La crisis de los judíos
norteamericanos
Edward Said*
Texto publicado en Al-Ahram Weekly
Online, núm. 586,
semana del 16 al 22 de mayo de 2002
Traducción: CSCAweb (www.nodo50.org/csca)
"Somos testigos de
una deshumanización a gran escala; deshumanización
que, debemos decir, empeora todavía más con los
atentados suicidas que tanto han desfigurado, falsificado y envilecido
la lucha palestina. Todos los movimientos de liberación
nacional de la historia han dejado claro que luchan a favor de
la vida, no de la muerte. ¿Por qué habría
de ser nuestro movimiento diferente? Cuanto antes eduquemos a
nuestros enemigos sionistas y les demostremos que nuestra forma
de resistir es una oferta de coexistencia y paz, menos capaces
serán de matarnos como les plazca y de calificarnos de
terroristas"
Hace algunas semanas, Washington se convirtió en escenario
de una clamorosa manifestación pro-israelí que
prácticamente coincidía en el tiempo con el cerco
sobre Yenín. Todas las personas que hablaron públicamente
en la manifestación eran eminentes personajes de la escena
pública, incluidos varios senadores, líderes de
las principales organizaciones judías de EEUU, y otras
celebridades; todos ellos expresaron su indefectible solidaridad
para con todas las acciones que Israel estaba llevando a cabo.
El representante de la Administración norteamericana fue
Paul Wolfowitz, número dos del Departamento de
Defensa; Wolfowitz es un halcón de la extrema derecha
que desde el pasado mes de septiembre no ha dejado de hablar
de que hay que "acabar" con países como Iraq.
Conocido también en su faceta de firme sustentador de
Israel, su discurso fue igual que el de los demás participantes
en el evento, reverenciando a Israel y expresando su apoyo incondicional
hacia el mismo. Pero inesperadamente, Wolfowitz se refirió
de pasada al "sufrimiento de los palestinos". Esa frase
le costó ser abucheado con tanta fuerza y durante tantos
minutos que no fue capaz de terminar su discurso y se vio obligado
a abandonar el estrado con la honra algo dañada.
La moraleja de la historia es que el apoyo que los judíos
norteamericanos brindan hoy en día a Israel no deja ni
un solo resquicio a que se mencione siquiera la existencia del
pueblo palestino, salvo en lo que atañe al terrorismo,
la violencia, el Mal con mayúsculas y el fanatismo. Es
más: esta negativa a ver al "otro lado", y mucho
menos oír hablar de su existencia, excede con mucho el
fanatismo implícito en el sentir antiárabe de los
israelíes que, por supuesto, son quienes están
en primera línea del conflicto en Palestina. A juzgar
por la reciente manifestación contra la guerra que agrupó
en Tel Aviv a más de 60.000 personas, así como
el creciente número de reservistas del Ejército
que se niegan a servir en los Territorios Ocupados, las continuas
protestas de diversos grupos e intelectuales (si bien cabe admitir
que son minoritarios), y algunas encuestas que muestran que una
mayoría de israelíes se muestra dispuesta a retirarse
de los TTOO a cambio de una paz con los palestinos, se deduce
que existe al menos una dinámica de activismo político
entre los judíos israelíes. No ocurre lo mismo
en los Estados Unidos.
Hace dos semanas, el semanario New York (que tiene
una tirada aproximada de un millón de ejemplares), publicó
un número con un dossier especial titulado "La crisis
de los judíos norteamericanos". El artículo
aseguraba que "en Nueva York, al igual que ocurre en Israel,
se trata de sobrevivir". No resumiré los principales
argumentos con los que se defendía semejante pretensión,
salvo para decir que el panorama que se pintaba era tan angustioso
en referencia a "lo más preciado que tengo en la
vida, el Estado de Israel", según declaró
uno de los neoyorquinos entrevistados por la revista , que
uno creería que la existencia de la minoría más
próspera y poderosa de EEUU está de hecho amenazada.
Otro de los entrevistados llegó incluso a sugerir que
los judíos norteamericanos se encontraban al borde de
un segundo Holocausto. Es cierto que, tal y como afirmaba el
autor de uno de los artículos, la mayoría de judíos
estadounidenses aprueba con entusiasmo las acciones israelíes
en Cisjordania; por ejemplo, un judío norteamericano decía
que su hijo está enrolado en el Ejército israelí
y que "está armado, es peligroso, y está matando
tantos palestinos como puede".
Aislarse dentro del mito
El sentimiento de culpa que les sobreviene a quienes en EEUU
tienen una posición acomodada juega un papel fundamental
a la hora de generar esta idea engañosa. Pero más
aún, es el resultado de un proceso de dimensiones extraordinarias
consistente en aislarse uno mismo dentro del mito y las fantasías
propias de una educación y una tipo de nacionalismo irreflexivo
que son únicos en el mundo. Desde que la Intifada comenzara
hace casi dos años, los medios de comunicación
de EEUU y las principales organizaciones judías del país
han organizado todo tipo de ataques contra la educación
islámica que se imparte en el mundo árabe, en Pakistán,
e incluso en EEUU. Han acusado a las autoridades islámicas,
así como a la Autoridad Palestina dirigida por Yaser Arafat,
de enseñar a los jóvenes a odiar a EEUU e Israel,
a apreciar las virtudes de los atentados suicidas o a alabar
infinitamente el yihad. No obstante, se habla muy poco
de los resultados que ha tenido la enseñanza que los judíos
norteamericanos han recibido sobre el conflicto en Palestina:
que Dios dio la tierra a los judíos, que la tierra estaba
vacía, que fue liberada del dominio británico,
que los habitantes nativos de la tierra se marcharon porque sus
líderes así se lo ordenaros, que de hecho los palestinos
no existen salvo como terroristas (y sólo recientemente),
que los árabes son antisemitas y quieren matar judíos.
En todo este proceso de incitación al odio, no hay
señales de la realidad cotidiana del pueblo palestino.
Afinando más, en ningún momento se establecen vínculos
entre la animosidad y la enemistad que los palestinos sienten
hacia Israel y lo que Israel viene haciendo contra los palestinos
desde 1948. Parece como si toda una historia de desahucios, de
destrucción de una sociedad, de 35 años de ocupación
de Gaza y Cisjordania (por no hablar de masacres, bombardeos,
expulsiones, expropiaciones de tierras, asesinatos, bloqueos,
humillaciones varias, años de castigos colectivos que
se han sucedido durante décadas) no significasen nada,
porque Israel se ha convertido en víctima de la furia
palestina, de su hostilidad y de su innecesario antisemitismo.
A la mayoría de norteamericanos que apoyan a Israel ni
siquiera se les ocurre pensar que Israel es quien en realidad
perpetra acciones llevadas a cabo por el Estado judío
en nombre del pueblo judío y consecuentemente enlazar
tales acciones con los sentimientos de furia y venganza de los
palestinos.
El problema de fondo es que los palestinos no existen en tanto
que seres humanos, es decir, en tanto que individuos con una
historia, una serie de tradiciones, una sociedad y unas ambiciones,
como cualquier otro pueblo. Merece la pena investigar por qué
razón una inmensa mayoría de judíos norteamericanos
que apoyan a Israel (si bien hay que dejar muy claro que no todos
lo hacen), piensan de este modo. Todo se remonta al conocimiento
que había de la existencia de un pueblo indígena
en Palestina: todos los líderes sionistas lo sabían
y hablaban de ello; pero la realidad es que un hecho como ese,
que podría haberse erigido en obstáculo frente
a la colonización, no podía admitirse. De ahí
que la práctica colectiva del sionismo haya consistido
en, o bien negar este hecho o, más específicamente
en EEUU (donde la realidad no está tan a mano como para
poder comprobar la veracidad de los hechos), mentir, para así
producir una contrarealidad. Durante décadas, los
escolares han aprendido por decreto que cuando los pioneros sionistas
llegaron a Palestina, allí no había palestinos;
que toda esa gente tan variopinta que ahora tira piedras y lucha
contra la ocupación son, llana y sencillamente, un montón
de terroristas que merecen ser asesinados. En resumen: los palestinos
no se merecen nada que pueda parecerse a una realidad narrativa
ni colectiva, de manera que hay que transmutarles y disolverles
en una serie de imágenes esencialmente negativas. Todo
ello es resultado de una educación distorsionada que parsimoniosamente
se distribuye entre millones de jóvenes que crecen sin
ningún tipo de conocimiento sobre el hecho de que el pueblo
palestino ha sido absolutamente deshumanizado con el fin de servir
a propósitos ideológicos; principalmente, para
seguir apoyando a Israel.
Lo verdaderamente alucinante es que en esta clase de distorsión
no hay sitio para ideas que tengan algo que ver con la coexistencia
entre pueblos. Si bien los judíos norteamericanos desean
ser reconocidos como judíos y norteamericanos en EEUU,
no están dispuestos a conceder el mismo estatuto en cuanto
que árabes y palestinos a un pueblo que ha sido oprimido
por Israel desde el principio.
Supresión intelectual de los
palestinos
Solamente alguien que viva en EEUU durante años podrá
percibir la gravedad de un problema que trasciende el ámbito
de la política de todos los días. La supresión
intelectual de los palestinos, resultado de la educación
sionista, ha generado una percepción de la realidad peligrosamente
sesgada en la cual todas las acciones israelíes son llevadas
a cabo en el papel de víctima; de acuerdo con los artículos
a los que me he referido anteriormente, los judíos norteamericanos
atraviesan un estado de crisis que, por extensión, les
hace sentir igual que se sienten los judíos derechistas
de Israel: es decir, que corren peligro y que su supervivencia
está en juego. Sobra decir que, obviamente, lo anterior
no tiene nada que ver con la realidad, sino que más bien
se corresponde con un estado alucinatorio que barre de un plumazo
la historia y los hechos acaecidos a base de un narcisismo sumamente
irreflexivo. Un reciente artículo en defensa de lo que
Wolfowitz había dicho en su discurso ni siquiera prestó
atención a los palestinos a los que se había referido,
sino que defendió la política del presidente Bush
en Oriente Medio.
Somos testigos de una deshumanización a gran escala;
deshumanización que, debemos decir, empeora todavía
más con los atentados suicidas que tanto han desfigurado,
falsificado y envilecido la lucha palestina. Todos los movimientos
de liberación nacional de la historia han dejado claro
que luchan a favor de la vida, no de la muerte. ¿Por qué
habría de ser nuestro movimiento diferente? Cuanto antes
eduquemos a nuestros enemigos sionistas y les demostremos que
nuestra forma de resistir es una oferta de coexistencia y paz,
menos capaces serán de matarnos como les plazca y de calificarnos
de "terroristas". No digo que podamos cambiar a Sharon
y Netanyahu. Lo que digo es que existe un público palestino
(sí, han leído bien: palestino), así como
un público israelí y norteamericano a los que tenemos
que recordar estratégica y tácticamente que la
fuerza de las armas, los tanques, y las bombas humanas y los
bulldozers no solucionan nada, que solamente sirven para crear
distorsiones y engaños que nos afectan a todos, en los
dos bandos.
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