Revolución y tragedia:
un análisis de las dos Intifadas
Roni Ben Efrat*
Challenge,
núm. 74, julio-agosto 2002
Traducción: CSCAweb (www.nodo50.org/csca)
"La violencia que
estalló en septiembre de 2000 (y que aún hoy continúa)
tiene muy poco en común con la Intifada de hace trece
años. Retrospectivamente, es posible argumentar que nunca
ha tenido las condiciones necesarias para convertirse en una
verdadera Intifada"
A menudo, hemos exigido un liderazgo palestino alternativo,
si bien ciertamente no dócil como le gustaría a
EEUU e Israel, sino un liderazgo que defienda los derechos del
pueblo palestino. Un examen de la primera Intifada puede ofrecernos
un ejemplo concreto de cómo ese tipo de liderazgo emergió
en su momento [1].
Al volver a examinar la primera Intifada, no nos estamos abandonando
a la nostalgia. Dicho análisis es necesario para entender
hasta qué punto la segunda Intifada ha sido una auténtica
chapuza. Podremos igualmente extraer conclusiones que nos sirvan
en el futuro. La primera Intifada no estuvo exenta de errores
y problemas, pero en lo esencial fue la expresión de una
visión auténticamente revolucionaria de las cosas.
Si bien no había madurado lo suficiente para aprovechar
todo su potencial, no acabó con las fuerzas de los palestinos
como ha ocurrido con la segunda Intifada, ni les dejó
faltos de dirección como la primera.
Han pasado solamente quince años desde que comenzase
la primera Intifada, y aún así las lecciones de
entonces se han ido diluyendo en las aguas que trajeron los acuerdos
de Oslo. En este artículo, intentaré recuperar
aquellas lecciones.
Miembros de ODA tuvieron el privilegio de tomar parte activa
en la oleada revolucionaria que barrió los Territorios
Ocupados (TTOO). Durante los meses inmediatamente anteriores
al estallido de la primera Intifada, periodistas de nuestra organización
visitaban continuamente los campamentos de refugiados de Gaza
y Cisjordania. Hablamos con sindicalistas, estudiantes, organizaciones
de mujeres, y familias de presos. Seguimos con atención
el nacimiento del levantamiento, y dimos voz a sus líderes.
Desde ODA, dimos cobertura mediática a los acontecimientos
en nuestros diarios Dérej Ha-Nitzotz (en hebreo)
y Tariq al-Xarara (en árabe). Ningún lector
podría sorprenderse de lo que allí encontraba.
El establishment israelí los leía y de hecho
los cerró y condenó a cuatro de nuestros activistas
judíos a ingresar en prisión por pertenecer al
Frente Democrático para la Liberación de Palestina
(FDLP). De hecho, manteníamos una conexión estrecha
con los líderes de la Intifada. Un vínculo ideológico
de estas características, que fuera más allá
de las barreras étnicas, es difícilmente imaginable
hoy en día.
En su obra titulada The Intifada (Jerusalén:
Schocken, 1990), Ze´ev Schiff y Ehud Ya´ari titularon
uno de los capítulos "La sorpresa". Ni el Shin
Bet (los Servicios de Seguridad israelíes) ni la Administración
Civil podían haber imaginado que el pueblo palestino se
rebelaría, a pesar del exhaustivo control que mantenían
sobre los TTOO y de que sabían cómo aprovecharse
de los puntos débiles de las familias palestinas. Schiff
y Ya´ari describen un panfleto distribuido por la Administración
Civil unos meses antes del levantamiento. Con ocasión
del 20 aniversario de la guerra de 1967, la fotografía
de la portada mostraba un campo de trigo dorado. En el interior
había fotografías de hospitales y lugares de diversión
para los niños. ¡Ilustrado régimen de ocupación,
sin duda! Las autoridades israelíes se dejaron engañar
por su propia propaganda: cuando las protestas dieron comienzo,
pensaron que todo se acabaría en cuestión de días.
La Intifada estalló en la noche del 8 de diciembre
de 1987, en el campamento de refugiados de Yabalia (Gaza). En
cualquier otro momento, la causa inmediata que provocó
su estallido habría quedado como un incidente aislado
más. Un conductor de un camión israelí descuidado
provocó un accidente en el que murieron cuatro trabajadores.
Después de 20 años de ocupación, el incidente
fue la chispa. Después de los funerales, al anochecer,
la multitud empezó a atacar los puestos militares situados
en el campamento. El comandante de la zona declaró: "No
es nada. No los conoces. Se irán a la cama y mañana
se presentarán a trabajar" (citado en Schiff y Ya´ari,
pág. 13). En aquel entonces, Isaac Rabin era Ministro
de Defensa en el gobierno de unidad nacional formado con el Likud.
Rabin tenía programada una visita de dos semanas de duración
a EEUU que daría comienzo el 10 de diciembre. No se molestó
en cancelar la gira, a pesar de que cuando se marchó las
protestas ya se habían extendido por toda la Franja. Estuvo
fuera las dos semanas enteras.
La Intifada también pilló por sorpresa a los
líderes de la OLP que en aquel entonces estaban en Túnez,
tras haber sido expulsados de Líbano en 1982. El liderazgo
de la OLP había sido incapaz de entender lo difícil
que era la vida en los Territorios. Pero los hechos eran lo suficientemente
claros para cualquiera que quisiera verlos. Nuestros dos diarios
no habían dejado de repetir que el estallido era inminente.
Habíamos informado de las detenciones masivas y las deportaciones,
del arresto de activistas sin cargos ni juicio. Describimos el
maltrato a niños en el campamento de Balata cerca de Nablus.
Transmitimos, en definitiva, la opinión cotidiana de la
gente que más tarde se echaría a la calle. La opresión
israelí provocaba resistencia, pero a la OLP no le interesaba
dirigir a la gente hacia una revuelta cívica.
Existía aún otra razón que explicaba
la falta de preparación de la OLP. Desde que fuera expulsada
de Túnez, el epicentro de la lucha palestina había
pasado a estar en los TTOO. Allí, desde mediados de los
ochenta, comenzó a emerger un nuevo liderazgo salido de
entre la gente. La OLP, en Túnez, se negó a aceptar
este cambio. En lugar de ver el nuevo potencial que emergía
para la lucha, la OLP lo veía con suspicacia. Le preocupaban
las luchas intestinas en los campamentos de refugiados de Líbano.
Alejados de cualquier grupo significativo de población
palestina, el grupo de Túnez se hundió en una vida
de inacción y lujo.
La Intifada de 1987: una revolución
popular
Son cuatro los factores que nos permiten hablar de la primera
Intifada como una revolución.
1. La Intifada destruyó el aparato de la Ocupación
israelí, que nunca ha conseguido recuperarse. Aún
hoy, Israel no está dispuesta a hacerse cargo, nuevamente,
de la administración completa de los Territorios.
2. Los primeros en levantarse fueron aquellos que "no
contaban": trabajadores, mujeres y jóvenes.
3. La Intifada alimentó un tipo liderazgo local que hundía
sus raíces en el pueblo, frente al modelo histórico
de la OLP.
4. La Intifada inauguró un periodo de conflictividad que
aún continua, si bien ahora lo hace bajo la forma de la
venganza por la venganza (por ejemplo, mediante acciones suicidas).
Israel nunca ha sido realmente capaz de recuperar el control
de la situación.
Para comprender el alcance del cambio que se ha producido
en la sociedad palestina desde diciembre de 1987, recordemos
cómo la gente describía su situación en
aquel entonces. Por ejemplo, leemos en Schiff y Yaari que
"En tan sólo un mes, Israel había perdido
el control sobre la población palestina. La Administración
militar había perdido las riendas... Los instrumentos
de los que se servía la Ocupación ya no eran útiles,
y no era posible recomponerlos mediante la fuerza. La costumbre
de rendirse, la obediente deferencia ante los caprichos de quien
estaba al mando, todo se vino abajo con la revuelta. Se trataba
de un giro psicológico radical para un público
que había descubierto de lo que era capaz y cómo
podía explotar los puntos débiles de su enemigo."
(Ob. cit., pág. 102)
"Fue un tiempo en el que los pobres de las ciudades se levantaron
para imponer su autoridad sobre las barriadas ricas. Desde el
principio, la Intifada adoptó la forma de una revuelta
social; es decir, no se trataba únicamente de resistir
frente al control israelí, sino también frente
a la elite local. En esta atmósfera de rebelión,
los trabajadores temporales de los huertos se impusieron sobre
sus dueños. Los alumnos obligaban a sus maestros a acudir
con ellos a las manifestaciones. Las mujeres dejaban los hornos
sin pedir permiso a sus maridos. Las convenciones sociales tradicionales
se hicieron pedazos; el viejo sistema de estratificación
social fue violentado. Las masas de "los que no cuenta para
nada" se convirtieron, de repente, en la fuerza dominante
que llevaba la voz cantante." (Ibid., p. 108.)
¿Cómo interpretaron los palestinos la Intifada?
Después de que el gobierno israelí clausurase Dérej
Hanitzotz, comenzamos a publicar ejemplares ocasionales.
Uno de ellos fue publicado bajo el título de "Los
palestinos hablan sobre la Intifada." Se incluía
una entrevista con Aya, del campamento de al-Xati y 17 años
de edad. En aquel entonces, le pregunté a Aya, "¿cómo
ha cambiado la gente?". Su respuesta fue:
"Antes, por ejemplo, los trabajadores únicamente
pensaban en cómo entrar en Israel y traer un sueldo a
casa. Únicamente pensaban en sus familias. Hoy, ya no
van a Israel a servir a los judíos. Se quedan aquí
con nosotros para manifestarse. Las mujeres ya no se pasan el
día en la cocina. También participan en las manifestaciones,
cuidan a los heridos. Los estudiantes han dejado de ir todos
los días al colegio. Ahora hablan más, organizan
reuniones. Las diferencias entre la gente se han desvanecido.
Antes, podía decir en qué se diferenciaban una
chica de un campamento de una chica de ciudad. Las chicas de
ciudad estaban mimadas. No pensaban en nadie más que en
sí mismas. Ahora todo ha cambiado. No se discrimina entre
hombre y mujer, niño y adulto. Todo el mundo tiene que
permanecer unido, manifestarse y ayudarse mutuamente. Incluso
la policía y los trabajadores de la Administración
Civil han dejado sus puestos para ayudarnos." (cit. en "Los
palestinos hablan acerca del levantamiento y la paz", publicación
especial de Hanitztotz Publishing House, abril de 1988,
pág. 12, en hebreo).
Los líderes de la primera
Intifada
La Historia ha conocido muchos levantamientos populares que no
llegaron a transformarse en revoluciones. Para durar y desarrollarse,
la primera Intifada necesitaba líderes. Aparecieron (y
esto es significativo) un mes después de que comenzase
el levantamiento. Puesto que desde Túnez no salían
líderes, ¿de dónde vinieron?
Los líderes locales eran miembros de la OLP que formaban
parte de movimientos populares en los TTOO (organizaciones estudiantiles,
sindicatos, y organizaciones de mujeres), así como presos.
El noventa por ciento de los líderes pasaron por el crisol
de las cárceles israelíes durante los ochenta.
La cárcel fue su escuela, educando a los cuadros en el
sacrificio. Enseñó a los presos acerca de experiencias
revolucionarias en otras partes del mundo. Las pautas de comportamiento
que se establecían en las prisiones (por ejemplo, el respeto
hacia otras tendencias políticas), fueron cruciales para
los futuros líderes de la Intifada (véase Schiff
y Yaari, pág. 197).
Los líderes hicieron su primera aparición en
forma de manifiestos que aparecían numerados y que se
convirtieron en el motor de la Intifada. Los primeros manifiestos
se originaron en algunas ramas locales del FDLP y Fatah, ambas
integrantes de la OLP.
Un sindicalista del FDLP llamado Muhammad Labadi escribió
el primer manifiesto titulado "No silenciarán la
voz de la Intifada". En él, se hacía un llamamiento
a una huelga general de tres días a mediados de enero
de 1988. En aquel momento, Fatah estaba a punto de emitir su
propio manifiesto. En vista de esto, los líderes de ambos
grupos se reunieron junto con otros activistas del FPLP (Frente
Popular para la Liberación de Palestina) y del Partido
Comunista. Juntos, establecieron un liderazgo clandestino que
se conocería como el Mando Nacional Unificado.
Fuera de este pequeño círculo, nadie sabía
quién escribía los manifiestos. Los líderes
adoptaban las decisiones por consenso, sin favorecer a ninguna
organización en particular. Entendían que su labor
era la de guiar al pueblo. El anonimato de los líderes
casaba con el espíritu de la Intifada, que realzaba la
importancia de la gente de la calle. Se ponía fin así
a la forma de liderazgo tradicional de las familias de notables:
los Husseini, los Nashashibi y otros. Cuando Israel finalmente
golpeó al Mando Nacional Unificado (MNU) en abril,
deportó a sus líderes, pero otros les sustituyeron
inmediatamente. Los manifiestos siguieron publicándose
[2].
Me gustaría resaltar una característica importante
de este liderazgo. De manera muy democrática, eran la
expresión de las posiciones de las diferentes facciones
de la OLP, al tiempo que se mantenían en contacto con
el sentir generalizado de la calle. Los líderes se preocuparon,
por ejemplo, de no sobrecargar a la gente con demasiadas huelgas
generales. Prestaron mucha atención a los nuevos métodos
de resistencia civil. Corrigieron los manifiestos carentes de
realismo. Por ejemplo, desde el principio prohibieron la compra
de productos israelíes. Sin embargo, pronto se evidenció
que la gente era llana y sencillamente incapaz de obedecer una
orden así. El liderazgo decidió entonces limitar
el boicot a los productos que no se encontraran en los TTOO.
Se dialogaba con los profesores de las universidades palestinas.
Muchas de sus sugerencias fueron aceptadas. Se concedió
una gran importancia al movimiento de los presos y a la solidaridad
para con sus familias. Además del liderazgo clandestino,
había otros líderes que trabajaban sobre el terreno,
organizados en "comités populares". Estos últimos
se encargaban de poner en práctica los requerimientos
contenidos en los manifiestos. Se encargaban de movilizar a los
pueblos y campamentos formando "comités de acción".
A continuación estaban los denominados "comités
de choque", cuya tarea era la de retar a las fuerzas armadas
israelíes.
En este punto, sin embargo, he de resaltar otro aspecto: los
líderes comprendieron que, para implicar a la gente, debían
evitar la lucha armada. Al principio, la OLP se opuso a esta
restricción, pero la cuestión terminó decidiéndose
sobre el terreno. Una de las historias más célebres
en este sentido es la de una manifestación que tuvo lugar
en uno de los campamentos de refugiados. Un arma israelí
cayó en manos de los manifestantes. En lugar de cogerla,
uno de ellos llamó al desventurado soldado y le devolvió
el arma, como queriendo decir, "¿Ves? ¡Somos
más fuertes que vosotros!" El resto de manifestantes
le vitoreó.
Como cualquier revolución verdadera, la primera Intifada
produjo un aparato directivo único en su especie. Un fenómeno
que nos recuerda que no hay recetas, porque cada revolución
merecedora de tal nombre debe producir sus propias estructuras.
En vista de los acontecimientos que se sucedieron después,
deberíamos mencionar el posicionamiento de las organizaciones
islamistas. Si bien no fueron las que llevaron la voz cantante,
la primera Intifada marcó su entrada en el escenario político
nacional palestino. Hasta aquel momento, no habían formado
parte del mismo. Su objetivo era la vuelta a un imperio islámico.
El jeque Ahmed Yasin, líder de Hamas, no quería
involucrarse en la primera Intifada, prefiriendo la caridad y
los rezos. Según Schiff y Yaari, Yasin se vio obligado
a cambiar su postura por la presión de los militantes.
Fue entonces cuando Hamas comenzó a publicar sus propios
manifiestos, pero sin formar parte del MNU.
Los objetivos de la primera Intifada
Los artífices de la primera Intifada no se engañaron.
No pensaron, "conseguiremos la independencia en tal o cual
fecha". Evitaron marcarse objetivos carentes de realismo.
Como primer objetivo se marcaron hacer de la ocupación
algo insostenible; es decir, crear una situación en la
que la Administración Civil israelí ya no pudiera
controlar los Territorios. También tuvieron en cuenta
el hecho de que la Intifada oscilaría. La cuestión
económica era fundamental. Incluso George Habash, líder
del FPLP, formuló la siguiente pregunta: "¿Qué
pasaría si cientos de miles de trabajadores palestinos
dejan de trabajar en Israel? La OLP tendría entonces que
darles al menos 10 millones de dólares mensuales."
(Schiff y Yaari, pág. 270).
Como solución al conflicto, los líderes de la
Intifada tenían una visión de un Estado palestino
que se establecería sobre los territorios conquistados
por Israel en 1967. Sobre esa base, trataron de ganarse aliados
en todo el mundo. Por ejemplo, y contrastando con los manifiestos
de Hamas, los manifiestos del MNU se abstuvieron de caer en cualquier
forma de antisemitismo. En lugar de ello, pidieron una alianza
con las fuerzas de la izquierda israelí. En el terreno
diplomático, concedieron gran importancia a la Unión
Soviética. A medida que la revuelta fuera creciendo, pensaron,
tendrían que persuadir a la comunidad internacional de
que aceptara las exigencias palestinas.
Los editores de Dérej Hanitztotz también
veíamos el desarrollo de la Intifada con optimismo. Por
ejemplo, el 28 de febrero de 1988 Yacov Ben Efrat escribía:
"El levantamiento ha entrado en su tercer mes, y los medios
para seguir luchando seguirán desarrollándose hasta
que el control israelí se vuelva del todo imposible. Entonces,
se empezará a hablar de soluciones políticas que
sean convenientes para las exigencias palestinas. Soluciones
que a su vez provocarán una discusión sobre el
camino a seguir, conducente a una resolución verdadera
del problema basada en el reconocimiento de la OLP y el derecho
del pueblo palestino a establecer su propio Estado independiente."
La OLP en Túnez no se quedó de brazos cruzados.
Schiff y Yaari intentan ofrecer una descripción del temor
de la OLP ante los líderes "del interior" y
cómo intentó ponerles la zancadilla. No cabe duda
de que hay algo de cierto en esta acusación, si bien los
autores israelíes han tratado de imponer su propio marco
teórico sobre una realidad mucho más compleja.
A las corrientes conservadores de la OLP, y especialmente
a Fatah, les preocupaban de hecho los poco convencionales modelos
de comportamiento y liderazgo que se estaban desarrollando en
los TTOO. La gente de Túnez veía en ellos modelos
ajenos a los que se daban en el mundo árabe, y muy especialmente
a lo que ellos creían que debía ser el futuro Estado
palestino. Hacía tiempo que habían dejado de pensar
en términos de revolución. La Intifada constituía
una amenaza para los regímenes árabes con los que
esas corrientes mantenían vínculos. Sin embargo,
esta era una guerra de supervivencia hacia la cual se vieron
literalmente empujados. El 4 de abril de 1988, en Túnez,
comandos israelíes asesinaron al número dos de
la OLP, Jalil al-Wazir, más conocido como Abu Yihad. El
mensaje estaba claro: "¡Adiós, OLP!" En
respuesta al asesinato, el grupo de Túnez intentó
utilizar la Intifada para recuperar el protagonismo en la escena
internacional.
Sin embargo, Fatah estaba limitada por la presencia dentro
de la OLP de dos organizaciones izquierdistas: el FDLP y el FPLP.
Cuanto más populares se hacían éstas en
los Territorios, menos queridas eran en Túnez.
Todos estos eran sin embargo factores que terminaron debilitando
a la izquierda palestina. Para empezar, Israel detuvo a cientos
de sus líderes y militantes. Además, la situación
económica en los TTOO no dejaba de empeorar a pasos agigantados,
y el eje Fatah-Túnez era capaz de alimentar la dependencia
económica de los cuadros izquierdistas de los TTOO.
Otro de los momentos decisivos tuvo como protagonista a Yaser
Abed Rabbo, número dos del FDLP y hoy Ministro de Cultura
en la AP y uno de los más importantes colaboradores de
Arafat. Como ya hemos mencionado, el FDLP había estado
a la vanguardia de la Intifada. Arafat se las arregló
para que Abed Rabbo formase un nuevo grupo, Fida. Abed Rabbo
se llevó consigo a algunos de los más experimentados
cuadros de mando de los TTOO. Más tarde, Fida se convirtió
en parte integrante de la AP y sus miembros recibieron cargos
en el nuevo régimen.
Es cierto, pues, que la OLP utilizó la Intifada para
reforzarse políticamente, pero también es cierto
que la gente del interior era demasiado débil o
carecía de la suficiente experiencia como para poder ir
"por libre" (con la excepción de Faisal Husseini,
un líder verdaderamente independiente). Los hilos estaban
en manos de la OLP en Túnez, y eso terminó siendo
un factor decisivo. A medida que se acercaba 1989, comenzaron
a vislumbrarse signos de que la Intifada se iba erosionando.
La escena diplomática también registró
mucha actividad. EEUU, a través de su Secretario de Estado
George Schultz, intentó presentar un programa según
el cual la OLP, Siria y la Unión Soviética quedarían
fuera del marco de una solución definitiva. El plan fue
recibido con tales muestras de oposición que el 31 de
julio de 1988 el rey Hussein de Jordania renunció a cualquier
reclamación jordana sobre los TTOO, creando así
un vacío formal que pudieran llenar los palestinos.
Israel se enfrentaba a tres opciones:
1. Mantener un régimen de ocupación directa.
2. Encontrar líderes locales que estuvieran dispuestos
a dirigir los TTOO en su lugar.
3. Negociar con la OLP.
Israel ya había fracasado con la primera opción.
Había intentado lo segundo antes de y durante la Intifada,
así como durante la Conferencia de Madrid de 1991-92,
sin resultados. Así pues, se decidió por la tercera
opción. La fórmula finalmente adoptada por Israel
(a saber, los acuerdos de Oslo), ha llevado al país al
caos en el que hoy se encuentra. Israel inició las conversaciones
con la OLP con el único propósito de neutralizarla
y transformarla en una mutación de tipo dictatorial conocida
como Autoridad Palestina (AP).
La Intifada, una revolución única en su especie
en los anales de Oriente Medio, acabó de mala manera.
Pero este hecho no anula sus logros, a saber:
1. En tanto que revolución, la Intifada se convirtió
en parte de la memoria colectiva del pueblo palestino.
2. La renuncia de Jordania a sus reivindicaciones sobre los
TTOO puso fin a los intentos de dejar a un lado a la OLP.
3. Israel comprendió que no podía seguir gobernando
los TTOO tal y como lo había hecho durante los veinte
años anteriores.
4. La fuerza moral de la Intifada inspiró una enorme
simpatía hacia la causa palestina en el mundo entero.
Por primera vez los palestinos fueron capaces de borrar esa doble
imagen de víctimas y terroristas.
5. La Intifada consiguió recabar un apoyo sin precedentes
para el pueblo palestino dentro del propio Israel. Ratz (ahora
parte de Meretz), por ejemplo, cambió su programa electoral.
Anteriormente, había apoyado una confederación
jordano-palestina. Después, reconoció a la OLP
y pidió abiertamente el establecimiento de un Estado palestino
independiente.
La Intifada de septiembre de 2000:
la 'antirrevolución'
La violencia que estalló en septiembre de 2000 (y que
aún hoy continúa) tiene muy poco en común
con la Intifada de hace trece años. Retrospectivamente,
es posible argumentar que nunca ha tenido las condiciones necesarias
para convertirse en una verdadera Intifada.
1. Sus objetivos son contradictorios y difieren de los del
pueblo.
2. No existe un liderazgo revolucionario.
3. La atención se centra en la lucha armada, que incluye
acciones suicidas contra civiles.
Esta segunda Intifada estalló en el lóbrego
contexto de siete años de gobierno conjunto palestino-israelí.
Cuando la AP se estableció en los Territorios en 1994,
la euforia fue rápidamente sustituida por un estado de
conmoción. Pronto se hizo evidente que la recién
llegada no era la OLP liberadora, sino un espectro replicante
de los regímenes árabes de la región. Los
Territorios no estaban listos para un régimen como ese.
Los antiguos líderes de la primera Intifada hicieron malabares
para encajar en el nuevo aparato; las bases pasaron a formar
parte de los cuerpos de seguridad, mientras que los dirigentes
de más importancia ocupaban las posiciones más
elevadas dentro del régimen. Fuera de ese círculo
quedó un grupo de militantes de base resentidos que más
adelante se unirían bajo la batuta de Marwan Barghouthi.
A la segunda Intifada se llegó tras largos años
de agotamiento político tras estériles negociaciones
con Israel. El nivel de vida se hundió. Llana y sencillamente,
no existía un sistema legal. Arafat inició un reinado
de terrorismo político. Sólo hubo un intento aislado
en el ámbito laico de organizar una protesta pública:
el denominado Manifiesto de los Veinte, publicado el 27 de noviembre
de 1999. Allí se criticaba la corrupción de la
AP y su colaboracionismo con Israel. Pero el manifiesto no recibió
demasiados apoyos y fue rápidamente silenciado.
La primera Intifada había tomado a Israel por sorpresa,
pero la segunda encontró al país preparado. En
una entrevista televisada el 31 de mayo de 2002, el general Isaac
Eitan (a cargo del sector central) subrayó este último
punto. Eitan se refirió a las protestas de 1996, cuando
los palestinos protestaron contra la apertura de un túnel
por parte de Israel bajo el Muro de las Lamentaciones; en el
transcurso de los enfrentamientos en los controles de carretera,
el personal de la AP disparó por primera vez contra soldados
israelíes). Desde entonces, aseguró Eitan, el Ejército
israelí se había venido preparando para cualquier
posible escenario.
Israel ha seguido atentamente las dificultades que tenía
Arafat para controlar a la oposición. Israel le ha puesto
a prueba a él, y no a Hamas, día tras día.
La principal preocupación de Israel, desde la primera
Intifada, ha quedado formulada en la siguiente pregunta: ¿quién
puede controlar los Territorios por nosotros?
La ira del pueblo palestino se ha desatado tanto contra Israel
como contra la AP. Sin embargo, no existe un liderazgo legitimado
por el pueblo que luche contra los socios de Oslo en busca de
una alternativa.
El liderazgo de la segunda Intifada puede dividirse en tres,
tanto en su composición como en sus objetivos, pero ninguno
de esos objetivos responde a las necesidades de la gente.
1. Por un lado, la AP se vio arrastrada por fuerza a participar
en la Intifada. Intentó presentarse ante la gente como
un movimiento de liberación, al tiempo que intentaba satisfacer
las exigencias de EEUU e Israel según lo dispuesto en
Oslo. La AP animó a la gente a enfrentarse con el Ejército,
pero mantuvo a sus fuerzas fuera de las refriegas. Jugaba así
con dos barajas, como si realmente fuera posible comportarse
como un movimiento de liberación nacional y un "Estado"
responsable.
2. El Tanzim (literalmente, "organización"),
que había pasado inadvertido durante el periodo de Oslo,
se convirtió en el protagonista de la segunda Intifada.
Frente a la AP, que simplemente quería sobrevivir, los
miembros del Tanzim utilizaron la Intifada para ganar posiciones
de importancia de cara a cualquier acuerdo futuro. Resentidos
por su exclusión en el pasado, explotaron la ira de la
gente contra la AP y la Ocupación para perseguir sus propios
intereses. Por supuesto, no revelaron cuáles eran sus
objetivos. Más bien hablaban de objetivos esenciales,
de "una lucha por sacar hasta el último soldado de
los Territorios." Y aún así, la gente prácticamente
no les ha creído. Por ello, y en ausencia de ideas revolucionarias,
no han sido capaces de iniciar una Intifada popular. En lugar
de eso, prefirieron ganar en popularidad mediante la lucha
armada. En su búsqueda de mayor prestigio y una mejor
posición, los líderes del Tanzim se vieron empujados
hacia una competición con Hamas. Adoptaron la estrategia
de los atentados suicidas, con el objeto de ganarse el favor
de la opinión pública. Todo ello contrasta notablemente
con la primera Intifada, donde no existía esa necesidad
de ganarse a la gente porque la Intifada ya era la gente.
3. Las organizaciones islámicas llegaron a esta Intifada
después de varios años en los que su influencia
sobre la sociedad palestina había aumentado vertiginosamente.
De ahí el nombre de "Intifada de Al-Aqsa". Éste
ha sido un levantamiento contra los judíos, no
contra la Ocupación. El objetivo ha sido el de sembrar
el terror y el miedo en los corazones de los judíos hasta
que, de algún modo, desaparezcan. Para lograr este objetivo,
se consideró que todos los métodos eran legítimos.
Los islamistas han exagerado la idea del suicidio hasta convertirla
en una engañosa estrategia de liberación.
Aún así, los islamistas no han ofrecido ningún
tipo de alternativa política. Han dejado a la gente sin
los instrumentos necesarios para arreglárselas frente
al poderío israelí. No tuvieron en cuenta que vivimos
e un mundo traumatizado por el 11 de septiembre. No estaban preparados
para encajar el giro tan radical que los Estados árabes
y musulmanes (como por ejemplo Arabia Saudí y Paquistán)
dieron como resultado de la nueva situación.
En cuanto a la izquierda palestina, que había sido
la vanguardia de la primera Intifada; pequeña y carente
de eficacia, ha sido arrastrada tanto por Fatah como por los
islamistas.
La gente no confía en ninguno de los tres bloques.
Si bien a veces puede parecer que su ira se dirige contra la
ocupación, no nos sorprendería que las protestas
espontáneas comenzaran a surgir contra la AP (protestas
que, por otra parte, ya están comenzando en Gaza). Sin
embargo, sin un programa o un liderazgo apropiados, no serán
eficaces.
La segunda Intifada ha sido más exitosa que la primera
en un sentido: ha trastornado la economía de Israel, si
bien hay que decir que lo ha hecho en el contexto de unas condiciones
globales determinadas. Pero aún así, no ha ofrecido
a la gente elementos con los que poder negociar. Más bien,
al contrario. La cuestión palestina, que había
alcanzado relevancia cuando Jordania se retiró en 1988,
está ahora en otras manos en el Mundo Árabe: Egipto
y Arabia Saudí. La AP ha sido totalmente erradicada en
sus funciones gubernativas. Todavía existe nominalmente,
pero sigue existiendo llana y sencillamente porque ninguna otra
entidad puede ocupar aún el vacío que dejaría.
El pueblo palestino sale de esta segunda Intifada más
pobre y arruinado y con menos esperanza que nunca.
El espíritu de la primera Intifada fue revolucionario;
la primera Intifada pasará a la historia como una lucha
heroica y dotada de fuerza moral. La segunda lo hará como
un gran fiasco en el que diversas fuerzas políticas se
han aprovechado de la sangre de los jóvenes palestinos
para conseguir sus objetivos.
Y aún con todo, la tarea a la que ha tenido que hacer
frente el pueblo palestino durante esta segunda Intifada sigue
pendiente: quitarse de encima a un liderazgo corrupto y empezar
a construir una infraestructura realista y revolucionaria que
ofrezca soluciones a la cuestión nacional. Aún
cuando de entre el pueblo surjan fuerzas renovadas, no serán
capaces de retomar la tarea donde la dejó la primera Intifada.
La Unión Soviética y el bloque socialista, principales
sustentadores de los pueblos del Tercer Mundo, han desaparecido.
El mundo se ha transformado radicalmente. Los problemas nacionales
ya no pueden resolverse separados de los problemas económicos
globales.
¿Cuáles serán, entonces, los métodos
y objetivos de la tercera Intifada? Algo está claro: el
pueblo palestino nunca dará por perdido su derecho a la
independencia ni a vivir dignamente en su tierra.
Notas:
1. Este artículo se
basa en una conferencia pronunciada en un ciclo organizado por
la Organización para la Acción Democrática
(ODA, en sus siglas en inglés), celebrado en Galilea entre
los días 13 y 15 y de junio de 2002. El seminario analizó
desde una perspectiva marxista cuestiones de actualidad.
2. Los comunicados del MNU fueron publicados por la editorial
Txalaparta (Tafalla, Navarra) en edición preparada por
el Comité de Solidaridad con la Causa Árabe. [Nota
de CSCAweb]
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