Biografía de Sharon,
que es la de Israel y la del sionismo
Agustín Velloso
Santisteban*
CSCAweb
(www.nodo50.org/csca), 8 de febrero, 2006
"Con
Sharon o sin él los sionistas no pueden ir a mejor y los
palestinos apenas pueden ir a peor. Fin de la historia, la vital
y la política. Sólo queda el Apocalipsis y, mientras
llega, más muro de separación, más represión
y más muertos. Esto se sabe aunque no se admita, aunque
se disfrace y se hable de otras cosas".
Lo que resulta de todo punto
extraordinario en la muerte de Sharon es que ocurra por causas
naturales. En los últimos setenta años de movimiento
sionista, que son los de la vida de Sharon, otros correligionarios
suyos menos señalados que él han caído muertos
a tiros. Unos a manos de otros sionistas cuando el movimiento
da sus primeros pasos firmes en Palestina, caso del desembarco
del Altalena en 1948. También cuando agotado da los últimos,
caso del atentado de Tel Aviv que acaba con Rabin en 1995. Otros
han resultado muertos a mano de sus enemigos, caso del también
general y ministro Zeevi en Jerusalén en el ataque de
un comando del Frente Popular [FPLP] en 2001.
Más extraordinario aún
que la muerte natural de Sharon es que la historia de su vida,
espejo de la del sionismo, formada principalmente por una cadena
de actos de violencia y destrucción, es la de una victoria
pírrica. Cuando una y otra terminan, el mito sionista
de "una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra",
tan falso y dañino como los mitos de los demás
movimientos colonizadores, el de la tarea del hombre blanco,
el de la misión civilizadora, no puede haber resultado
más vacío. Sharon, aunque poderoso física
y políticamente, muere sin haber hecho realidad su sueño
y deja un legado de muerte y saqueo.
El pueblo que supuestamente
no existía en los comienzos del siglo XX, el palestino,
hoy supera en número al pueblo judío y mantiene
firme su resistencia contra el sionismo. La tierra, hoy ciertamente
más extensa que la que éste recibió en 1947
de la comunidad internacional, que no tenía el derecho
de dar lo que no era suyo, aparece ante el observador como cualquier
cosa menos lo que declara el mito: la tierra prometida que el
sionismo hace florecer.
Los sionistas la controlan
únicamente porque están sostenidos por el enorme
respaldo de las armas y el dinero de Estados Unidos, más
de tres mil millones de dólares anuales, aunque no por
derecho, ya que la ley internacional se refiere claramente a
Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este (además de otras
tierras árabes) como Territorios Ocupados por Israel hasta
el día de hoy.
Lo más extraordinario
de todo es que el mito sionista, en tanto que movimiento nacional
justo y benéfico del pueblo judío, como el que
ahora se promociona sobre Sharon, considerado un líder
moderado, dialogante y hasta pacífico, ha sobrevivido
durante un siglo y tiene una gran mayoría de seguidores
en Israel, donde en realidad apenas son unos pocos los que se
benefician del desastre que ha creado. También cuesta
creer que tenga fuertes apoyos en el mundo occidental, ya que
ese respaldo es más perjudicial que beneficioso para los
que lo prestan. Las consecuencias, además de evidentes
en Oriente Medio, se hacen cada vez más presentes en Occidente.
Con 14 años Sharon ingresa
en la Haganah, cuerpo militar precursor del ejército
israelí. Hay abundante información sobre sus actuaciones
desde entonces, por lo que no tiene interés repetirla
aquí. Llama la atención, sin embargo, que nadie
ha sido capaz de dar una cifra aproximada del número de
muertos sobre los que ha construido su carrera militar y política.
En realidad se trata de una tarea casi imposible.
Esto es porque a los muertos
causados por sus propias manos (más de cincuenta en la
masacre de los aldeanos de Kibiyeh en 1953), los causados por
soldados a sus órdenes en el ejército y en el gobierno
(millares de árabes en las guerras contra los países
vecinos de Oriente Medio en la segunda mitad del siglo XX), los
debidos a la represión de la policía y el ejército
israelíes de los Territorios Ocupados (unos cuatro mil
palestinos durante los cinco años de la última
Intifada, provocada por él mismo en la Mezquita de Al
Aqsa en Jerusalén, aunque son muchos miles más
en las casi cuatro décadas de ocupación ilegal
de Palestina) y los asesinatos políticos cometidos por
el Mossad en otros países (en Noruega en 1974, en Túnez
en 1988, en Jordania el intento de 1997, etc.), hay que sumar
los realizados por terceros, o sea, no por judíos o israelíes,
pero patrocinados por Sharon (miles de refugiados palestinos
en Sabra y Shatila a manos de cristianos maronitas en 1982).
Mediante campañas bélicas,
bombardeos de civiles en sus ciudades, asesinatos de políticos
y líderes de la resistencia, torturas letales a prisioneros,
demolición de casas con sus habitantes dentro, represión
salvaje (cerca de 700 menores palestinos asesinados en la segunda
Intifada según fuentes israelíes) [1] e
inducción al asesinato, Sharon y el sionismo nunca han
perdido una oportunidad de matar palestinos.
La cifra es altísima,
pero aún lo es más si se tiene en cuenta que la
causa palestina está en la base de la Base (Al Qaida),
valga la redundancia, que sin ser oriunda de Palestina también
quiere con buenas razones ajustar las cuentas a Israel por sus
crímenes en esta tierra igual que a Estados Unidos por
los suyos en la zona. Colaboradores directos de Sharon, igual
que él, son responsables también de los muertos
habidos en Irak a causa de los ataques de Estados Unidos y Reino
Unido, por su papel en la fabricación y propagación
de los falsos argumentos para justificar la guerra contra ese
país.
Ahora bien, aunque la responsabilidad
de Sharon en crímenes contra la humanidad [2] no
se ve disminuida en nada por la participación de otros
en esas muertes, hay que considerar que son muchos los que tienen
que responder, pues desde la masacre de Kibiyeh han pasado más
de cincuenta años en los que ha matado y violado gravemente
la ley internacional a la vista de todos y éstos han callado,
le han apoyado y hasta le han votado.
No hace falta ser palestino
ni anti-sionista, para considerar a Sharon, y al proyecto que
encarna responsable de crímenes contra la humanidad, de
guerra y de genocidio. Los israelíes que le han votado
en las elecciones no pueden decir que les ha guiado un deseo
de hacer justicia en la cuestión palestina. Los que en
Europa, Estados Unidos y otros países han apoyado sus
acciones con armas, dinero y respaldo político, no pueden
decir que les ha guiado el deseo de paz. El pueblo judío
que calla no puede decir que no sabe lo que ocurre.
Poco después de la ocupación
de 1967 Yeshayahu Leibowitz, miembro de éste, escribe
que "estamos condenados a vivir en nuestro país sin
paz ni seguridad, igual que los judíos han vivido durante
miles de años. Para mantener a salvo esta existencia tendremos
que realizar esfuerzos constantes y hacer grandes sacrificios.
Es preciso que comprendamos la naturaleza del estado por el cual
aceptamos tal existencia para nosotros y nuestros hijos".
Se refiere, con más
lógica que presciencia, a que "un Estado que gobierna
una población hostil de dos millones de extranjeros (la
población palestina de la época) se convertirá
inevitablemente un Estado policial con todo lo que eso implica
para la educación, la libertad de expresión y las
instituciones democráticas. La administración tendrá
que someter a la insurgencia árabe por un lado y pagar
a colaboradores árabes por otro. Hay muchas razones para
temer que el ejército israelí se transformará
en un ejército de ocupación, degenerará
y sus comandantes se convertirán en gobernadores militares
como ocurre en otros países."
Veinte años después
de este pronóstico, Leibowitz reflexiona de nuevo sobre
lo conseguido por el sionismo:
"Israel ha dejado de ser
el estado del pueblo judío y se ha convertido en un aparato
de gobierno coercitivo de los judíos sobre otro pueblo
(...) únicamente un régimen opresivo judío.
El estado de Israel no es actualmente una democracia ni un estado
que respete la ley, ya que gobierna a más de un millón
y medio de personas privadas de sus derechos civiles y políticos."
(Y. Leibowitz:
Judaism, Human Values and the Jewish State, Cambridge,
MA, Harvard University Press, 1992, pp. 225, 226 y 243).
Ese pueblo ha despreciado estas
advertencias y con ellas a su autor y ha preferido ponerse en
manos de Sharon. No han sido las únicas olvidadas. Otro
estudioso judío, Simha Flapan, las repite para sus correligionarios
que no viven en Israel en su libro The Birth of Israel. Myths
and Realities (New York, Pantheon Books, 1987, pág.
243):
"La diáspora judía
y los amigos extranjeros de Israel deben darse cuenta de que
la política actual de Israel está condenada a reproducir
una y otra vez el ciclo de violencia (...) La venganza colectiva
de un ejército por el asesinato de un ciudadano no es
más honorable ni admirable que la venganza individual
de un joven desesperado por el asesinato de uno de los suyos.
Decir que ésta es 'terrorismo' y la otra 'defensa nacional'
no es más que propaganda y una distorsión de la
realidad."
En años posteriores
y en la actualidad han aparecido nuevos estudios anti-sionistas
escritos por judíos, algunos de ellos víctimas
o familiares en primer grado de víctimas del Holocausto,
Chomsky, Berger, Shahak, Finkelstein y otros, que confirman los
pronósticos sobre la inevitable degeneración de
un proyecto basado en el robo de la tierra y en la represión
de sus habitantes.
Es preciso señalar también
la labor de oposición al proyecto sionista por parte de
israelíes corrientes. Algunos la llevan a cabo con valentía
y riesgo, por ejemplo los que se niegan a cumplir el servicio
militar, la clave de la integración en la sociedad Israelí,
pero se trata de una pequeña minoría impotente
ante la mayoría.
La política criminal
de Israel que esos profesores y rabinos han predicho y condenado,
la conocen los israelíes, incluso si no participan directamente
en ella. No hace falta ser un intelectual como aquellos para
apreciar lo que sucede en Palestina desde 1947. Israel presume
de que su población posee el nivel educativo más
alto entre los países de Oriente Medio, pero basta con
tener en cuenta que todos los israelíes saben leer y escribir
y disponen de suficientes fuentes de información. Hace
años que los periodistas Gideon Levy y Amira Hass escriben
frecuentemente sobre los sufrimientos de los palestinos. Publican,
entre otros medios, en el diario Haaretz, uno de los más
difundidos y respetados en Israel y el más antiguo (publicado
desde 1919).
Las crónicas de Levy
son tan instructivas como estremecedoras. Describen nítidamente
la crueldad de los israelíes hacia los palestinos, la
cual se refleja en la miserable vida a la que éstos se
ven condenados por aquellos: robo constante de sus tierras, brutalidad
de la ocupación, que reprime cualquier resistencia a la
vez que ocasiona miles de muertos, heridos y prisioneros, falta
de trabajo y condiciones de vida dignas, todo ello coronado por
una humillación continua y una situación de abandono
por parte de la comunidad internacional.
Se pregunta si Hanani, autor
de una operación de martirio ataque contra israelíes-,
"habitante de una aldea palestina totalmente rodeada por
barreras israelíes, donde embarazadas y enfermos tienen
que ir caminando campo a través hasta el hospital de la
vecina ciudad de Nablus, donde el desempleo y la pobreza son
casi universales, donde la humillación y el asedio son
las constantes de una vida en prisión, (...) la hubiera
llevado a cabo de no haber crecido en condiciones inhumanas y
después de que un miembro de su familia muriese asesinado
por soldados israelíes." (Haaretz, edición
de 29 de diciembre de 2003) [3].
Tras la explosión de
un misil -de los que lanzan a menudo aviones y helicópteros
de combate israelíes en las calles de ciudades palestinas-
que mató a tres personas e hirió a otras diez,
se pregunta "si los pilotos sabían lo que hacían,
si lo saben los que dieron las órdenes y sus superiores
y los políticos." Relata los sentimientos que expresa
el padre de una de las víctimas: "me gustaría
decir al piloto: imagine que su hijo fuese uno de los alcanzados
por el misil ¿no son seres humanos los palestinos? Lo
que ha hecho le perseguirá siempre y también lo
hará la historia. Quizás llegará el día
en que será acusado de criminal de guerra. (...) Fue el
gobierno quien le envió. Sharon es responsable de la muerte
de mi hijo. Él aprobó la orden de disparar. (Haarezt,
edición de 13 de noviembre de 2003) [4].
Con Sharon o sin él
los sionistas no pueden ir a mejor y los palestinos apenas pueden
ir a peor. Fin de la historia, la vital y la política.
Sólo queda el Apocalipsis y mientras llega más
muro de separación, más represión y más
muertos. Esto se sabe aunque no se admita, aunque se disfrace
y se hable de otras cosas.
Conviene recordar, aunque parece
que no vale de mucho, que hace ya cincuenta años Albert
Speer, ministro de Hitler, reconoció ante el tribunal
de Nuremberg:
"Si sabía o no
sabía, si sabía mucho o poco, carece totalmente
de importancia cuando pienso en los horrores que debería
haber sabido y qué conclusiones debería haber extraído
de forma natural de lo poco que sabía. Los que me preguntan
están esperando sobre todo una justificación, pero
no tengo ninguna. Ninguna disculpa es posible". (A. Speer: Inside
the Third Reich, New York, 1970, pág. 113)
Notas:
1. Véase:
www.btselem.org/english/statistics/Index.asp
2. Que queda bien
reflejada en: www.indictsharon.net
3. Véase: www.bintjbeil.com/E/occupation/levy/031229.html
4. Véase: www.bintjbeil.com/E/occupation/levy/031113_shmaleh.html
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