La rueda del cambio arrancó
en Egipto
Abdel Bari Atwan
Al-Quds
al-Arabi, 31
de marzo de 2005
CSCAweb (www.nodo50.org/csca), 20 de abril de 2005
Traducido para CSCAweb por Jamal Halawa
Egipto vive
en estos días en un estado de ebullición que se
expresa a través de las manifestaciones de protesta, cuyo
fenómeno empieza a expandirse hacia otras ciudades fuera
de la capital, polarizando así a unas capas populares
de diferente orientación política e ideológica.
Así pues, la rueda del cambio ha arrancado, aunque su
ritmo sigue siendo lento, es como la bola de nieve que se va
haciendo grande según vaya rodando, sitiando al régimen
y aumentando su aislamiento en el interior y en el exterior.
El régimen presiente
el peligro, pero actúa de forma confusa, ya que los efectos
del paso sorprendente que dio reformando la Constitución
y el artículo setenta y seis referente a unas elecciones
presidenciales con varios candidatos han sido evaporados al ver
que ha sido un truco para dar una falsa ilusión de ceder
ante las reivindicaciones populares. ¿Cómo, si
no, se entiende que la Constitución pasa de ser algo sagrado
e irreformable (como lo dijo el presidente en más de una
ocasión), a ser todo lo contrario, de la noche a la mañana?
El enfrentamiento a este proceso
de cambio, desde el régimen, ha tomado dos direcciones:
el primero, novedoso y sorprendente, fue a través de la
organización de contra manifestaciones por parte de sus
simpatizantes y bajo la protección de agentes de la seguridad,
izando eslóganes que dicen "No Basta", reivindicando
la continuidad del presidente Mubarak en el poder para una quinta
legislatura, considerándole símbolo de la estabilidad;
el segundo, divulgar dudas sobre la lealtad de la oposición,
vinculándola, a los proyectos de reforma norteamericanos
en la zona.
Las contramanifestaciones son
la prueba de que el régimen está políticamente
quebrado, un régimen fuerte y confiado en si mismo y en
su legitimidad popular no recurre a estas cosas. Hemos de recordar
que el Shah de Irán, el filipino Marcos y el indonesio
Suharto, todos ellos, recurrieron a estos métodos y es
harto sabido de cómo han acabado al final. Pero el método
de sembrar dudas, insinuando que la oposición está
vinculada al proyecto norteamericano para las reformas, es un
método barato y poco creíble por una sencilla razón,
y es que el régimen egipcio, particularmente, y los regimenes
árabes en general, son los regimenes que más se
arrodillan en todo el mundo, ante el Sr. de la Casa Blanca y
son los más sumisos ante sus dictados.
Tal vez deberíamos recordar
que los regimenes árabes y el presidente egipcio Hosni
Mubarak en particular, ha sido el primero en marcar un antecedente,
legitimando la intervención militar norteamericana para
cambiar a un régimen en el mundo árabe y utilizando
la fuerza. Fue cuando avaló una resolución de la
Liga Árabe, permitiendo el apoyo del ejercito norteamericano
para liberar a Kuwait; además participó con una
fuerza militar para la guerra norteamericana contra el terrorismo
en Afganistán. Y permitió la ocupación de
Iraq, cuando presentó documentos para la administración
norteamericana reafirmando la posesión del régimen
del presidente Saddam Husein de armas de destrucción masiva
y de laboratorios químicos y biológicos móviles.
'Las fuerzas
de seguridad y sus perros'
La respuesta a las manifestaciones
del movimiento "Kifaya" ("Basta")
y los Hermanos Musulmanes no puede ser a través de lanzar
a las fuerzas de seguridad y a sus perros, organizando con los
simpatizantes del régimen contramanifestaciones, sino
a través de verdaderas reformas para todas las instituciones
del estado, desde la cumbre hasta la base. La corrupción
se acumuló a lo largo de un cuarto de siglo de mandato
del presidente Mubarak, convirtiéndose en la institución
más grande y más fuerte de Egipto, y quienes institucionalizaron
esta corrupción, quienes lo desarrollaron y lo convirtieron
en un gran monstruo que succiona el esfuerzo de los pobres y
de los necesitados, no pueden ser habilitados para la reforma
porque, con sencillez, son carentes de cualquier otra aptitud
que no fuera la corrupción, el corromper y el saqueo del
dinero público.
Así pues, ¿cómo
puede ser Jamal Mubarak, el hijo del presidente, el encargado
de las reformas?, habiendo nacido él en un coche blindado,
con el cual se ha movido durante toda su vida, de tal manera
que le impide ver al pueblo egipcio, su forma de vida y sus sufrimientos.
Él, que nunca había entrado en un hospital público,
ni se bañó en una charca, ni comió el kúshary
[comida a base de arroz con lentejas] en ningún quiosco
de la esquina y que no había conocido a nadie más
que no fueran los hijos de la clase de la corrupción que
se formó, se calcificó y se agrandó en la
era de su padre y de la gente que le rodea. La pregunta que se
impone con fuerza es cómo se justifica la existencia de
miles de coches de lujo de los últimos modelos, clubes
privados, restaurantes lujosos y millares de dólares en
manos de los hijos de los responsables políticos y de
los ministros, mientras que millones de jóvenes recién
graduados no encuentran un empleo que les facilite el pan a secas
sin foul ni támmía [platos típicos
egipcios a base de vegetales] que con el tiempo, se han convertido
en platos de segunda necesidad e inalcanzables.
La reforma en Egipto se retrasará
porque nace desde el interior, y porque es una exigencia egipcia,
mientras que la reforma que el régimen quiere, es una
reforma norteamericana y parcial impuesta desde el exterior,
y de EEUU más precisamente, porque es una reforma no nacionalista,
consagra las relaciones de normalización con Israel y
apoya los proyectos de hegemonía norteamericana en la
zona. Puesto que, el presidente Mubarak nunca había pronunciado
la palabra reforma hasta después del 11-S del 2001, y
como eco de las reivindicaciones norteamericanas al respecto,
así pues, la caída de las dos torres, fue lo que
le ha abierto los ojos a la administración norteamericana
sobre el peligro que tiene el apoyar a regimenes dictatoriales
y corruptos en la zona que producen movimientos extremistas y
violentos como la Organización de Alqaeda. Puesto que,
al haber hecho caso a la recomendación del régimen
egipcio, cuando forzaron la expulsión de Ben Laden y de
su lugarteniente Ayman Alzwaheri de Sudán, ello supuso
la marcha de ambos hacia Afganistán y disfrutar de un
refugio seguro en Tora Bora para, después, lanzar sus
ataques contra EEUU. Además, al hacer caso a las informaciones
del presidente egipcio sobre las armas de destrucción
masiva de Iraq, EEUU se implicó en el sangriento barrizal
iraquí. Así, entonces, no fue el presidente Bush
quien extendió la democracia en la zona y sembró
la semilla de las reformas, sino que fue la Organización
de Alqaeda, que es con quien tenemos diferencias, quien tiene
el mérito por haber descubierto a los regimenes de la
corrupción y de la opresión, bien sea de forma
intencionada o no.
La reforma norteamericana,
se aplicará en Egipto porque supone un cambio en las formas
y no en el régimen, ni tampoco de su embajador en Tel
Aviv. La verdadera reforma, significa tener un Consejo de Pueblo
electo, un poder legislativo con capacidad para interpelar y
vigilar, una administración de justicia independiente
que esté por encima de todos, una igualdad en los empleos
y en el reparto de la riqueza y, un relanzamiento de las capacidades
productivas del pueblo en todas las facetas.
El presidente Mubarak, con
sus setenta y siete años, quiere seguir en el poder por
seis años más para convertirse en el presidente
más longevo desde la época de los faraones; hay
quien le apoya, como si las mujeres de Egipto no hubiesen parido
más que a él, y bajo la excusa de la estabilidad,
sí, la estabilidad de la corrupción, el saqueo,
la represión y el despojo de Egipto de su identidad como
un estado activo e influyente a nivel regional e internacional,
de tal manera que se quede sin ningún otro rol, más
que el de la carta de Gaza en Palestina solamente, después
de haber sido el principal actor en África, Asia y uno
de los principales actores en la escena mundial.
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