Contra las teorías
conspiratorias de Washington
James Petras
24 de septiembre del 2001
(Traducción: CSCAweb)
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Después de los ataques contra el World Trade
Center y el Pentágono, los teóricos de la conspiración
han prosperado. Si bien en el pasado las teorías conspiratorias
tenían su origen en grupos marginales situados más
bien en las periferias del poder político, en el caso
que actualmente nos ocupa los conspiradores se encuentran en
las altas esferas de gobierno, en medios de comunicación
que cuentan con las mayores audiencias a nivel mundial, y entre
los más respetados académicos. Las teorías
conspiratorias enunciadas desde EEUU y Europa se extienden por
todo el planeta, y son repetidas por líderes, ilustres
personajes religiosos, y medios de comunicación por todo
Asia, África y América Latina.
La "conspiración", de acuerdo
con lo argumentado por sus máximos exponentes en EEUU,
es la de un entramado de conspiradores secretos islámicos
agrupados en torno a un líder fundamentalista, Osama Ben
Laden. [Según esta teoría], Ben Laden y sus seguidores
estarían organizados en torno a una red global terrorista,
, y estarían conspirando para derrocar a los gobiernos
occidentales y al-Qaeda establecer regímenes islámicos
en todo el mundo, comenzando con los ataques sobre el World Trade
Center y el Pentágono. Los formuladores de estas teorías
contra el fundamentalismo islámico no se basan sobre ninguna
evidencia concreta. Incluso la identificación de los terroristas
sospechosos ha empezado ya a ser cuestionada, por no hablar de
todo lo relativo a sus creencias políticas, sus afiliaciones
organizacionales y su conexión con redes internacionales.
Como ocurre con la mayoría de teorías conspiratorias,
las pruebas son las primeras en caer víctimas de las nociones
preconcebidas que cada uno tenga. Las bases sobre las que Washington
atribuye al fundamentalismo islámico en general y a Ben
Laden y al régimen talibán en particular los ataques
terroristas se fundamentan sobre generalizaciones extrapoladas
de incidentes previos ocurridos en otros contextos, así
como en nociones preconcebidas acerca de la capacidad, la política
y las actividades de los fundamentalistas islámicos.
Los formuladores de teorías conspiratorias
sacan sus conclusiones de la siguiente manera: Ben Laden en particular
y el fundamentalismo islámico en general se han visto
envueltos y han apoyado incidentes terroristas en el pasado.
Ambos son enemigos declarados de EEUU y de Occidente y han emitido
edictos llamando a la "guerra santa" contra Washington.
Ben Laden y sus seguidores dirigen una red clandestina internacional
(al-Qaeda). En consecuencia, y de acuerdo con los conspiradores,
esta caracterización general lleva a la conclusión
de que la red internacional de Ben Laden es responsable de los
ataques de Nueva York y Washington.
Esta lógica deductiva sería impecable
si no fuera porque carece de pruebas sobre las que asentarse.
Ninguno de los sospechosos identificados tiene las características
que se atribuyen a los seguidores más próximos
de Ben Laden, los talibán, o ningún otro grupo
fundamentalista islámico.
Los sospechosos clave no seguían ninguno de los preceptos
básicos del código de conducta islámico,
por no hablar ya de las prácticas austeras de Ben Laden
o los talibán. Según la BBC (22 de septiembre del
2001), a uno de los principales sospechosos, Ziad Jarrahi, "le
gustaba beber de vez en cuando, divertirse, era sociable, y nunca
expresó ningún sentimiento anti-norteamericano".
La familia de Ziad tiene un vídeo que muestra a Ziad bailando
en la boda de uno de sus primos en enero del 2001, bailando,
bebiendo, y recién afeitado. Otras informaciones previas
sobre los terroristas sospechosos les describen bebiendo en un
bar de Florida.
También según la BBC, "los 19
sospechosos del secuestro identificados por la BBC tenían
una procedencia similar en el Medio Oriente... Eran miembros
de una pequeña clase media capaz de pagar unos estudios
de calidad en países como Alemania y los Estados Unidos".
Ziad había pedido un préstamo de $2.000 a su familia
antes del ataque para pagarse el viaje. Aparentemente, el apoyo
familiar resultó ser mucho más importante que cualquier
red de financiación internacional vinculada a Ben Laden.
Todos estos hechos se contradicen con lo afirmado
por las teorías conspiratorias en todos y cada uno de
sus puntos fundamentales. En primer lugar, los sospechosos no
son musulmanes practicantes, y mucho menos fundamentalistas.
Beben, bailan, salen con chicas... se comportan en realidad como
cualquier persona de clase media laica de cualquier parte del
mundo. En segundo lugar están educados, son profesionales
de clase media, y frente a los seguidores terroristas de Ben
Laden y otros grupos islámicos o que reciben el apoyo
de los talibán, no eran pobres, semi-educados, ni eran
personas que hubieran crecido en barrios o pueblos o hubieran
sido adoctrinados por maestros de religión. En tercer
lugar, los sospechosos comparten una experiencia educativa común
en el mismo área geográfica: siete de los sospechosos
estudiaron en Hamburgo, la mayor parte de ellos en disciplinas
técnicas. No fueron reclutados en campos de refugiados
ni fueron adoctrinados en escuelas religiosas por maestros de
religión fundamentalistas.
Un estudio a fondo del perfil de los principales
sospechosos no encaja con ninguna de las especulaciones de los
conspiradores para justificar su guerra contra el "fundamentalismo
islámico", Ben Laden, al-Qaeda, o el régimen
talibán en Afganistán.
Las pruebas que existen sobre los terroristas sugieren
que los atacantes conformarían casi con toda probabilidad
un pequeño y cohesionado grupo independiente de personas
laicas y educadas, que probablemente se conocían personalmente
con anterioridad y durante un largo periodo de tiempo. La pertenencia
a este grupo se habría visto limitada a personas que se
conocieran entre sí durante mucho tiempo, sin ninguna
o escasa conexión con grupos terroristas, fundamentalistas
o de otro tipo. Estas características explicarían
los fallos de los servicios de inteligencia, puesto que los mencionados
servicios controlan y se infiltran en los grupos fundamentalistas.
Mientras algunos de los terroristas podía haber sido una
persona religiosa, lo más probable es que sus acciones
fuesen dirigidas por una ideología laica. La elección
de sus objetivos pone de manifiesto que su elección estuvo
basada en un análisis económico y político
de los centros de poder global económico y militar.
Es muy improbable que los talibán o Ben
Laden hayan podido planificar, dirigir, y llevar a cabo estas
acciones desde sus escondrijos en Afganistán, debido a
la precisión de detalles y la coordinación requeridas.
Es muy improbable que Iraq, Siria o Irán hayan tomado
parte en este tipo de acciones y con estos sospechosos sin ser
detectados, dado el alcance de los servicios de inteligencia
de EEUU, la UE y el Mossad.
Si la teoría de la conspiración es
tan endeble como parece y existe una teoría alternativa,
más plausible, sobre la existencia de un grupo autónomo,
pequeño, y muy localizado [responsable de los ataques],
¿por qué Washington prepara la guerra contra Afganistán
y otros países del Golfo y del Próximo Oriente?
Una hipótesis es que Washington, antes de los ataques
terroristas [subrayado en el original], estaría ya planeando
derrocar al régimen talibán y está utilizando
los ataques para justificar su política. Un alto oficial
paquistaní ha confirmado que en agosto del 2001 un oficial
estadounidense le contó que Washington planeaba eliminar
a los talibán a principios de octubre del 2001. La razón:
los talibán ofrecían sus bases para el entrenamiento
de militantes islámicos opuestos al poder de EEUU y su
presencia en el mundo islámico. Una segunda hipótesis
es la de que la movilización de guerra y las regulaciones
que la acompañan permitirá a Washington y a otros
países de la UE movilizar tropas de tierra para el combate,
acabando así con la oposición ciudadana a las guerras
sobre el terreno (el llamado "Síndrome de Vietnam").
Admitir que el ataque fue llevado a cabo por un pequeño
grupo autónomo de profesionales laicos sin conexión
alguna con redes internacionales y sin contar con el apoyo de
algún Estado, debilitaría la movilización
para la guerra y las políticas de intimidación
y fuerza que se utilizan para reafirmar el poder de EEUU en todo
el mundo.
Las teorías conspiratorias pueden servir
para justificar los ataques violentos contra Iraq, Siria, y posiblemente
Irán y Libia, así como contra cualquier otro país
que se oponga a la construcción del Imperio norteamericano.
La doctrina Bush de que "quien no esté con
nosotros está contra nosotros" refuerza el terrorismo
de Estado israelí dentro de los Territorios Ocupados y
justifica la represión de los movimientos anti-globalización
en el Norte y de los movimientos de masas del Sur contra el liberalismo.
La teoría de la conspiración divide
el mundo en dos: entre el imperio norteamericano y el terrorismo.
Y también mitifica el conflicto verdadero entre un imperio
en crisis y los movimientos sociales de oposición en auge.
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