La tuerca gira una vez más
Edward Said*
Al-Ahram Weekly Online, semana del 31/01 al 6/02/2002, nº 571
Traducción: CSCAweb (www.nodo50.org/csca)
Existe ya un número
considerable de señales indicativas de la evolución
que se ha producido en el seno de la sociedad civil palestina:
hace falta que se les preste más atención, especialmente
cuando las fisuras que se están produciendo en la sociedad
israelí dejan entrever la existencia de una población
asustada, encerrada en sí misma, y terriblemente insegura
que necesita despertar. Le corresponde a la víctima, no
al opresor, mostrar nuevas vías de resistencia. Ahora
parece que la sociedad civil palestina está empezando
a tomar la iniciativa, lo cual constituye una extraordinaria
señal de buen agüero en estos tiempos de desaliento
y retroceso instintivo
La Historia no tiene compasión. En su transcurso, no
hay leyes contra el sufrimiento ni la crueldad, no existe ninguna
forma de equilibro interno que restituya a su legítima
posición a las personas contra las que se han perpetrado
tantas injusticias. Las visiones cíclicas de la historia
siempre me han parecido fallidas por esa razón, como si
esa vuelta de tuerca que se produce en estos momentos viniera
a querer decir que el mal de hoy puede transformarse en bien
mañana. Bobadas. Dar vueltas al sufrimiento supone sufrir
más; no es un camino hacia la salvación. Lo más
frustrante es, sin embargo, que gran parte de la Historia se
escapa a la acción del lenguaje, de la memoria, de la
atención. Los historiadores siempre han preferido recurrir
a metáforas y figuras poéticas para rellenar los
espacios en blanco; es por ello que Heródoto, el primer
historiador, era conocido también con el sobrenombre de
Padre de las Mentiras; en sus escritos, la verdad quedaba
tan embellecida y, hasta cierto punto incluso escondida, que
fue el poder de su imaginación lo que le convirtió
precisamente en un escritor tan grande, y no los numerosos hechos
que se dedicó a narrar.
Vivir en Estados Unidos en estos momentos es una experiencia
terrible. Si bien los medios de comunicación y el gobierno
repiten una y otra vez la misma visión sobre lo que ocurre
en Oriente Próximo, existen puntos de vista alternativos
disponibles a través de Internet, el teléfono,
los canales vía satélite, o la prensa árabe
y judía local. Sin embargo, teniendo en cuenta que, de
lo que existe a disposición para el norteamericano medio,
todo lo que tiene a su alcance está inundado de imágenes
e historias prácticamente impolutas , carentes de toda
referencia a la política exterior salvo la vena patriótica
del gobierno, el panorama es alarmante. América lucha
contra los demonios del terrorismo. América es buena,
y quienquiera que se le oponga es malo y antiamericano. Oponerse
a América o a su política, su armamento, o sus
ideas, es casi, casi, sinónimo de ser terrorista. Lo que
me parece casi tan alarmante como lo primero es el hecho de que
influyentes y, a su manera, sofisticados analistas norteamericanos
de política exterior siguen repitiendo que no comprenden
por qué el resto del mundo (y muy especialmente árabes
y musulmanes) no acepta el mensaje norteamericano; por qué
el resto del mundo, incluyendo Europa, Asia, África, y
América Latina, sigue criticando a EEUU por su política
en Afganistán, por haber renunciado unilateralmente a
la firma de seis tratados internacionales, por prestar un apoyo
incondicional a Israel, o por su sorprendentemente obstinada
política en la cuestión de los prisioneros de guerra.
Las diferencias existentes entre la forma en que los norteamericanos
perciben la realidad, y la manera en que lo hacen los europeos
son tan enormes e irreconciliables, que simplemente desafían
cualquier intento ser descritas.
Las palabras por sí solas no permiten explicar cómo
todo un Secretario de Estado norteamericano, que presumiblemente
cuenta con toda la información relevante sobre los hechos
acaecidos, puede acusar (sin ningún rastro de ironía)
al líder palestino Yaser Arafat de no hacer lo suficiente
contra el terrorismo y de haber comprado 50 toneladas de armas
para defender a su pueblo, al tiempo que Israel sigue recibiendo,
gratis, cualquier objeto de una sofisticación letal disponible
en el arsenal norteamericano (a todo lo cual hemos de añadir
que el modo en que la OLP ha lidiado con el incidente del barco
Karine A ha sido de una incompetencia y torpeza tales
que superan incluso su ya depauperado patrón). Mientras
tanto, Arafat sigue encerrado en sus oficinas de Ramallah, su
pueblo sigue encarcelado, los líderes palestinos son asesinados,
los inocentes se mueren de hambre, los enfermos se mueren, la
vida está completamente paralizada y aún
con todo, a los palestinos se les acusa de terroristas. La idea,
por no hablar de la realidad, de lo que suponen 35 años
de ocupación militar simplemente ha desaparecido del vocabulario
de los medios de comunicación y del gobierno de EEUU.
No se vayan a sorprender ustedes si mañana Arafat y su
pueblo son acusados de sitiar a Israel mientras imponen un bloqueo
sobre sus ciudadanos y núcleos de población. No;
no son aviones israelíes los que bombardean Tulkarem y
Jenín; son terroristas palestinos con alas, y las ciudades
que están siendo bombardeadas son israelíes.
Por lo que respecta a Israel y los medios de comunicación
norteamericanos, los portavoces israelíes se han acostumbrado
a mentir tan bien, diciendo mentiras con la misma soltura con
la que un salchichero hace sus salchichas, que nada les supera.
Ayer escuché a un responsable del Ministerio de Defensa
israelí (hasta el nombre se le queda a uno atascado en
la garganta) que respondía a las preguntas formuladas
por un reportero norteamericano acerca de las demoliciones de
Rafah: las casas estaban vacías, dijo sin dudarlo; eran
nidos de terroristas empleados para asesinar a ciudadanos israelíes;
tenemos la obligación de defender a los ciudadanos israelíes
del terrorismo palestino. El periodista ni siquiera había
hecho referencia a la ocupación, o al hecho de que los
"ciudadanos" en cuestión eran colonos. Por lo
que respecta a los cientos de palestinos que se habían
quedado en la calle y cuyas fotografías aparecieron en
los medios de comunicación norteamericanos durante unos
segundos después de que los bulldozers (de fabricación
norteamericana, por cierto) hubieran hecho su trabajo, había
desaparecido ya de la memoria y la conciencia de todos.
Por lo que respecta a la falta de respuesta árabe,
se puede decir que ha sobrepasado en ignominia y desvergüenza
los ya abismalmente bajos niveles fijados por nuestros gobiernos
en los últimos 50 años. Semejante postura de servilismo
e incompetencia a la hora de hacer frente a EEUU e Israel, semejante
forma de guardar un silencio cruel, son a su manera tan sorprendentes
e inaceptables como lo que Sharon y Bush pretenden. ¿Tanto
miedo tienen los líderes árabes de ofender a EEUU,
que están dispuestos a aceptar no sólo la humillación
palestina, sino también la suya propia? ¿A cambio
de qué? Pues sencillamente, a cambio de que se les permita
seguir adelante por la senda de la corrupción, la mediocridad,
y la opresión. ¡Vaya trueque de tres al cuarto que
han hecho, entre la ampliación de los márgenes
de sus ya estrechos intereses y la indulgencia norteamericana!
No me sorprende que apenas quede un árabe vivo para quien
la palabra régimen connote algo más que
un hilarante desprecio, una acritud pura y dura, y (salvo el
pequeño círculo de consejeros y psicópatas
de turno), una alineación llena de rabia. Las recientes
ruedas de prensa en las que altos cargos saudíes han criticado
la política norteamericana hacia Israel suponen, cuando
menos, un respiro en medio de tanto silencio, a pesar de que
la confusión y falta de funcionalidad que rodean a la
cumbre árabe que se celebrará próximamente
siguen contribuyendo a llenar nuestros almacenes, repletos ya
de hechos que demuestran una falta de unidad innecesaria y la
constante adopción de posturas llenas de afectación.
Perversidad
Sinceramente creo que "perverso" es el término
más apropiado a la hora de describir la verdad de la experiencia
del sufrimiento palestino que Sharon impone colectivamente sobre
Gaza y Cisjordania. El hecho de que el sufrimiento no pueda ser
descrito o narrado como corresponde, de que los árabes
no digan ni hagan nada por ayudar en la lucha, de que EEUU sea
tan terriblemente hostil, o de que los europeos sean tan inservibles
(salvo en lo tocante a su declaración más reciente,
que aún con todo no presenta ninguna medida que pueda
ser puesta en práctica): todo esto, lo sé muy bien,
nos ha conducido a la desesperación, a una especie de
frustración desesperada que es, precisamente, uno de los
resultados ansiados por los responsables israelíes y sus
homólogos norteamericanos. Reducir a las personas a un
estado de despreocupación total, hacer su vida miserable
hasta el punto de que parezca incluso necesario entregar la vida
misma todo ello conforma un estado de desesperación tal
que Sharon claramente desea. Por eso fue elegido y por eso mismo,
caso de que su política falle, perderá su cargo,
momento en el que Netanyahu volverá a escena para trata
de rematar la tarea, terrible e inhumana, pero en última
instancia suicida.
Frente a semejante estado de cosas, la pasividad y la furia
desesperadas (o incluso un cierto fatalismo amargo) son, en mi
opinión, respuestas inapropiadas intelectual y políticamente.
Todavía quedan muestras de lo contrario. Los palestinos
no han sido todavía intimidados ni se les ha persuadido
para que se rindan, lo cual constituye en sí mismo un
signo de enorme fuerza de voluntad y sentido de las cosas. Vistas
desde esta perspectiva, todas las medidas de castigo colectivo
y humillaciones constantes impuestas por Israel no han tenido
el efecto deseado; como afirmó uno de sus generales, detener
la violencia mediante el asedio de los palestinos es como intentar
beber el agua del mar a cucharadas. Simplemente, no funciona.
Pero, aún cuando soy consciente de lo anterior, también
creo firmemente que tenemos que superar una forma de resistencia
terca e inquebrantable e ir hacia un modelo de resistencia creativa,
que vaya más allá de los gastados métodos
tradicionales de desafío a los israelíes que en
el proceso no han conseguido hacer avanzar lo suficiente los
intereses palestinos. Tomemos el caso del proceso de toma de
decisiones como ejemplo. Está muy bien que Arafat se quede
sentado en su cárcel de Ramallah y repita incansablemente
que quiere negociar; pero eso no constituye un programa político,
ni su estilo personal es suficiente como para movilizar a su
pueblo y a sus aliados. Ciertamente, es bueno tomar nota de la
declaración europea de apoyo a la AP, pero seguramente
es más importante aún hablar de los reservistas
israelíes que se han negado a servir en Gaza y Cisjordania.
Si no nos identificamos e intentamos trabajar concertadamente
con la resistencia israelí a la opresión ejercida
por Israel, seguiremos estando en el punto de partida
La cuestión, evidentemente, es que cada vuelta de tuerca
en la práctica del castigo colectivo crea, dialécticamente,
un nuevo espacio que genera nuevas formas de resistencia, de
las cuales, sencillamente, los ataque suicidas no forman parte;
o al menos, no lo son en el mismo sentido en que el personal
estilo de desafío de Arafat, que recuerda demasiado a
lo que dijo hace 20 o 30 años en Amman, Beirut y Túnez,
tampoco es nuevo. Ni es nuevo, ni está a la altura de
lo que están haciendo quienes se oponen a la ocupación
militar israelí en Palestina e Israel. ¿Por qué
no prestar algo de atención a los grupos israelíes
que se han opuesto a las demoliciones de hogares [palestinos],
al apartheid, a los asesinatos, o a cualquiera de las ilegales
demostraciones de fuerza de los machotes israelíes? La
ocupación no será derrotada a menos que palestinos
e israelíes trabajen conjuntamente para poner fin a la
ocupación con métodos concretos y específicos.
En consecuencia, ello significa que los grupos palestinos (bajo
la dirección o no de la Autoridad Palestina, AP) deben
emprender esas iniciativas que tanto les ha costado emprender
(debido al comprensible miedo que les inspira la normalización),
iniciativas que de manera activa busquen la participación
y el compromiso de la resistencia israelí, europea, árabe,
y norteamericana. En otras palabras: con la desaparición
de Oslo, la sociedad civil palestina se ha librado del corsé
impuesto por aquel fraudulento proceso de paz. Lo cual significa
que es posible ir más allá de los interlocutores
tradicionales (en este caso, el desacreditado Partido Laborista
y sus filiales) en la dirección de un movimiento contra
la ocupación más valiente e innovador. Si la AP
quiere seguir pidiendo la vuelta israelí a la mesa de
negociaciones, que lo siga haciendo, faltaría más;
eso, si es que algún israelí se quiere sentar a
negociar con la AP. Pero eso no quiere decir que las ONGs palestinas
tengan que repetir la misma cantinela, o de que tenga que seguir
preocupándoles la normalización, que no
era más que la normalización de relaciones con
el Estado israelí, pero no con las corrientes y grupos
progresistas de las sociedad civil israelí que apoyan
una verdadera auto-determinación palestina y el fin de
la ocupación, de los asentamientos, y de los castigos
colectivos.
Sí. La tuerca sigue dando vueltas. Pero cada giro no
trae solamente más represión por parte israelí;
dialécticamente, también deja al descubierto nuevas
posibilidades para la inventiva y la creatividad palestinas.
Existe ya un número considerable de señales (de
las que hablé en mi anterior artículo) indicativas
de la evolución que se ha producido en el seno de la sociedad
civil palestina: hace falta que se les preste más atención,
especialmente cuando las fisuras que se están produciendo
en la sociedad israelí dejan entrever la existencia de
una población asustada, encerrada en sí misma,
y terriblemente insegura que necesita despertar. Le corresponde
a la víctima, no al opresor, mostrar nuevas vías
de resistencia. Ahora parece que la sociedad civil palestina
está empezando a tomar la iniciativa, lo cual constituye
una extraordinaria señal de buen agüero en estos
tiempos de desaliento y retroceso instintivo.
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