"Roma no paga a traidores"
Advierte el embajador del sionismo
en España
Agustín Velloso*
CSCAweb,
16 de agosto de 2006
Al presidente
le colocan una kifiya [pañuelo palestino], a continuación
le hacen una foto para que salga en los periódicos y los
incautos sonríen alborozados y los avispados se lo recriminan.
Se ve que los primeros no saben nada y los segundos demasiado.
¿Cuántas veces
un pañuelo palestino puesto en el cogote de un presidente
ha salvado a un solo niño palestino de la muerte por las
balas sionistas? Ninguna. Entonces ¿de qué se alegran
aquellos?
¿Cuántas de las
reuniones mantenidas por un presidente con delegaciones palestinas
desde la conferencia de Madrid de 1991 han servido para socavar
a Israel? Ninguna. Entonces ¿de qué se quejan éstos?
Los políticos que dicen
ser de izquierdas parecen estos días escolares a los que
les han pillado escribiendo en la pizarra: el profesor de matemáticas
es un cabrón porque nos insulta y nos pega. Se han puesto
rojos y han empezado a balbucear excusas y realizar componendas:
No es que sea mala persona, en realidad quería escribir
que es un buenazo, un profesor excelente aunque quizás
algo duro.
El maestro ha acusado a los
niños de delincuentes juveniles, de no respetar su autoridad
y su integridad moral y de negar el gran sacrificio que ha hecho
en sus años de docencia en pro de la verdad y la didáctica.
Los lameculos y los que le arropan le dan la razón y los
niños rebeldes vuelven a ser apaleados.
Los datos que el presidente
tapa con su pañuelo son claros para quien quiera verlos:
España es socio a todo meter, como el resto de países
de la Unión Europea, de Israel, Estado que viola todas
las leyes internacionales habidas y por haber, empezando por
la Carta de las Naciones Unidas y todas las subsidiarias. Las
relaciones tienen lugar en todos los ámbitos: político,
cultural, científico y particularmente militar.
Es de sobra conocido que España
realiza operaciones militares con Israel y que le vende armamento,
lo cual es contrario una vez más a la ley española
y a la internacional, que es superior a ésta. Los que
se ponen en pañuelo y los que se lo critican saben igualmente
que la condición sine que non para que Israel fuese admitido
como miembro de Naciones Unidas era la de cumplir las resoluciones
de ésta, lo cual no ha hecho en sus más de 50 años
de existencia. Al contrario, ha usado de esas relaciones privilegiadas
con los poderosos países occidentales para llevar a cabo
un genocidio con los miserables de la tierra.
Basta ya de tonterías
como que Estados Unidos apoya a Israel y que la Unión
Europea no puede hacer nada. ¿No existe la retirada de
embajadores, no se puede denunciar el Acuerdo preferencial con
Israel, no existe el boicot internacional, no existen las sanciones
económicas, el aislamiento?
Los que usan el pañuelo
como vil excusa para dar a entender cuán solidario es
el presidente con los palestinos y los que lo critican porque
no está en sintonía con el nuevo orden internacional
saben que la ley internacional, suscrita por España, obliga
no sólo a denunciar al Estado delincuente, Israel, sino
a actuar de forma que se ponga fin a sus violaciones. ¿Qué
hace el presidente además de posar para las fotos? El
delincuente es el que comete el crimen y también el que
por ley está obligado a impedirlo y no lo hace.
Entre medias, saltan los listos
de los sionistas, que hay que reconocer que lo son, o bien que
los demás son muy tontos, que también resulta razonable.
Acostumbrados en su soberbia (léase al profesor judío
Ilán Pappé sobre el carácter racista, despreciativo
y de superioridad de los sionistas en tanto que pueblo elegido
por Dios) a recibir pleitesía de cobardes políticos
occidentales, no aguantan nada que no sea alabanzas a su labor
como avanzadilla de la cultura y los intereses occidentales en
tierra de moros, integristas y seres inferiores, o sea, árabes
y musulmanes.
Se atreven a poner verde al
ministro de exteriores y al propio presidente por unas declaraciones
propias de la Madre Teresa, pero indignas de un político
profesional que tiene la obligación de cumplir la ley
y evaluar la conducta de Israel con esa ley en la mano. A pesar
de las débiles críticas tímidamente lanzadas
por la izquierda, "acongojados" políticos (por
no decir otra cosa) lamentan las malas interpretaciones, se duelen
de las salidas de tono, reclaman abrazos, besos, reconciliaciones
entre sionistas y españoles pero los muy cobardes con
el fuerte y valientes con el débil dejan que las balas
vendidas aquí sean para un ejército de ocupación
que asesina a los niños palestinos allí.
No hace falta ser catedrático
en política internacional por Oxford para saber que al
fin y al cabo no se ha dado jamás un solo caso de niños
palestinos que acudan a opíparas cenas con ministros e
importantes hombres de negocios para quejarse de España,
como hacen el embajador del Estado terrorista y el jefe de los
empresarios sionistas, en este caso por lo duras y dolorosas
que son las balas que España vende a los genocidas israelíes.
Las palabras de los políticos
españoles son duras e injustas, dicen los sionistas, pero
saben los que las pronuncian y los que las escuchan que ni siquiera
son verdad, son apenas una boutade, son grandes mentiras. Lo
único que es verdad es que la cooperación española
con el Estado terrorista de Israel produce muerte, desolación
y es una vergüenza, además de una ilegalidad, ya
que Israel, como Roma, da por sentado que todo se le debe por
ser el más fuerte, pero no paga a quien intenta esconderse
tras una kifiya después de haber colaborado en el genocidio.
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