Bajo una aparente estabilidad subyace un régimen
autoritario cuya tosquedad le resulta cada vez más difícil
disimular
Elecciones en Túnez:
Farsa democrática para encubrir el malestar social
Artículo publicado en Nación Árabe,
núm. 42, otoño de 2000
Sadri Khiari y Olfa Lamloum
Politólogos, Universidad de Paris-VIII,
Francia
Doce años después del advenimiento de
la 'nueva era tunecina, el país ofrece una imagen paradójica:
un discurso oficial que pretende ser renovador y modernista y una práctica
política inmovilista. Las últimas elecciones han ilustrado
de manera llamativa las dificultades para mantener este equilibrio en un
contexto en transformación. Las elecciones legislativas y presidenciales
celebradas en Túnez el pasado 24 de octubre, fueron presentadas por
las autoridades tunecinas como otro avance del proceso político impulsado
el 7 de noviembre de 1987, cuando el actual presidente Zine al Abidine Ben
Ali desplazó al fundador del moderno estado tunecino, Habib Burguiba.
El pluralismo de candidaturas en el escrutinio presidencial, una novedad
en el Túnez independiente, confirmaría así la democratización.
El mismo discursomantienen por igual los dos competidores del presidente
Ben Ali, Belhadj Amor, Secretario General del Partido de Unidad Nacional
(PUP) y Abderahman Tlili, el jefe de la Unión Democrática
Unionista (UDU), quién subraya particularmente lo 'pedagógico'
de esta experiencia.
Mientras que el nuevo rey de Marruecos, Mohamed VI, parece querer emprender
la reforma del sistema político que heredó de su padre Hasán
II, y Argelia avanza en el camino hacia la paz, el resultado electoral
del 99,44% de votos obtenido por Ben Ali obliga a examinar más de
cerca la dinámica política en la que se insertan estas elecciones.
Las últimas elecciones rompen efectivamente con el principio de
candidatura única en vigor desde la independencia. Esto fue posible
gracias a las enmiendas transitorias introducidas en la Ley Electoral. Ésta
disponía que todo candidato debía contar con el respaldo de
30 diputados o presidentes de Consejos Municipales. Dado que todos ellos
eran miembros del partido del presidente saliente, esta cláusula
impedía cualquier competencia. En 1994, el doctor Moncef Marzouki
(1) se había topado con esta
condición cuando había querido presentar su candidatura. Bloqueando
de esta forma el sistema electoral, las autoridades buscaban evitar que
un voto de protesta amenazará la hegemonía de la Agrupación
Constitucional Democrática (RCD), como fue el caso en 1989 cuando
las listas violetas de la corriente islamista obtuvieron, según diferentes
estimaciones, entre el 20% y el 30% de los votos. Tras esto las autoridades
tunecinas introdujeron una pequeña dosis de proporcionalidad al asegurar
[por decreto] la presencia de una cuota de 19 diputados de las demás
listas, de los 163 escaños de la Asamblea Legislativa. Por lo tanto
un 20% de los escaños está reservado a diputados no pertenecientes
al partido de Ben Ali. Las elecciones de 1994 consagran las nuevas normativas
y Ben Ali, candidato único, obtiene, según la cifras oficiales,
el 99,91% de los votos. Por otra parte, los electores envían 144
candidatos del RCD al Parlamento, mientras que los pocos partidos autorizados
a presentar candidaturas (2) se reparten
los 19 escaños restantes. El resultado de estas elecciones no puede
comprenderse sin situarlas en el contexto de la repentina desaparición
del movimiento islamista y de toda oposición de la esfera política
desde finales del año 1990 y el desencanto generalizado que le siguió
(3).
Desde luego, estas elecciones permitieron introducir un cierto pluralismo
en el seno de la Cámara de Diputados, lo que no hizo desaparecer
su carácter simbólico. A la par, rápidamente se tomaron
medidas para impedir que la prensa pudiera divulgar posturas no oficiales
planteadas en la cámara.
Aunque el régimen de Ben Ali no suprima toda forma de representación
pluralista, ésta no constituye evidentemente para él el mejor
modo de articulación de intereses y de gestión de conflictos.
Las enmiendas transitorias [a la ley electoral] pudieron parecer una activación
del principio de representación. Estas enmiendas suspenden provisionalmente
la cláusula que obliga al respaldo de 30 diputados pero han sido
reemplazadas por la condición de llevar cinco años consecutivos
siendo el responsable de un partido con representación parlamentaria.
Únicamente Belhadj Amor y Tlili responderían a este y a los
otros requisitos impuestos por el código electoral, como el limite
de edad en 70 años. Por otra parte, el aumento de escaños
a 182 permite aumentar a 34 (4) el
número de diputados no-desturianos (5).
Esta cifra abre la teórica posibilidad de respaldar posibles
candidaturas a las presidenciales del 2004. Ni el desarrollo de la campaña,
ni los resultados anunciados han corroborado la hipótesis de la reafirmación
del principio de representación. La campaña estuvo marcada
por un discurso consensual del que no emergían ni balances ni propuestas
alternativas. Los adversarios del presidente Ben Ali reconocían así
explícitamente el carácter simbólico de sus candidaturas
y subrayaban su acuerdo de fondo con el programa de éste. El mismo
unanimismo se expresó durante la campaña de las elecciones
legislativas. A pesar de ello, el anuncio de los resultados suscitó
algunas decepciones. No por el hecho de la repartición de los escaños
en la Cámara de Diputados, que era previsible, sino a causa del resultado
del 99,44% de votos que obtuvo el presidente Ben Ali. Demasiado elevado
para ser creíble, este resultado puede legítimamente parecer
contradictorio con la declarada voluntad de introducir el pluralismo. Queda
entonces por explicar una estrategia presidencial cuando menos paradójica:
Ben Ali parece querer restaurar la imagen democrática de su régimen
sin recurrir, sin embargo, a una legitimidad que no sea plebiscitaria. Para
comprender esta antonimia aparente, es necesario situar estas elecciones
en su contexto.
El 'milagro' tunecino, cuestionado
Es cierto que cuando Ben Ali llegó al poder tuvo que asumir un
país en crisis: crisis financiera, crisis presupuestaria, crisis
de la deuda. La pérdida de legitimidad del régimen burguibista,
la delicuescencia de las altas esferas del Estado, los progresos de la oposición
islamista no favorecieron la puesta en marcha del Programa de Ajuste Estructural
firmado en 1986, pero el amplio consenso obtenido por el nuevo presidente,
el apoyo firme de las potencias occidentales y una coyuntura económica
internacional propicia, dieron cierto impulso a la economía tunecina.
Si nos atenemos a los indicadores económicos más comunes,
sin duda los resultados más convincentes son el control de la inflación,
que pasó del 9% al 5% entre 1986 y 1996, y del déficit presupuestario,
del 5 al 3%. En cuanto a la tasa de crecimiento, las cifras reales son menos
alentadoras de lo expresado, si bien Túnez, es cierto, ha conocido
picos: el 6,7% en 1987, a precio constante, el 7,8% en 1990 y en 1992. La
media anual en el conjunto del periodo indica, en el mejor de los casos,
un estancamiento si se compara con el periodo de crisis que precedió
la llegada al poder de Ben Ali: el 4% de 1982-1986, 4,2% entre 1987 y 1991
y el 3,5% (6) entre 1992 y 1996. En
el año 1998 la tasa de crecimiento del PNB fue del 5%.
Igualmente, se resaltan con frecuencia los logros de la economía
tunecina en el campo de la exportación. Al periodo 1987-1990 corresponde
un aumento en las exportaciones del 18,7% por año. El sector servicios,
sobre todo el turismo, tuvo una importante contribución en esta progresión,
hecha posible por la coyuntura internacional y por las medidas de ajuste,
pero también por la devaluación del dinar, la reducción
de la inflación como consecuencia de la reducción del consumo
interno, la disminución del salario real, los múltiples incentivos
financieros y las ayudas a la exportación. Sin embargo, esta dinámica
alcanzó rápidamente sus límites: el crecimiento de
las exportaciones no superó el 2,4% entre 1991 y 1993 y conoció
una progresión fluctuante hasta 1997. Esta curva revela una indiscutible
fragilidad, que el economista Bedui relaciona primero con el debilitamiento
del "efecto competitividad-precio", y después con su doble
polarización: concentración alrededor de un reducido número
de productos, por una parte, y polarización geográfica por
otra, porque la Unión Europea constituye sin duda el principal mercado
de Túnez (7).
La aleatoria evolución de las inversiones tampoco incita al optimismo.
Después de una tímida reanudación, entre 1989 y 1992,
de las inversiones locales, de las que, por otra parte, el sector servicios
fue el principal beneficiario, se aprecia un sensible retroceso entre 1993
y 1995, seguido de una nueva progresión el año siguiente.
Las inversiones extranjeras en Túnez sufrieron en el mismo periodo
cierto debilitamiento, pasando de 565,4 millones dinares tunecinos en 1992,
a 365 millones en 1995. Cuando el país deja de ser atractivo para
el capital extranjero, la firma del acuerdo sobre la Zona de Libre Cambio
(ZLC) entre Túnez y Europa en julio de 1995, que supone el progresivo
desmantelamiento de las proyecciones aduaneras, amenaza directamente una
parte importante del entramado industrial tunecino, poco competitivo, y
pesa sobre los ingresos fiscales del Estado. La ZLC se traduce en el desmantelamiento
del dispositivo de protección aduanera, previsto para un periodo
de 12 años por el nuevo acuerdo de libre cambio y significaría
a medio plazo un cesante de cuatro mil millones de dólares en los
presupuestos del Estado.
A semejanza de muchos países que firmaron los programas de Ajuste
Estructural, Túnez salió bien de la primera fase que permitía
el restablecimiento de los grandes equilibrios macro-económicos (reducción
de la inflación, del déficit presupuestario, del servicio
de la deuda y el restablecimiento del crecimiento). Sin embargo, la segunda
fase de las reformas estructurales, cuya clavija maestra era la liberalización
(comercio exterior y sector público), tuvo un desarrollo parcial.
Túnez solo ha fomentado tímidamente la privatización.
De las 250 empresas públicas a privatizar, sólo 77 lo fueron
efectivamente entre 1989 y 1996. El proceso de privatización sólo
afecto en un primer momento a las pequeñas y medianas empresas. Los
ingresos de estas privatizaciones habrían generado solamente 400
millones de dólares hasta 1998. La cesión de las llamadas
empresas estratégicas comenzó en 1998 con la venta de dos
importantes cementeras por un valor de 400 millones de dólares americanos.
La ZLC supone dar un latigazo al ajuste, acelerando el capítulo
de la privatización. Esto solo se podría traducir en el aumento
de negativas consecuencias desde el comienzo de los años 80, a saber,
el aumento de las desigualdades sociales y el debilitamiento de la función
reguladora del Estado.
La beneficencia como política social
El coste social de la liberalización económica es una realidad
que se oculta con demasiada frecuencia. Ya que ésta supone la reducción
de los gastos presupuestarios del Estado, la bajada del consumo interno,
la privatización y la orientación hacia el mercado exterior
y los capitales extranjeros, la liberalización impone el control
de los salarios, la desregulación del trabajo y el abandono más
o menos acelerado de la política social pública. Las autoridades
tunecinas, que no han olvidado la huelga general del 26 de enero de 1978
ni la "revuelta del pan" de enero de 1984, son prudentes, pero
sin embargo no renuncian a desmantelar los mecanismos de redistribución.
Las subvenciones a los productos de primera necesidad han disminuido en
más de 2/3 en el consumo familiar entre 1980 y 1996. La gratuidad
casi total de servicios sociales como la sanidad y la enseñanza está
cuestionada, así como la política social de viviendas. El
último informe del PNUD indica un retroceso de Túnez en cuanto
a Desarrollo Humano; Túnez ha pasado así del puesto 78 en
1993 al 102 en 1999.
Es cierto que la administración, relevada por el RCD, desarrolla
programas de asistencia, se puso en marcha un fondo de solidaridad (el denominado
"26/26") financiado por donativos más o menos voluntarios
(deducidos en las empresas, las administraciones, las escuelas), se repartieron
comidas gratuitas durante el mes de Ramadán, pero la gestión
opaca de todas esas operaciones y su objetivo más político
que social no puede, en ningún caso, compensar el abandono progresivo
del Estado de sus funciones sociales.
Así, el balance de 13 años de ajuste estructural en Túnez,
si en lo económico está a medias tintas, parece aún
más incierto en cuanto a sus consecuencias sociales. Es precisamente
aquí donde las estadísticas oficiales no existen o son poco
fiables. A título de ejemplo, las estadísticas oficiales sitúan
el aumento anual de los salarios entre el 11 y el 16% entre 1991 y 1996,
así las rentas reales habrían conocido un aumento anual del
9 al 13%, algo totalmente improbable para los observadores serios (8) que afirman, por el contrario, que durante
este periodo "no hay duda de que ha disminuido el nivel de vida para
las categorías de renta baja y que la pobreza continua siendo un
verdadero problema para el país" (9).
Sin embargo las cifras oficiales, aún reconociendo el aumento de
las tasas de desempleo (alrededor del 15% en 1994) (10)
y la reducción de las prestaciones sociales, prefieren silenciar
el impacto de estas evoluciones en la distribución de las rentas
y de los salarios. Subsanar pacientemente esta carencia es una tarea a la
vez épica e imposible. La dificultad está a la medida de lo
que está en juego. En efecto, todo investigador universitario que
desee llevar a cabo una investigación de campo esta obligado a presentar
su trabajo, con cuatro meses de antelación, ante un organismo del
ministerio de Educación Superior para su aprobación. El proyecto
debe indicar el objetivo de la investigación, la talla y el perfil
de la muestra, etc. El investigador se arriesga no sólo a recibir
una negativa, sino igualmente a recibir la inesperada visita de la policía
en su casa. Ni que decir hay que discutir las estadísticas oficiales
o proporcionar otras estimaciones no resulta mucho más fácil.
Cerco a la UGT
En estas condiciones se entiende la importancia de la cuestión
sindical. La Unión General de los Trabajadores Tunecinos (UGTT),
única organización de masas fuera del partido en el poder
en disponer de una autoridad propia, a pesar de sus vínculos burocráticos
con el aparato del Estado, no dudó en los años 70 y 80 en
movilizar sus tropas para defender algunos logros sociales en el mundo laboral.
Un imperativo desde el punto de vista de los objetivos del ajuste estructural
era someter a la organización sindical. Este es, sin duda, el mayor
éxito del nuevo régimen que aunando represión, maniobras
y corrupción, obtuvo sin demasiadas dificultades la fidelidad de
una dirección purificada de sus elementos más combativos
y relevada en la base por estructuras regionales y sectoriales en su mayor
parte domesticadas. El proceso se coronó en el XIX Congreso de la
UGTT, a principios de abril de 1999, que estuvo marcado, según muchos
sindicalistas, por la manipulación del número de afiliados,
designación arbitraria de delegados y múltiples irregularidades
al reglamento en la reelección por aclamación del secretario
general, Ismail Sahbani. La UGTT, fiel a su gestión de consenso,
pide el voto para Ben Ali en las elecciones presidenciales.
La situación de la organización sindical es sintomática
de un estado más generalizado de restricciones de las libertades
sindicales: antes del 7 de noviembre de 1987, el famoso decreto número
40 prohibía ya las reuniones sindicales en los centros de trabajo,
el código del trabajo obligaba a comunicar toda huelga con 10 días
de antelación y a la fianza del sindicato convocante. La actual dirección
de la UGTT agravó esta situación disponiendo que ningún
sindicato puede llevar la iniciativa de una huelga sin el acuerdo del Secretario
General de la central. Mientras que se multiplican los despidos de sindicalistas,
entre las autoridades y la dirección sindical se establece una estrecha
colaboración para la represión de los disidentes. Así,
al día siguiente al XIX Congreso, una docena de antiguos responsables
de la UGTT fueron puestos en detención preventiva durante 48 horas
y amenazados con diligencias judiciales por haber denunciado las condiciones
en las que se desarrolló el Congreso y anunciado su intención
de presentar un recurso judicial.
Malestar generalizado
La ola de protestas que agitó durante el año académico
1998-1999 el campus universitario es ejemplar. Provocada por la imposición
de más requisitos para obtener un empleo en la enseñanza secundaria
después de los cuatro años de carrera, la movilización
estudiantil alcanzó una amplitud desconocida desde la ola de represión
de la primeros años del decenio. Asambleas generales, huelgas, manifestaciones
se fueron sucediendo durante semanas hasta que el poder reaccionó
brutalmente deteniendo a los principales cabecillas del movimiento, condenándolos
a duras penas y liberándolos finalmente. Sin embargo nada hace pensar
que la calma se haya restablecido de forma duradera al ser tan profunda
la crisis del sistema universitario y educativo en general cuya democratización,
iniciada a finales de los años 50 (1958), es a partir de ahora gravemente
cuestionada. Lo que preocupa a los estudiantes es la sensible reducción
de las perspectivas profesionales a la salida de la universidad. Si el desempleo
entre los diplomados no alcanza aún las graves proporciones que tiene
en Marruecos (11), constituye ya un
problema y todo hace creer que se ampliará rápidamente (12). Mientras se enfrentan a la constante degradación
de las condiciones de vida y de estudio, los estudiantes se tropiezan con
la presencia directa de la policía en los campus que impide
toda actividad sindical independiente.
Los mismos fenómenos están en el origen del malestar en
el cuerpo docente. Los recortes presupuestarios se conjugan con la explosión
del numero de estudiantes para hacer especialmente penosas las condiciones
de trabajo, a la vez que se reducen las contrataciones. En estas circunstancias
y después de años de resignación se está desarrollando
un amplio movimiento de protesta, que la central sindical intenta neutralizar.
La agitación en la universidad, espacio sensible de la sociedad,
señala un descontento generalizado que solo ha comenzado a expresarse.
El pueblo sigue teniendo miedo, pero las lenguas se desatan en numerosos
medios para criticar la arbitrariedad administrativa y policial, la corrupción
o la degradación de las condiciones de vida. El malestar parece haber
alcanzado igualmente a los medios financieros y empresariales. Panfletos
anónimos circulan denunciando la corrupción o el acaparamiento
ilegal de ciertos mercados. Otra muestra del malestar existente es la aparición
de escenas de violencia en los estadios deportivos (en primavera se habló
de decenas de muertos en la ciudad de Béja, asimismo en Gabes) donde
el público ya no duda ya en gritar consignas hostiles al régimen
provocando la brutal reacción de la policía. En el otoño
pasado, los estudiantes se pusieron en huelga y un motín protagonizado
por alumnos de bachillerato y parados, explotó especialmente en
Gafsa, al sur del país. Más recientemente un accidente laboral
mortal provocó un empuje febril en la ciudad de Kasserine. La reaparición
de la disidencia en el seno de la UGTT y el eco que ha encontrado la propuesta
para constituir una confederación sindical independiente son hechos
reveladores de un nuevo clima en el mundo laboral. Después de una
larga travesía por en desierto, el movimiento democrático
retoma progresivamente confianza en sí mismo. Las pocas asociaciones
independientes la Asociación de Jóvenes Abogados, la
Asociación Tunecina de Mujeres Demócratas, la Liga Tunecina
del Derechos Humanos- toman nuevas iniciativas, creando comités,
multiplicando las reivindicaciones. Un grupo de economistas, sindicalistas
y demócratas crean la Agrupación por una Alternativa Internacional
de Desarrollo (RAID) en contacto con el movimiento ATTAC Internacional.
En el extranjero, los tunecinos son cada vez más activos, especialmente
en Francia, como lo demuestra el dinamismo del Comité por el Respeto
de las Libertades y los Derechos Humanos de Túnez (CRLDHT). Pero
la iniciativa más significativa es sin duda la fundación,
el 10 de diciembre de 1999, por decenas de intelectuales y conocidos militantes
del movimiento democrático y de la izquierda tunecina, del Consejo
Nacional de las Libertades en Túnez (CNLT). Su proyecto es la integración
de la defensa de los Derechos Humanos dentro de una perspectiva política
más global de lucha por un Estado democrático, lo que supone
la reorganización del conjunto del sistema político y constitucional
tunecino (13).
Disuelto entre 1991y 1992, el movimiento islamista Ennahda, dirigido
desde Londres por Rachid Ghanuchi, no parece estar en condiciones de reorganizarse
rápidamente pero conserva un potencial de influencia que la represión
de la que es objeto contribuye a alimentar.
Consciente probablemente de la nueva situación que se perfila
y de la erosión del carácter disuasivo de la represión,
preocupado por el desarrollo de Argelia y Marruecos, sensible a la degradación
de su imagen en el marco internacional, el poder esta obligado a ser más
prudente, a maniobrar, a ejercer presiones indirectas, a retroceder a veces.
Las últimas elecciones expresan perfectamente el dilema político
en el que se encuentra el régimen del presidente Ben Ali. Este percibe
la necesidad de una reorientación de su política, de ahí
el pluralismo del que hace alarde, pero no consigue asumir la realidad,
porque los resultados obtenidos reducen a nada los objetivos iniciales del
escrutinio.
El mismo dilema se transparentaba igualmente al día siguiente
de las elecciones. Con ocasión de la conmemoración del 12
aniversario del Cambio, el 7 de noviembre pasado, más de 600
detenidos políticos, condenados por pertenecer al movimiento Ennahda,
fueron indultados (14). Ningún
anuncio oficial siguió a esta liberación, lo que revela una
vez más la ambivalencia política que se sigue. Por otra parte,
ningún miembro dirigente de este movimiento fue liberado y más
de un millar de islamistas sigue aún en prisión (15).
Existe un fundado temor de que el régimen tunecino no consiga
imaginar nuevas formas de articulación social que no sean otras que
la violencia y el desarrollo de relaciones clientelares. Esta situación
es particularmente inquietante teniendo en cuenta las tensiones que necesariamente
engendran la reorganización económica en curso y las repercusiones
locales de un contexto regional e internacional en plena mutación.
(Artículo publicado en Politique
Africaine, diciembre 1999, con el título "Tunisie: des éleccions
en trompe-l´oeil". Traducción de Adela Rodríguez,
N.Á.) |