EEUU inicia
una ofensiva global contra los pueblos
Declaración del
CSCA tras el inicio de los ataques norteamericanos contra Afganistán
CSCA, 10-10-2001
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Al cumplirse un mes de los atentados contra Nueva
York y Washington del 11 de septiembre, la Administración
Bush ha dado finalmente el paso esperado, produciéndose
el ataque masivo contra un indefenso Afganistán, ataque
que previsiblemente se extenderá a terceros países
en los próximos días.
Una vez más, la magnitud de los ataques
y su previsible prolongación en el tiempo y extensión
a otros puntos del globo, ponen de manifiesto la utilización
más que interesada que ha hecho EEUU de los atentados
del día 11 de septiembre. La figura de Osama Ben Laden,
que con sus declaraciones ha hecho un flaco favor a algunos de
los pueblos más indefensos de la tierra (además
del propio Afganistán, Iraq y Palestina), ha proporcionado
la excusa perfecta para una operación militar que tiene
como objetivo fundamental la consagración definitiva del
dominio político, económico, y geoestratégico
de EEUU en todo el planeta.
Según las últimas declaraciones de
los responsables de la Administración Bush, EEUU extenderá
próximamente sus ataques contra "terceros países"
en clara referencia a Iraq. Habiendo fracasado al comienzo de
este año en su intento de endurecer el régimen
de sanciones recurriendo a nuevas resoluciones del Consejo de
Seguridad (las llamadas "sanciones inteligentes"),
la Administración Bush podrá emprender ahora lo
que ya era una determinación manifiesta antes del 11 de
septiembre: asestar un último golpe a un país cuyo
sometimiento a los dictados de EEUU es un componente clave en
la política geoestratégica norteamericana para
Oriente Medio.
La responsabilidad por la autoría de los
atentados ha quedado hace ya algún tiempo en un segundo
plano y únicamente se utiliza como recurso propagandístico
en las numerosas batallas de imagen que se vienen librando desde
el inicio de la crisis. Mientras auspicia tribunales internacionales
creados a medida de sus intereses, EEUU se ha beneficiado de
la inexistencia de un Tribunal Internacional de Justicia que
permitiera juzgar a los autores de los crímenes, en gran
medida debido a su oposición a que dicho tribunal se convierta
en un mecanismo sancionador efectivo a nivel internacional.
¿Por qué
Afganistán?
Económicamente, EEUU tiene un enorme interés
por ejercer un control absoluto sobre Asia Central, una región
del globo que hasta la década de los noventa había
escapado al capital norteamericano por encontrarse bajo el control
efectivo de la Unión Soviética. Económicamente,
EEUU intenta, mediante la imposición de su hegemonía
geoestratégica sobre la región, asegurarse el control
de los recursos energéticos de la región del Golfo
y ampliarlo al de los recursos centroasiáticos, sobre
todo teniendo en cuenta que sus más directos competidores
en el consumo de petróleo y reservas energéticas
del globo (China, Rusia y la India) desean erigirse en competidores
de EEUU en la zona. La dependencia de los recursos energéticos
de Asia Central afecta igualmente a los países de la UE
y, sobre todo, a Japón.
Durante los últimos años de la década
de los setenta, Afganistán exportaba entre el 70%-90%
de su gas natural a la Unión Soviética a través
de Uzbekistán. En 1992, las autoridades afganas afirmaban
que un nuevo tratado de exportación de gas con Rusia estaba
siendo negociado. La producción y distribución
de gas natural está en la actualidad en manos de la Agencia
de Gas Natural controlada por el régimen talibán,
que desde 1999 había iniciado una serie de reparaciones
en el gaseoducto de Mazar-i Sherif y en los campos de Khowaja
Gogerak, lo cual había tenido como resultado un aumento
en la producción de gas. El proceso de reparaciones de
instalaciones productoras de gas se había extendido igualmente
al campo de la exploración petrolífera. Las estimaciones
de época soviética hablan de unas reservas de 95
millones de barriles de petróleo en suelo afgano, así
como de enormes reservas de carbón. Desde el año
1998, el gobierno afgano se encontraba inmerso en negociaciones
tendentes a la construcción de un nuevo gaseoducto de
gran capacidad (Turkmenistán-Afganistán-Pakistán),
así como de un oleoducto que uniría Turkmenistán
y Pakistán a través de territorio afgano. Con la
primera intervención militar norteamericana en la región
en 1998 en respuesta a los atentados contra las embajadas estadounidenses
en Kenia y Tanzania, el consorcio responsable del proyecto (UNOCAL)
anunció su retirada del mismo hasta que en Afganistán
no hubiera un gobierno "reconocido internacionalmente".
Todo lo anterior pone de manifiesto las dificultades
a las que se enfrenta un país destrozado por más
de 20 años de guerra continuada y sujeto a un régimen
internacional de sanciones que sin lugar a dudas se extenderá
y prolongará tras el fin de la intervención militar.
Los proyectos norteamericanos para la región tratan de
asegurarse el control estratégico sobre un país
que había empezado a constituirse desde finales de los
noventa en una zona de paso estratégica para el transporte
de gas y petróleo hacia Pakistán, con un relativo
nivel de independencia respecto a los proyectos estadounidenses,
al menos desde la intervención militar de 1998. La actual
intervención militar norteamericana y la previsible caída
posterior del régimen talibán harán sin
duda que los proyectos de explotación de los recursos
energéticos del país asiático y la proyectada
construcción de nuevas vías de transporte de la
energía queden exclusivamente en manos de capital norteamericano.
La confluencia de los intereses geoestratégicos
norteamericanos -económicos y militares- con los nuevos
mecanismos de seguridad regionales reforzará el papel
del eje Israel-Turquía, que sin duda resultará
determinante para el nuevo diseño de relaciones de poder
en la región centroasiática conectándola
con el Oriente Medio árabe. La voluntad expresa de EEUU
es conectar redes de seguridad militares (en concreto, la OTAN,
pero igualmente las derivadas de acuerdos bilaterales con terceros
países, como el que rige el uso de las bases en el Estado
español de Rota y Morón) con aliados regionales
no miembros de la Alianza Atlántica (Israel y Jordania,
en concreto, además de las "petromonarquías"
árabes del Golfo) a fin de garantizarse una estructura
militar continua de intervención en Oriente Medio en su
totalidad (áreas árabe y asiática). Como
ocurrió en 1990 en la Europa meridional balcánica,
EEUU ya ha logrado un primer éxito que perdurará
a la intervención contra Afganistán: justificar
la ampliación de su presencia militar directa en la zona
de la Península y Golfo Árabigos, y nuevas ubicaciones
en la región del Cáspio y Caúscaso.
Finalmente es de resaltar que, si bien EEUU se
ha cuidado de recibir el apoyo y la legitimación explícitos
de organismos supranacionales políticos o militares (G-7,
UE, OTAN, Consejo de Seguridad...), la intervención contra
Afganistán y el despliegue previo en la zona son casi
exclusivamente norteamericanos (además de británico),
en un nuevo ejemplo de la voluntad hegemónica, en este
caso en el ámbito estrictamente militar, de EEUU.
Endurecimiento de la represión.
El caso palestino
Desde el 11 de septiembre, el gobierno israelí
encabezado por Ariel Sharon ha endurecido aún más
si cabe la represión sobre la población palestina
de los Territorios Ocupados (TTOO). Desde el 26 de septiembre,
fecha en la que supuestamente habría entrado en vigor
un "alto el fuego" en los TTOO, hasta el 5 de octubre,
34 palestinos habían sido asesinados por el ejército
israelí. El pasado lunes día 8 de octubre 3 palestinos
murieron como resultado de los disparos de la policía
palestina, y dos palestinos más eran asesinados por el
ejército israelí. Las autoridades israelíes,
haciendo gala de un cinismo sin límites, felicitaron a
la Autoridad Palestina (AP) "por haber puesto en práctica
por primera vez las medidas que prometió ejecutar contra
los terroristas" (en referencia al asesinato por parte de
la policía palestina de tres estudiantes en Gaza que se
manifestaban contra la intervención militar de EEUU).
Tras el inicio de la escalada militar contra Afganistán,
únicamente se puede prever un endurecimiento de la represión
contra el pueblo palestino, tanto por parte israelí como
por parte de la propia AP.
La campaña estadounidense ha tenido además
desde el pasado mes inmediatas repercusiones graves sobre la
limitación de libertades individuales y colectivas en
todos los países del mundo. En primer lugar, se han producido
ya más de 600 ataques de corte racista y xenófobo
en EEUU y Canadá desde el 11 de Septiembre. En Palestina,
Indonesia, y Pakistán, fuerzas policiales han asesinado
ya a varios manifestantes que protestaban contra la intervención
norteamericana en Afganistán. La situación es especialmente
grave dentro de los TTOO y Áreas palestinos, ya que los
ataques de la policía palestina contra su propia población
se suman a las políticas represivas del ejército
israelí intensificadas desde el comienzo de la segunda
Intifada en septiembre del 2000. La brutal represión de
las manifestaciones antibélicas en Palestina es un claro
reflejo de las repercusiones que tiene para la población
palestina el acatamiento impuesto por EEUU a la AP sobre la intervención
militar: contención de la Intifada y represión
interna de toda expresión colectiva contra la guerra.
Aprovechando la situación, EEUU pretende forzar un acuerdo
palestino-israelí que le deje las manos libres para acometer
el definitivo control estratégico de la zona y, muy probablemente,
un asalto final contra Iraq tras la intervención en Afganistán.
alineamiento de la AP con los intereses y proyectos norteamericanos
e israelíes para la región. Los regímenes
árabes aliados de EEUU aprovecharán en el futuro
inmediato la oportunidad que les brinda el actual contexto de
crispación a nivel mundial para endurecer aún más
la represión que venían ejerciendo contra los movimientos
locales de asociacionismo y grupos contrarios a la normalización
de relaciones con el Estado de Israel.
El caso de Jordania es asimismo paradigmático
a este respecto: el gobierno jordano ha adoptado el pasado 8
de octubre una serie de medidas punitivas y enmiendas legales
que, orientadas a intensificar el control interno, prohibir las
movilizaciones, restringir la actividad de los partidos políticos
y recortar la exigua libertad de prensa, suponen la reactivación
de facto de la ley marcial vigente durante tres décadas
hasta finales de los 80.
Manipulación mediática
y brotes de racismo y xenofobia
Igualmente denunciables son las evidentes censura
y manipulación informativas que en las últimas
semanas está alcanzando cotas prácticamente insuperables.
Junto a la criticada decisión de las autoridades norteamericanas
de no hacer públicas las pruebas que supuestamente convierten
a Ben Laden en responsable de los atentados, los medios de comunicación
repiten las consabidas letanías de "guerra contra
el terror", hablan de "redes terroristas globales",
y se refieren a las protestas contra la intervención armada
en Afganistán no como protestas anti-bélicas, sino
anti-norteamericanas. El clima de paroxismo anti-árabe
y anti-islámico creado tras los atentados ha tenido ya
un efecto inmediato sobre los gobiernos de EEUU y la UE, que
están estudiando el endurecimiento de sus respectivas
leyes de inmigración en lo que se prevé supondrá
un recorte aún mayor sobre los ya escasamente respetados
derechos y libertades de las poblaciones inmigrantes.
Igualmente preocupante resulta el hecho de que
el Secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, haya instado
al Emir de Qatar a que ejerciera un control férreo sobre
el canal de TV independiente Al-Jazeera, único
medio que cuenta con corresponsales y oficinas dentro de Afganistán.
Powell acusó a Al Jazeera de "fomentar sentimientos
anti-americanos" entre su audiencia árabe.
La actitud del gobierno
español
Desde el inicio de la crisis, el gobierno español
ha mostrado una actitud de servilismo absoluto frente a las tesis
y proyectos norteamericanos. Paradójicamente, si bien
el presidente norteamericano se vio obligado a solicitar la autorización
del Congreso para recurrir al uso de la fuerza (en una intervención
que permitió la aprobación de una resolución
de ayuda por parte del Congreso a la campaña bélica),
el presidente del gobierno español no ha sometido la decisión
de intervenir en la guerra al Parlamento y ni ha explicado en
qué consistirá la intervención estatal en
la guerra, ni cuál está siendo el nivel de utilización
de las bases de Rota y Morón en el marco de esta nueva
intervención.
La sociedad ha conocido el apoyo brindado por el
gobierno a través de los medios de comunicación,
en una verdadera demostración de la falta de talante democrático
del Gobierno. Defecto éste que sin duda se repetirá
en el previsible endurecimiento de la represión a nivel
interno dentro del Estado en respuesta a las protestas que ya
se están produciendo contra la intervención militar.
Cabe también resaltar la complicidad de
la mayor parte de los medios de comunicación estatales
(con contadas excepciones) en la repetición y diseminación
de contenidos claramente propagandísticos, carentes de
auténtico valor informativo, y tendentes a la reproducción
de estereotipos racistas y xenófobos que pueden tener
y de hecho ya están teniendo un impacto negativo sobre
el conjunto de la sociedad.
Madrid, 10 de octubre de 2001
Comité de Solidaridad con
la Causa Árabe
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