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El verdadero rostro de la tragedia

Panamá, Año IV, No. 93

5 al 11 de septiembre de 2005

El huracán Katrina ha desencadenado la mayor tragedia humana en la historia de los Estados Unidos. Los estados del Golfo de México han sido devastados, y las pérdidas en vidas humanas alcanzan cifras espeluznantes: el propio Bush ha reconocido que podrían superar las diez mil. Más de cuatrocientos mil puestos de trabajo han desaparecido como por encanto, y millones de seres humanos lo han perdido todo, absolutamente todo.

¿Una tragedia «natural»?

Advertido por las predicciones y análisis científicos de la fuerza irresistible y destructora del huracán, el Presidente Bush sólo atinó a dar la orden de que los ciudadanos abandonaran por su cuenta y riesgo las ciudades amenazadas, mientras observaba por televisión, atónito y asombrado, desde su rancho de Tejas, el avance impetuoso del fenómeno natural. No salió de su asombro, ni canceló sus merecidas vacaciones, sino días después que Katrina hubiese arrasado las ciudades y segado las vidas de un incontable número de norteamericanos.

Si bien el Katrina constituía un fenómeno natural de dantesca envergadura, la tragedia que ha provocado no puede ser considerada en absoluto «natural», puesto que los ciudadanos fueron abandonados a su propia suerte, bajo el grito de «sálvese el que pueda». Y, en efecto, se salvaron aquéllos que tenía medios de transporte adecuados para abandonar las ciudades y lugares alternos donde dirigirse y hospedarse. Por el contrario, los ancianos atendidos en los asilos, los enfermos asistidos en los hospitales o en sus casas, los presos, los pobres y desamparados, que se cuentan por centenares de miles, no pudieron «salvarse» por carecer de los medios para ello. Todos los afectados no participaban de la «sociedad de propietarios» que pregona el Presidente Bush, y la panameña Fundación para Libertad Ciudadana.

Pero hay más. La tragedia alcanzó dimensiones inimaginables cuando los diques que protegían la ciudad de Nueva Orleans se fracturaron, cediendo ante la fuerza del oleaje provocado por Katrina. Tampoco ello fue el resultado «natural» del huracán. Ahora se sabe que, durante el último quinquenio, el Presidente Bush recortó en un 80% los fondos federales destinados a reforzar dichos diques, en razón de las exigencias económicas de la «guerra contra el terrorismo».

Tampoco fue «natural» que la Guardia Nacional de dichos estados careciera de los efectivos y medios necesarios para acudir con prontitud y eficiencia a la protección y salvaguarda de los afectados. La mayor parte de sus unidades y equipos se encuentran ocupados y atrapados en la salvaje guerra de Irak, intentando consolidar la «sociedad de propietarios» que constituye el lema y motivo de la democracia propuesta por el Presidente Bush. Lo mismo ocurre con las fuerzas armadas norteamericanas.

En fenómeno natural, convertido en tragedia por las políticas del gobierno norteamericano, mereció que el Congreso aprobara una ayuda inmediata de diez mil millones de dólares, cifra vergonzosa si consideramos que la guerra de Irak consume centenares de miles de millones.

La prueba más irrefutable de que la tragedia es el resultado de las políticas económicas y sociales del gobierno de los Estados Unidos, ha sido el llamado de auxilio a la comunidad internacional realizado por la nación más poderosa de la historia humana, embarcada en estos mismo instantes en una guerra que consume cada año una suma astronómica que supera con creces el presupuesto anual de todo nuestro Continente. Pero eso sí, ha rechazado sin titubeo el generoso e incondicionalofrecimiento del gobierno y pueblo de Cuba, dispuesto a situar en los territorios devastados casi dos mil médicos y más de cuarenta toneladas de medicamentos. ¡ No importa a cuántos ciudadanos se condena a la muerte con dicho rechazo inaudito!

El verdadero rostro de la tragedia

La espantosa tragedia por la que atraviesa un sector importante de la sociedad norteamericana, no es el resultado del fenómeno natural llamado Katrina. Por el contrario, dicha tragedia tiene un rostro definido: la ley de la máxima ganancia , ley general de la que se desprenden las políticas neoliberales de reducción de los servicios sociales, que impulsa la privatización de los servicios e instituciones que deberían estar al servicio del bienestar y seguridad de los ciudadanos, que lleva a la negativa criminal de reducción de las emisiones de gases que destruyen la capa de ozono y, en consecuencia, provocan el recalentamiento de la tierra, causa de fenómenos «naturales» como el huracán Katrina.

La política de dominación imperial de los recursos del planeta y, en consecuencia, del control político-militar de los estados subalternos, conlleva el que, hoy, los recursos fundamentales de los Estados Unidos estén comprometidos en la guerra genocida de Irak, y no al servicio de la auténtica seguridad de sus ciudadanos y ciudades. No se trata, por tanto, de un «desastre natural», tal como quieren hacernos ver los poderes mediáticos. El rostro macabro de las políticas neoliberales es el que se refleja en el espejo de la tragedia que sufre el pueblo norteamericano, en especial sus millones de desamparados por excluidos.

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