02.
Historia de la polémica científica en los Siglos XIX y XX
El 29 de setiembre, contestamos al Señor
Figueredo diciendo lo siguiente:
Señor
Figueredo:
Desde que el matemático y físico Joseph Fourier publicara en 1824 sus
“Observaciones
generales sobre las temperaturas de la tierra y los espacios planetarios”, se sabe que nuestro Planeta existe bajo un
régimen climático templado, “porque la atmósfera
retiene el calor del sol, como si estuviera bajo un cristal”. Fourier fue,
pues, el primero en emplear el concepto de “efecto invernadero”.
En 1859, las precursoras
investigaciones del físico irlandés, John Tyndall,
permitieron reafirmar la idea de que, el dióxido de carbono, el metano y el
vapor de agua, son los factores físico-químicos que, dentro de la atmósfera, bloquean la disipación de las
emisiones infrarrojas provenientes del Sol. De no ser por esta causa, la temperatura
sobre la Tierra descendería por debajo de los -18ºC, haciendo imposible la
existencia de la mayoría de especies vegetales y animales, incluso los seres
humanos.
En 1903, el físico y químico
sueco Svante August
Arrhenius, ya en 1896 había
previsto que los combustibles fósiles podían acelerar el calentamiento de la
Tierra. Sin embargo, la opinión dominante siguió atribuyendo ese fenómeno al
vapor de agua, suponiendo que buena parte es absorbido por los mares y
metabolizado en oxígeno por las plantas acuáticas. En 1903 publicó su “Lehrbuch der Kosmischen Physik” (Tratado
de física del cosmos), que le valió poder obtener ese año el Premio
Nobel de química, por sus experimentos en el campo de la disociación
electrolítica, calculando que se necesitarían 3000 años
de combustión de combustibles para que se alterara el clima del Planeta, suponiendo
que los océanos captaran todo el CO2.
Actualmente
se sabe que los océanos han absorbido un 48 % del CO2
antropogénico desde 1800. Arrhenius estimó que el incremento de la temperatura
del Planeta se produce, cuando la concentración de dióxido de carbono en la
atmósfera se duplica, eventualmente calculando este valor en 1,6 grados Centígrados
sin vapor de agua en la atmósfera y 2,1°C con vapor presente[1].
Estos resultados están dentro de los parámetros generalmente aceptados en la
actualidad. Arrhenius otorgaba una valoración positiva a este incremento de
temperatura, porque imaginó que aumentaría la superficie
cultivable, y que los cultivos serían más productivos en las regiones más septentrionales, menos expuestas al efecto invernadero.
En las décadas siguientes, las teorías de Arrhenius fueron poco
valoradas, pues predominó la opinión de que el CO2 no influye en la
temperatura del Planeta, atribuyendo el efecto invernadero exclusivamente al
vapor de agua. En 1938, el ingeniero
inglés Guy Stewart Callendar
estimó que el incremento de CO2 en la atmósfera era beneficioso, porque retrasaba el siguiente período
de glaciación, opinión que mereció el calificativo de “Efecto Callendar”. Este supuesto
fue compartido en 1957 por el geógrafo y oceanógrafo Roger
Revelle, pero aclarando que el
efecto se debilitaba en una magnitud cada vez mayor, debido a la persistente generación
antropogénica de CO2. Poco tiempo antes, la Organización
Meteorológica Mundial ya había realizado investigaciones para
calcular los niveles de CO2 en la troposfera. Estas
observaciones empíricas fueron facilitadas por el desarrollo en los años
cuarenta, de la espectrofotometría de infrarrojos,
técnica por la cual se pudo saber que el CO2 absorbe la luz de
manera distinta que el vapor de agua, incrementando notablemente el efecto
invernadero. Todo esto fue resumido por Gilbert Plass en 1955.
Finalmente, recogiendo datos en
dos distintos y muy distantes
observatorios, uno en Mauna
Loa y otro en la Antártida, el químico y oceanógrafo Charles
D. Keeling pudo probar en 1958, que el calentamiento creciente de la superficie terrestre por causa
de la utilización de combustibles fósiles, es un hecho tangible. De ahí su célebre Curva de Keellin.
Este investigador continuó recogiendo datos durante cuarenta años más,
permitiéndole confirmar que, cualquiera
fuere el lugar dónde se recogieran —así sea en ciudades o campos, valles o montes— la medida promedio del CO2 atmosférica es la misma,
con leves variaciones de temporada; siendo el promedio más alto en el invierno
del hemisferio norte, que es de 1,5 partes por millón al año. Estos resultados
permanecen sin ser cuestionados
hasta hoy.
Un saludo: GPM.
http://www.nodo50.org/gpm
e-mail: gpm@nodo50.org
[1]. La expresión 0º centígrado en la escala Celsius, equivale
al punto de congelación del agua, o al de fusión del hielo (32º Fahrenheit). Entre mediados y
finales del siglo XX, la escala Fahrenheit fue sustituida por la escala Celsius
en la mayoría de los países. Sigue siendo oficial en los Estados Unidos, las
Islas Caimán y Belice. Canadá mantiene la escala Fahrenheit como complementaria
y se puede utilizar junto a la escala Celsius. En el Reino Unido, la escala
Fahrenheit se sigue utilizado de manera informal, sobre todo para expresar un
clima caluroso (aunque el clima frío se expresa generalmente mediante la escala
Celsius).