes y sus maniobras
ya han sido denunciados y desbaratados a su debido
tiempo por los trabajadores eléctricos. Sin
embargo, los privatizadores no se dan por vencidos,
vuelven a la carga, haciendo algunos cambios en
su estrategia, esgrimiendo falsos argumentos, tales
como:
- Qué el sindicalismo
es el factor predominante en la falta de generación,
señalando que los trabajadores han logrado
grandes beneficios económicos y gozan de
sueldos y salarios fuera de lo común.
- Qué el Gobierno Nacional
y los Gobiernos Seccionales nada han hecho por aumentar
la generación hidroeléctrica.
- Que el Gobierno aún
no se decide a garantizar la inversión, la
utilidad y retorno de capitales y ganancias a su
lugar de origen a fin de que puedan instalarse en
el Ecuador empresas provenientes de China, España,
Brasil, Argentina y Estados Unidos...
La crisis del sector eléctrico
se sigue complicando, conforme pasan los días
se presentan mayores deficiencias y en el corto
plazo se puede tornar inmanejable, principalmente
por la creciente dependencia de las centrales térmicas,
toda vez que los proyectos hidroeléctricos
de Mazar, San Francisco, Toachi-Pilatón,
Quijos, para citar los más importantes y
que cuentan con los estudios listos, en el caso
de que se construyan entrarán a funcionar
en el año 2008, dios mediante, lo que está
obligando a depender de la energía que producen
Colombia, Perú y las barcazas ancladas en
la Costa.
Ante tales circunstancias hay
que resaltar la firme posición de los trabajadores
eléctricos, que están dispuestos a
luchar hasta las últimas consecuencias en
defensa de este patrimonio nacional, contra la privatización
y la intervención de operadoras internacionales.
Ellos dejan expresa constancia
de que la solución no es por la vía
del incremento tarifario, ni por el lado de las
multas al incremento de consumo, ni por la disminución
en el uso de energía eléctrica, sino
por alcanzar un mejoramiento en el servicio a condición
de participar con el aporte de sus técnicos,
trabajadores y funcionarios de las empresas generadoras
de energía eléctrica del país;
por la vía de mantener la oposición
a las cámaras de la producción del
sector privado de Pichincha, encabezado por el arquitecto,
Diego del Castillo Becdach, que pide el aumento
de tarifas exclusivamente a los usuarios residenciales
y comerciales.
Este viejo conflicto creado
en torno al abastecimiento de energía en
el Ecuador, en sus fases de generación, distribución,
comercialización, financiamiento y contratación,
debería ser motivo de investigación
de la Comisión de Control Cívico Contra
la Corrupción, Contraloría General
del Estado, Procuraduría, Comisión
de Fiscalización del Congreso Nacional y
también de los usuarios, es decir de quienes
compran y pagan el servicio, en razón de
que, en primer lugar, se trata de un recurso nacional
y patrimonial, y luego, porque está a la
vista de todos la deficiencia administrativa, la
danza de muchos millones de dólares, el robo
de energía, las famosas ‘perdidas negras’
y la incapacidad para resolver el problema que implica
la puesta en marcha de los proyectos hidroeléctricos
que estarían en la condición de dar
la mejor solución técnica a la crisis
que viene soportando el país.
Cuando se haga esta investigación
se va allegar a la conclusión de es un caso
de corrupción que se ha venido encubriendo
de mil maneras. Se podrá en evidencia a los
beneficiarios de esta crisis eléctrica, a
sus cómplices y protectores, como el alcalde
Jaime Nebot, que siempre tiene la última
palabra en el asunto.
También se tendrá
que esclarecer el papel de Petrocomercial, cuando
se niega a acatar la orden del Presidente de la
República en el sentido de proporcionar el
combustible necesario para hacer funcionar las plantas
térmicas que, pese a su alto costo, estarían
en condiciones de generar 90 megavatios y evitar
los apagones dramáticamente anunciados.
Estas son las verdaderas dimensiones
del problema, cuyos orígenes no parten del
duro estiaje y del bajo nivel de las aguas de la
represa Paute, como se asegura con la mayor desvergüenza.