Nota del CSCA
sobre los sucesos de Gaza del día 8 y la muerte de tres
jóvenes palestinos por las fuerzas de seguridad de la
Autoridad Palestina
CSCAweb, 9-10-2001
|
|
La imposición
norteamericana de acatamiento de la intervención militar
a la Autoridad Palestina desencadena la contención de
la Intifada y la represión interna de toda expresión
colectiva contra la guerra. Aprovechando la situación,
EEUU quiere forzar un acuerdo palestino-israelí que le
deje las manos libres para acometer el definitivo control estratégico
de la zona y, muy probablemente, un asalto final contra Iraq
tras la intervención en Afganistán
La contundente respuesta policial que recibió
ayer en la ciudad de Gaza la manifestación de los estudiantes
palestinos contra la intervención de EEUU en Afganistán
-con la muerte de tres jóvenes palestinos por disparos
de la policía de la Autoridad Palestina (AP)-, refleja
la primera consecuencia dramática en el contexto palestino
de la polarización creada entre los gobiernos árabes,
en este caso, la Autoridad Palestina (AP), y las poblaciones
árabes, como consecuencia directa de la imposición
norteamericana de acatamiento de la intervención militar
en la región árabe. Esta polarización, que
no puede sino desencadenar una mayor quiebra entre los regímenes
y las sociedades árabes, no ha hecho más que empezar
y habrá de tener graves repercusiones, especialmente en
Palestina.
En el contexto de la Intifada contra la ocupación
israelí -sometida a una extrema represión militar
y económica por parte de Israel, intensificada desde los
ataques a EEUU-, la población palestina está abocada
a padecer, como primera destinataria, las presiones a las que
la AP está siendo sometida por parte de la Administración
Bush en el doble sentido de contención y represión
de su levantamiento y/o de toda expresión colectiva contra
la guerra. La extrema debilidad de la AP sitúa al liderazgo
institucional palestino a merced de EEUU y de Israel, e incrementa
el riesgo de un mayor rechazo popular contra su actuación.
EEUU está imponiendo a los dirigentes árabes, al
igual que ocurriera en 1990 antes de la guerra contra Iraq, la
lógica de "conmigo o contra mí", situando
a los gobiernos árabes nuevamente en un callejón
sin salida de deslegitimación y represión. Al igual
que en los Estados vecinos de Egipto y Jordania, sólo
parece restarle a la AP la represión policial para contener
-siguiendo el acatamiento debido- la lógica explosión
popular contra la intervención en Afganistán. Esta
situación incuba un riesgo de mayor índice de violencia
en los Territorios Ocupados y Autónomos si, como parece
previsible, la determinación norteamericana de extender
la intervención militar se lleva a efecto en el escenario
del Oriente Medio árabe, concretamente contra Iraq. Ello,
en una lógica perversa, retroalimentará la identificación
por parte de EEUU y sus aliados y de las propias poblaciones
árabes de las reivindicaciones populares y nacionales
con la figura del Ben Laden, un producto, por loo demás,
de la política norteamericana para la región.
Beneficiario directo de esta crisis internacional,
el Estado de Israel canaliza la cuestión palestina radicalizando
el uso de la fuerza militar contra la población ocupada
palestina, intensificando la asfixia económica en Gaza
y Cisjordania y rentabilizando el papel policial que sin duda
deberá seguir jugando la AP en el interior de las Áreas
Autónomas a fin de forzar el control interno de la Intifada
y, tras ello, una nueva base de resolución del conflicto
negociada a la baja para la parte palestina.
En este contexto deben entenderse las declaraciones
del propio Bush y de otros responsables de su Administración
referentes a la reanudación de las negociaciones entre
la AP e Israel, y la necesidad del logro de un acuerdo, que pudiera
contemplar incluso la creación de un Estado palestino.
Al igual que ocurriera en 1991 tras la guerra contra Iraq, EEUU
quiere forzar un acuerdo plaestino-israelí que le deje
las manos libres para acometer el definitivo control estratégico
de la zona y, muy probablemente, un asalto final contra Iraq
tras la intervención en Afganistán.
Madrid, 9 de octubre de 2001
Comité de Solidaridad con
la Causa Árabe
|