La resistencia no es un símbolo
Azmi Bishara*
Al-Ahram Weekly Online, 28 de febrero a 6 de marzo de 2002
Traducción: CSCAweb (www.nodo50org/csca)
La moralidad de los ex
izquierdistas es, como poco, inestable. Cuando a la rebelión
le sigue el conservadurismo surgen problemas éticos graves.
Quizás la gente debería cambiar de rumbo de vez
en cuando. Pero, por alguna razón, ir de un extremo a
otro le embarra a uno su perspectiva moral. Los doctrinarios
renegados europeos no tienen escrúpulos a la hora de chapotear
en la cuestión palestina, con efectos devastadores
En lo que constituye un intento de mantener vivo el legado
republicano de su nacionalismo, Francia ha expresado en repetidas
ocasiones su preocupación ante la dominación política
y cultural de EEUU, y ha intentado evitar que los principales
países europeos (fundamentalmente, Gran Bretaña
y Alemania) se suban al carro norteamericano. La postura
rebelde de Francia se hizo evidente en lo relativo a Oriente
Medio, área en la que los franceses se aventuraron, si
bien tibiamente, por un camino independiente de la senda marcada
por Mitchell y Tenet [1], con la esperanza de que otros
países europeos se sumarían a su iniciativa. Sin
embargo, sabedores de que cuanto más se arrima uno a climas
templados, más fina se vuelva la corteza del hielo político,
los franceses no se atrevieron a reclamar para sí una
"iniciativa" propia. Palabra que con toda probabilidad
habría molestado a EEUU, intermediario único en
la conflicto de Oriente Medio. Un término tan subversivo
como aquél habría provocado ardores en los estómagos
más sensibles de Europa, concretamente en Alemania y Gran
Bretaña. Europa, revivida de la mano de una nueva generación
de antiguos izquierdistas fervorosos, no supo recoger el guante
lanzado por Francia.
Alemania, Gran Bretaña y Francia
¿Sorprendidos? No mucho. Como mucho, los alemanes son
extremadamente cambiantes y sensibles, sobre todo cuando se trata
de Israel. El recuerdo de la Segunda Guerra Mundial puede haber
paralizado la política exterior alemana en todas partes,
pero en Oriente Medio ha acabado con ella. Alemania solamente
se ha dado algunos tímidos pasos parecidos a tener una
política exterior propia en los Balcanes, cuando apoyó
la secesión de Croacia. El resto es una historia traumática.
Por su parte, el Reino Unido no tiene una política
exterior digna de ser mencionada, aparte de seguir la línea
norteamericana. Al igual que ocurriría con una abuela
a la que se permite vivir el resto de sus días en la casa
de su hijo con la condición de que la nuera lo aprueba
(papel que en este caso le corresponde a Israel), el Reino Unido
vive ahora en casa de EEUU y está siguiendo el guión.
La abuela sale sola de casa a veces para echar una partida de
bingo con otros abueletes en el bar de la esquina, pero la casa
de su poderoso hijo siempre le queda a una distancia política
que pueda transitar a pie.
Con todo esto, hay momentos pasajeros de cierta vitalidad,
momentos cuya significación radica precisamente en lo
poco que duran y en el impacto pasajero que tienen. Algunos de
los personajes vinculado con la incursión europea de inspiración
francesa en el terreno baldío de la política medio
oriental ilustran este punto.
Hurbert Vedrine, ministro de Asuntos Exteriores francés,
protestó sensible aunque débilmente contra las
declaraciones en las que Bush se refería al "Eje
del Mal". El ministro francés, si bien tímidamente,
retó la ubicuidad de las ideas de Tenet y Mitchel y de
otras certezas de la política norteamericana para Oriente
Medio. Vedrine no es precisamente un radical. Es un político
veterano, colaborador cercano del presidente Miterrand, un hombre
sin un pasado revolucionario. Es un hombre que encaja dentro
de la corriente principal, un poquito conservador, pero que habló.
El ministro de Asuntos Exteriores del Reino Unido, Jack Straw,
es justamente lo contrario. Straw se sitúa en el ala izquierda
radical del Partido Laborista. Los conservadores solían
aprovecharse de su radicalismo a ultranza para así desacreditar
al laborismo. ¿Y qué es lo que ha hecho? Despreciar
los puntos de vista franceses sobre Oriente Medio. Venir a Ramallah
para declarar su inequívoco apoyo a la postura norteamericana
sobre el terrorismo.
No es el único. Joska Fischer, el ministro de Asuntos
Exteriores alemán con un pasado de tipo desaliñado-chic,
creció en Frankfurt y estuvo a punto de ser acusado de
terrorista por sus vínculos con izquierda radical. Como
parlamentario en la oposición, recibía constantes
ataques por parte de los conservadores, preocupados por su radicalismo
extremo. Uno de sus colaboradores más próximos,
Otto Schily, abandonó las filas de Los Verdes para unirse
a los socialistas poco antes de convertirse en ministro del Interior.
Ahora, la política de seguridad de Schily y la impaciencia
que demuestra para con los extranjeros que viven en Alemania
avergüenza incluso a sus socios de la derecha.
Algo debe pasarles a los políticos de izquierda. Comparativamente
hablando, los políticos moderados de la derecha han sido
mucho más benignos y favorables a la causa palestina.
Los renacidos conservadores europeos, expiando su pasado izquierdista,
son los más ardientes defensores de una política
al estilo norteamericano.
La moralidad de los ex izquierdistas es, como poco, inestable.
Cuando a la rebelión le sigue el conservadurismo surgen
problemas éticos graves. Quizás la gente debería
cambiar de rumbo de vez en cuando. Pero, por alguna razón,
ir de un extremo a otro le embarra a uno su perspectiva moral.
Los doctrinarios renegados europeos no tienen escrúpulos
a la hora de chapotear en la cuestión palestina, con efectos
devastadores.
Nota de CSCAweb:
1. Referencia al Informe Mitchell
y al Documento Tenet. Véanse en CSCAweb, respectivamente:
La
Administración Bush retoma la cuestión palestino-israelí
interpretando el Informe Mitchell a favor de Israel y 'Documento
Tenet': la CIA impone a la AP e Israel un plan de seguridad para
poner fin a la Intifada
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