Las mujeres iraquíes
en las cárceles de la ocupación: objetos e instrumentos
de violaciones
Eman Jamas*
CSCAweb
(www.nodo50.org/csca), 28 de mayo de 2004
Centro del Observatorio de la Ocupación (Bagdad), 26 de
mayo de 2004
Traducción para CSCAweb y presentación de Loles
Oliván
"De
todas las historias narradas anteriormente, y de muchas otras,
se desprende obviamente que las mujeres iraquíes están
siendo usadas como objetos e instrumentos de violaciones. Se
utilizan contra los hombres. Utilizar el valor del honor en su
contexto árabe e islámico para quebrarlo significa
que a través de estos abusos se pretende quebrar la estructura
psicológica y cultural de la sociedad iraquí. Los
abusos se están utilizando para romper la imagen que los
propios iraquíes tienen de sí mismos, la imagen
que tienen las mujeres en la sociedad y la que tienen de sí
mismas"
Presentación
de CSCAweb
Los testimonios
aquí publicados corresponden a experiencias vividas por
presos y presas encarceladas ilegalmente en las prisiones y centros
de detención del Iraq ocupado. De acuerdo con las fechas
en las que fueron recogidos, muchos de los abusos y torturas
ejercidos contra presas y presos fueron documentados por el Centro
del Observatorio de la Ocupación en Bagdad y denunciados
por algunos medios de prensa iraquí y árabe varios
meses antes de que saltaran a la luz pública internacional
los escándalos de la prisión de Abu Ghraib [1].
Difundidos
posteriormente por medios occidentales, tales escándalos
han confirmado lo que desde hacía meses se venía
denunciando por los propios iraquíes: que las detenciones
en el país son masivas y arbitrarias; que las torturas
y abusos en las prisiones de Iraq a manos de las fuerzas de ocupación,
de sus servicios de inteligencia -y quizás de terceros
países, como Israel- y de los guardias de seguridad privados
constituyen desde el principio de la ocupación un método
planificado y sistemáticamente aplicado con el fin de
amedrentar hasta el extremo a la población reclusa para
obtener confesiones sobre el paradero de familiares de los que
se supone son combatientes de la resistencia y para humillar
descarnada e individualmente a quienes no se ha podido derrotar
colectivamente como pueblo.
Decenas
de miles de iraquíes (ni tan siquiera hay una cifra oficial
de la Administración de ocupación) han pasado o
siguen detenidos en una docena de centros de encarcelamiento
a lo largo de todo Iraq. La práctica de redadas y detenciones
masivas -además del recurso a la tortura- llevadas a cabo
por las tropas estadounidenses y aliadas demuestra la consideración
de las propias autoridades de ocupación de que el fenómeno
de la insurgencia armada tiene amplio apoyo social, que no está
protagonizado por elementos extranjeros -la red al-Qaeda- o residuos
del régimen depuesto, y que solo el castigo colectivo
que suponen tales medidas pudiera frenar su imparable asentamientos
ya en todo Iraq.
Las mujeres iraquíes en las
cárceles de la ocupación: objetos e instrumentos
de violaciones
Eman Jamas
Introducción
Es importante decir desde el
principio que existen muchos obstáculos psicológicos,
sociales y culturales para que las mujeres iraquíes hablen
abiertamente sobre lo que les ha ocurrido dentro de las prisiones
de la ocupación. El valor del honor es el más sagrado
en Iraq; es, incluso, más importante que el valor de la
vida misma. Hemos de mencionar aquí las razones del por
qué las mujeres no quieren testificar sobre los diferentes
tipos de violaciones y abusos [que han sufrido] una vez que han
sido liberadas de las cárceles de la ocupación.
Rechazan dar sus nombres, sus fotos, su voz, incluso aunque sea
de manera oculta.
1. Temor a retornar a la
prisión. "No queremos volver a la cárcel",
esa frase ha sido repetida por cuatro de las mujeres presas con
las que hemos hablado y por una docena de hombres. En un incidente,
una detenida nos proporcionó después de haberle
prometido no mencionar su nombre, un testimonio escrito de muchas
páginas sobre lo que le había ocurrido personalmente
o sobre lo que había oído de otras presas. Pasó
cinco meses en la cárcel junto a su hermano. Pero el hermano
se opuso a darnos los papeles; los cogió y los rompió
en pedazos: "No quiero que ni ella ni yo volvamos allí.
Soy el único hombre que queda en la familia, mi hermano
murió en la guerra de Irán, mi madre está
paralítica, tengo dos hermanas solteras, una esposa e
hijos que atender". Estaba enfadado y entonces nos enseñó
un documento que tuvo que firmar antes de ser puesto en libertad.
El documento dice que si es baasista no volverá al partido,
que dará información sobre cualquiera que le contacte
en relación con este o con cualquier otro partido con
principios similares [al Ba'az]. El documento también
exige que informará sobre cualquiera que trabaje en la
resistencia o que tenga algo que ver con ella en caso de que
lo sepa; que no debe alejarse más de 10 kilómetros
de su casa, o de lo contrario no será puesto en libertad.
Debe informar a las autoridades de ocupación sobre cualquier
movimiento que haga, o si viaja fuera de Iraq. Por supuesto,
si el detenido no cumple alguno de esos puntos volverá
a ser detenido de nuevo.
2. Razones relacionadas
con el honor. No hay disposición para hablar abiertamente
sobre acoso sexual por razones que tienen que ver con el concepto
del valor del honor en la sociedad y la familia iraquíes.
Cualquier mujer u hombre preferiría morir antes que comprometer
la reputación de su familia. Una mujer que conocimos en
el complejo de la prisión de Rusafa, en Bagdad, rechazó
hablar con nosotros. Pasa sus días en ayuno, leyendo el
Corán y rezando. Empezó a llorar y dijo: "Si
mi familia llega a saber lo que me ha ocurrido me matarán".
Tiene 60 años. Después pudimos saber que había
sido violada repetidamente por varias milicias. Nos dio una carta
para su familia en la que decía "No me importa ser
asesinada pero antes quiero decir a todo el mundo lo que los
agresores y los ocupantes me hicieron y lavar mi vergüenza
a mi manera".
3. Desconfianza en los medios
de comunicación. Muchos presos y presas han perdido
la confianza en los medios de comunicación, en los grupos
de investigación y en las organizaciones de derechos humanos.
Piensan que trabajan para los servicios de inteligencia estadounidenses.
Un preso dijo: "No hablaré a menos que sea fuera
de Iraq, entonces lo contaré todo".
4. No encuentran ningún
beneficio en hacer públicos sus testimonios. Consideran
que se quiere comerciar con ellos políticamente o en los
medios de comunicación. Creen que nada les puede devolver
su dignidad o dudan de que las cosas vayan a volver a ir bien
en Iraq después de haber sido violados por las fuerzas
de la ocupación. Una de las personas con la que nos reunimos,
familia de una mujer que acababa de ser excarcelada, nos dijo
que no quería hablar y que tampoco quería que ella
lo hiciera. "¿Qué vais a hacer por Iraq,
cómo vais a ser de alguna ayuda? Ella no es importante
después de que hemos perdido Iraq. Dejar que desaparezca
o que muera [...]". La representante de Amnistía
Internacional (AI) estaba con nosotros en esa visita. Nos acompañaba
mientras buscábamos a otra presa que había sido
liberada recientemente. Fuimos de casa en casa, estaba escondida
y supimos más tarde que había escondido a sus hijos
en casas de familiares por temor a que sufrieran ningún
daño.
Testimonios
El Centro del Observatorio
de la Ocupación [de Bagdad] había visitado ya la
prisión de Rusafa el 19 de diciembre de 2003. Había
allí 13 mujeres de la categoría que las autoridades
de la ocupación denominan internos, una denominación
dada a los presos políticos detenidos en relación
con informaciones de ser baasistas, tener alguna relación
con la resistencia, o haber hallado armas en sus casas. En muchos
casos la causa de [dar] información tiene que ver con
motivos personales o para conseguir un beneficio de las autoridades
estadounidenses. Uno de los presos le dijo a uno de los investigadores
[de la prisión] que el 99% de los informadores son cuentistas
que simplemente persiguen obtener algo a cambio. El investigador
le replicó "Entre esos cien se encuentra uno de los
que queremos". Cuando el preso le preguntó al oficial
sobre los 99 inocentes restantes, le dijo: "ese es el juego".
Los motivos de las detenciones
de las 13 mujeres eran:
1. Filiaciones políticas
o religiosas: principalmente baasistas o islamistas, como en
Faluya, por ejemplo.
2. Acusaciones confusas:
- Dar con el paradero de la
Resistencia
- Ser miembro de la Resistencia
- [Asistir a] reuniones de la Resistencia
- Vínculos familiares con oficiales del régimen
anterior: madres, hermanas, o cualquier otra relación
con baasistas y [miembros] de la Resistencia perseguidos por
las autoridades de la ocupación.
La detención de mujeres como rehenes o el mecanismo de
presionar a los hombres mediante sus mujeres constituyen una
afrenta singular para la sociedad iraquí. Las mujeres
se han convertido para las tropas ocupantes y para los servicios
de inteligencia en un objeto y un instrumento de violación,
contrariamente a lo que el discurso de Bush propugna ante la
comunidad internacional a cerca de que EEUU ha ocupado Iraq para
liberar a las mujeres iraquíes como parte de su misión.
En su programa electoral Bush confirma esta actitud de oponerse
a toda indiscriminación contra las mujeres, cuando dice,
por ejemplo, que golpear a una mujer embarazada constituye una
violación de los derechos de las mujeres y de los niños.
Según testigos de la prisión de Abu Ghraib, ha
habido mujeres que han dado a luz a sus bebés dentro de
la cárcel de la ocupación. Fueron detenidas cuando
estaban embarazadas. Una detenida a las afueras de Kirkuk acababa
de dar a luz un bebé hacía 18 días y le
estaba amamantando. Un soldado estadounidense cogió al
bebé, se lo dio a la abuela y se llevó a rastras
a la madre mientras la leche se derramaba por su ropa.
3. Informadores maliciosos:
Por ejemplo, una mujer fue detenida porque una hermana esquizofrénica
dio información contra ella, contra su marido y contra
el hijo de ambos.
Bajo ocupación, una publicación mensual editada
por el Centro del Observatorio de la Ocupación, publicó
en enero pasado un informe sobre esas 13 mujeres de la cárcel
de Rusafa. El Centro no podía acceder a ninguna prisión,
muy especialmente a la de Abu Ghraib, porque las autoridades
de ocupación no autorizaban ni al Observatorio ni a ninguna
otra organización de derechos humanos o legal a indagar
sobre las prisioneras que además no tienen derecho a contar
con la asistencia de un letrado. No importa cuál sea su
nacionalidad, nadie puede proceder legalmente en esos casos.
Eso es lo que un coronel estadounidense, responsable de las prisiones
estadounidenses en Iraq, Chuck Rayan, declaró al Centro
del Observatorio en diciembre de 2003.
Las detenciones
continúan
Algunas presas han sido excarceladas
pero las detenciones de mujeres no han cesado. De hecho se han
incrementado en Abu Ghraib. La campaña de detenciones
incluyó a habitantes del área de Faluya. Se han
mantenido los registros en las casas y se ha detenido a mujeres
de todas las edades. Un preso nos ha informado de que había
visto con sus propios ojos a una mujer anciana muy mayor, de
más de 80 años, caminando por la cárcel
de Abu Ghraib con un bastón. El Centro del Observatorio
ya entrevistó y documentó el caso de una niña
de doce años que fue detenida con sus dos hermanas de
19 y 21 años de edad y con su madre, de 50 años,
en el centro de detención del aeropuerto [internacional]
de Bagdad el pasado mes de diciembre.
El Centro igualmente se reunió
con cinco mujeres presas y con muchos presos de los cuales la
mayoría se negó a hablar abiertamente. Algunos
lo hicieron en condición de anonimato. Pidieron que los
detalles de fecha y lugar de la detención o de puesta
en libertad no fueran mencionados por temor a ser reconocidos
por las autoridades de ocupación.
Testimonio
de "A"
El testimonio "A"
declara que está dispuesta a testificar abiertamente fuera
de Iraq aunque lo hizo con nosotros. "A" fue detenida
durante cinco meses. Un día en septiembre de 2003, su
casa fue atacada por vehículos armados estadounidenses
y tanques que rodearon el barrio y cortaron la calle. Decenas
de soldados fuertemente armados como si se tratase de una gran
batalla penetraron en la casa sin contestar cuando "A"
les preguntó qué querían. Juntaron a las
mujeres en un mismo lugar y sacaron a los hombres.
"[...] Me preguntaron
mi nombre y cuando se lo di, el traductor cogió mi mano
y dijo que yo era un objetivo político. Otros soldados
estaban registrando la casa. Se llevaron mis libros, mi tesis
doctoral, mis CD y mi ordenador. Me dijeron que se me iban a
llevar con ellos durante unas horas para interrogarme, una investigación
muy rápida, dijeron. Detuvieron a uno de mis familiares
y a uno de nuestros vecinos que era diplomático solo por
ser de la misma provincia. Me di cuenta de que me estaban deteniendo
por mi tribu, pertenecer a mi tribu; por nada más.
"El ataque y las detenciones
tuvieron lugar después de que hubiese dado una entrevista
a un periódico extranjero en la que hablaba del derecho
de cualquier iraquí a vincularse a cualquier organización
incluso aunque funcionase bajo el régimen de Sadam [Husein].
Sospecho que mi detención tiene algo que ver con esa entrevista.
Me trasladaron a [...] en el norte de Bagdad, en una zona que
todavía está en construcción. Han montado
allí sus instalaciones. Estaba casi atardeciendo. Mis
ojos estaban cansados. Entré en un lugar en el que después
comprobé que era una casa sin acabar de construir. Me
pusieron en una habitación que ellos llamaban "la
cueva". La ventana estaba tapiada con ladrillos y la puerta
con placas metálicas. Intenté ubicarme en la habitación
a través de mis manos. Había camas metálicas
con mantas. Me senté en una de ellas. Escuché algo
en la habitación, estaba aterrorizada, pensé que
sería un culebra. Algo arañó los dedos de
mi pie y me hizo daño. Me di cuenta de que era una rata.
Sacudí mi pie y me senté con las piernas cruzadas
sobre la cama. No era fácil con los muelles. Empecé
a recitar versos del Corán. Estaba preocupada por mi madre
que es paralítica y por mis hermanas. Pero estaba más
preocupada por mi pariente. Después de un mucho rato pregunté
dónde estaba la investigación; pensaba que habían
sido honestos cuando me dijeron que no llevaría más
de una hora. Pregunté por algún oficial en la instalación
y una voz contestó: 'cállate'. Lo intenté
de nuevo; esta vez pregunté por el baño. El soldado
me condujo a un baño inacabado. La casa era solo un esqueleto.
Respiré profundamente y alguien me empujó de nuevo
a la oscura cava. Busqué por el suelo algo para poner
en la cama. Hacía demasiado calor para sentarse en la
cama de hierro. Encontré un trozo de cartón. Lo
extendí y lo puse en la cama. Pregunté de nuevo
por la investigación; la respuesta vino detrás
de la puerta cerrada: 'Después, más tarde'. Recé
en la cama. Intenté dormir. Vi un destello de luz a través
de los pequeños agujeros del muro. Era de noche. Intenté
descubrir qué eran esos ruidos y me di cuenta que había
una caja llena de basura, de restos de comida y de cartones de
zumo vacíos. Había ratas hurgando en ella. Una
me mordió.
"[...] Me dieron una botella
de agua y un trozo de pastel. Eso es todo lo que comí
ese día. Hacía mucho calor, sudaba todo el tiempo
y necesitaba lavarme. Por la noche, la puerta se abrió
fuertemente y entró una mujer. Gritaba histéricamente
de miedo, por la oscuridad y por las ratas. Pero lo más
aterrador para ella era [pensar] lo que le ocurriría después
de la cárcel. Más tarde me dijo que una hermana
esquizofrénica dio información falsa contra ella,
contra su marido y su hijo afirmando que escondían armas
en su casa. Todos ellos fueron detenidos a pesar de que no hallaron
armas. Esa mujer estuvo detenida durante varios meses. Hasta
ahora no sé si ha sido puesta en libertad o si está
aún en la cárcel debido a una falsa información
dada por una mujer enferma.
"[...] En la prisión
del aeropuerto nos quitaron la ropa y nos dieron otra diferente.
Nos registraron y nos quitaron todo lo que teníamos. Me
llamaron para la investigación. El oficial del ejército
o del servicio de inteligencia me preguntó mi nombre,
religión, facción, trabajo e intereses. Tenía
interés en discutir mis ideas sobre el trabajo de las
mujeres en la sociedad civil. Le gustó mi manera de razonar;
dijo que estaba hablando con una mujer civilizada. Me puse contenta
porque pensé que pronto me pondrían en libertad.
Eso no ocurrió. Me mostraron el sitio en el que pasaría
todo el tiempo de mi detención en la cárcel del
aeropuerto.
"En la tienda éramos 20 mujeres, diez de ellas detenidas
por razones políticas ["A" menciona los nombres,
no sabemos el paradero actual de algunas]. Las otras estaban
acusadas de diferentes cargos. La tienda de mujeres estaba enfrente
de la de los hombres. Podíamos verlos. Había baños
de madera. No llegan al suelo, de hecho había al menos
50 centímetros entre el suelo y la pared madera del baño.
Nuestros pies y piernas podían verse cuando estábamos
en el baño, lo que era muy embarazoso y contrario a nuestra
religión. Una mañana, la presa "S" que
era una señora mayor y muy respetable, se estaba lavando
cuando una mujer soldado, acompañada por muchos soldados
la llamó. "S" cubrió su cuerpo mojado
con sus ropas, se recogió el cabello y corrió hacia
el patio desde donde la habían llamado. La mujer soldado
le dijo 'queremos registrarte'. Era una extraña orden
porque no llevaba nada encima más que la ropa de la prisión.
Nos dimos cuenta de que querían humillarla. Le pusieron
entre dos soldados, sus brazos extendidos verticalmente, sus
piernas abiertas tanto como podía. La mujer soldado comenzó
a registrarla. Empezó a pellizcarle y a presionar en partes
de su cuerpo; le extendió el cabello, lo aireó
fuertemente, empezó a buscar entre el pelo y entonces
golpeó a la mujer en las piernas. Repitió esto
durante cuatro veces, cada una de un lado. Para entonces nosotras
ya estábamos seguras de que estaban humillando a la mujer
delante de los presos: el mensaje era claro: 'Estas mujeres están
en nuestras manos, o confesáis o ...'.".
Conversación con otra
presa, Um Tai, la esposa de un ex oficial de Presidencia. Fue
detenida como rehén para forzar a su marido a entregarse
[a los ocupantes]. Tenía más de 60 años
y padecía de hígado y de riñón. Su
esposo se había retirado varios años atrás,
antes de la guerra. La pusieron en aislamiento total; su tienda
tenía el tamaño de un colchón. No se le
permitió ir al baño durante dos días. La
dejaron con sus necesidades durante dos días. Tuvo que
usar una esquina de la pequeña celda-tienda como baño.
Um Tai habla de cómo
los presos eran torturados en Abu Ghraib.
"[...] Trajeron a un
preso desnudo, con los ojos vendados y atado de pies y manos
a unas tablas como en una cruz. Empezaron a torturarle. Le golpearon
especialmente en las partes sensibles de su cuerpo. Le amenazaron
con perros militares; en un incidente, el perro, de hecho, mordió
al preso en el muslo. El hombre se desmayó. Otras veces,
forzaban a hombres desnudos a tumbarse sobre bloques de hielo,
algunos sufrieron ataques cardiacos."
"A" también
se refirió a cuatro hermanas de Taha Yasin Ramadan, miembro
de la dirección [1].
"[...] Fueron cruelmente
torturadas; podíamos oír sus gritos llenando el
lugar. Permitieron que perros militares las atacaran. La hermana
más joven se puso histérica; sugirió un
montón de sitios en los que él [su hermano] podría
estar. No sabían donde se hallaba su hermano."
El encuentro con "A"
duró cuatro horas. Insistió en no dar ninguna información
sobre su identidad. Habló de otra prisión a la
que fue trasladada, ésta en Bagdad.
"[...] Había tres
habitaciones para tres clases distintas de presas. Había
56 mujeres. Las habitaciones daban a un corredor abierto. Hacía
mucho frío. Las corrientes lo empeoraban. Había
ventanas cerca del techo pero no había cristales en ellas.
Las enfermedades nos atenazaban: infecciones de estómago,
colon, diarrea, catarros e infecciones de oídos. Teníamos
que lavarnos con agua fría, no había agua caliente.
Incluso cuando repararon los calentadores de agua, se volvieron
a romper rápidamente debido a la sobrecarga de uso. Y
aun cuando hubiera agua caliente, no había la suficiente
para que todas las prisioneras pudieran lavar sus cuerpos y sus
ropas. Teníamos que poner nuestra colada en las camas
para que se secase. Cortaron el agua después de un tiempo.
La comida era mala, dos veces al día. La primera, al mediodía,
era un cuenco de arroz y algo de sopa, habas, lentejas o berenjenas.
Era tan mala y tan grasienta que nos producía diarrea."
"A" me susurra algo
al oído -aunque no hay nadie más con nostras en
la sala: "Una presa fue violada 17 veces por un policía
iraquí y con conocimiento de los estadounidenses".
No sabemos quién es ni por qué fue encarcelada.
"No se encontraba bien, se quedó en silencio y no
hacia más que vomitar todo el rato. Se la llevaron y no
supimos nada más de ella".
En la actualidad, "A"
no sale de casa nunca. Piensa que su vida está acabada,
que nada tiene sentido. Dice que esto es " [...] la globalización.
Se llevará todos nuestros valores y creencias junto a
nuestros recursos, nuestra tierra y nuestros dos ríos".
Hemos escuchado historias de
otras presas y también de presos sobre abusos sexuales
llevados a cabo por policías iraquíes. Uno de los
presos nos dio los nombres de tres mujeres iraquíes que
fueron golpeadas de manera humillante. Fueron obligadas a tumbarse
de espaldas, con las piernas levantadas mientras les golpeaban
en sus pies.
Testimonio
de "B"
"A" nos dio la dirección
de "B", una presa compañera. Es licenciada en
Derecho y escribe poesía. Dijo que quería que su
historia fuera escuchara por todos en todo el mundo. Una representante
de AI, Yihan al-Alaily, nos acompañó en la visita.
Fue muy difícil dar con ella. En cada una de las direcciones
que teníamos nos respondían de mala manera y se
negaban a ayudarnos. Cuando al final la encontramos, dijo que
conocía a "A", que la quería mucho y
que de hecho había escrito algunos poemas sobre ella.
Afirma que "A" era una mujer paciente y respetable.
"B" dice que está dispuesta a contar todo fuera
de Iraq. "Aquí no diré ni una palabra".
Entonces baja su cabeza, se remueve el cabello y dice: "Mira".
Tiene un enorme agujero todavía no cerrado. No tiene pelo
en esa parte. Está enfadada: "Me robaron el dinero,
mi familia está destrozada, temo por mis hijos y por mi.
He enviado a cada uno de mis cuatros hijos a un sitio distinto".
Hemos tenido que prometerle que no vamos a revelar su identidad.
Promete decirnos todo al día siguiente.
Antes de marcharnos, nos dice:
"[...] Me obligaron a
remover un cubo lleno de excrementos humanos y petróleo.
Tuve que seguir removiéndolo con fuego prendido hasta
que se consumió. Sufrí una alergia debido a eso;
no pude comer durante mucho tiempo. Ahora, cuando recuerdo me
pongo enferma y me entran ganas de vomitar. Estuve maniatada
durante 27 días. ¿Qué más queréis
que os diga?"
Al día siguiente no
acudió a nuestra cita. Huía de nosotros. Un hombre
que la conoce nos dijo: "Dejadla en paz, tiene miedo y está
preocupada por su familia".
Testimonio
de "C"
Un amigo nos acompañó
a la casa de un pariente. Dijo que una mujer "C" acababa
de ser puesta en libertad. La representante de AI venía
con nosotros. Un pariente de "C" nos recibe en la puerta.
Pide disculpas porque ella no podrá recibirnos. Intentamos
convencerle de que no vamos a revelar ninguna información
sobre su identidad, de que su testimonio es muy importante para
salvar a otras mujeres que están todavía en la
cárcel. Promete ayudarnos y se mete de nuevo en la casa.
Cuando vuelve se muestra todavía más obstinado:
"Iraq se ha perdido, ¿qué importancia tiene
esta mujer? Por favor, dejadnos solos".
Testimonio
de "D"
"D", de origen palestino,
fue detenida por un policía iraquí. Fue golpeada,
torturada y latigada sin razón aparente. Su hermano dice
que volvió con las ropas rasgadas y que había oído
los gritos de otra mujer cruelmente torturada. Sabía que
la otra mujer trabajaba como secretaria en la Federación
de Mujeres Iraquíes. Nosotros ya habíamos oído
que Iftijar al-Samarai, la subsecretaria de la Federación
estaba detenida (ha sido excarcelada recientemente), lo que es
extraño porque Iftijar se dirigió directamente
a los estadounidenses tras la guerra, se presentó y les
dijo todo sobre su identidad. Le dijeron: "¿Qué
necesitamos nosotros de una mujer de una ONG. Vete a casa".
Pero fue detenida igualmente. Pedimos ver a "D" y
su hermano nos dice que de ningún modo. "La policía
iraquí la detuvo y los estadounidenses la pusieron en
libertad. No queremos acercarnos al oso".
Hemos sabido después
que "D" ha abandonado Iraq donde ha vivido desde 1948.
Testimonio
de "E"
La hermana de la presa "E"
vino a vernos pidiendo ayuda. "E" fue detenida con
su hija, su yerno y un invitado que tenían en casa. El
invitado fue puesto en libertad después de cuatro días
y la hija después de 9, pero "E" y su yerno
todavía están en prisión. "E"
era miembro del partido Ba'az. Un ex preso nos ha informado de
que está siendo golpeada durante los interrogatorios,
que ha sido acusada de ayudar a la Resistencia. La hija de "E"
nos dijo que después de haber sido interrogada y de haberse
demostrado su inocencia, el oficial responsable de la prisión
la llamó. En el trayecto de la celda a su oficina, el
traductor le dijo:
"Vas a ver al director
de esta cárcel. Te va a preguntar cómo has estado
en la cárcel, si has sido torturada o no, etc... Si tus
respuestas son negativas te enviarán de nuevo a la celda
y no serás puesta en libertad. Si dices que todo ha ido
bien te pondrán en libertad."
Por supuesto, dijo que todo
había ido bien dentro de la prisión; incluso firmó
un papel declarando que iba a cooperar con las autoridades de
ocupación si oía o se enteraba de algo útil.
Ese papel lo habían firmado todos los presos y presas
con los que nos reunimos. "E" sigue todavía
en la cárcel.
El hijo de una amiga del Centro
del Observatorio, que había trabajado con las autoridades
de ocupación como intérprete, fue detenido. [La
madre] estaba esperando a las puertas de la prisión de
Abu Ghraib para saber algo de él. Uno de los presos le
dijo: "[...] Lo siento, no sé nada de él".
Pero la dejó sorprendida cuando le dijo que algo muy feo
había ocurrido dentro de la cárcel unos días
antes. "Las fuerzas estadounidenses llevaron a una mujer
desnuda enfrente de la tienda de los presos, entonces la arrojaron
sobre uno de ellos. Uno de los presos le tiró una manta
para que se cubriera".
Los iraquíes han leído
una carta supuestamente escrita por una mujer presa en Abu Ghraib
[2]. El Centro del Observatorio ha enviado por e-mail
una copia escaneada de la misma a una organización
de mujeres estadounidense. La carta pedía que los iraquíes
bravos y honestos deberían limpiar su honor bombardeando
la prisión de Abu Ghraib porque algo vergonzoso estaba
ocurriendo dentro y que las presas estaban sufriendo abusos sexuales
en diversas formas. La carta estaba firmada por una mujer llamada
Nur.
La carta produjo reacciones
sospechosas; muchos dijeron que podía ser falsa simplemente
para encolerizar a la opinión pública iraquí.
Pero de cualquier modo se habló mucho sobre los abusos
sexuales a las presas.
El testimonio
de hombres excarcelados [3]
Testimonio
de "F"
Un preso recientemente excarcelado,
"F", aceptó darnos la siguiente información
también bajo la condición del anonimato. Los casos
que "F" nos ha contado sobre abusos de mujeres ejemplifican
dos tipos de abusos.
"[...] Estábamos
sentados fuera de la tienda al calor del sol cuando pasó
un camión que llevaba tres mujeres. Un compañero
bajó la cabeza y volvió a la tienda. Le dije que
era triste ver mujeres encarceladas. Él me respondió
que las mujeres que acababa de ver eran su madre y su hermana.
No pudo reconocer a la tercera."
"F" recuerda: "[...]
Vi a soldados estadounidenses conduciendo a una mujer de unos
treinta años con las ropas rasgadas, las manos atadas
e intentando taparse las partes de su cuerpo que estaban descubiertas.
Uno de los presos se quitó su ropa y se la lanzó.
Nos sentimos profundamente humillados, incluso más que
ella porque lo único que pudimos hacer fue bajar nuestras
cabezas".
"[...] Había un
hombre joven de unos 35 años conmigo en la tienda. Era
muy amable, atractivo y religioso. Un día le llamaron
para interrogatorio. Desapareció durante muchos días
y cuando volvió era un hombre distinto. Nos contó
que una soldado estadounidense le había encontrado atractivo
y que le había dicho que quería un hijo suyo. [Ella]
[l]e quitó las ropas y trató de dormir con él.
Él la rechazó. Ella vendó sus ojos, le arrastró
desnudo de una parte sensible de su cuerpo y se lo llevó
a alguna parte. Le hizo dar vueltas por algún sitio; caminó
con él unos 50 metros y entonces le quitó la venda
de los ojos y se encontró en medio de la cárcel
de mujeres donde muchas presas estaban también desnudas.
Vio a una anciana sentada con la cabeza hacia abajo. La mujer
soldado le dijo que había cámaras en ese sitio.
Le dejaron en esa situación durante 17 días".
"F" pide que todos
los soldados que salgan de Iraq sean registrados para [encontrar]
los vídeos y las fotos que prueban que las tropas han
venido para humillarnos.
Otro preso que fue liberado
en febrero de 2004 y que de nuevo rechaza darnos su nombre o
ningún detalle sobre su detención en Abu Ghraib
nos cuenta:
"[...] Mientras me llevaban
de un sitio a otro un soldado estadounidense me empujó
al suelo, puso su bota sobre mi cuello y me arrastró por
la cabeza. Quitó el saco de mi cabeza y me dijo que mirara.
Vi a dos mujeres en un camión; parecían una madre
y una hija. Estaba lloviendo mucho. La joven estaba descalza.
Aquella noche lloré; era un prisionero atado que no podía
defender a nuestras mujeres.
"[...] Durante la investigación
el soldado estadounidense me preguntó por mi infancia;
si había sufrido abusos sexuales, si había practicado
el sexo con animales, luego me preguntó si me había
gustado y me dijo que le mirara a los ojos. Le dije que era musulmán,
que rezaba y ayunaba, que soy abuelo y que no me importa nada
más que mi nieta. Se burló de mi y me preguntó
si mi esposa era bonita. Entonces escupió en el suelo
y salió de la habitación. En otra cárcel
un hombre mayor con barba de unos 65 años me dijo que
le habían hecho las mismas preguntas y que después
el oficial le había ofrecido traer a su esposa y a su
hija a la cárcel. El anciano le escupió en la cara
al oficial. Se echó a llorar. Rezando todo el tiempo,
después de esa conversación ya no volvió
a hablar más."
Un preso que pasó 67
días en el campo de detención de Um Qasr en el
sur, dijo que había tres tiendas de niños, de jóvenes
y de mujeres. Dijo que había sido golpeado cruelmente
porque al ver que estaban interrogando a una niña de doce
años empezó a gritarles: "¿Esta es
la libertad que los estadounidenses nos prometían?".
Un representante [del departamento] de Derechos Humanos del Ejército
de EEUU le contestó: "La libertad es para los estadounidenses,
no para los iraquíes".
Consideración
final
De todas las historias narradas
anteriormente, y de muchas otras, se desprende obviamente que
las mujeres iraquíes están siendo usadas como objetos
e instrumentos de violaciones. Se utilizan contra los hombres.
Utilizar el valor del honor en su contexto árabe e islámico
para quebrarlo significa que a través de estos abusos
se pretende quebrar la estructura psicológica y cultural
de la sociedad iraquí. Los abusos se están utilizando
para romper la imagen que los propios iraquíes tienen
de sí mismos, la imagen que tienen las mujeres en la sociedad
y la que tienen de sí mismas.
Notas de
CSCAweb:
1. Sobre las
torturas en la cárcel de Abu Ghraib, véase en CSCAweb:
Munir
al-Yaloudi: Las imágenes de las torturas en Abu Ghraib
- No es difícil torturar a presos para quien bombardea
las casas de los civiles y mata niños y mujeres
2. Taha Yasín Ramadán fue hasta la caída
del gobierno anterior vicepresidente de Iraq.
3. El contenido de la carta puede verse en sus versiones en castellano
y original en árabe en: Las mujeres iraquíes encarceladas,
sometidas a trato vejatorio, abusos sexuales y violaciones y
violaciones por parte de soldados de ocupación y miembros
de los cuerpos de seguridad iraquíes - Carta de Nur, presa
en la cárcel de Abu Ghraib, Bagdad
4. Véase en CSCAweb: Mohamed Abu Nasr: Excarcelados iraquíes
denuncian hacinamiento y torturas en los campos de detención
de las fuerzas de ocupación, y un cifra superior a 10.000
prisioneros
y Muhamad
Abu Nasr: El testimonio de los excarcelados iraquíes de
Abu Ghraib confirma el carácter arbitrario de las detenciones,
la indefensión jurídica y la práctica de
las torturas
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