Perdidos en la nebulosa
retórica de la guerra
Robert Fisk*
The Independent, 9 de octubre de 2001 (Traducción:
CSCAweb)
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La controversia
suscitada por la exigencia norteamericana ante las autoridades
de Qatar para que fuercen el cierre de Al-Jazeera, el
canal de TV árabe de ese país, única TV
que retransmite en directo desde Afganistán, pone de relieve
los intentos de EEUU de ejercer el control mediático y
la manipulación informativa en el actual contexto de intervención
militar
HACE algunos meses, mi viejo amigo Tom Friedman
emprendió un viaje hacia el pequeño emirato de
Qatar desde donde, en una de sus columnas de tono mesiánico
que publica The New York Times, nos contaba que el canal vía
satélite de Al-Jazeera del pequeño emirato
era una buena señal de que la democracia podría
estar naciendo en el Próximo Oriente. Al-Jazeera
había venido molestando a varios dictadores árabes
de la zona por ejemplo, al presidente egipcio Mubarak
y a Tom todo esto le parecía muy bien. Lo mismo que a
mí. Pero esperen: ahora la historia se está rescribiendo.
La semana pasada, el Secretario de Estado norteamericano, Colin
Powell, le echó un rapapolvo al Emir de Qatar porque,
según Powell, Al-Jazeera estaba "incitando
el anti-americanismo".
Así que, adiós a la democracia. Los
norteamericanos quieren que el emir cierre las oficinas del canal
de televisión en Kabul. Al-Jazeera está
ofreciendo en exclusiva al mundo entero imágenes de los
bombardeos estadounidenses y más todavía, declaraciones
televisadas de Osama Ben Laden. El hombre más buscado
de todo el planeta dice que está enfadado por la muerte
de niños iraquíes bajo el régimen de sanciones,
por la corrupción de los regímenes árabes
pro-occidentales, por los ataques israelíes sobre territorio
palestino, porque es necesario que las fuerzas norteamericanas
abandonen el Próximo Oriente. Y después de haber
insistido tanto en que Ben Laden es un "terrorista que actúa
sin motivos" (es decir, que no existe ninguna conexión
entre la política norteamericana en el Próximo
Oriente y los crímenes contra la humanidad que tuvieron
lugar en Nueva York y Washington), los norteamericanos necesitan
terminar con la cobertura informativa que ofrece Al-Jazeera.
Ni falta hace decir que esta payasada de Colin
Powell no ha recibido demasiada atención por parte de
los medios de comunicación occidentales, que saben que
no tienen ni un solo corresponsal en el área controlada
por los talibán en Afganistán. Pero Al-Jazeera
sí que los tiene.
Pero, ¿por qué los periodistas estamos
cayendo en el mismo conformismo ovejuno que adoptamos en 1991
durante la Guerra del Golfo o en 1999 durante la guerra de Kosovo?
Pues de nuevo... ¡repetimos! Ayer, la BBC emitía
las declaraciones de un oficial nortemericano hablando sobre
el peligro de los "daños colaterales" sin que
se hiciese la más mínima referencia a la inmoralidad
de la frase en cuestión. Tony Blair presume de la participación
británica en el bombardeo estadounidense, hablando de
nuestra "ventaja", y ayer por la mañana la BBC
estaba ya repitiendo la misma jerga soldadesca. ¿Es que
existe algún tipo de nebulosa retórica que nos
cubre cada vez que bombardeamos a alguien?
Como viene siendo habitual, los primeros informes
sobre los ataques con misiles estadounidenses han sido emitidos
sin que se haya hecho la más mínima referencia
a los inocentes que están a punto de morir en el mismo
país que nosotros nos disponemos a "salvar".
Mientan o no los talibán sobre la muerte de 30 personas
en Kabul, ¿acaso los comentaristas de los medios de comunicación
pensamos de verdad que las bombas solamente caen sobre los culpables
y no tocan a los inocentes? ¿Pensamos acaso que todos
los alimentos que según nos dicen se están arrojando
[sobre Afganistán] van a caer precisamente en las manos
de los inocentes y no en las de los talibán? Empiezo a
preguntarme si es que no nos habremos convencido a nosotros mismos
de que las guerras nuestras guerras no son más
que películas. La única película de Hollywood
que se filmó sobre Afganistán fue una de Rambo,
en la cual Silvestre Stallone enseñaba a los mujahedin
afganos a luchar contra la ocupación rusa, ayudándoles
a derrotar al ejército soviético y ganándose
la admiración de un chavalillo afgano. Me pregunto si
los norteamericanos no estarán intentando convertir la
película en algo real.
Pero examinemos ahora las preguntas que no nos
estamos haciendo. En 1991, cargamos el coste de la Guerra del
Golfo (miles de millones de dólares) sobre Arabia Saudí
y Kuwait. Pero en esta ocasión, ni los saudíes
ni los kuwaitíes nos van a pagar el bombardeo. Así
que, ¿quién va a pagar? ¿Cuándo?
¿Cuánto nos va a costar? (Y me refiero a nosotros).
La primera noche de bombardeos costó, o eso nos dicen,
dos millones de dólares; sospecho que incluso más.
No preguntaremos ahora a cuántos afganos se podría
alimentar; pero sí nos preguntaremos sobre qué
cantidades de nuestro dinero van destinadas a la guerra, y cuáles
van destinadas al envío de ayuda humanitaria.
La propaganda de Ben Laden es bastante simple.
Graba sus propias declaraciones y envía a uno de sus recaderos
a la oficina de Al-Jazeera en Kabul. Nada de profundidades,
desde luego: simplemente, un sermón. Hasta el momento
no hemos visto ningún video que muestre la destrucción
de las infraestructuras de los talibán, los viejos Mig
y los todavía más viejos tanques de la era del
Pacto de Varsovia que se han estado oxidando por todo Afganistán
durante años. Lo único que hemos visto es una secuencia
de imágenes (parece ser que reales) de los daños
causados por las bombas en las zonas civiles de Kabul. Los talibán
no dejan entrar a los reporteros. Pero, ¿significa que
tenemos que tratar de equilibrar esta imagen distorsionada con
nuestras media verdades?"
Hace algunos días, uno de mis colegas intentó
tan en serio desvincular el fenómeno Ben Laden de la siniestra
historia de Occidente en el Próximo Oriente que llegó
a sugerir muy en serio que los atentados habían sido planificados
para hacerlos coincidir con la derrota de las tropas musulmanas
[otomanas] a las puertas de Viena en 1683. Por desgracia, los
polacos vencieron a los turcos el día 12 de septiembre,
no el 11. Cuando los terroríficos detalles del testamento
de Mohamed Atta fechado en abril de 1996 se hicieron públicos
la pasada semana, nadie podía pensar que ningún
acontecimiento que hubiera ocurrido en tal mes podía haber
llevado a Atta a comportarse tan criminalmente.
Ni el bombardeo israelí sobre el sur del
Líbano, no la masacre israelí de Qana que acabó
con la vida de 106 civiles libaneses que se encontraban en un
centro de NNUU (más de la mitad de los cuales eran niños).
Eso ocurrió en abril de 1996. No; evidentemente semejante
carnicería no excusa los crímenes contra la humanidad
cometidos en EEUU el mes pasado. Pero, ¿no merece la pena
mencionar, quizás brevemente, que un egipcio que más
tarde se convertiría en un asesino de masas escribió
un testamento con una intencionalidad suicida que hiela la sangre
justamente el mismo mes en que las masacres ocurridas en el Líbano
enfurecieron a la población árabe del Próximo
Oriente?
En su lugar, no escuchamos sino comentarios propios
de la Segunda Guerra Mundial sobre el estado de ánimo
de los ejércitos occidentales. En la BBC, tuvimos que
oír incluso que era "una noche sin luna ideal para
nuestro ejército". Perdón, ¿cómo
dice? ¿Han vuelto los alemanes al Cabo Gris Nez? ¿O
es que acaso nuestros aviones están surcando una vez más
los cielos de Kent, luchando contra los Dorniers y los Heinkels?
Ayer, un canal vía satélite nos hablaba del "combate
aéreo" sobre Afganistán. Mentiras, por supuesto.
Los talibán no tenían ni uno solo de sus viejos
Mig en el aire. No hubo ningún combate.
Claro, conozco los argumentos morales. Después
de las atrocidades de Nueva York, no podemos ser equitativos
al hablar de la figura cruel de Ben Laden y de Occidente. No
podemos establecer ninguna equivalencia entre la inocencia de
un asesino de masas y las fuerzas norteamericanas y británicas
que están intentando destruir a los talibán.
Pero esta no es la cuestión. Con quien tenemos
que ser equitativos es con nuestros lectores y oyentes.
¿Debemos perder todas nuestras facultades críticas
por la furia que sentimos ante la masacre de inocentes en EEUU
o por nuestro deseo de rendir pleitesía a los "expertos
en temas de terrorismo"? ¿Por qué al menos
no nos dicen cómo estos "expertos" llegaron
a adquirir tal categoría? ¿Cuáles son las
conexiones de estos "expertos" con ciertos servicios
de inteligencia algo sospechosos?
En algunos casos, en EEUU algunos de los hombres
que aparecen en las pantallas de nuestros televisores ofreciéndonos
sus consejos, son los mismos que han convertido a la CIA y al
FBI en el mayor fracaso de los servicios de inteligencia de la
historia moderna, fundamentalmente por su incapacidad para descubrir
la trama [de los atentados], que se habían planificado
durante cuatro años y han costado la vida a 6.000 personas.
El presidente Bush asegura que esta es una guerra entre el Bien
y el Mal. O estáis con nosotros, o contra nosotros. Pero
eso es exactamente lo que dice Ben Laden. ¿No merece la
pena acaso mencionar esto y preguntarse hacia dónde nos
lleva?
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