"Mis hijos me enseñaron que la vida vale cuando uno la pone al servicio del otro".
Resumen Latinoamericano
En julio pasado, Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, fue invitada a participar en la Conferencia Mundial de la Asociación Internacional de los Educadores de la Paz (Aiep), de la UNESCO, en París. Sin hipocresías ni medias tintas, Hebe habló de la Universidad Popular que han lanzado las Madres en Argentina y fustigó severamente a los países ricos:
Gracias por la invitación a participar
a esta Conferencia en nombre de las Madres y permítanme que hable
en nombre de la libertad, de los que no están, de los torturados,
de los desaparecidos, de los asesinados. Permítanme que hable en
nombre de los miles y miles que ahora seguramente, en este momento, están
muriendo de hambre, de desesperación y de enfermedades de pobreza.
Hace mucho tiempo que las Madres comenzamos a
amar la idea de la educación, la idea de fomentar en la juventud
el amor al saber. El amor al saber, ¿por qué?. Porque la
mayoría de nosotras sufrimos la ignorancia, el dolor de la ignorancia
cuando nos llevaron a nuestros hijos. Mi propia experiencia cuando mi hijo
menor me llamó y me dijo: "Mamá, no encontramos a Jorge,
no sabemos dónde está, tenés que hacer un "Hábeas
Corpus". No sabría qué era eso. ¿Qué es esto?
le pregunté y él me dio una explicación sencilla que
yo tampoco la entendí, y hablando con otras madres nos fuimos dando
cuenta que como cada una vivía encerrada en un pequeño barrio,
en un pequeño lugar donde parecía que allí terminaba
el mundo y veníamos de familias muy pobres, donde casi ninguna de
nosotras habíamos podido completar el secundario y menos aún
algunas el primario. Sufrimos y padecimos, además del horror de
la desaparición, la total ignorancia de cuáles eran nuestros
deberes pero esencialmente cuáles eran nuestros derechos y con qué
contábamos para buscar a nuestros hijos.
Al principio contábamos sólo con
nuestras fuerzas, con nuestra desesperación, con nuestro caminar
de un lado al otro, del deambular por los jueces, el ejército, la
policía, los amigos, los políticos, la Iglesia. Todas las
puertas absolutamente cerradas porque éramos ignorantes de nuestros
derechos. Por eso el gran amor que comenzamos a tener, la idea de llevar
adelante este gran esfuerzo que es la Universidad Popular, en un país
que tiene hambre, que tiene desocupados, que tiene presos políticos,
en un país muy rico con un pueblo muy pobre, cada vez más
pobre.
Por qué la Universidad, y para qué?.
La Universidad está centrada en la formación de los jóvenes
que no quieren hacer política, que sienten que no les corresponde.
No una política de partido, sino política de compromiso.
Esta Universidad que cuenta con cinco carreras tiene tres materias obligatorias:
Educación Popular, la Historia de las Madres y la Formación
Política no partidista de la juventud (después elegirán
ellos) que tiene la obligación de ocuparse y de preocuparse de qué
nos pasa. En la materia que elijan, en la carrera que elijan, deberán
comprometerse con el pueblo, con la gente.
¿Para qué la Universidad?. Para
que cuando estos jóvenes comiencen a prepararse, sus prácticas
sean llevadas a los barrios más marginales donde como a mí,
cuando era pequeña, mi mamá me tenía que hacer los
cuadernos con papel de envolver, con papel del que había, y hacía
las rayas con una regla y ahí tenía que escribir. Así
me eduqué, en la mínima. Tuve educación y formación
de amor de mis padres, de amor al trabajo, a ese trabajo que nos falta
y también hace denigrante al hombre. A un hombre que no tiene trabajo
no le podemos hablar de paz, a un hombre que llega a su casa y tiene sus
hijos descalzos muertos de hambre y frío, de enfermedades de la
pobreza, no le podemos hablar de la paz. Nos están quitando el derecho
al conocimiento, que es el derecho más importante, ten elemental
como el derecho a la vida. Un hombre que vive sin conocimiento es un esclavo,
un muerto en vida, es un prisionero, a lo mejor del patrón, o del
dueño de la empresa donde le toca trabajar o no. Nosotras sabemos
que la impunidad se basa mucho en la ignorancia de los pueblos.
Yo escuché muy atentamente los mensajes
de los chicos, esta cosa tan hermosa que vimos, de colores, esta ilusión
tan esperanzada de chicos de la paz, sólo hay una cosa que no se
les enseña a los chicos, que yo no ví allí, es que
hay que cerrar las fábricas de armas, que mientras se fabriquen
armas para la guerra, químicas, biológicas, esas armas son
las que nos matan. Eso no estaba en el mensaje.
A los niños pobres de nuestros países,
a los más pobres, casi nunca se les pregunta nada, no les preguntamos
si tienen sueños o esperanzas o dolores. Tratamos de paliar rápidamente
con comida o con ropa lo que les está pasando en el momento, pero
nadie piensa en prevenir la prostitución de los niños, la
drogadicción de esos niños. Para esto es nuestra universidad
para prevenir. Antes nuestros niños se prostituían entre
11, 13 o 14 años, ahora a los 6 años, la prostitución
infantil está organizada con tours sexuales, drogadicción,
para llevarlos a estos señores que los prostituyen.
La necesidad es imperiosa y angustiante de llegar
a esos lugares para prevenir porque si no después tenemos que gastar
millones en recuperar. Gastemos millones en prevenir. Gastemos millones
en trabajo para esos padres. Los niños van a la calle a prostituirse
como única manera de llevar dinero a sus padres para comer. Esto
pasa en mi país hoy. La necesidad es urgente y para eso debemos
prepararnos, debemos estudiar todos un poco más, y sobre todo llevar
el amor al saber, a la educación y a la formación a los lugares
más desprotegidos, no como proyecto de partido político,
no como proyecto de ir a estudiarlos. Ya sabemos cuántos hambrientos
hay en el mundo, cuántos se mueren de hambre, 100.000, no sé
cuántos en pocos días. Ya sabemos cuántos tuberculosos,
esas estadísticas ya están, no debemos seguir estudiando
la pobreza, comencemos a estudiar la riqueza y darle a esa gente, a esos
hermanos nuestros, a los hijos nuestros, pequeñísimo, llenos
de dolor, la posibilidad de la igualdad, tan declarada y proclamada, de
la igualdad de posibilidades.
Nadie de nosotros puede mirar a la cara a un
niño que está en la calle esperando que lo vengan a buscar
para prostituirse y preguntarle: "¿Por qué estás aquí?
Tenemos que pensar qué podemos preguntarle y vamos a encontrar que
no tenemos qué preguntar porque nos da vergüenza. Nuestros
hijos estaban haciendo ese trabajo y por eso se los llevaron, porque a
los grandes señores del capitalismo desalmado les interesa los pueblos
ignorantes, los pueblos bien atrasados para que seamos pueblos esclavos
y dominados.
La Universidad de las Madres apunta ahí,
al trabajo de igual a igual, para mirarlos a la cara y preguntarles: "Pibe
querido, con qué soñás, qué es lo que querés,
este es el mundo que te gusta vivir o es el que te dejamos nosotros". A
esos chicos no se les pregunta casi nunca nada, siempre está nuestra
clase media para arriba educada, preparada, bien comida, bien vestida,
llena de posibilidades, pero a ellos, ¿qué?
Y nos dan ejemplo, les juro que nos dan ejemplo,
Yo un día les di dinero a tres pibes para que se compren algo para
comer, por esta cosa que uno tiene a veces, que no sabe si está
bien o está mal, sólo dos se compraron y el tercero, no.
Le dije: "Y vos, por qué no te compraste un sandwich y una gaseosa".
Me dijo: "No, doña, porque yo, con esta plata, mi mamá compra
huesos y hace sopa para mis hermanos". Yo me quería morir, nos dan
ejemplo pero no somos capaces de preguntarles nada. Los estudiamos, los
fotografiamos, los marginamos, pero no tenemos coraje.
Hablamos de los niños de la calle, claro,
los niños de la Rea, porque si uno dice que son de la calle no tiene
ninguna responsabilidad, y no es así, son nuestros niños,
los de un país como el mío, donde antes no había niños
muriéndose en la calle, pidiendo limosna y drogándose. El
otro día, a uno le salía mucha sangre de la nariz, y le dije:
"Tenés que ponerte agua cuando te drogás." Me contestó:
"Doña, ¿sabe por qué me drogo? Hoy no comí."
Y qué le va a decir uno al chico. Por eso es tan importante el saber,
el educar, el formar, el preparar para los derechos de ellos, que tienen
que tener los mismos que nosotros, con las mismas posibilidades, con las
mismas ganas.
Los países que más hablan de la
paz son los que construyen más armas para la guerra, nos hablan
siempre de la paz, una paz sometida a veces, pero quién nos hace
la guerra, quién nos quita toda posibilidad.
Mis hijos me enseñaron que la vida vale
cuando uno la pone al servicio del otro. Yo les decía "todo el tiempo
estudiar, trabajar, todo el tiempo dedicado, horas y horas". Ellos me respondían:
"Mirá Mamá, estudio para estar al servicio de la gente, me
formé, me di la posibilidad para ayudar a otros, mi vida sólo
va a valer si soy capaz de ponerla al servicio de los otros, no para estudiarlos,
no para fotografiarlos, no para llevarles la comida que le sobra a los
ricos, y la ropa que tiran los ricos, sino para darles igualdad de posibilidades".
Se habla mucho de igualdad, de paz, de libertad, de justicia, sufrimos
la injusticia, los asesinos están en libertad, con la complicidad
de los políticos, de los jueces, de la Iglesia, nosotras no queremos
terminar nuestras vidas buscando asesinos, eso no lo vamos a dejar, pero
queremos que se haga un mundo mejor, una posibilidad, un sueño,
una esperanza a la juventud, no la búsqueda de los asesinos sino
la búsqueda de la igualdad, la búsqueda de la educación,
del amor al saber, de la posibilidad del conocimiento.
Esta es la idea de la Universidad que nació
el 6 de Abril de este año, con 700 alumnos y 100 de los mejores
profesores. Tiene un Consejo Internacional de los más grandes hombres
de este mundo, que apoyan y ayudan a esta Universidad pero necesitamos
que crezca, que forme realmente a los jóvenes para que se comprometan
en la política, con ética y con principios donde lo más
importante sea la prevención y no la recuperación. Y voy
a terminar leyendo algo de Eduardo Galeano, con lo que las Madres nos identificamos
plenamente:
"En la Era de la Paz, que es el nombre que dicen
que tiene el período histórico abierto en 1946, las guerras
han matado no menos de 22 millones de personas y han expulsado de sus tierras,
de sus casas o de sus países a más de 40 millones. Nunca
falta alguna guerra o guerrita para que se lleven a la boca los televidentes
consumidores de noticias. Pero nunca los informadores informan, ni los
comentaristas comentan nada que pueda ayudar a entender lo que pasa. Para
eso, tendrían que empezar por responder a las preguntas más
elementales: ¿Quién está traficando con todo este
dolor humano? ¿A quien da de ganar esta tragedia? "La cara del verdugo
está siempre bien escondida", cantó alguna vez Bob Dylan.
En 1968, dos meses antes de que una bala le rompiera la cara, el pastor
Martin Luther King había denunciado que su país era "el mayor
exportador de violencia en el mundo". Treinta años después,
las cifras dicen: de cada diez dólares que el mundo gasta en armamentos,
cuatro van a parar a los Estados Unidos. Los datos del Instituto Internacional
de Estudios Estratégicos indican que los mayores vendedores de armas
son los Estados Unidos, el Reino Unido, Francia y Rusia. En la lista, algunos
lugares más atrás, también figura China. Y estos son,
casualmente, los cinco países que tienen derecho de veto en el Consejo
de Seguridad de las Naciones Unidas. En buen romance, el derecho de veto
significa poder de decisión. La Asamblea General del máximo
organismo internacional, donde están todos los países, formula
recomendaciones; pero quien decide es el Consejo de Seguridad. La Asamblea
habla o calla; el Consejo hace o deshace. O sea, la paz. ¡Esa paz
no la quiero!
Hebe de Bonafin