Un análisis árabe
contra la globalización:
La relación entre
la guerra contra Afganistán y el proceso de mundialización
económica
Free Arab Voice
26 de octubre de 2001
Traducción: CSCAweb
CUANDO el humo de la campaña militar
estadounidense contra Afganistán se haya despejado, los
historiadores tendrán muy difícil separar los objetivos
de esa campaña de los intereses estratégicos de
las élites globalizantes del Norte, entre los cuales destacan:
1. La expansión de oleoductos "políticamente
seguros" a través de territorio afgano para transportar
los enormes recursos energéticos del Mar Caspio hacia
puertos "políticamente seguros" del Golfo árabe,
ocupado por EEUU. Las reservas de petróleo crudo en el
Caspio se estiman en 200 mil millones de barriles, frente a los
258 mil millones de barriles estimados para Arabia Saudí;
todo ello, sin mencionar las reservas de gas natural.
2. El establecimiento de una base estratégica en esta
área rodeada por China, las repúblicas ex -soviéticas
de Asia Central, Irán, y Pakistán. El establecimiento
de esta base en Afganistán permitiría [a EEUU]
asentarse en el corazón de una coalición económica
que parece destinada a convertirse en un gran poder mundial.
La Organización de Shanghai para la Cooperación
Económica, establecida en junio del 2000, incluía
inicialmente a China, Rusia, y cuatro repúblicas de la
antigua Unión Soviética. Uzbekistán se unió
a la organización en el 2001, mientras que Irán
está en el proceso de unirse a la misma.
Añádase a lo anterior el Tratado
Estratégico de Amistad firmado entre China y Rusia, que
estipula una serie de medidas de cooperación durante los
próximos veinte años en las áreas de transporte,
energía, comercio, tecnología, y armamento.
Otro añadido más: la Unión
del Transporte Euro-Asiática establecida por la India,
Rusia e Irán el 15 de mayo del 2000 que permitiría
abrir un corredor comercial que permitiría acortar en
una tercera parte el tiempo que se tarda en transportar bienes
comerciales de Europa hasta Asia.
En otras palabras, nos encontramos con que un gigantesco
proyecto que pretende enlazar infraestructuras de energía
y transporte a través de Europa y Asia a través
e la antigua 'Ruta de la Seda' se encuentra ya muy avanzado.
Una nueva alianza islámico-asiática-rusa está
fraguándose y, ocasionales, comunicados de prensa dejan
entrever que países como Turquía, Siria, o Iraq
podrían unirse a la misma. En el juego de las relaciones
internacionales, las elites gobernantes de EEUU, Europea Occidental,
y Japón miran hacia otro lado ante lo que supone un reto
frente al dominio que ejercen sobre todo el mundo. Y es entonces
cuando Afganistán se convierte en un elemento geopolítico
de importancia.
Irán y Rusia, en la prestación de
ayuda para eliminar a los talibán del poder, están
tomando posiciones para instalar a un régimen que les
sea leal en Afganistán. Pero el Pentágono, intenta
responder a los intereses del capital financiero del Norte, no
ayudar a un proyecto global que suponga la emergencia de una
alianza islamo-asiático-rusa que pueda controlar Afganistán.
Haciendo frente a tremenda presiones internas y
de una forma bastante incómoda, los gobiernos de Pakistán
y Arabia Saudí se han alineado con Washington en esta
carrera. Es crucial, sin embargo, observar cómo la emergente
alianza islamo-asiático-rusa intenta que Washington lleve
el peso de la guerra en Afganistán para beneficio de la
propia alianza, de manera que el conflicto actual lleva en sí
el germen de un conflicto internacional de mayores proporciones.
Si Washington triunfa a la hora de instalar un régimen
de su conveniencia en Afganistán, la alianza terminará
probablemente apoyando a la guerrilla que se le oponga; por otro
lado, si la alianza tiene éxito a la hora de recoger el
fruto de la labor norteamericana, es bastante improbable que
Washington se quede al margen y no haga nada al respecto. En
otras palabras: si los talibán desaparecen del poder y
se atrapa a Ben Laden, se desencadenará un conflicto de
mayores proporciones sobre el escenario afgano que podría
extenderse a otras zonas. Si los talibán permanecen en
el poder, este escenario quedaría en la recámara.
Nótese, por otra parte, que el transporte
a gran escala de mercancías y energía a través
de Europa y asia no han de ir necesariamente en contra de los
intereses de la elites que controlan el capital financiero en
el Norte siempre y cuando dichas rutas permanezcan bajo su control.
Hacerse con dicho control requiere, sin embargo, que los estados-nación
de la zona se debiliten y fragmenten. En este contexto, considérese
el siguiente ejemplo: el 24 de julio del 2000, el Congreso de
EEUU adoptó una resolución en la que se criticaba
el trato dado a los musulmanes en China. La población
musulmana, de la etnia uighur,, residente en la Región
Autónoma Uighur de la República Popular China,
región que comparte una frontera de 76 kilómetros
con Afganistán, mantiene relaciones muy tensas con el
gobierno central chino a causa de las tendencias separatistas
de la región. Ocurre que, al mismo tiempo, esta región
musulmana está repleta de minerales que son cruciales
para el desarrollo económico de China. Añadamos
a eso la vehemente defensa que EEUU ha hecho de los movimientos
separatistas en el Tibet, y entonces habría que ser verdaderamente
ingenuo para ignorar los beneficios de la retórica "pro-derechos
humanos" con la que Occidente ha estado machacando a China,
con el objetivo de debilitar y fragmentar el estado-nación
chino. El establecimiento de una base en Afganistán facilitaría
sin duda este objetivo, y colocaría a China en una posición
defensiva.
Por lo tanto, y desde un punto de vista histórico,
ningún observador imparcial puede desvincular la actual
campaña contra Afganistán de la secuencia que comenzó
en Iraq y tuvo su continuación en Yugoslavia. Llevar las
riendas del Nuevo Orden Mundial, es decir, ejercer un control
hegemónico sobre el capital financiero de todo el globo,
exige la subyugación de los pueblos, culturas y estados
que intentan mantenerse como enclaves independientes o semi-independientes.
Yugoslavia fue fragmentada. Las "zonas exclusión
aérea" de Iraq fueron diseñadas para fomentar
la fragmentación del país en base a líneas
étnicas o religiosas. Esto no responde solamente a un
"diseño" o a una "política"
concretas, sino que constituye una nueva etapa en el desarrollo
del capitalismo que requiere el debilitamiento y la fragmentación
del estado-nación.
La campaña contra Afganistán tiene
claros objetivos económicos y geopolíticos, pero
la primera y más brutal prioridad es el avance del proceso
de globalización. Frente a la terrible amenaza que todo
ello supone para los recursos, culturas y Estados de todos los
pueblos del mundo, es normal que los árabes y los musulmanes
se organicen en un movimiento militante que resista frente a
la hegemonía ejercida por las elites del capital financiero
de los países del Norte, hegemonía que hoy viste
el rostro del imperialismo.
Árabes, musulmanes, pueblos del mundo: ¡uníos!
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