Crónica desde Bagdad
Bagdad funciona
al margen de las fuerzas de ocupación
Pedro Rojo*
19 de mayo de 2003. CSCAweb (www.nodo50.org/csca)
"Bagdad ha cambiado.
La bulliciosa ciudad se ha transformado en un caos autogestionado.
Muy pocos bagdadíes tienen fe en las fuerzas de ocupación,
los más les acusan de indolencia y falta de interés.
La discusión sobre la ineficacia de las tropas de ocupación
es casi el tema único de las conversaciones".
Bagdad
ha cambiado. La bulliciosa ciudad se ha transformado en un caos
autogestionado. Muy pocos bagdadíes tienen fe en las fuerzas
de ocupación; los más les acusan de indolencia
y falta de interés. La discusión sobre la ineficacia
de las tropas de ocupación es casi el tema único
de las conversaciones. Casi todos los iraquíes con los
que hemos hablado en esta semana se alegran de que Sadam Husein
haya caído, pero ello no significa una aprobación
de la ocupación estadounidense. Los iraquíes siguen
defendiendo su país, no quieren ser ocupados, no creen
en las bonitas palabras que destila, entre interminables canciones,
la radio de las fuerzas anglo estadounidenses Nahua al Jurriya
("Hacia la Libertad"). "Eso, hacia la libertad...,
porque lo que se dice libertad todavía no la hemos visto",
se quejaba un ex funcionario reconvertido en taxista ocasional.
La falta de entusiasmo con la que el pueblo de Bagdad recibió
a las tropas libertadoras se entiende hablando con ellos.
Todos se quejan de que las todopoderosas tropas no puedan controlar
a las bandas de maleantes, que armados con kalashnicov
y granadas antitanque marcan el ritmo de esta ciudad por la que
ya no se puede pasear de noche por la orilla del Tigris, ni salir
a fumar un narguile a cualquier café mientras se juega
al domino, porque las calles se vacían horas antes de
que caiga la noche.
Teorías sobre la inacción
estadounidense
Las especulaciones sobre la falta de actuación de las
tropas estadounidenses giran en torno a tres teorías.
La primera apunta a la falta de interés por los asuntos
de los ciudadanos de a pie de los dirigentes estadounidenses;
la segunda defiende que los soldados tienen miedo de enfrentarse
a los bandidos y perder hombres en una guerra que no consideran
la suya; y, finalmente, se escucha la teoría de que la
laxitud con la que han actuado los responsables estadounidenses
en Bagdad es premeditada, puesto que han detectado el escaso
apoyo que genera su presencia y están asfixiando la situación
hasta el punto de que el pueblo iraquí acepte que se queden
al menos para que "restauren el orden", y de ahí
a la ocupación permanente (más o menos en la sombra)
solo hay un paso. El peligro para los estadounidenses estriba
en que la gente empiece a añorar, como ya comentan muchos,
la seguridad de la época de Sadam.
Desde la llegada del nuevo administrador designado por Washington,
Paul Bremer, se han tomado una serie de medidas de cara a la
galería, como asegurar que aumentarían el número
de patrullas conjuntas, lo cual no ha sucedido hasta ahora, a
no ser que patrullen de paisano, extremo harto difícil
ya que los militares estadounidenses no saben desplazarse por
la ciudad sino en medio de ostentosos despliegues de vehículos
militares. También han montado en sus motos a viejos guardias
de circulación desarmados que prefieren sentarse a beber
té en cualquier tienda antes que enfrentarse a los impresionantes
atascos que se forman en los cruces y en las zonas comerciales,
donde los chiringuitos y los puestos invaden la calzada. Siempre
tiene que ser algún espontáneo el que, con mayor
o menor éxito, intente poner un poco de orden cuando la
situación se enquista definitivamente.
Salir adelante
La forma de salir adelante de los bagdadíes no es mas
que otra expresión de su carácter especial. En
una situación de posguerra, donde los precios de los alimentos
y la gasolina se han multiplicado por diez, extraña que
no haya gente pidiendo dinero, a parte de unos pocos allá
donde se sabe existe una congregación de extranjeros.
Todo el mundo busca su manera de salir adelante. Los funcionarios
apenas tienen para víveres con los 20 dólares que
los afortunados han recibido de las fuerzas de ocupación,
el que puede vende en la calle las mercancías a las que
tiene acceso y que no paran de llegar desde la vecina Jordania;
quien tiene un coche o acceso a él sale a la calle a buscar
quien necesite una carrera; quien sabe idiomas trata de ser contratado
por los numerosos periodistas, miembros de ONG e instituciones
internacionales que abarrotan los hoteles antaño solo
ocupados por iraquíes y algún que otro extranjero.
La vida sigue en Bagdad: nadie espera a los estadounidenses.
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