Remodelando Oriente Medio:
el modelo de 'cambio de régimen' en Iraq aplicado a Palestina
25 de abril de 2003. Nota informativa, CSCAweb
(www.nodo50.org/csca)
Como pretende hacerse en
el caso actual de Iraq, la práctica de 'cambio de régimen'
se ha impuesto en Palestina por la vía combinada de la
presión militar y de la creación de una nueva interlocución
política palestina que avale los cambios que el sionismo
necesita afianzar para alcanzar sus objetivos de dominación
y control efectivo en los Territorios Ocupados.
Como una ironía más de la humillación
impuesta al conjunto de los pueblos árabes por el imperialismo,
la Oficina para la Administración y la Reconstrucción
de Iraq que pretende gestionar la ocupación militar y
la administración política y económica estadounidense
del futuro iraquí [1], se ha instalado en el hotel
Palestina de Bagdad casi al mismo tiempo que en los Territorios
Ocupados (TTOO) la presión estadounidense e israelí
ha conseguido doblegar al presidente de la fútil Autoridad
Palestina (AP), Yaser Arafat, hasta hacerle aceptar las nuevas
bases por las que ha de regirse el futuro palestino.
Al igual que en 1991, acabada la guerra contra Iraq, se pretende
ahora reabrir formalmente para Palestina un nuevo proceso negociador
sustentado, como entonces, en las mismas bases impuestas por
la injerencia y el hegemonismo de EEUU en un nuevo ordenamiento
internacional: si entonces se habló de un "Nuevo
Orden Regional", basado en dos premisas básicas -inserción
económica de Israel en las economías y mercados
árabes, y neutralización de las aspiraciones nacionales
palestinas y del potencial árabe representado en Iraq-
desde la legitimación que otorgaba el marco de
Naciones Unidas (NNUU), el seguidismo de la Unión Europea
(UE) hacia la política estadounidense, la sumisión
de los regímenes árabes a EEUU y la aceptación
de la élite política palestina, el marco actual,
tras doce años de resistencia a un proyecto rechazado
globalmente por los pueblos árabes y particularmente por
el palestino y el iraquí, es el impuesto por las bases
bien explícitas del nuevo imperialismo estadounidense
que solo una nueva invasión y una ocupación militar
han podido fraguar.
Que en esta nueva fase que se abre para el conjunto árabe
y en particular para Palestina e Iraq se reproduzca el mismo
modelo colonial de ocupación militar en uno y otro escenario
no es casual: Israel se ha mantenido en estas décadas
como un proyecto estratégico concebido a largo plazo para
imponer mediante la única fuerza posible -la militar-
la continuación del sionismo a través del fenómeno
colonial que propicia el control sostenido de unos territorios,
unas poblaciones y unos recursos imprescindibles para el dominio
del capitalismo occidental hoy convertido, en manos estadounidenses,
en imperialismo a ultranza. El supuesto avance promovido por
más de cinco décadas de relaciones internacionales
articuladas en unos principios en los que todos los Estados árabes
surgidos de la época poscolonial se han reconocido -soberanía,
independencia y no injerencia- ha quedado sobrepasado no solo
por el revés de una guerra ilegal contra Iraq al margen
de NNUU, sino por la determinación del capitalismo renovado
en redibujar el mapa de Oriente Medio en función, nuevamente,
de los intereses extranjeros, esta vez estadounidenses.
Guerra imperialista y globalización
capitalista
Para ello se ha urdido durante la última década
una nueva cultura internacional modelada en los preceptos
de la globalización capitalista que, pervirtiendo los
conceptos y la historia, pretende acabar también con los
principios que han marcado el devenir de los pueblos árabes
y, entre ellos, como ningún otro, del palestino, haciendo
de su lucha de liberación nacional y de su aspiración
legítima de crear un Estado palestino independiente y
soberano frente a la ocupación ilegal de Israel una representación
de radicalidad, pues su esencia choca frontalmente con
los designios del sionismo y del imperialismo.
Si la primera Intifada de los años 80 se reconoció
a nivel internacional como la fuerza de la razón y del
derecho palestino frente al proyecto sionista, la segunda, propiciada
por las mismas causas que la anterior -el mantenimiento de la
ocupación ilegal israelí- y por el rechazo palestino
a la rendición ante Israel en el manto de los Acuerdos
de Oslo, ha quedado inmersa en la corriente de criminalización
que durante esta última década se ha ido afianzando
desde EEUU hasta convertir la lucha legítima de reivindicación
del pueblo palestino en un hecho asociado directa o indirectamente
con el terrorismo [2]. Este fenómeno, impulsado
desde las sucesivas Administraciones de EEUU y, particularmente
desde el 11 de septiembre, por la de Bush, ha sido así
adoptado no solo por los gobiernos occidentales como los de la
UE -que siguen acusando a históricas organizaciones políticas
palestinas como "grupos terroristas" [3]-,
sino también por los propios regímenes árabes
quienes, aceptando el discurso sobre el terrorismo internacional,
se han valido de él para aplicar, en colaboración
con EEUU, las políticas represivas más contundentes
contra sus propias poblaciones.
Igualmente, este discurso ha sido uno de los esgrimidos para
alcanzar el objetivo último del asedio final contra Iraq
a través de la invasión militar y de su ocupación,
después de no conseguir su quiebra interna tras trece
años de sanciones: acabar con un modelo de Estado que,
siendo eminentemente árabe, no aceptó el patrón
impuesto a todos los demás, es decir, la sumisión
política a EEUU y a Israel; la sumisión económica
a las instancias financieras internacionales del capitalismo
globalizado, la sumisión militar a la hegemonía
regional israelí, y la sumisión cultural a un modelo
de democracia solamente formal basado en la enajenación
de la identidad colectiva árabe, sumisión que EEUU
impone para poder consolidar su hegemonía en la región.
El valor ejemplarizante que tiene la invasión de
Iraq sirve a EEUU y a Israel para presionar también a
otro Estado árabe díscolo como el de Siria, si
bien, en este caso, la prioridad del principio de supervivencia
de la cúpula política de su régimen forzará
previsiblemente nuevos acomodos a las exigencias estadounidenses
para adecuarse a la nueva ecuación que se prefigura ya
para Oriente Medio. Con ello, solo el Estado de Israel saldrá
beneficiado.
Arafat, la renuncia frente a Israel
El mismo valor del ejemplo sirve a la AP y de allí
que después de dos años de levantamiento, sometido
entre las cuerdas de la aniquilación política estadounidense
e israelí y de la lucha contra la ocupación, Arafat
haya ido cediendo hasta un acomodo que significará a muy
corto plazo, la renuncia frente a Israel. Lo que fue para Palestina
el fracaso de Oslo se ha convertido finalmente en un triunfo
para el sionismo israelí: tras imponer un marco negociador
concebido para hacer de la ocupación un hecho permanente
e incuestionable, se ha conseguido modificar por la vía
de los hechos consumados, una nueva realidad territorial y demográfica
que siendo perniciosa para las aspiraciones nacionales palestinas
ha servido, en esencia, para debilitar y quebrar la unidad interna
palestina y de su movimiento de liberación nacional.
La aceptación por parte de Arafat del gobierno propuesto
por Abu Mazen, a la sazón, nuevo Primer Ministro
de la AP, se representa hoy a nivel mediático y político
como un triunfo de la razón elemental para poder poner
en marcha un nuevo proceso negociador basado en la llamada "hoja
de ruta". Sin embargo, se obvia recordar en qué contexto
de humillación se ha producido el mal llamado proceso
de reformas impuesto a la AP en estos dos últimos años
por EEUU, Israel, la UE y la comunidad internacional supuestamente
representada en NNUU. La AP y su presidente Arafat han quedado
sometidos a una presión dirigida exclusivamente a facilitar
la desactivación de la Intifada desde dentro, en un proceso
de cambio político interno contra natura y en medio de
una represión por parte de Israel que ha causado más
de 2.500 víctimas mortales, más de diez mil heridos,
miles de detenidos y detenidas, además de cientos de casas
destruidas y otras prácticas de castigo colectivo contra
todo el pueblo palestino que la comunidad internacional no ha
puesto ni siquiera en cuestión. Como pretende hacerse
en el caso actual de Iraq, la práctica de "cambio
de régimen" se ha impuesto en Palestina por la vía
combinada de la presión militar y de la creación
de una nueva interlocución política palestina que
avale los cambios que el sionismo necesita afianzar para alcanzar
sus objetivos de dominación y control efectivo en los
TTOO.
Abu Mazen, sin apoyo popular entre el pueblo palestino,
es la nueva figura moldeada en estos últimos diez años
por sus excelentes relaciones con EEUU y con Israel a la sombra
de Arafat. Por ello, el enfrentamiento político interno
que ha tenido lugar estas últimas semanas entre él
y el presidente Arafat va mucho más allá de aceptar
la designación de un muevo gobierno: se trata de establecer
unas nuevas reglas del juego que van, en primera instancia, desde
el desmantelamiento de los grupos activos de la Intifada hasta
el abandono del referente del movimiento de liberación
nacional palestino y de su componente revolucionario. A Abu
Mazen, como nuevo hombre fuerte de la AP designado por EEUU
e Israel, se le ha asignado la función de propiciar un
cambio en la cultura política palestina amalgamada en
los últimos cincuenta años en la resistencia contra
la ocupación y en la defensa de un proyecto nacional singular
por sus contenidos democráticos, de soberanía,
independencia y laicidad. Proyecto que por su carácter
liberador ha sido el referente de todos los pueblos árabes
y, por tanto, un pernicioso ejemplo contra el que ni Israel,
ni EEUU, ni todos los regímenes árabes han podido
combatir, pues está asentado ya en la idiosincrasia colectiva
del pueblo palestino. Por ello, ya desde 1993 se ha hecho necesario
promover un proceso que desvirtuando a conciencia en el lema
de "la paz" y "la negociación" solo
ha favorecido la división política interna y la
promoción de la falsa cultura del cambio y de la reforma
atendiendo a los intereses de Israel y de EEUU y a los propios
de la élite política palestina representada como
nadie en Abu Mazen, quien ya se definió en los
años 90 como el mejor interlocutor palestino del sionismo
israelí y quien diseñó, junto al ex ministro
del laborismo israelí Yosi Beilin, en fecha tan temprana
de 1995, un acuerdo final para la cuestión palestina que
legitimaba la ocupación israelí de los TTOO [4].
No es casual que tanto Abu Mazen como Mohamed Dahlan, ambos
responsables de las cuestiones de seguridad interna en el marco
del proceso negociador de Oslo y directamente vinculados con
la aplicación de Memorando Wye Plantation (octubre
de 1998) que asumió la intervención de la CIA como
garante de Israel para el control de las cuestiones de seguridad
en los TTOO, hayan sido promovidos al puesto de Primer Ministro
y ministro de Interior, el primero, y a ministro de Asuntos Internos
el segundo, en el nuevo gabinete aceptado por Arafat y que deberá
ser sometido a aprobación por el Consejo Legislativo Palestino
(CLP) dentro de una semana. Sin embargo, pese al carácter
formalmente democratizador con el que se han vendido las
reformas internas de la AP, el pueblo palestino ha sido el gran
ausente de este "proceso de reformas" a pesar de ser
la principal víctima de la represión israelí.
Es significativo que el 67,8% de la población palestina
considere que la designación de Abu Mazen como
Primer Ministro de la AP se ha producido debido a la presión
exterior y no como resultado de un acuerdo colectivo palestino
[5].
En un patrón demasiadas veces reeditado ya, se trata,
en definitiva, de configurar para Palestina el modelo extendido
en tantos países árabes: crear y sostener un régimen
no por la legitimidad que da el respaldo popular sino por su
adecuación y sumisión a los intereses que dictan
el imperio estadounidense y el sionismo sin que se cuestionen
las únicas previsiones posibles para su futuro -más
dependencia y más ocupación. Sin embargo, neutralizado
ya el potencial iraquí mediante la ocupación militar
del país y alcanzada una reforma entre la élite
política palestina de acuerdo a las exigencias de EEUU
e Israel, siguen siendo los pueblos árabes y en especial,
el palestino y el iraquí, los que se obvian en el escenario
para la remodelación del mapa de Oriente Medio. Una remodelación
que por basarse nuevamente en la humillación árabe,
en la injusticia y por ir en contra de las aspiraciones nacionales
palestinas e iraquíes, está condenada al fracaso,
pues solo la represión podrá sustentar precariamente,
como ya ocurre en Jordania, Egipto, Marruecos, Argelia, Túnez,
Siria, Arabia Saudí, etc., un nuevo ordenamiento regional
rechazado por la mayoría de los pueblos árabes.
Notas:
1. Véase
en CSCAweb: La
indecencia de la "ayuda humanitaria"
2. Véase en CSCAweb: Loles Oliván:
"Israel, EEUU y Palestina: el cambio de las 'reglas del
juego' a la sombra de la guerra contra Iraq"
3. Véase en CSCAweb: La UE incluye al
FPLP, el FDPL y las Brigadas de los Mártires de al-Aqsa
en su "lista de organizaciones terroristas"
4. Isaías Barreñada e Ignacio Álvarez-Ossorio:
"Negociando el acuerdo final: el Documento Beilin-Abu Mazen",
Nación Árabe, núm. 43, 2001
5. Véase en CSCAweb: Encuesta de opinión del
Jerusalm Media & Communication Center, núm. 48 de
abril de 2003
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