02. La Hermandad Musulmana Yihadista: Arma del imperialismo.
Esta organización político-religiosa
nació en 1928 liderada por el egipcio Hassan al-Banna, cuyo ideario está basado en el integrismo
islámico, credo en el que los individuos, las familias y la sociedad son partes
constitutivas de un todo que sintetiza en la forma estatal superior del
Califato, donde el Califa
en su calidad de caudillo tribal discípulo de Mahoma, es el máximo representante
del Dios Alá en la Tierra y su palabra es la ley. Entre las décadas de los
50 y 70 el Siglo pasado, la Hermandad Musulmana combatió contra “los infieles”
del nacionalismo
panarabista laico pequeñoburgués impulsado por Gamal
Abdel Nasser en Egipto y por
Mohammad Mosaddeq en Irán, así como contra los comunistas de la ex URSS, contando en esta lucha
desde sus orígenes, con el apoyo del imperialismo francés y anglo-norteamericano,
estos dos últimos a través del M16 y de la CIA respectivamente.
Desde
1954 el líder internacional de la Hermandad Musulmana fue Mohamed Said Ramadan Al-Bouti,
yerno de Hassan al-Banna. Por
entonces y según el escritor y periodista ruso, Erik Draitser, Ramadan había
llamado la atención de esos dos servicios de inteligencia:
<<Al investigar para mi libro…,
encontré una fotografía poco usual que muestra a Ramadan con el presidente
Eisenhower en el Despacho
Oval.
Para entonces, o poco después, es probable que Ramadan haya sido reclutado como
agente de la CIA. El periodista del Wall Street Journal, Ian Johnson, ha
documentado posteriormente los estrechos lazos entre Ramadan y varios servicios
de inteligencia occidentales… Johnson escribe: "A fines de la década, la
CIA respaldaba abiertamente a Ramadan" [vii].
El
hecho de que la figura central de la organización internacional haya sido un
conocido agente de la CIA, corrobora las afirmaciones de innumerables analistas
e investigadores, de que la Hermandad se utilizó como un arma contra Nasser y,
en los hechos, contra todos los dirigentes árabes socialistas (laicos) que entonces formaban parte de una
creciente marea de nacionalismo árabe que buscaba, como objetivo
supremo, independizarse de la dominación imperial occidental. A fin de
comprender plenamente cómo se convirtió la Hermandad en la organización
que conocemos actualmente, hay que comprender su relación con la familia real (sunita)
de Arabia Saudí. De hecho, los saudíes
han sido los financistas principales de la Hermandad durante décadas, por los
mismos motivos que EE.UU. y las potencias occidentales la necesitaban: la
oposición al nacionalismo árabe y a la creciente “insolencia” de los Estados
chiíes. Alfred Dreyfuss
escribe: “Desde sus primeros días, la Hermandad fue financiada generosamente
por el reino de Arabia Saudí, que apreciaba su política ultraconservadora y su
virulento odio a los comunistas árabes”. Esencialmente, mientras EE.UU.
comenzaba a ejercer su poder de posguerra en toda la región, la Hermandad
Musulmana estuvo allí como beneficiario bien dispuesto y humilde sirviente que
sembraba semillas de odio entre suníes y chiíes, adoptaba una ideología salafista llena de odio que predicaba el conflicto y la guerra
inevitable entre las ramas del Islam. Naturalmente, todo en beneficio de las
potencias occidentales que se preocupaban poco de la ideología y más por el
dinero y el petróleo [viii]>>. (Erik Draitser: http://www.pst1968.com.uy/DICIEMBRE_2012-2.pdf . Pp. 3-4)
Estos
antecedentes permiten explicar, perfectamente, la estrecha relación entre las
familias de los Bush y los Bin Laden. Los mismos
que a instancias del interés compartido propiciado por la familia Saudí en
2001, el 11 de setiembre decidieron derribar las Torres Gemelas de New York y
endilgarle ese acto a la organización terrorista Al Qaeda, para justificar ante
la opinión pública mundial la segunda invasión de Afganistán en 2001 y la de Irak en 2003: http://www.voltairenet.org/article120008.html.
<<
¿Qué diferencia hay entre millonarios cristianos explotadores de trabajo ajeno,
como Bush, y los que mandan matar "infieles" en el nombre de Alá,
como Bin Laden?>> (http://www.nodo50.org/gpm/guerra2001/04.htm).
<<Se
dice que la camarilla de los Bush, casi todos ellos vinculados directamente a
intereses petroleros, hicieron la guerra en Afganistán e Irak para apropiarse
de los yacimientos de gas y petróleo en esos territorios, y que ésta ha sido la
causa eficiente del 11-S. Cierto. Pero es que, esta causa eficiente
viene determinada por la causa formal del capitalismo, que no consiste primordialmente
en el afán de enriquecimiento de esa mafia ni de cualquier otra en particular,
sino que engloba a esos intereses, condicionándolos a la existencia del sistema
que los garantiza. Y el caso es que, dadas las condiciones a las que ha
llegado el sistema en su esencial proceso de acumulación de capital, se
ha hecho objetivamente necesario que el precio del petróleo baje lo
suficiente como para propiciar un aumento en la Tasa General de Ganancia
que contribuya a sacar al sistema de la actual situación de bajo crecimiento,
alejando así, en el tiempo, el estallido de la próxima gran crisis (que
se viene postergando desde hace ya décadas), propiciando cierto relanzamiento
económico que permita ganar más con el mayor consumo productivo consecuente de
petróleo barato.
Y
para eso, para que en este momento los precios de esta materia estratégica
desciendan, es necesario debilitar y, si es preciso, eliminar, los eslabones
más débiles de la cadena de capitalistas que se lucran con la explotación del
trabajo ajeno en esta rama de la producción, por las buenas o por las malas,
tal como ha venido sucediendo con las relaciones internacionales respecto del
petróleo y sucede al respecto en todas las demás ramas de la producción de
plusvalor, desde que la burguesía se hizo cargo de la historia>> (http://www.nodo50.org/gpm/11s/03.htm.
Noviembre 2004).
La tendencia prevista en 2004 por el GPM acerca de la necesaria caída de los precios internacionales del petróleo
crudo se acaba de ratificar recientemente, llegando a descender desde los 61,46€ por
barril al principio de la crisis en febrero de 2008, hasta los 27,71€ en enero
de 2016. O sea, que
en los últimos ocho años de recesión
económica, se ha verificado una caída del 45,09% en los costos del
insumo petrolífero. Sin embargo, la economía mundial todavía sigue sin dar
muestras de recuperación, lo cual significa que el proceso de acumulación del capital social global, basado en
las ganancias crecientes resultantes de la progresiva
productividad industrial,
continúa estancado precisamente por falta
de rentabilidad suficiente. Un fenómeno cuyas causas sistémicas Marx puso al descubierto, en sus manuscritos de 1857-1858 Pp. 276.
Y el caso es que la competencia intercapitalista según
la cual y bajo circunstancias normales
todos ganan —aunque unos más que otros según la masa de capital con que cada empresa
participa en el común negocio de explotar trabajo ajeno—, resulta que bajo
circunstancias críticas
como las que se han venido dando desde ago0sto de 2007 hasta hoy, esa competencia pacífica se ha venido
resolviendo en guerras de rapiña
cada vez más destructivas y genocidas,
tanto más cuanto mayor es el adelanto científico-técnico que se ha ido incorporando
a los medios bélicos.
¿De qué
carácter debe ser, pues, el juicio al que debemos someter los hechos del 11-S y
sus consecuencias humanitarias en Afganistán e Irak: el que atienda a la causa jurídica eficiente que
juzga conductas individuales,
o el que ponga énfasis en la causa
formal o naturaleza social
del sistema de vida capitalista, que engendra monstruos como Hitler y Bush?
Si es
que de verdad se quiere acabar definitivamente
con actos de barbarie —como el incendio del Reichstag en 1936 que puso a la humanidad sobre el
camino del genocidio nazi-fascista y la Segunda Guerra Mundial—, o como el
derribo de las Twin Towers el 11-S de 2001 —cuya deriva tiende a provocar un
nuevo holocausto de proporciones mucho más gigantescas, a juzgar por el
“progreso” en la capacidad técnica de exterminio alcanzada entre un episodio
histórico y otro—, desde luego que la solución al problema no está en apelar a
la causa jurídica eficiente
sino, por el contrario, en acabar con el sistema
económico-social y político de vida que genera semejantes
monstruosidades.
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