Crónica desde Bagdad
El 'tapón'
de la economía iraquí
Pedro Rojo *
30 de mayo de 2003, CSCAweb (www.nodo50.org/csca)
"También habrá
que comprobar qué aceptación tienen los proyectos
'dorados' que suenan para este país dentro del más
estricto marco del librecambio imperante dentro de la idiosincrasia
de los iraquíes. Es cierto que tienen materias primas,
personal cualificado, que dispondrán de capital pero ¿se
dejarán arrastrar los iraquíes a la vorágine
del 'pez gordo se come al chico'? ¿Cómo explicarle
a un analista de mercados que en el Iraq posbélico cualquier
taxista con el que intercambies un par de frases por el camino
se niegue en primera instancia a aceptar el pago de la carrera?
¿O cómo sigue siendo imposible pagar un té
en ningún café de Bagdad? ¿Logrará
el Imperio aplastar y erradicar el espíritu generoso de
los iraquíes?"
Las
promesas de las fuerzas de ocupación sobre el pago de
los salarios y las ayudas salpican a diario los recién
estrenados periódicos iraquíes -eso sí,
cada vez en lugares menos destacados, y es que las promesas incumplidas
a este respecto son numerosas. El más flagrante de estos
incumplimientos fue la proclama oficial, hecha hace quince días,
de que se pagarían entre 300.000 y 900.000 dinares (300
y 900 dólares) como sueldo a los militares. No sólo
no se les ha pagado nada, sino que el representante civil de
la ocupación, Paul Bremer, decidió la semana pasada
disolver el ejército y los ministerios de Información
y e Interior, con lo que 400.000 personas con sus familias perderán
su fuente de ingresos. Un oficial afectado resumió perfectamente
esta decisión en una entrevista concedida a la cadena
de televisión qatarí al- Yazera: "[Los
ocupantes] están intentando criminalizarnos por defender
nuestro país de una invasión".
Pero este no es un caso aislado, varios cuerpos del Estado
han recibido promesas similares (entre 100.000 y 300.000 dinares
mensuales), pero hasta ahora los únicos a los que se les
ha entregado dinero en estos dos meses de ocupación son
los aproximadamente 50.000 beneficiados de la ayuda de emergencia
de 20 dólares o los jubilados del Estado, a los que se
les entrega con cuentagotas una ayuda de 40 dólares. Los
funcionarios iraquíes (cerca de tres millones) son uno
de los pilares de la economía iraquí y, por lo
tanto, uno de los grandes problema de las autoridades de ocupación,
que ya han declarado su intención de dirigir a Iraq hacia
el "buen camino" de la liberalización económica,
acabando con años de prácticas insanas como
el control de precios, las subvenciones de artículos y
alimentos de primera necesidad o el trabajo público.
Pero, a pesar de tener muy claros los principios que deben
regir su política, es bochornoso ver como carecen de una
planificación para ejecutarlos y se dedican a tomar medidas
coyunturales a la espera de la aplicación de una estrategia
coherente que les sirva para alcanzar los objetivos planteados.
La salomónica decisión de disolver el ejército
y dos ministerios -así como criminalizar al casi millón
de afiliados del partido Ba'az- no es sino una confirmación
de esta situación. A pesar de los años que llevan
persiguiendo a Iraq, los miles de millones de dólares
malgastados en inteligencia, los cientos de agentes infiltrados
en el país antes de la ocupación, más los
dos meses de control del país no han sido capaces de trillar
en estas estructuras a los funcionarios políticos (se
calcula que un 25% del total) de los funcionarios meramente técnicos.
Decisión estratégica
El tema de pagar o no los sueldos de los funcionarios es una
decisión estratégica mayor de las fuerzas de ocupación.
Todos los pagos que han hecho en este sentido se han realizado
en forma de ayuda, nunca en concepto de pensiones o sueldos
atrasados (en el mejor de los casos el último sueldo que
se cobró fue el de marzo). Y es que una vez que las autoridades
de ocupación reconozcan que son las responsables de pagarlos
será una carga mensual ineludible. Según diversas
fuentes, habría suficientes reservas en los bancos iraquíes
para pagar los sueldos atrasados, pero nadie quiere dar la orden
y prefieren ir desembolsando lentamente pequeñas cantidades
de dólares para que la situación no estalle (diversas
fuentes aseguran que los iraquíes empezarán a tener
problemas de liquidez y de víveres de forma generalizada
a finales de junio). Hay quien dice que todo esto forma parte
de una estrategia para dolarizar la economía iraquí.
No parece probable. Dolarizar una economía del tamaño
de la iraquí, amén de ser políticamente
y popularmente difícil de digerir para los partidos políticos
iraquíes que han llegado con los tanques estadounidenses,
significaría tener que respaldarla con la propia economía
estadounidense, riesgo que se antoja innecesario, ya que poseen
otros medios para hacerse con la economía iraquí,
más aún si se tiene en cuenta la enorme deuda que
arrastra Iraq desde la Guerra del Golfo. Sí tiene sentido,
por el contrario, pensar que se quiere familiarizar a los iraquíes
con el dólar e incluso que se use como moneda paralela
para algunos intercambios, pero no hasta el extremo de hacer
desaparece el dinar.
De momento se ha registrado un hecho atípico en situaciones
de posguerra que es la revalorización de la moneda local
frente a la de los ocupantes. La entrada masiva de dólares
en el mercado iraquí y la casi total ausencia de exportaciones
ha hecho que el billete verde pierda cerca de un 75% de su valor
anterior a la guerra. La caída más espectacular
se produjo en los días posteriores a que se empezase a
repartir la ayuda de 20 dólares. Al contrario de lo que
se esperaba, los iraquíes no usaron los billetes de dólar
para pagar sus compras diarias sino que acudieron rápidamente
a cambiarlos por moneda iraquí. Esta confianza en el dinar
o desapego al dólar devaluó un 50% la moneda estadounidense
en apenas tres días (de 2.000 a 1.000 dinares el dólar),
lo que significa una pérdida de la mitad de la capacidad
adquisitiva de todo aquél que recibe su sueldo en dólares.
Escalada de precios
A la pérdida de capacidad adquisitiva hay que sumar
la escalada de los precios de los alimentos y otros productos
básicos. Al desaparecer el Estado como distribuidor de
productos de primera necesidad, los precios se han multiplicado
hasta por 10 o, como en el caso de la gasolina, por 20, pasando
de 12,5 dinares el litro a 250 dinares. El hecho de repartir
los productos básicos mediante cartillas de abastecimiento
tenía un doble efecto: por una parte se aseguraba que
toda la población tuviese acceso a estos productos y,
por otra, al estar esta demanda moderadamente cubierta los precios
de estas mercancías se mantenían razonables. Ahora,
al mandar una ley de la oferta y la demanda en un sistema que
no sólo no está preparado para ella sino que dependía
de unos principios radicalmente opuestos, se ha generado la actual
escalada de precios.
La lentitud con la que se están entregando las nuevas
ayudas (50 dólares a los funcionarios que no hubiesen
recibido nada, 30 a los que ya hubiesen recibido 20 y 40 a los
funcionarios jubilados) podría entenderse desde dos puntos
de vista: se está intentando evitar otro fuerte repunte
del dinar, como ocurrió al entrar de golpe en el mercado
las ayudas de 20 dólares; y, por otra parte, se estaría
dando tiempo al mercado de productos básicos para que
ajuste los precios a la nueva realidad cambiaria. Esta segunda
premisa no está sucediendo en absoluto porque el dinero
que circula es fruto del consumo interno que sigue estando basado
en el dinar iraquí, siendo la aceptación de dólar
como moneda de uso corriente marginal y, por lo tanto, limitándose
a ser una fuente de ingresos. No hay que olvidar que el hecho
de que el dinar iraquí no se haya desplomado y siga siendo
la moneda de uso corriente ha evitado a las fuerzas de ocupación
el tener que tomar una decisión trascendental: acelerar
la creación de una nueva moneda iraquí, con los
problemas técnicos y políticos que ello conllevaría,
o la dolarización de la economía que, como hemos
dicho antes, se antoja un riesgo económico y político
difícil de asumir, ni siquiera por la primera potencia
mundial.
El futuro de los funcionarios
La decisión sobre el futuro de los funcionarios iraquíes
será vital en el desarrollo futuro del Iraq ocupado. La
entrada de nuevo de los productos del programa "petróleo
por alimentos" - bloqueados en improvisados aparcamientos
en el desierto jordano desde mediados de marzo- puede paliar
a corto plazo la precariedad de los iraquíes, pero si
realmente se quiere poner en marcha el país se tendrá
que aceptar que el pago a los funcionarios del Estado es ineludible.
También habrá que comprobar qué aceptación
tienen los proyectos dorados que suenan para este país
dentro del más estricto marco del librecambio imperante
dentro de la idiosincrasia de los iraquíes. Es cierto
que tienen materias primas, personal cualificado, que dispondrán
de capital pero ¿se dejarán arrastrar los iraquíes
a la vorágine del "pez gordo se come al chico"?
¿Cómo explicarle a un analista de mercados que
en el Iraq posbélico cualquier taxista con el que intercambies
un par de frases por el camino se niegue en primera instancia
a aceptar el pago de la carrera? ¿O cómo sigue
siendo imposible pagar un té en ningún café
de Bagdad? ¿Logrará el Imperio aplastar y erradicar
el espíritu generoso de los iraquíes?
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