Israel, EEUU y Palestina
El cambio de las 'reglas
del juego' a la sombra de la guerra contra Iraq
Loles Oliván*
6 de noviembre de 2002. CSCAweb (www.nodo50.org/csca)
Mientras EEUU planifica
en todos los frentes posibles la estrategia de la guerra contra
Iraq, Israel sigue siendo el gran beneficiario de la coyuntura
regional que el discurso de "lucha contra el terrorismo"
de Bush ha creado en Oriente Medio. En este contexto, los aparentes
movimientos que se han producido esta semana (tanto por la crisis
de gobierno israelí como por la nueva propuesta de plan
para reabrir el proceso negociador palestino-israelí y
por el nombramiento de un nuevo gobierno de la Autoridad Palestina)
no son sino piezas del 'interludio' que Israel y EEUU orquestan
a la espera de la ejecución de la pieza clave: la guerra
contra Iraq.
Mientras EEUU planifica en todos los frentes posibles -militares,
diplomáticos y mediáticos- la estrategia de la
guerra contra Iraq, Israel sigue siendo el gran beneficiario
de la coyuntura regional que el discurso de "lucha contra
el terrorismo" de Bush ha creado en Oriente Medio. La múltiple
respuesta israelí a la Intifada -amparada desde hace un
año en ese eslogan-ha penetrado todas las esferas de la
vida palestina, llevando al extremo no solo la catastrófica
situación humanitaria y económica que viven los
palestinos de los Territorios Ocupados (TTOO) desde hace diez
años, sino el caos político que la debacle de los
Acuerdos de Oslo y la represión militar israelí
han instaurado en el seno del Movimiento Nacional Palestino.
En este contexto, el aparente movimiento que se ha producido
esta semana -tanto por la crisis de gobierno israelí como
por la nueva propuesta de plan para reabrir el proceso negociador
palestino-israelí y por el nombramiento de un nuevo gobierno
de la Autoridad Palestina (AP)- no es sino el interludio
que Israel y EEUU orquestan a la espera de la ejecución
de la pieza clave: la guerra contra Iraq.
La crisis de gobierno en Israel
Tras un año y medio de gobierno de unidad nacional
(en el que la represión contra el pueblo palestino ha
alcanzado límites inigualables) la caída del gabinete
de Sharon el pasado 30 de octubre tras la dimisión de
los representantes laboristas Ben Eliezer y Simon Peres, respectivamente
ministros de Defensa y de Exteriores de Israel, viene a situar
nuevamente el marco preciso en que se mueve la invariable política
israelí respecto a la cuestión palestina.
La dimisión laborista ha venido seguida del debate
en torno al presupuesto anual que debería haberse aprobado
y contra el cual se posicionaron Eliezer y Peres argumentando
que la partida de 147 millones de dólares destinada a
incrementar la seguridad y las mejoras de los asentamientos de
los TTOO debería dirigirse a atender las necesidades sociales
de los sectores israelíes más empobrecidos en la
grave crisis económica que afecta a Israel y a su sociedad.
Eliezer había señalado en algunas comparecencias
públicas enmarcadas en el debate presupuestario que Israel
debería replantearse la necesidad de mantener algunos
asentamientos de colonos en los TTOO para afrontar la crisis
financiera que afecta a cada vez más amplios sectores
sociales en Israel [1].
Pero lejos de ser ésta una crisis derivada de la divergencia
sobre las medidas a ejercer al respecto de los asentamientos,
de la Intifada o de la cuestión palestina en general,
y lejos también de tener relación alguna con la
defensa del laborismo israelí de las causas sociales en
el interior de Israel, la dimisión de ambos laboristas
se explica exclusivamente en clave de política interna
y de partido y tiene que ver más con el reajuste que vive
desde las últimas elecciones el Partido Laborista, fragmentado
y sin un liderazgo definido. Ante los sectores laboristas de
la opinión pública israelí, la pérdida
de credibilidad que ha acumulado la actuación laborista
en el gobierno de Sharon ha llevado, según las encuestas,
a un descenso del apoyo que restaría hoy seis de los 25
escaños con que cuenta el Partido Laborista en el parlamento
israelí [2]. Este debilitamiento no hace sino acrecentar
las expectativas de mayor pérdida de liderazgo para Eliezer
en su partido, lo que podría conducir a su derrota en
las próximas elecciones a la dirección laborista
que se celebran a comienzos de noviembre y de las que saldrá
el próximo candidato a las elecciones de primer ministro.
Si la explicación electoralista aclara la dimisión
de Eliezer, igualmente sirve para explicar porqué Sharon
ha mantenido, a cambio de la quiebra de su gobierno, el presupuesto
destinado a los asentamientos objetado por los laboristas: buena
parte de los votantes del Likud son los colonos que pueblan los
asentamientos ilegales de los TTOO quienes, de haberse retirado
el presupuesto (y con él la financiación de su
mantenimiento), hubieran podido castigar a Sharon otorgando su
apoyo a su rival directo, Benjamín Netanyahu. No es de
extrañar, por lo tanto, que tras la decisión de
mantener un gobierno sin laboristas, Sharon, además de
apoyarse en los partidos de la ultra derecha religiosa y de nombrar
como nuevo ministro de Defensa al general Shaul Mofaz (directamente
vinculado con la masacre de Yenin) haya ofrecido al propio Netanyahu
el puesto de Peres como ministro de Exteriores a fin de evitar
la convocatoria de elecciones anticipadas en el plazo de tres
meses.
Igualmente, la dimisión de Peres está marcada
por la determinación de situarse en el mejor puesto posible
para un futuro en el que su falsa función como "hombre
de diálogo", "mediador" y "comprometido
con la paz" le permita ejercer un papel relevante en el
proceso que haya de abrirse cuando EEUU -una vez lanzada la invasión
y ocupación de Iraq- considere oportuno reactivar el expediente
de las negociaciones palestino-israelíes. Simon Peres,
vieja guardia del rancio estamento militar israelí, lleva
más de diez años representando internacionalmente
la cara amable del sionismo de credencial laborista que
pretende, además del aniquilamiento político del
movimiento nacional palestino, añadir a la hegemonía
regional militar israelí, la hegemonía económica
de Israel en todo Oriente Medio y venderla al mundo como "el
logro de la paz". Prueba de ello vuelve a ser su eterna
y renovada emergencia, esta vez como adalid de la iniciativa
lanzada por EEUU con el apoyo de Rusia, la UE y Naciones Unidas
para reabrir, bajo ciertas premisas de dudoso cumplimiento, un
nuevo proceso que debería conducir a la creación
de un Estado palestino en el 2005.
Pero en esta crisis, la ausencia de discrepancia entre la
línea dura que abiertamente defiende el Likud de Sharon
y el ejercicio de los ministros laboristas en su gobierno ha
vuelto a poner de manifiesto una práctica política
inherente a la historia de Israel: que en materia de respuesta
al problema palestino el consenso está garantizado y pasa
siempre -vía militar o diplomática, según
la coyuntura- por el mantenimiento de la ocupación y la
irrenunciable aplicación en su totalidad del proyecto
del sionismo en Palestina. Baste recordar a este respecto que,
como ministro de Defensa, el laborista Eliezer ha sido el responsable
directo (como lo fueron antes en otras ofensivas contra los TTOO
los también laboristas Barak o Rabin y el propio Peres)
de la reocupación militar de las Áreas Autónomas,
de los ataques sistemáticos del ejército contra
población y territorios, de los asesinatos extrajudiciales,
de los bombardeos contra civiles, de la demolición de
viviendas palestinas, de los asedios y cercos a Arafat en Ramala;
en última instancia y sintetizando: responsable de la
ejecución de la estrategia consensuada que Israel ha puesto
en marcha para acabar militarmente con la Intifada.
La Administración Bush y la
cuestión palestina
A finales de octubre, un nuevo enviado especial estadounidense,
William Burns, se ha desplazado a la región de Oriente
Medio [3] para presentar a sus aliados árabes una
nuevo plan para el arreglo del conflicto palestino-israelí
respaldado por la UE, Rusia y Naciones Unidas (NNUU) -el llamado
Quarteto. Fruto de la coyuntura que ha situado nuevamente
a Iraq como objetivo prioritario de la política belicista
estadounidense, la respuesta actual de la Administración
Bush a la exigencia de su mediación en el conflicto palestino-israelí,
está fundada en la necesidad de recabar el apoyo de sus
aliados árabes para la guerra contra Iraq y combatir el
rechazo popular árabe a su intervensionismo regional y
a su respaldo impúdico a Israel en la brutal contención
de la Intifada.
La intervención actual de la Administración
de EEUU en el anquilosado conflicto palestino-israelí,
reclamada por sus aliados árabes, por la AP y por los
grandes de la comunidad internacional oficial, ha derivado en
un dictado de obligado acatamiento que ha forzado a Arafat a
sucumbir contra su propio pueblo y contra si mismo en la lucha
"contra el terrorismo". Dictado que EEUU sustenta al
adoptar como propia la unilateral determinación israelí
de suplantar a su conveniencia la interlocución palestina,
poner fin a las milicias de la resistencia y acabar con la Intifada.
Desde finales del año 2001, EEUU ha condicionado su apoyo
a un Estado palestino siempre y cuando Israel vea satisfechas
las exigencias propias respecto a su seguridad, que el
gobierno de Sharon ha sabido tan beneficiosamente vincular al
discurso "contra el terrorismo" de Bush para incrementar
la ofensiva de represión contra la población, la
resistencia y las instituciones palestinas. De allí se
deriva el protagonismo concedido a la cuestión palestina
en el discurso de Bush del pasado 25 de junio sobre Oriente Medio
[4] y el pronunciamiento a favor de la creación
de un Estado palestino -cumplidas ciertas condiciones- que EEUU
apoyará "cuando el pueblo palestino tenga nuevos
líderes, nuevas instituciones, y nuevos acuerdos de seguridad
con sus vecinos"; Estado palestino "cuyas fronteras
y ciertos aspectos de su soberanía serán provisionales,
hasta que la cuestión se resuelva dentro del contexto
de un acuerdo final para todo Oriente Medio".
El interés político de la Administración
estadounidense por la cuestión palestina únicamente
tiene consistencia cuando se integra en los planes de su política
regional. Sirva de ejemplo el proceso de paz iniciado
en 1991, lanzado por EEUU solo cuando la guerra y el embargo
contra Iraq abrieron por la vía del intervencionismo militar,
económico y político el espacio ideal para la potenciación
de sus intereses hegemónicos en Oriente Medio y ello requería
un arreglo favorable a la normalización regional
de Israel y, por tanto, de la cuestión palestina.
En el momento actual, y ante el impasse imperante hasta
que la crisis iraquí se resuelva favorablemente para EEUU,
la Administración Bush únicamente mide y expresa
su posición política respecto a la cuestión
palestina en función del respaldo que debe dar a Israel
cuando la comunidad internacional condena los excesos de su violencia
contra todo lo palestino. En todo caso, la pantomima de mantener
un compromiso formal con la creación de un futuro Estado
palestino y el envío de un nuevo representante a la zona
solo sirve a la diplomacia de ganar adeptos entre los regímenes
árabes para su guerra contra Iraq y a su inútil
lavado de cara ante las sociedades árabes [5].
Por ello, igualmente, EEUU acepta en la actualidad del impasse
la intervención diplomática de terceros como la
UE, Rusia y Naciones Unidas en la formulación de un nuevo
plan de arreglo para palestinos e israelíes que (retomando
los criterios estadounidenses e israelíes) está
condenado al fracaso, pues no se puede pretender hacer la paz
con una Palestina aniquilada en población y dirección
política cuando se está imponiendo, además,
la guerra sobre Iraq. La aceptación estadounidense del
Cuarteto en una cuestión en la que solo EEUU se otorga
el derecho a intervenir, entronca igualmente con la inconveniencia
de mantener públicamente una actitud de apoyo explícito
a Israel cuando se sigue reclamando a la comunidad internacional
el apoyo a su lucha "contra el terrorismo" y
el respaldo de NNUU a su guerra contra Iraq mientras se
desentiende de la cuestión palestina.
Asimismo, la falacia del interés formal de la Administración
Bush en la cuestión palestina se contradice con la determinación
práctica con que todos sus representantes oficiales, desde
el presidente hasta los enviados especiales pasando por el secretario
de Defensa Powell, respaldan explícitamente las consideraciones
políticas de Sharon -cuando rechaza a Arafat como interlocutor
palestino y exige el nombramiento de una nueva dirección
palestina [6], o consienten implícitamente con
su actuación sobre el terreno- con el proyecto de aniquilación
de todo el pueblo palestino y de su presidente, con la ocupación,
con la aplicación mantenida del transfer masivo
(provocación del éxodo forzado de población
palestina por la vía militar o por la no menos dramática
de la inanición, la miseria y el miedo), con la violencia
del ejército y de los colonos, con la devastación
y el empobrecimiento y con la alteración de la realidad
a través de los hechos consumados.
El plan del 'Cuarteto': un nuevo
Oslo sin Arafat
El 17 de septiembre pasado los representantes del Cuarteto(EEUU,
Rusia, la UE y Naciones Unidas) hicieron público el nuevo
plan para la paz en Oriente Medio en el que se asientan las bases
de un denominado roadmap ("mapa vial" en su
versión aproximada al castellano) concreto y a ejecutar
en tres fases para alcanzar un arreglo político entre
palestinos e israelíes en un periodo de tres años
[7].
La primera fase (desde 2002 hasta la primera mitad de 2003)
establece los criterios de actuación para proceder a una
reforma global en la seguridad, para la retirada de Israel a
sus posiciones previas al 28 de septiembre de 2000 (inicio de
la Intifada y de la reocupación de las Áreas Autónomas)
"según vaya mejorando la situación",
y para apoyar la celebración de elecciones palestinas
"libres, justas y creíbles" a comienzos de 2003,
basadas en las recomendaciones establecidas por el Cuarteto para
el programa de reformas palestinas. Una segunda fase (a desarrollarse
en 2003) en la que los esfuerzos se orientarán a "la
opción de crear un Estado palestino con fronteras provisionales
basado en una nueva constitución, como 'periodo de transición'
(way station) a un arreglo del estatuto permanente".
En su fase final (2004 y 2005) el plan prevé negociaciones
palestino-israelíes orientadas a una solución de
un estatuto permanente para 2005. Asociado al proceso, el Cuarteto
estima que "el plan no tendrá éxito a menos
que se apliquen las dimensiones políticas, económicas,
humanitarias e institucionales y debe avanzar con pasos recíprocos
tomados por las partes en cada una de las fases". Igualmente,
el plan estipula que será el Cuarteto quien supervise
y asesore a las partes.
Este nuevo plan de factura estadounidense reitera las bases
de las anteriores recomendaciones del Informe Michael y el Plan
Tenet [8] y abunda en la exigencia de que sean los palestinos
quienes garanticen la seguridad de Israel. Así, la primera
fase requiere a la AP -asumiendo las exigencias que Israel y
Washington vienen haciendo a Arafat desde comienzos de año-
que ponga fin a la Intifada armada, que reorganice sus fuerzas
policiales en un comando unificado y que reestablezca la "cooperación
sobre seguridad" con Israel. Solo a cambio, se espera que
Israel ponga fin la ofensiva de castigo en los TTOO, incluyendo
las invasiones, las demoliciones de viviendas y la devastación
de la tierra agrícola.
Por sus características, este plan hace honor a la
máxima del sionismo según la cual los hechos consumados
ilegalmente pueden alterar tanto la realidad que en el recorrido
improbable de retorno a la legalidad siempre se habrá
ganado algo para Israel. Se requiere del gobierno israelí
que retire sus tropas a las posiciones previas al 28 de septiembre
de 2001. Esas posiciones no eran sino los mal aplicados acuerdos
que se derivaron de la retirada parcial israelí en el
marco de Oslo y que convirtió a los TTOO en un espacio
discontinuo, cantonalizado en áreas autónomas
disgregadas y territorios ocupados controlados ambos por el ejército
israelí y por los asentamientos ilegales de colonos. Las
áreas autónomas (el limitado espacio donde la AP
tenía un también limitado poder administrativo
y policial) fueron en su mayoría reocupadas por el ejército
de Israel -primero a las ordenes de Netanyahu y Barak y después
de Sharon y Eliezer- en el curso de los dos años de Intifada.
Un arreglo basado en la retirada a estas posiciones está
condenado al fracaso porque, al igual que el mapa de Oslo, pretende
crear para Israel un nuevo referente territorial que oculta la
realidad de su ocupación ilegal desde 1967 de todos los
TTOO.
Igualmente, y por esa misma lógica de creación
de nuevos referentes, el enviado especial Burns no ha mencionado
a la delegación palestina que lo recibió el desmantelamiento
de los asentamientos de colonos. En su encuentro con los palestinos,
Burns únicamente se refirió al "desmantelamiento
de los ilegales 'puestos avanzados' (outpost)" [9],
un eufemismo que designa los nuevos puestos de control militar
instalados ilegalmente por el ejército israelí
en el proceso de reocupación de los últimos dos
años. Respecto a los asentamientos, únicamente
el texto original de 17 de septiembre firmado por el Cuarteto
señala que "de acuerdo con las recomendaciones del
Informe Mitchel, la actividad israelí de los asentamientos
en los TTOO debe parase". Nada ha dicho Burns ni nada dice
el texto base del Cuarteto de Jerusalén ni de los refugiados
palestinos que se supone son cuestiones cuya resolución
se pospone -al igual que hiciera Oslo- para un futuro indeterminado.
Por el contrario, el plan es bien explícito cuando
se trata de abordar lo que debe hacer la parte palestina al requerir
que nombre un presidente con poderes, redacte una constitución
que delegue la autoridad a los líderes locales y que elija
a un nuevo Consejo legislativo a través de un proceso
electoral en el 2003 [10].
Mientras Sharon ha negado ninguna concesión por parte
de Israel a este plan -que ya le fue consultado en su última
visita a Washington el pasado mes de octubre- a menos que "se
condicione a una acción determinada contra el terror y
la incitación" los representantes palestinos han
respondido que ninguna acción puede llevarse a efecto
sin que se produzca previamente la retirada israelí de
los pueblos y ciudades palestinas y se congele de manera inmediata
e incondicional la construcción de asentamientos. [11].
De igual modo, es difícil prever cómo se puede
poner en marcha un plan en el actual y contradictorio proceso
de reformas políticas que la AP se ha visto forzada a
emprender y que, de acatarse estrictamente las exigencias de
Israel y EEUU, obligaría al propio Arafat a abandonar
su puesto y nombrar un nuevo presidente para la AP.
Por todo ello, y parafraseando a Grahm Usher "todos [estadounidenses,
israelíes, palestinos y miembros del cuarteto] son conscientes
de que el plan es un tren aparcado en la estación. No
se moverá hasta que la cuestión de Iraq se resuelva.
Y para entonces, tanto el plan para la paz como el mapa de la
región pueden haber cambiado tanto como para que ninguno
los reconozca" [12].
La convulsa reforma palestina
Condenado por Sharon y presionado por Bush, Arafat pretende
mantener su supervivencia política dando respuesta a través
de las reformas internas que ya no solo Israel y EEUU sino la
propia UE y Rusia exigen desde mayo del 2002. El proceso de reformas
forzado ha operado desde entonces en la plasmación de
dos dinámicas que se contraponen: mientras Israel y EEUU
exigen las reformas para modificar en beneficio propio el mapa
político palestino y forzar una nueva dirección
palestina más conveniente a sus intereses, los grupos
políticos palestinos reclaman que las reformas de la AP
den respuesta a las exigencias de renovación política,
de planificación colectiva de una estrategia nacional
y de corrección de los desvíos de su dirección.
En esta dinámica interna, la disidencia política
ha emergido abiertamente mezclándose con los intereses
de poder (muy sintomáticamente en el seno de la propia
organización de Arafat, Fatah) en dos cuestiones claves:
cómo ejercer la resistencia a la ocupación israelí
en la Intifada y cómo reorganizar el poder.
Desde finales de mayo, y atendiendo a las exigencias de Washington
y de Israel, los representantes de la AP y algunos miembros fieles
a Arafat del grupo mayoritario de Fatah abrieron una vía
de consultas con las diferentes facciones palestinas con el fin
de obtener su respaldo para el proceso de reformas y la creación
de un gobierno de unidad nacional. Todos los grupos políticos
palestinos lo rechazaron poniendo de manifiesto el desacuerdo
mayoritario con la AP. Frente a la posición oficial que
asociaba las reformas a poner fin a la resistencia armada en
la Intifada, Hamas y Yihad reivindicaron su continuación.
Fatah, por su parte, mostró su división interna
cuando el sector más joven de la formación palestina
expresó a través de su Alto Comité de Cisjordania
que las reformas deberían incluir tres aspectos fundamentales:
el primero, que el nuevo gobierno de la AP debería constituirse
principalmente por técnicos coordinados cuya única
labor sería proveer servicios eficientes y transparentes
a la población palestina devastada por la represión
militar y económica israelí; el segundo, que fuese
una revitalizada OLP quien negociase con Israel, en contra de
lo establecido hasta el momento, en que las negociaciones más
importantes dependen de los jefes de la seguridad palestina y
de asesores económicos del Kurdistán [13],
y tercero, que debería pactarse un acuerdo con todas las
facciones políticas palestinas, incluida Hamas, para establecer
los medios y planificar la coordinación de la resistencia.
Lejos de atender las peticiones del sector más crítico
de Fatah, y a la luz de las aclaraciones estadounidenses
hechas a Arafat por el director de la CIA, George Tenet (el 4
de julio de 2002) al respecto de lo que significan las reformas
para EEUU (desarme de las milicias palestinas; reagrupación
de los diferentes servicios de seguridad de la AP en un solo
cuerpo y su sometimiento a un "Cconsejo de seguridad nacional"
supervisado por EEUU, la UE y Egipto [14]) Arafat disolvió
el Alto Comité de Fatah y nombró, con el respaldo
de su vieja guardia y aislando a sus críticos del partido,
un nuevo Consejo Revolucionario de Fatah (CRF) que se pronunció
contra las acciones armadas palestinas en el interior de Israel,
contra las milicias organizadas de la resistencia y a favor de
popularizar la Intifada para dotarle de un carácter
civil y pacífico. Igualmente, introdujo parcialmente las
modificaciones requeridas por el plan estadounidense de la CIA
para las fuerzas de seguridad. Fruto de esa reforma, el jefe
de la seguridad de Cisjordania, Yibril Rayub, fue destituido,
lo que ocasionó revueltas entre las fuerzas de seguridad
palestinas leales a su comandante. Igualmente, Mohamed Dahlan,
jefe de la seguridad en Gaza abandonó su puesto. Tanto
Rayub como Dahlan han sido figuras fundamentales en los acuerdos
de seguridad alcanzados con Israel y son ambos candidatos a la
sustitución de Arafat bien vistos por EEUU e Israel. Mohamed
Dahlan ha sabido mantenerse al margen de cualquier otro nombramiento
(incluido el de ministro de Interior que Arafat le ofreció
en su gobierno de junio de 2002) a la espera de neutralizar a
sus adversarios políticos y preparar el camino para lanzar
su mejor posición como sustituto de Yaser Arafat.
Afrontado el cambio en las fuerzas de seguridad, Arafat puso
en marcha las recomendaciones del Banco Mundial y de la UE para
la reconstrucción y la transparencia financiera en varios
ministerios de la AP promoviendo el nombramiento de un nuevo
gobierno de transición en junio de 2002 hasta la celebración
de nuevas elecciones legislativas y municipales anunciadas para
comienzos del 2003.
El 9 de septiembre, tras tres meses de impedimento por el
cerco israelí de Ramala, Arafat convocó en las
oficinas de la AP de la Muqata' la reunión del CLP para
someter a su aprobación exclusivamente el nombramiento
de los cinco nuevos ministros del gobierno creado en junio. El
día anterior Israel había emitido una orden que
prohibía a 13 miembros del CLP desplazarse desde Gaza
a Ramala para atender la sesión acusados de participar
y apoyar "operaciones terroristas" [15]. Los
parlamentarios palestinos (en su mayoría pertenecientes
a Fatah) se posicionaron mayoritariamente en contra de que únicamente
se sometiera al CLP la aprobación de los cinco nuevos
miembros y no de todo el gobierno. Con su rechazo se visualizó
la abierta quiebra de Fatah y la lucha interna que el emergente
sector de la organización que ha tomado parte activa en
la Intifada viene ejerciendo contra la dirección política
establecida en su organización y en la AP. Básicamente,
la negativa a poyar al nuevo gobierno por parte de esta corriente
de Fatah se derivó de dos demandas desatendidas por Arafat:
la renovación de, al menos, ocho ministros que habían
sido acusados de corrupción en reiteradas ocasiones por
el CLP (entre ellos, Nabil Sha'at y Yaser Abel Rabo), y la de
nombrar un nuevo presidente de gobierno que pudiera debilitar
los métodos autocráticos y patrimonialistas de
Arafat. [16]. Ante la previsión de que el CLP no
aprobase un voto de confianza solicitada por Arafat, el nuevo
gobierno decidió el 11 de septiembre dimitir en bloque
y el presidente de la AP quedó comprometido en formar
un nuevo gobierno para someterlo a la aprobación del CLP
en una sesión posterior.
El rechazo del CLP y la dimisión del gobierno enfatizaron
el debate en medios políticos palestinos en torno a la
conveniencia y/o necesidad de que Arafat designe un nuevo candidato
a presidente del gobierno de una AP reformada antes de las elecciones
previstas para 2003. Recuperada la imagen pública por
el apoyo popular recibido en las manifestaciones del 21 y 22
de septiembre en los TTOO durante el asedio y cerco que sufría
en la Mutaqa', Arafat desestimó atender las demandas al
respecto del nombramiento alegando que tal designación
solo de producirá cuando se establezca un Estado palestino
y que un nombramiento en ese momento significaría una
concesión a la determinación de EEUU e Israel de
eliminarlo de la escena política palestina precisamente
cuando el ejército trataba de aniquilarlo físicamente
en Ramala. [17]. En su lugar, Arafat volvió a centrar
el debate de la reforma palestina en la necesidad de que Israel
se retirase de los territorios reocupados, permitiese las mejoras
de las condiciones de vida palestinas y levantase el cerco a
la Muqata', remitiéndose al cumplimiento de la resolución
1435 (2002) de 24 de septiembre, adoptada por el Consejo de Seguridad
y que reclama la retirada israelí de las posiciones ocupadas
desde septiembre de 2000 [18]. Arafat fue liberado del
cerco israelí el 29 de septiembre, tras diez días
de asedio y solo cuando se impuso ante Israel la consideración
de EEUU al respecto de que el aislamiento y ninguneo de
Arafat estaba dañando sus esfuerzos diplomáticos
para recabar apoyos a la guerra contra Iraq entre sus aliados
árabes.
El segundo aniversario de la Intifada se celebró en
los TTOO con manifestaciones populares y con declaraciones de
todos los sectores del Movimiento Nacional Palestino acerca de
la necesidad de mantener el levantamiento. De nuevo, el debate
en torno a cómo proceder con la resistencia permitió
a la oficialidad de Fatah reclamar una resistencia pacífica
frente a las acciones armadas que propugnan Hamas, Yihad, el
FPLP y los sectores críticos de Fatah; un debate que para
estos grupos carece de fundamento cuando la agresividad israelí
mantiene la ofensiva final contra Gaza reocupando amplias áreas
de la Franja y aniquilando a civiles palestinos y activistas
de la Intifada. Paralelamente, mientras Arafat retomó
la tarea de formar un nuevo gobierno (retrasada por la ocupación
y cerco israelí de Ramala) el debate en torno al nombramiento
de un presidente para la AP quedó zanjado por el Consejo
Central de Fatah que el 2 de octubre emitió la consigna
a la organización de no plantear esta cuestión
en tanto no se haya establecido un Estado palestino [19].
¿Un gobierno de unidad?
En la elección de un nuevo gobierno, tres elementos
fueron determinantes: a) elegir a personas con experiencia y
garantías de integridad a fin de dotar de seriedad a la
reforma y garantizar la aprobación del CLP; b) mantener
el compromiso de la celebración de elecciones encargando
mediante decreto presidencial la creación de un Comité
Electoral integrado por acreditadas figuras honestas y cualificadas
que asegurasen la preparación de las elecciones libres
y participativas incluidas en Jerusalén Oriental-;
y c) contar con el respaldo de las fuerzas políticas y
las figuras independientes palestinas para aproximarse a un gobierno
de unidad nacional.
Para ello, Arafat abrió desde comienzos de octubre
varias rondas de contactos y consultas con el Comité Ejecutivo
de la OLP, el Comité Central de Fatah, [20] , con
ciertos miembros del CLP, así como con el FPLP, FIDA,
FDLP y el PPSF (ex comunistas). Tanto el FPLP como el FDLP rechazaron
la propuesta de participar en el gobierno. Abdul Rahim Mallouh,
miembro de la secretaría general del FPLP adujo razones
políticas al no haberse modificado la posición
de su organización respecto a que lo prioritario es alcanzar
un acuerdo nacional sobre la posición política
en la situación actual y la definición de una estrategia
para el futuro próximo [21]. Por su parte el FDLP,
rechazó igualmente la propuesta hecha a su secretario
general Qays Abdul Karim Samerai, que fijó la posición
se su organización en los siguientes términos:
"No puede rectificarse la posición interna palestina
reemplazando a unas personas por otras en el gobierno; debe hacerse
cambiando el modelo, la política y el programa".
[22]
A pesar de las especulaciones a cerca de que el sector disidente
de Fatah volvería a presionar para que el grupo mayoritario
del CLP rechazase el nuevo gobierno, la influencia de la vieja
guardia del Comité Central de Fatah y, particularmente,
la determinación con que el enviado de EEUU, Burns, había
condicionado la aplicación del plan del Cuarteto al nombramiento
de un nuevo presidente en la AP, determinó un apoyo favorable
al gobierno de la mayoría de Fatah en el CLP como muestra
de respaldo a Arafat en contraposición a la exigencia
de Israel y EEUU. Apoyo que finalmente se materializó
el pasado 29 de octubre cuando Arafat presentó su gobierno
y lo sometió a la aprobación del CLP [23].
En una sesión atendida por 78 miembros, 56 votaron
a favor del gabinete propuesto y 18 (la mayoría independientes
o del bloque islamista) en contra. Cuatro, incluido el dimitido
ministro Nabi Amr, miembro de Fatah, salieron de la sala durante
la votación en señal de protesta. Otro miembro
de Fatah, Husam Jader, rechazó asistir a la sesión.
A pesar de los requerimientos de mediación hechos por
la AP ante la UE para que Israel permitiese la salida de 13 parlamentarios
de Gaza, debieron atender la sesión por videoconferencia
pues las autoridades militares de Israel les denegaron los permisos.
Esta situación es reveladora del alcance real que pueda
tener cualquier programa de reforma en la AP cuando la autoridad
militar israelí se abroga el derecho de determinar quien
acude y quien no a una reunión del CLP. Según lo
expresó el parlamentario Abbas Zaki, "Sorprenderá
saber que personalmente no me preocupa ni el programa de gobierno,
ni sus miembros ni su voto de confianza. La prohibición
de que algunos miembros del CLP puedan asistir a la sesión
del Consejo prueba que ni el presidente ni el gobierno pueden
ejecutar ningún programa". [24]
En su discurso ante el CLP Arafat esbozó las líneas
generales del nuevo gabinete ys u compromiso con la preservación
de "la unidad nacional de acuerdo con nuestras tradiciones
democráticas bajo el marco de una autoridad, con el respeto
de la ley y la construcción democrática a través
de las elecciones presidenciales y municipales bajo supervisión
internacional [25]. Asimismo, continuar el proceso de
reformas en todos los campos atendiendo prioritariamente las
cuestiones de la seguridad, la judicatura, la educación,
la salud la economía y el empleo [...] así como
el manejo de las finanzas públicas y la reconstrucción
de lo que la ocupación israelí ha destruido"
[26].
La composición del gobierno revela un limitado cambio
de perfil al mantenerse figuras que ya han ocupado carteras en
gobiernos anteriores, algunas de las cuales habían sido
mayoritariamente criticadas por los miembros del CLP, como es
el caso de los desprestigiados Yasser Abed Rabbo y a Nabil Shaath
que repiten como ministros de Información y Cultura y
de Planificación y Cooperación Internacional respectivamente.
Junto a ellos se mantiene Salam Fallad como ministro de Hacienda
(cuya labor ha sido reconocida por las instancias económicas
internacionales, por EEUU y la UE desde que iniciara la reforma
financiera de la AP tras su nombramiento el pasado junio). Igualmente
se mantiene el nombramiento de Junio de Gashan Jatib como ministro
de Trabajo. Entre los nuevos nombramientos destaca como ministro
de Interior Hani al Hasan (miembro fundador de Fatah, asesor
de Arafat, presidente del Comité de relaciones Exteriores
del Consejo Nacional Palestino y miembro del Comité Central
de la OLP) que substituye no solo a Abdel Rizaq al Yahia en su
puesto sino a Yamil Tarifi (al integrarse en el de Interior el
ministerio de Asuntos Civiles que éste encabezaba). Al
Yahia había sido duramente criticado por sus declaraciones
contra las milicias palestinas; Tarifi, por su parte, había
sido denunciado por corrupción en el desempeño
de sus labores con las autoridades israelíes. Otros nuevos
ministros son: Samir Ghoshen (miembro del Frente de Lucha Popular
Palestina, PLPP; Ghosen había sido ministro de Trabajo
hasta su dimisión en 1998) como ministro para los Asuntos
de Jerusalén; el ex fiscal general Zuhair Surani, (independiente)
como ministro de Justicia; Ahmad al Shibi (miembro del Consejo
Legislativo de Fatah) como ministro de Sanidad y Hisham Abu Rizaq
(miembro, igualmente del Consejo Legislativo de Fatah) como ministro
para los Asuntos de los Presos y Detenidos.
Balance final
Respaldado por EEUU, el ahora quebrado gobierno de unidad
nacional Likud-Laborista ha venido realizando en el último
año uno de los designios estratégicos del sionismo
israelí: debilitar hasta su extinción la dirección
política palestina a fin de substituirla por elementos
que adopten sin pudor el programa israelí para Palestina:
mantenimiento de la ocupación, anulación del derecho
al retorno de los refugiados y aniquilación progresiva
de la presencia nacional palestina. Los Acuerdos de Oslo fueron
el marco diseñado por EEUU y el laborismo israelí
para propiciar, a través de la instauración de
la AP, la emergencia de una clase política palestina vulnerable
a los dictados israelíes a cambio de réditos económicos,
poder limitado y prebendas de falsa legitimación internacional.
En ese marco, la deriva del poder oficial palestino, sujeto al
diseño de la dependencia territorial, política
y económica de Israel y sometido a las directrices marcadas
por EEUU para un "Nuevo Orden Regional", situó
a la sociedad palestina en una crisis multifacética sin
precedentes en la que las reivindicaciones nacionales y las referencias
políticas (grupos e ideologías que conformaron
la lucha histórica palestina en la OLP) quedaron, para
beneficio de Israel, neutralizadas y/o represaliadas en el entramado
de la falsa paz de Oslo. Solo la Intifada pudo quebrar, aún
a costa de más sacrificios y humillación colectivos,
la perpetuación de un falso orden que, lejos de beneficiar
las aspiraciones y derechos palestinos únicamente pretendía
otorgar a la ocupación israelí un marchamo de legitimidad
con la aprobación de una clase dirigente en muchos casos
corrupta y vasalla de Israel y de EEUU.
Uno de los aspectos menos reseñados pero más
cruciales de la Intifada palestina es el traumático proceso
que atraviesan las fuerzas políticas palestinas en el
contexto de la lucha colectiva contra la ocupación para
la reactivación de su papel tras diez años de anulación
en el marco de Oslo. El esfuerzo de recomposición del
mapa político palestino que están llevando a cabo
las fuerzas políticas palestinas en los TTOO desde que
estalló la segunda Intifada -inmerso en la lucha cotidiana
por la supervivencia física y política frente a
la represión israelí- solo es comparable a aquél
que Israel ejerce sistemáticamente para quebrar cualquier
atisbo de reorganización que pueda dar al traste con uno
de los objetivos explícitos del gobierno de Sharon: liquidar
la representatividad política palestina (oficial y disidente)
y, con ella, la resistencia palestina.
Para ello, la vía libre otorgada a Israel por EEUU
tras el 11 de septiembre bajo el pretexto de asumir como propio
el discurso de "lucha contra el terrorismo" de la Administración
Bush ha resultado altamente eficaz no solo para intensificar
la represión colectiva contra toda la sociedad palestina
sino para polarizar hasta lo absurdo la quiebra política
interna palestina. La exigencia de EEUU y de Israel de que fuese
Arafat y la AP quien resolviese la cuestión de la seguridad
identificándola como "lucha contra el terrorismo"
contra su propio pueblo a finales de 2001, acrecentó la
imagen de la AP como salvaguarda de los intereses israelíes
y estadounidenses frente a los de la población palestina,
particularmente cuando la AP, a instancias del gobierno Sharon
y de Bush, y de acuerdo con la funcionalidad que Oslo le había
asignado, intensificó la represión contra los activistas
palestinos islamistas y nacionalistas de la Intifada. [27].
Sin embargo, el esfuerzo oficial palestino por mantener el difícil
equilibrio como representante legítimo del pueblo palestino
aceptando simultáneamente -a cambio de supervivencia política-
las exigencias israelíes encontró únicamente
la posición más extrema del gobierno de Sharon,
volviendo el discurso de "lucha contra el terrorismo"
contra el propio Arafat hasta aislarlo física y políticamente,
con tanques y ocupación militar, en los cercos de Ramala.
En los seis meses transcurridos desde el primer cerco a las
oficinas de Arafat en Ramala hasta el último, en septiembre,
la legitimidad otorgada a la AP y Arafat derivada de Oslo y de
las elecciones palestinas de 1996, se ha perdido no por efecto
de la voluntad popular palestina (a quien no se le ha pedido
pronunciamiento en los últimos cinco años en que
la AP retrasó, sistemáticamente y contraviniendo
la legalidad democrática, los procesos electorales municipales
y legislativos previstos) sino por la determinación israelí,
respaldada por la Administración Bush, de anular al presidente
Arafat como representante e interlocutor palestino. Son Israel
y EEUU, y no el pueblo palestino, quienes determinan, en función
de los intereses propios, quién y quien no está
legitimado para representar al pueblo palestino. En este contexto,
las denuncias internas sobre los excesos y desmanes de muchos
de los dirigentes de la AP en los últimos años,
la denuncia de la corrupción instalada en el poder y,
sobre todo, la crítica política emanada de importantes
sectores políticos, intelectuales, sociales y populares
palestinos al respecto de la actuación de la AP, es decir,
lo que constituiría el fundamento esencial para reclamar
un proceso de reforma política interna, ha quedado desdibujado
y suplantado por la exigencia de reformas que Israel y EEUU han
impuesto con el único fin de promover para su conveniencia
una nueva representatividad palestina capaz de firmar lo
que Oslo no alcanzó: la rendición.
Por todo ello, poco se puede esperar del nuevo gobierno de la
AP al igual que del nuevo plan del Cuarteto. La celebración
de elecciones en enero de 2003 no depende del compromiso de Arafat
con el CLP y con su pueblo sino que está sujeto -al igual
que el proceso de reformas y la iniciativa del Cuarteto- a la
dinámica que impone la prioridad estadounidense en la
guerra contra Iraq. Mientras tanto, Israel seguirá moldeando
la realidad palestina a su antojo para mayor sufrimiento de la
población palestina.
Notas:
1. Ha'arezt,
31 de octubre de 2002
2. El País, 2 de noviembre de 2002
3. Entre otros países, Burns ha visitado Egipto, Jordania,
Arabia Saudí, Omán, Siria e Israel; la propia Administración
había vetado un encuentro de Burns con Arafat, quien tuvo
que delegar su representación. Al Ayam, 10 de octubre
de 2002, citado en www.jmcc.org
4. Véase en CSCAweb: Discurso íntegro de
George W. Bush sobre Oriente Medio
5. El enviado especial estadounidense Burns en su gira por Oriente
Medio a finales de octubre debió hacer frente a las consideraciones
árabes al respecto de que la cuestión de Iraq había
ensombrecido el interés de EEUU en la cuestión
palestino-israelí. Burns salió por la tangente
declarando que su país "está absolutamente
comprometido en hacer todo lo que se pueda por la cuestión
palestina y por la más amplia del conflicto árabe-israelí.
Reconocemos su importancia y estamos determinados a hacer todo
lo que podamos, particularmente en este periodo en el que existe
un sentido real de urgencia", Nevine Jalil: "Finding
a way", Al-Ahram Weekly, núm. 609, 24/30 de
octubre de 2002
6. El 8 de octubre, tras su encuentro con el ministro de Hacienda
palestino Salam Fayad, Powell declaró que el presidente
Arafat "tiene que entregar la autoridad a nuevos lideres
palestinos (...) Creemos que la dirección de la OLP carece
de cualidades y que es importante que los nuevos líderes
tengan ciertas cualidades y que la autoridad sea transferida
desde la dirección de la OLP a otros; vamos a seguir trabajando
por ello". Al-Quds, 9 de octubre de 2002, citado
en www.jmcc.org
7. Statment of the Cuartet. Three-Phase Plan for Middle East
Peace Outlined, New York, September, 17, 2002, puede verse
en: http://usinfo.state.gov
8. Véase en CSCAweb: 'Documento Tenet': la CIA impone
a la AP e Israel un plan de seguridad para poner fin a la Intifada
9. Sam Bahour y Michael Dahan: "Another road map to nowhere",
The Electronic Intifada, 28 de octubre de 2002
10. Véase un extracto elaborado por el JM&CC en: www.jmcc.org
11. Graham Usher: "Road to nowhere", Al-Ahram Weekly,
núm. 609, 24 a 30 de octubre de 2002.
12. Ibid.
13. Graham Usher: "Shuffling out Arafat", Middle
East International, núm. 677, 14 de junio de 2002
14. Véase en CSCAweb:Loles Oliván: "La cuestión
de fondo de la reforma palestina: democracia y lucha nacional"
15. www.jmcc.org/.../9.htm#president
16. Graham Usher: "Resurrected again", Middle East
International, núm. 684, 27 de septiembre de 2002.
17. Ibid.
18. Véase el texto en: domino.un.org
19. Graham Usher: "Moral victory", Middle East International,
núm. 685, 11 de octubre de 2002.
20. Al Ayyam, 17 de octubre de 2002, citado en www.jmcc.org
21. Ibid. Se da la circunstancia de que Mallouh fue detenido
por Israel y encarcelado en la prisión de Megido después
de producirse la reunión con Arafat.
22. Al Hayat al Yadida, 22 de octubre de 2002, citado
en www.jmcc.org
23. Seguimos el artículo de Charmaine Sitz: "Cabinet
vote passes as loyalists circle the wagons", www.jmcc.org para la evaluación de los cambios
del nuevo gobierno. El texto del discurso de Arafat puede verse
en www.jmcc.org
24. Declaraciones a la cadena Al Yazira citadas en Charmaine
Sitz, op.cit.
25. Hanna Naser, presidente de la Universidad palestina de
Birzeit ha recibido el encargo de formar el Comité electoral.
Al-Quds, 13 de octubre de 2002, citado en www.jmcc.org
26. www.jmcc.org
27. Véase en CSCAweb: La 'campaña contra el terrorismo'
de EEUU e Israel arrastra a la Autoridad Palestina
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