La Rebelión de las Cañadas.
Carlos Tello Díaz
De cómo el EZLN se
organizó, se armó y decidió iniciar en Chiapas
la guerra de liberación
Mucho se ha especulado en América
Latina, acerca de cuáles son o serían las condiciones óptimas
para comenzar la lucha armada; el cerco informativo, así como visiones
interesadas, intentarían deformar los hechos dándoles una
connotación espotaneista. Por una parte, se trata de mostrar a caudillos
carismáticos; y por la otra, visiones esquemáticas y ortodoxas
de un cierto militarismo afiebrado. Dejando expresamente atrás,
el trabajo concienzudo y organizado, de la parte más importante
del accionar revolucionario, el apoyo popular. Del libro La rebelión
de las Cañadas, del investigador Carlos Tello Díaz, transcribimos
partes substanciales del capitulo relativo a las circunstancias en que,
de acuerdo al autor, los dirigentes de las Fuerzas de Liberación
Nacional (FLN) decidieron culminar décadas de organización
en la selva chiapaneca con el levantamiento armado que hizo entrar al EZLN
a la historia del país el 1° de enero de 1994. Acompañamos
el fragmento con la "Advertencia" que el propio autor incluye al principio
de su obra.
(Carlos Camacho)
ADVERTENCIA
Este libro fue concebido
con el ánimo de comprender, no de juzgar. Narra la historia de las
comunidades que protagonizaron, a partir de 1994, la rebelión de
Chiapas. La historia comienza a finales de la década de los cincuenta,
con el éxodo de los indígenas hacia las cañadas de
la Selva. Abarca más de 7 lustros, para culminar, al fin, con el
estallido de la rebelión. El trabajo esta basado mas que nada, en
testimonios y documentos. Es resultado del interés con el que lo
vieron muchos de los que participaron -como actores o como testigos- en
el levantamiento de EZLN. Todos los nombres que aparecen en el texto son
reales, con una excepción: los de los zapatistas del ejido La Sultana.
Algunos de los nombres mencionados en las notas de las entrevistas, a su
vez, han tenido que ser modificados. La corrección del texto, para
fortuna del libro, estuvo a cargo de Antonio Bolívar. El trabajo,
en general, fue realizado con ayuda de la revista Nexos y, por supuesto,
con el apoyo del Sistema Nacional de Creadores de Arte.
Carlos Tello Díaz
I
A partir de la década de los noventa,
el EZLN tuvo que replantear sus relaciones con la diócesis de San
Cristóbal. Los insurgentes eran ya muy fuertes, demasiados para
ser detenidos por la Iglesia. Muchos de sus compañeros, sin embargo,
los abandonaban por sus desacuerdos con los sacerdotes. Esos desacuerdos,
al pasar el tiempo, enfrentaron a Marcos con don Samuel. El obispo lamentaba,
en privado, el apoyo brindado por los curas a las FLN (Fuerzas de Liberación
Nacional). "Esas gentes", decía con desazón, "se vinieron
a montar en un caballo ensillado"(1). Era terrible. Ahora llevaban a los
indios al borde de la tragedia. El subcomandante, por su lado, contragolpeaba
sin contemplaciones. Sus palabras retumbaban en el aire. "Aquí no
va a haber ARIC (Asociación Rural de Interés Colectivo),
no va a haber Palabra de Dios, no va a haber gobierno de la República.
Aquí va a haber Ejercito Zapatista de Liberación Nacional"(2).
En medio de la disputa, Jorge Santiago (Jacobo) mediaba para lograr la
reconciliación en Chiapas. Jorge ya no era compañero de Elisa,
quien entonces vivía fuera de la Selva con Vicente, pero mantenía
relaciones muy estrechas con la dirigencia del EZLN, en particular con
el comandante Rodrigo. Sus esfuerzos, a pesar de todo, resultaron inútiles.
La reconciliación entre la Iglesia y el EZLN hubo de venir después,
años después, al estallar por fin la rebelión de las
Cañadas. Los indígenas, mientras tanto, estaban en verdad
desconcertados. "Ustedes nos metieron en la organización y ahora
se salen", decían a los padres. "Pues que sentido tiene"(3). A pesar
de las desavenencias, cabe recalcar, un grupo muy importante de sacerdotes
cooperaba todavía con los rebeldes. Así lo suponían
también los mandos de la 3° Zona Militar. En enero de 1991,
al descubrir un campo de guerrillas en el ejido Quintana Roo, entre todos
los hallazgos -rifles de madera, uniformes, claves de radio- encontraron
datos que comprometían a Felipe de Jesús Toussaint, párroco
de Sabanilla. Mas tarde, al recorrer los cerros vecinos a La Realidad -El
Mico y El Quemado- supieron que los guerrilleros eran apoyados con armas
por Heriberto Cruz, párroco de Las Margaritas
El año de 1991, tan lleno de
sucesos, habría de finalizar con un acontecimiento inesperado para
las comunidades de la Selva. Santiago Lorenzo, acusado de corrupción,
fue removido de la presidencia del ARIC. En su lugar, las comunidades eligieron
a Lázaro Hernández. Eran muy graves los cargos contra Santiago.
Sus compañeros lo acusaban de robar un crédito para ganado
de 619 millones de pesos. Una suma grande. Con él, desde luego,
culpaban al tesorero, Ignacio Silvano, así como también al
encargado de la comisión de ganado, Manuel Rodas. "El dinero se
quedó en las manos de unas cuantas personas", recordaría
Lázaro, "y cuando se les pidió que entregaran cuentas, hicieron
un desmadre con el contador y se fueron"(4). Los compañeros entonces,
convocaron a una reunión para nombrar autoridades en sustitución
de las que fueron expulsadas. La reunión tuvo lugar el 8 de diciembre,
en el ejido de San Juan, uno de los mas zapatistas de la cañada
de Patihuitz. Los ariqueros que todavía militaban en el EZLN propusieron
por unanimidad a Jesús, es decir, a don Lázaro. Marcos dio
línea de votar a su favor. Aquellos que no militaban en el EZLN,
en cambio, postularon a Javier Toledo, un tzeltal del rancho Guayaquil,
en la región del Avellanal. La votación fue muy cerrada.
Al final de la contienda, Lázaro Hernandez, el ganador, recibió
de las comunidades el símbolo de la transmisión de poder
en la organización: una pistolita de madera que databa de los tiempos
de Quiptic. Su triunfo representó, sin lugar a dudas, un espaldarazo
para la guerrilla. Jesús era, entre los indígenas, una de
las personalidades más destacadas del movimiento. Fungía
como primer responsable de la región. Tenia fama de ser un hombre
tenaz, hábil, conciliador. Su prestigio, por lo demás, no
parecía mermado por el alejamiento entre el EZLN y la Iglesia. Era
buena, todavía, su relación con Marcos. Era buena, también,
su relación con Caminante, como llamaban los zapatistas a don Samuel
Ruiz.
El año de 1992 se inició
con una serie de cambios que revolucionarían al mundo. En el centro
de todos esos cambios, a modo de símbolo, estaba la desaparición
de la Unión Soviética. Con ella se derrumbo también,
para muchos, el ideal del socialismo. Los ecos de su derrumbe llegaron
hasta la Selva Lacandona. "No hay para que luchar", ironizaba por aquellas
fechas el subcomandante Marcos". "El socialismo ha muerto. Viva el conformismo
y la reforma y la modernidad y el capitalismo" (5). La ruptura de marcos
con el grupo Slop, agudizada por esos acontecimientos, significo que muchos
de sus cuadros - los más cercanos a Slop- abandonaran las filas
de la guerrilla, entre ellos algunos de sus oficiales, como Gabino, Cecilia
y José Carlos. Sus bases de apoyo, entre los campesinos, estaban
asimismo muy menguadas. "Pueblos enteros se nos salían", recuerdan
los zapatistas. "No, hombre, se nos armo un desmadre" (6). El EZLN, en
efecto sufrió por esos días una crisis muy profunda. Fuera
de Chiapas, para colmo, los trabajadores que tenían vínculos
con las FLN comenzaron a dejar el movimiento, encabezados por Panchon,
uno de los dirigentes del Frente Obrero. No nada mas la meta, el socialismo,
sino también su camino, el de las armas, parecía sin porvenir.
Así lo comprendieron los miembros del movimiento revolucionario
más importante de Centroamérica, el FMLN. El 16 de enero
de 1992, en la capital de México, los dirigentes del FMLN firmaron
los acuerdos de Chapultepec con el gobierno del presidente Alfredo Cristiani.
Las hostilidades en El Salvador, prolongadas a lo largo de los ochenta,
dejaron alrededor de setenta y cinco mil muertos. Perdidas superiores a
los 2,000 millones de dólares en el país más pequeño
del continente, el "Pulgarcito de América", como lo llamaba de cariño
Gabriela Mistral (7). Esas hostilidades, emprendidas a nombre de la libertad
y la justicia, no pudieron suprimir el cumulo de tragedias, políticas
y sociales, que pesaba sobre la nación. En México, las FLN
condenaron el acuerdo que puso fin a la guerra de guerrillas en El Salvador.
"No vale uno solo de los miles y miles de insurgentes caídos en
combate", afirmaron en una publicación (8). Para ellos, por supuesto,
la lucha con las armas apenas comenzaba.
En la cañada de Patihuitz, uno de los ejidos
que más sufrieron la crisis de la ganadería, fue La Sultana.
Muchos de sus habitantes no pudieron saldar las deudas contraidas meses
antes con Banrural. Otros mas, para saldarlas, tuvieron que vender lo poco
que poseían. Contaban por esos días con mas de cuatrocientas
cabezas de ganado, en su mayoría compradas a Tito Albores, el dueño
de El Porvenir. Tito mantenía relaciones muy cordiales con los ejidatarios
de La Sultana, algunos de los cuales conocía desde que trabajaban
con su padre, don Javier. Les vendía pies de cría -cebus,
por lo general- para mejorar la calidad de su ganado. Todos poseían
al menos una res en La Sultana. Francisco Gómez, por ejemplo, tenia
8 hectáreas de potrero, en un costado de la carretera que daba con
San Quintin. Lo cuidaban unos campesinos que vivían al lado de su
casa, pues él viajaba con frecuencia, fuera del ejido. A todos les
pagaba con trago, normalmente con aguardiente de caña llamado Jaguar.
Eran ellos quienes chaporreaban. Lorenzo, su hijo, estaba todavía
muy chico. Los Gómez, además de sus 8 hectáreas de
potrero, tenían 3 hectáreas de milpa -para sus puercos, para
sus pollos- y también una hectárea de cafetal, que les daba,
año con año, alrededor de 4 quintales de café pergamino
de tipo Borbon. Sembraban, asimismo, unas áreas de caña de
azúcar, para tener barras de piloncillo, y cultivaban, desde luego,
palma xiate, como todos los ejidatarios de La Sultana. La vendían
a 2 mil pesos la gruesa, nada mal, pues recolectaban hasta 20 gruesas en
un día. El patrimonio de los Gómez era similar al de los
demás campesinos de las Cañadas. Era muy superior al de los
indios que vivían de la mendicidad en los alrededores de San Cristóbal.
En la Selva, la marginación era mayor, pero la pobreza, en general,
menos que la de los Altos. Pedro Ramírez era uno de los propietarios
más prósperos de la Sultana. También, sin duda, uno
de los mas respetados. Era bajo, moreno, sin canas.
"Lo que decía él todos lo obedecían
la gente", confirman sus paisanos (9). Hacia mas de treinta años
que vivía, al igual que los otros fundadores del ejido, en la dotación
original de La Sultana. Con Celestina Ruiz, su mujer, tenia diez hijos,
seis de los cuales -los hombres- eran milicianos del EZLN. Don Pedro fue
uno de los que más promovieron la venta de reses para comprar armas
en el poblado. Todas las suyas -unas treinta y cinco- fueron vendidas por
sus hijos en los años que precedieron a la rebelión. Muchos
siguieron el ejemplo, otros no. Eran notables, en el ejido, las diferencias
entre los zapatistas y los no zapatistas. Esas diferencias estaban reflejadas
en la conformación de sus autoridades, elegidas por ellos en aquel
año de 1992. Domingo García, el presidente, no era zapatista,
pero su tesorero, Baltasar López, si lo era, como también,
sin duda, Alberto Santis, presidente del Consejo de Vigilancia. En todo
caso, por encima de las autoridades tronaba la voz de Pedro Ramírez.
Con su venia, en aquellos días, el tesorero vendió las reses
que pertenecían al ejido. El dinero de la venta jamas apareció.
Los ejidatarios que no militaban en el EZLN, asustados, mandaron sus quejas
al gobierno en Ocosingo: al INI (Instituto Nacional Indigenista), al INEA
(Instituto Nacional para la Educación de Adultos), a la presidencia
municipal. Nadie les hizo caso. Un becerro de 400 kilos, como los que vendían,
costaba mas o menos un millón de pesos en aquel entonces. Los precios,
vale recordar, estaban a la baja desde la apertura de las fronteras. Con
un millón de pesos, sin embargo, era posible comprar, a precios
de mayoreo, armas de fuego muy poderosas. Un fusil AK-47, soviético,
costaba 900 mil en el mercado negro de Centroamérica. Una carabina
M-1, norteamericana, costaba menos de 400 mil. Al final, todos los animales
del ejido -becerros, puercos, guajolotes- fueron puestos a la venta por
los zapatistas. El producto lo invertían en armas para la guerrilla,
igual a como lo habían invertido, años atrás, en fondos
para la unión de crédito. Ahora, como antes, pensaban también
en su propio beneficio. Así lo manifestaron a los demás.
"Decían que no quieren producir nada porque van a ganar todo mas
después" (10).
Las aportaciones que daban al movimiento los campesinos
de las Cañadas eran una fracción nada mas de todos los gastos
que pesaban sobre las finanzas de las FLN. Había que pagar viajes,
honorarios, dádivas y sobornos; mantener imprentas, armerías,
talleres y casas de seguridad; comprar armas, uniformes, víveres,
medicinas, radios, municiones y vehículos de carga. El movimiento,
desde sus orígenes financiaba sus actividades, por lo general, con
medios legales, no ilegales. Por ello, en parte, sus líderes lograron
mantener la clandestinidad. Entre sus fuentes de financiamiento destacaban
las contribuciones que los militantes aportaban a las arcas de la organización.
Esas contribuciones -en especie, dinero o trabajo -significaban alrededor
del 10 por ciento de los ingresos que percibían. Con relación
al EZLN, en concreto, los insurgentes recibieron, además, apoyos
muy diversos en Chiapas. Recibieron apoyo del Movimiento Proletario Independiente,
algunos de cuyos líderes -exmilitantes de las FLN- conservaban amistad
con el subcomandante Marcos. Recibieron también apoyo de muchas
de las organizaciones no gubernamentales que, como DESMI, tenían
relaciones de trabajo con la diócesis de San Cristóbal. DESMI,
en efecto, financiaba proyectos en poblados de la región donde sabia
que las autoridades eran zapatistas. Esos poblados, a su vez, canalizaban
los recursos que llegaban del Estado -créditos de Banrural, fondos
de Solidaridad- hacia la tesorería del EZLN. Así pues, para
sobrevivir, los insurgentes, en lo fundamental, no se vieron obligados
a recurrir a procedimientos ilegales -cómo por ejemplo, el trafico
de drogas. Sus estatutos eran inequívocos al respecto. Hubo grupos
que sembraron mariguana cerca del ejido de Nuevo Progreso, grupos que tenían
vínculos con guerrilleros de Guatemala. Hubo también individuos
que pasaron cargamentos de cocaína por la cordillera de San Felipe,
en la Reserva de la Biosfera. El EZLN no mantuvo relación con ellos,
aunque tuvo sin duda contacto, pues todos operaban en la Selva. Los zapatistas,
tal vez, les cobraban nada más una especie de peaje, como dicen
que hacia Lucio Cabañas en la sierra de Guerrero.
Notas
1 Fuente: René Gómez, agosto de 1994, Tuxtla Gutiérrez.
2 Fuente: Abelardo Pérez, agosto de 1994, Guadalupe Tepeyac.
3 Citado por Proceso, 13 de septiembre de 1993.
4 Citado por La Jornada, 20 de febrero de 1994
5 EZLN, Chiapas: el sudeste en dos vientos, una tormenta y una
profecía, Selva Lacandona, 1992.
6 Entrevista con Cesar Hernandez, abril de 1994, La Garrucha.
7 Citado por Carlos Tellez Díaz, "La conclusión de los tratados
de paz en El Salvador", Cuadernos de Trazos, diciembre de 1992. 8 Nuevo
Horizonte, septiembre de 1992.
9 Entrevista con Jesús Morales, abril de 1994, Ocosingo.
10 Entrevista a Jesús Morales, abril de 1994, Ocosingo.
II
La simpatía que habría de generar la rebelión
de los indígenas, al estallar, era desde luego comprensible. Era
también necesaria. Chiapas atravesaba un periodo muy difícil
al comienzo de los noventa. Los campesinos, hundidos en la miseria, no
tenían cauces para manifestar su desesperación. Eran sistemáticamente
reprimidos por el gobierno de Patrocinio González. El gobernador
los reprimía, no con la fuerza, como su predecesor, sino con la
ley. Quiero decir, su ley. El titulo IX del Código Penal de Chiapas
tipificaba los delitos que atentaban contra la seguridad del Estado. Los
campesinos que resistían los desalojos, por ejemplo, convencidos
de que las tierras que cultivaban eran suyas, podían ser acusados
de sedición de acuerdo con el articulo 222 del Código Penal,
que condenaba hasta por cuatro años de prisión "a los que
reunidos tumultuariamente, pero sin armas, resistan a la autoridad o la
ataquen para impedirle el libre ejercicio de sus funciones" (11). Asimismo,
los campesinos que protestaban en las ciudades por desalojos -o por lo
que fuera- podían ser acusadas de motín de acuerdo con el
articulo 225, que condenaba también hasta por cuatro años
de prisión "a los que para hacer uso de un derecho pretextando su
ejercicio se reúnan tumultuariamente para tomar por asalto edificios
o parques públicos, u obstruyan las vías de comunicación"
(12). En Chiapas, las personas más diversas alzaban la voz contra
los artículos del Código Penal. Para Valdemar Rojas, líder
del PAN, tenían "la finalidad especifica de reprimir con legalidad
la oposición" (13). Para Germán Meza, líder del PRD,
pretendían "encuadrar cualquier expresión de inconformidad
en un contexto delictivo" (14). Era la verdad. En un estado con problemas
tan profundos, con rezagos tan graves, el gobernador prefirió, antes
que dialogar, reprimir con el cobijo de las leyes.
El Código Penal no terminó con las
movilizaciones en Chiapas. Por el contrario, las estimuló. El 7
de marzo de 1992 partió de Palenque la marcha que todos, mas tarde,
habrían de conocer con el nombre de Xi Nich, (en chol, Hormiga que
Marcha). Estaba coordinada por un jesuita, Jerónimo Hernandez, el
mismo que dos años después, un diario de la capital habría
de confundir con el subcomandante _Marcos. Eran choles, en su mayoría,
que protestaban contra la represión del gobierno del estado. Algunos
de sus dirigentes estaban entonces en la cárcel por haber organizado
meses antes, un plantón en el Parque Central de Palenque. Xi Nich
demandaba su liberación. Demandaba en general, poner fin a los encarcelamientos
injustos, a los rezagos agrarios, al imperio de las autoridades corruptas.
La marcha debió recorrer, a pie, 1,106 km. para llegar hasta la
capital de la República. Apenas iniciada, el día 9, tuvo
lugar una manifestación en Ocosingo. Los grupos que confluían
en la ciudad -Yetal Chen, Takin Okum, Tatojobtezel- apoyaban los reclamos
de Xi Nich. Eran los mismo que durante los setenta permanecieron al margen
de los maoístas que llegaron a la diócesis, para "seguir
su propia dinámica", en palabras de los jesuitas que los acompañaban
(15). Esos grupos, a pesar de ser pacíficos, sufrían también
el peso de la represión. A lo largo del gobierno de González,
según datos del INI, dos mil doscientos noventa indígenas
fueron apresados en Chiapas. Muchos no sabían ni de que los acusaban.
Tenían razón los miembros del Comité Clandestino Revolucionario
Indígena. "Nosotros hemos luchado a pedir la solución de
nuestras necesidades en una forma pacifica, en una forma legal, pero los
gobernantes estatal y nacional no nos han escuchado. Por eso nosotros ya
no nos quedó otro camino. Alzarnos con nuestras armas a ver si nos
escucharan" (16).
El 10 de abril hubo, de nuevo, una manifestación
en Ocosingo. Era común que las organizaciones movilizaran a sus
fuerzas ese día, que consagraban a la memoria del general Emiliano
Zapata. Los campesinos, al conmemorar su muerte, exigían a las autoridades
el derecho de quemar sus acahuales. Aquel 10 de abril, las calles de la
ciudad fueron abarrotadas por los militantes de la ANCIEZ (Alianza Nacional
Campesina Independiente Emiliano Zapata), la mas radical de todas las organizaciones
de Chiapas. Francisco Gómez encabezaba la manifestación.
Entre los espectadores estaba Marcos. Acababa de pasar unas semanas en
Tampico, donde pronuncio una conferencia sobre la firma del TLC. Fue la
ultima vez que vio a su familia. "Rafael ya no se comunico con nosotros",
recordaría su madre, doña Socorro Vicente (17). Marcos, en
aquella época, vivía en el barrio Norte de Ocosingo. Los
pormenores de la marcha de la ANCIEZ los habría de recordar en un
texto muy elocuente, Chiapas: el sudeste en dos vientos. Alrededor de tres
mil indígenas convergieron, a las diez de la mañana, en la
plaza del Palacio Municipal. Llevaban pancartas contra la firma del TLC,
contra la reforma del articulo 27, contra la represión de las comunidades
en la Selva. Al finalizar el acto leyeron una carta que mandaban a los
miembros del gobierno de Salinas. "En unos cuantos meses", les decían,
"acabaron con nuestra mas preciada conquista histórica: el derecho
a la tierra" (18). Francisco Gómez pasó después de
la reunión a las oficinas de la ARIC. Estaban pintadas de blanco,
como siempre, situadas aun en el terreno que, hacia muchos años,
con una cooperación de 50 centavos por familia, habían logrado
comprar los campesinos para tener un lugar en Ocosingo. A la salida, Francisco
se topó con Carmen Legorreta, una de las asesoras del ARIC, licenciada
en sociología por la Universidad Nacional Autónoma de México.
Carmen intercambio con el dos o tres palabras, antes de comentar que tenia
que participar en una reunión con gente de la Secretaria de la Reforma
Agraria.
-
No nos traicionen, Carmen -le dijo pronto Francisco-, Se están vendiendo
a los del Gobierno (19).
Carmen dudo por unos segundos antes de continuar. Las
personas que venían con ella le sugirieron, con un gesto, no tomarle
la palabra. "A mí me hubiera gustado platicar con él", recuerda,
"que me dijera que pensaba, pero ya no hubo ocasión" (20). Fue la
ultima vez que lo vio. En las Cañadas, hay que repetir, la organización
más importante, desde siempre, era la ARIC. Ese monopolio termino,
sin embargo, con la irrupción de la ANCIEZ. Ambas organizaciones,
con proyectos excluyeres, se disputaban una misma base social en esa parte
de la Selva. Hubo pues, en el seno de las comunidades, un debate muy intenso
sobre la naturaleza del proyecto que convenía seguir para responder
a sus aspiraciones. Aquel debate, a pesar de las diferencias, tuvo lugar
en un marco de respeto. La ARIC nunca penso delatar al EZLN. "Eso no resolvía
los problemas de la región", diría mas tarde Carmen Legorreta
(21). Todas las comunidades estaban divididas con relación al movimiento.
Incluso las familias. Denunciarlo significaba, de hecho, denunciar a los
amigos, a los hermanos. Así pues, a pesar de los choques que tuvieron
los ariqueros con los zapatistas -en Ojo de Agua, en las Tazas, en Amador,
en Nuevo Progreso- nunca revelaron los secretos que guardaban las Cañadas.
"Apechugamos para no confrontar mas la situación", habría
de recordar Lázaro Hernandez, quien entonces comenzaba ya su disensión
con el EZLN (22)
III
El 12 de octubre de 1992 fueron conmemorados los quinientos
años del descubrimiento de América. Mas de nueve mil indígenas
participaron en la manifestación de San Cristóbal de las
Casas. Estaban allí la ARIC, la OCEZ (Organización Campesina
Emiliano Zapata), la CIOAC, la ANCIEZ, la UNORCA (Unión Nacional
de Organizaciones Regionales Campesinas y Autónomas), todas aglutinadas
en el Frente de Organizaciones Sociales de Chiapas, el FOSCH, fundado la
víspera con el concurso de Chiltak (organización no gubernamental
de derechos humanos vinculada a la diócesis de San Cristóbal.
En tzotzil quiere significa compañero). La ANCIEZ sobresalía
por su disciplina, por la cantidad de mujeres que llevaba. Algunos de sus
miembros ostentaban arcos y flechas, y tenían los rostros pintados
de colores. Parecían un ejercito. Todos ellos, movilizados durante
la noche, llegaron a la ciudad en la madrugada del 12, un lunes. La manifestación
partió, muy ordenada, de la gasolinera de Huitepec, al lado de la
estatua de fray Bartolomé. Entro por la Diagonal del Centenario,
cruzo por el Puente Blanco, siguió de frente por Mazariegos, dio
vuelta después en General Utrilla. Sus columnas pasaron de largo
la plaza de Armas para llegar al mercado, en donde torcieron a la izquierda
por Honduras y luego, de nuevo, por 20 de noviembre. Marcos y Daniel, entre
la gente, filmaban la manifestación. Había comandos de guerrilleros
destacados en toda la ciudad, listos para responder en caso de represión.
Los coordinaba, parece ser, el mayor Mario. Entre los indígenas
que marchaban por las calles de la ciudad, la mayoría, sin dudas,
era parte del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional. Muchos
lo sabían. Al pasar frente a la iglesia de Santo Domingo, unos militantes
de la ANCIEZ dejaron atrás el grueso de la manifestación,
que siguió de frente por 20 de Noviembre. Entonces, con palos y
marros, empezaron a demoler la estatua de bronce del conquistador Diego
de Mazariegos. Un grupo de policías trato de contenerlos, pero no
pudo: fue recibido por una lluvia de pedradas.
La marcha culminó por fin en la Plaza de
Armas, es decir, la Plaza 31 de Marzo, así llamada por ser esa la
fecha de la fundación, en 1528, de la ciudad de San Cristóbal.
Allí los campesinos desplegaron sus pancartas. Hoy cumple quinientos
años de robo, muerte y destrucción el pueblo indígena,
decían unas. "12 de octubre, día de la desgracia", clamaban
otras. Pinche tratado, nos tiene maltratados, ironizaban las demás.
Los oradores tomaron entonces la palabra. Jesús Santis, del ejido
Morelia, habló en tzeltal a nombre de la ANCIEZ. Antonio Hernandez,
del ejido Plan de Ayala, habló en tojolabal a nombre de la CIOAC.
Ángel Hidalgo, del ejido Venustiano Carranza, habló en tzoltzil
a nombre de la OCEZ. El maestro de ceremonias era Frank. Pronunciaba las
palabras con soltura. Estaba convencido de la necesidad de vincular, en
un movimiento, los reclamos de los maestros, estudiantes, colonos, obreros
y campesinos. Era necesario propulsar alianzas. "Romper con los regionalismos",
afirmaba. "Ir mas allá de la lucha concreta" (23). Había
que juntar a los petroleros de Pemex, en Tabasco; a los trabajadores de
la Volkswagen, en Puebla; a los estudiantes de la Universidad de Sonora,
entonces congregados en el Zócalo de la Ciudad de México.
Todos en aquel momento luchaban, con el recurso de la huelga, para defender
sus derechos en el trabajo. Los campesinos tenían que brindarles
solidaridad. La manifestación de San Cristóbal culminó,
por la noche, con una misa en Catedral. Don Samuel, ante mas de cuatrocientos
fieles, habló sobre la situación en el estado, donde, subrayo,
"crece y se fortifica una violencia estructural que niega el legitimo derecho
a desarrollar todas las potencialidades del ser humano" (24). Al caer la
noche, la tensión era muy grande. Jorge Lescieur, alcalde de la
ciudad, después de culpar al obispo por la destrucción de
la estatua de Mazariegos, anunció la creación del Frente
Único de Defensa Ciudadana.
IIII
Uno de los ejes en la vida de los poblados de las Cañadas,
era la iglesia de San Jacinto, en la ciudad de Ocosingo. Había sido
construida en 1569 por fray Pedro de Laurencio, quien la bautizó
con el nombre Jacinto de Polonia, un santo del siglo XIII, miembro también
de la orden de Predicadores. Estaba pintada con lechada de cal y cobijada
con un techo de teja a dos aguas. Era blanquísima. Resplandecía
bajo la luz del sol. En el altar, entre las palmas y las bugambilias, resonaba
con placidez el zureo de las palomas. Afuera, en el patio, prosperaban
sin dificultad los mangos, los plátanos y los guayabos. Mas allá,
por los lavaderos, aparecían una serie de carteles. Se prohibe andar
con las novias... aquí, decía uno. Prohibido las parejas...
en este lugar, anunciaba otro. Todos los años, en agosto, el padre
Pablo Iribarren festejaba con sus fieles el día de San Jacinto.
En ocasiones acudían también los tuhuneles de la parroquia.
Participaban al menos una vez al año, por tres días, en las
asambleas que tenían lugar en Ocosingo. En ellas estaba siempre
Jesús Gómez, el tuhunel de La Sultana, muy amigo del padre
Pablo. Era él quien oficiaba los servicios de su gente, secundado
por los catequistas del ejido: Pedro López, Heriberto Pérez
y Marcela Nicolás. Los tres eran zapatistas. Uno de ellos, incluso
Pedro López, habría de morir un año después
en el mercado de Ocosingo. Su mando en el ejido era Francisco Gómez,
el hermano de Jesús. Pocos sabían entonces, con certeza,
que militaba en el EZLN. Lo veían ir y venir, siempre con su morral
al hombro, siempre con sus botas Adoy, compradas en Guatemala. Lo llamaban
Ic (Viento) o Pucu (Diablo), aunque su nombre de lucha, por supuesto, era
Hugo.
-
?¿Por qué te dicen Hugo? -le preguntaban los mas desorientados.
-
Nada -contestaba-. Apodo que me dan (25).
Notas
11 Gobierno de Estado de Chiapas, "Código Penal", Periódico
Oficial del 11
de octubre de 1990.
12 Gobierno del Estado de Chiapas, Ibid.
13 Citado por Tiempo, de San Cristóbal, 23 de junio de
1990.
14 Citado por Tiempo, ibid.
15 Citado por Proceso, 12 de diciembre de 1994.
16 Citado por La Jornada, 4 de febrero de 1994.
17 Citado por Excélsior, 10 de febrero de 1995.
18 Citado por Tiempo, 15 de abril de 1992.
19 Fuente: Carmen Legorreta, abril de 1994, San Cristóbal
de las Casas.
20 Entrevista a Carmen Legorreta, abril de 1994, San Cristóbal
de las Casas.
21 Citado por La Jornada, 1 de marzo de 1994.
22 Citado por La Jornada, 20 de febrero de 1994.
23 Citado por Gaspar Morquecho, "La ANCIEZ en el movimiento
campesino" El Tiempo, 24 de octubre de 1992.
24 Citado por Tiempo, 13 de octubre de 1992.
25 Fuente: Francisco Hernandez, abril de 1994, La Sultana.
V
A fines de 1992, Hugo participo junto con otros insurgentes
en una serie de reuniones a los que convocaron sus mandos para discutir
el tema de la guerra de liberación en México. Marcos, Daniel
y Pedro, sus mandos, tenían bajo su responsabilidad el Frente de
Combate Sur-Oriental, que comprendía los estados de Chiapas, Oaxaca
y Tabasco. Pedro, el segundo de Marcos, militaba desde fines de los setentas
en las Fuerzas de Liberación Nacional. Era güero, alto, flaco,
jorobadon, con los ojos muy rasgados. Sus compañeros no sabían,
por supuesto, su nombre de verdad. No sabían casi nada de su vida.
Héctor Ochoa, el subcomandante Pedro, era nativo del Distrito Federal.
Tenia mas o menos treinta y un años. Había sido reclutado
por las FLN en el municipio de Macuspana, Tabasco, donde trabajaba para
Pemex. Fue después uno de los guerrilleros que llegaron a la región
de Tierra y Libertad al lado de Germán. Con el paso de los años,
centro sus esfuerzos en las cañadas de Las Margaritas, la zona de
influencia de los maristas de la Castilla, como llamaban a la misión
de Guadalupe en Comitan. Los zapatistas lo recuerdan con sentimientos encontrados.
Pedrin era, según unos, "muy amoroso" (26). O más bien, según
otros, "muy bravo" (27). Contaba siempre, coinciden todos, con la simpatía
de Marcos. También Daniel. Eran viejos amigos. El subcomandante
Daniel tenia treinta y dos años. Era natural de Michoacán.
Había sido, como Pedro, reclutado desde los setenta por las FLN.
Su contacto fue Gabriela. Salvador Morales, en aquel entonces, trabajaba
junto con Rafael Guillen en la UAM de Xochimilco. Vivían juntos.
Ambos habrían de ser conocidos, mas tarde, con sus nombres de batalla:
Daniel y Marcos. Daniel, el menor de los dos, fue de los primeros en llegar
a Tierra y Libertad. A mediados de los ochenta, junto con Elisa, entreno
por unos meses en Nicaragua. Mas tarde, trabajo con los poblados de las
cañadas de Altamirano. "Era de pelo chino negro", recuerdan los
zapatistas, "y traía un cuerpo muy moreno" (28). Daniel y Pedro,
junto con Marcos, eran los subcomandantes del EZLN. Los tres habrían
de participar, con el resto de sus oficiales, en una reunión que
marcaría, para siempre, el futuro de las comunidades de la Selva.
La reunión tuvo lugar el 23 de enero de 1993
en la escuela del ejido Prado. En ella, las FLN resolvieron iniciar la
guerra de liberación en México. Unos años atrás,
con el auge del cardenismo, sus dirigentes habían optado por aplazar
la decisión. No tenían entonces armas suficientes, ni querían
supeditar sus fuerzas a la figura del momento, la del ingeniero Cuauhtemoc
Cárdenas. Pensaban, además, que podían -y debían-
crecer también en otras partes del país. Ahora, en 1993,
las cosas eran distintas. Resultaba para todos evidente la necesidad de
tomar una decisión. El debate recayó muy pronto sobre dos
personas, el comandante Rodrigo y el subcomandante Marcos. Rodrigo trabajaba
por lo general en los estados del norte de México. En Chihuahua,
por ejemplo, coordinaba las actividades del capitán Rodolfo, un
obrero que militaba desde los mediados de los setenta con las FLN. Sus
argumentos en contra del inicio de las hostilidades eran razonables. El
movimiento, sostenía, estaba muy débil en los otros estados
de la República: en los que formaban el Frente Norte, en los que
conformaban el Frente Para-Central. Sin su concurso, inevitablemente, los
zapatistas serian cercados en el Frente Sur-Oriental. Elisa y Gabriela
secundaron los argumentos de Rodrigo. También Lucia, la mujer de
Germán. Era mejor, aducían, esperar otros diez años
para combatir entonces una guerra que durase nada más un mes. Marcos,
por su lado, refutó sin concesiones los razonamientos de sus contrincantes.
No tomaban en cuenta toda la verdad. Muchos de sus hombres, decía,
abandonaban el movimiento por el pleito con la Iglesia. Los que permanecían
en él, alrededor de doce mil, habitaban en comunidades identificadas
ya por el Ejercito. Era necesario, pues, tomar la iniciativa. Ello les
permitiría, además, utilizar a su favor, la coyuntura del
país, el año de las elecciones en México. Su posición
fue reforzada por Daniel y por Pedro, y también por uno de sus hombres
de confianza: Vicente. Al cabo de unas horas, Marcos obtuvo por fin el
aval de Germán. Entonces Rodrigo, a decir de los testigos, abandonó
la reunión del Prado.
-
A mí ya no me necesitan -comentó-. Por que no me lo dicen
de una vez.
Nomás me quieren ver la cara (29).
Camino hacia su coche, encendió el motor
y partió del ejido sin escolta. Nadie supo lo que sucedió
después (...)
VI
El comandante Germán era, sin lugar a dudas,
el dirigente más encumbrado del Partido. Llevaba veinticuatro años
en el movimiento: la mitad de su vida. En un principio, el comienzo de
los setenta, había sido responsable de redactar los folletos, elaborar
los mapas y reparar las armas destinadas a la guerrilla. Mas tarde, luego
de los reveses sufridos por sus fuerzas, trabajo por unos años al
lado del compañero Alfredo. Hacia fines de los setenta, al morir
Alfredo, quedó como primer responsable de las FLN. Con él
al frente llegaron al estado de Chiapas. A principios de los ochenta, junto
con Rodrigo, el segundo responsable, encabezo la fundación del EZLN
en la región de Tierra y Libertad. Unos años después
fue capturado, en Chihuahua, por la Policía Federal de Caminos.
Traía con los armas de fuego muy poderosas, que venia de comprar
en Estados Unidos. Los policías, parece ser, lo torturaron, pero
sin averiguar absolutamente nada. Pasados unos meses salió por fin
en libertad. Lo propulsaban sus convicciones, sin duda, aunque también,
quizás, el deseo de vengar a todos los compañeros que murieron
en la penumbra de la clandestinidad. "Es un hombre muy violento", habría
de confesar Elisa (30). Los zapatistas coincidían con ella. "Era
la línea dura", dicen. "Ahí si que no los perdonaba a nadie"
(31). Lo miraban con temor cuando llegaba con ellos a la Selva. Les impresionaba
su corpulencia, su rigidez, su ferocidad, las tres estrellas de comandante
que le brillaban en el pecho. Sus responsabilidades en la organización
eran muy diversas. Tenia que presidir, con voto de calidad, las reuniones
del Comité Central del Partido; coordinar a las células que
trabajaban en las ciudades para la Secretaria del Interior; organizar las
tareas del Comité de Finanzas; cuidar los archivos de las FLN; comprar,
en fin, las armas que sostenían las actividades del EZLN.
Abajo de Germán estaba ya, después
de la reunión de Prado, el subcomandante insurgente Marcos. Sus
funciones eran, según los documentos, "elaborar y ejecutar todos
los planes relativos a la guerra de liberación" (32). Con ese fin
propuso, en Prado, la del Comité Clandestino Revolucionario Indígena.
Necesitaba saber, antes que nada, el grado de compromiso que tenían
sus bases con la guerra. A mediados de febrero, las actas -en favor y en
contra- fueron elaboradas por las comunidades. El 25 de marzo tendría
lugar la votación -"el juramento", como dicen en la Selva (33).
Unos pensaban votar a favor; otros estaban decididos a votar en contra.
Había dos grupos entre las bases del movimiento, que reflejaban
a su manera las discrepancias en la dirección. Ambos grupos, radicales
y moderados, estaban convencidos de la necesidad de mantener la unión
por encima de las diferencias. "Si se resolvía que todavía
no era el momento adecuado, acataban la orden, y si era lo contrario, entonces
todos jalaban parejo", comentaría después un misionero de
la diócesis. "La resolución fue que era el momento" (34).
Entre las cañadas mas zapatistas estaban Avellanal, Amador y Patihuitz;
entre las menos, a su vez, destacaban Agua Azul y San Quintin. La presencia
de la guerrilla, por esas fechas, era un secreto a voces en toda la República.
Las publicaciones más importantes del país recibían
con frecuencia noticias al respecto por conducto de los ganaderos que vivían
en esa zona. Todos lo sabían. "En la Selva Lacandona", escuchaban
decir muy a menudo los miembros de la Cámara de Diputados, "operan
grupos armados que están siendo alentados por la policía
antipopular del gobernador Patricio González" (35). El gobernador,
a comienzos de 1993, acababa de ser nombrado Secretario de Gobernación
en lugar de Fernando Gutiérrez Barrios. Estaba muy bien informado
sobre la presencia de la guerrilla. Uno de sus contactos en la región
era Octavio Albores, antiguo presidente municipal de Ocosingo, entonces
diputado de Chiapas por el PRI. Estaba también muy identificado
con el ala más conservadora del gobierno. El signo de su nombramiento
resultaba para todos inequívoco: mano dura, cerrazón durante
las elecciones del año que venia, año que prometía
ser -como lo fue- sumamente conflictivo.
En Chiapas, los rumores sobre la guerrilla resonaban
por todos lados en la primavera de 1993. El Ejercito recorría con
regularidad las cañadas de la Selva. Las comunidades de la región,
a su vez, estaban alarmadas por su presencia. Con el propósito de
reclamar la salida de la tropa, el FOSCH organizo, el 20 de abril, una
manifestación en Tuxtla. Participaron ese martes, a pesar del calor,
terrible por aquellos días, mas de mil quinientos indígenas
de Chiapas. Muchos eran miembros de la ANCIEZ. "La marcha partió
a las doce horas del entronque La Angostura", escribió Gaspar Morquecho,
uno de los coordinadores del FOSCH, "Al pasar frente a la residencia de
la 7a. Región Militar, algunos grupos decidieron realizar un mitin,
pero el contingente siguió hasta llegar hasta la Plaza Central,
a las dos de la tarde" (36). Los indígenas exigían hablar
con el gobernador del estado, Elmar Setzer, sustituto de Patrocinio González.
A diferencia de la mayoría de sus predecesores, el gobernador no
era finquero, aunque su mujer, Mercedes Pedrero, pertenecía a una
familia de ganaderos y cafetaleros muy renombrados en el Sudeste. Al conocer
los reclamos del FOSCH, Setzer anuncio que sus representantes serian recibidos
por el secretario de Gobierno, Rafael González Lastra. Los indígenas,
sin embargo, rechazaron hablar con él. Continuaron su plantón
frente al Palacio de Gobierno. Bloquearon también la Avenida Central.
Demandaban la solución a los problemas del campo, la salida del
Ejercito de las comunidades de la Selva. "Quieren probar al gobierno de
Chiapas", comento Setzer, "pero el gobierno de Chiapas responderá
con la Ley" (37). Nadie supo decir lo que significaban sus palabras. Lo
cierto fue que la presión de los indígenas no dio los frutos
esperados. Al final, ni siquiera los recibió el secretario de Gobierno,
sino dos de sus asesores, Gustavo Godoy y Jesús Cancino.
El 22 de abril tuvo lugar la reunión de los
representantes del FOSCH con los asesores de González Lastra. Estaban
todos sentados en uno de los salones del Palacio de Gobierno. Eran las
once de la noche. Discutían bajo la luz de neón acerca de
la presencia de los soldados en las Cañadas. Francisco Gómez
era el representante de la ANCIEZ. "Venia vestido con una camisa azul cielo",
afirma Gerardo González, coordinador del FOSCH, "y si no mal recuerdo,
con un pantalón de casimir viejito y unas botas negras" (38).
-
La ANCIEZ no es gente violenta -subrayó con firmeza Francisco-.
Nuestro trabajo es pacifico. No estamos de acuerdo con la violencia y queremos
que nos dejen en paz.
-
Que bueno -contestó nomás Jesús Cancino, asesor de
proyectos especiales del gobierno de Chiapas.
El doctor Cancino, pediatra de profesión, era
canoso, delgado, bajito, bien intencionado, colaborador, tiempos atrás,
en el gobierno de Jorge de la Vega. Entonces intervino Godoy.
El Ejercito se encuentra patrullando la región
de Ocosingo -dijo- porque se ha detectado la presencia de un grupo fuertemente
armado, que no es guatemalteco, que es mexicano.
Francisco no comento nada. Era ya por aquel entonces
capitán en el EZLN.
-
Pero lo que más le preocupa al Ejercito -continuó Godoy-
es que están transmitiendo con equipo altamente sofisticado (39).
El Ejercito, por aquel entonces, tenia noticias muy
detalladas sobre la guerrilla. Sabia que su dirigencia la formaban cuadros
de las FLN. También sabía que estaban involucrados en ella
miembros del PROCUP. En la Selva circulaba, entre los insurgentes, la revista
que producían: Proletario. Circulaba, asimismo, literatura más
elaborada. En uno de sus comunicados -Al pueblo de México- anunciaban
su meta sin equívocos: "la toma del poder político, la instauración
de la dictadura del proletariado y la construcción del socialismo"
(40). Para realizar esa meta proponían, en el comunicado, "una estrategia
general que contemple como vía fundamental de la revolución
la lucha revolucionaria y, en torno a ella, todas las formas de combate
que surjan de nuestro pueblo" (41). Los miembros del PROCUP estaban, por
supuesto, subordinados a los mandos de las FLN. ¿Había mas
agrupaciones con ellos? Muy probablemente no, aunque quizás tenían
presencia, también, restos del Movimiento de Acción Revolucionaria,
de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional, o bien quizás
de la Liga Comunista 23 de Septiembre, algunos de cuyos cuadros militaron
años antes en Oaxaca con la Brigada Revolucionaria Emiliano Zapata.
Todos confluían, ahora, en el EZLN. Formaban un grupo muy poderoso,
activo también en otros estados del país. El Ejercito, en
su relación con ellos, tenia las manos atadas con el gobierno de
la República, que negaba sin cesar la presencia de guerrilleros
en México. "Desconocemos la presencia de grupos guerrilleros en
el país", contestaban siempre, a todas las preguntas, los mandos
de la 7a. Región Militar (42). Así pues, los soldados a sus
ordenes estaban forzados a maniobrar con el pretexto del narcotráfico.
En la primavera de 1993, con ese pretexto, tenían militarizada la
región de Patihuitz. Por esos días, en una de sus maniobras,
descubrieron el campamento de Las Calabazas, al norte de la sierra Corralchen.
El EZLN, con ello, estaba a punto de irrumpir en la historia de México.
Notas
26 Citado por El Nacional, 14 de mayo de 1994.
27 Entrevista a Lorenzo Jesús, agosto de 1994, Ocosingo.
28 Entrevista a Lorenzo Jesús, agosto de 1994, Ocosingo
29 Fuente: Lorenzo Cruz, febrero de 1995, Pedro Pacayal.
30 PGR, Declaración Ministerial de María Gloria
Benavides Guevara, México, 9 de febrero de 1995.
31 Entrevista a Lorenzo Cruz, febrero de 1995, Prado Pacayal.
32 PFLN, Ibid.
33 Entrevista a Abelardo Pérez, agosto de 1994, Guadalupe
Tepeyac.
34 Citado por Proceso, 13 de septiembre de 1993.
35 Citado por Tiempo, 28 de abril de 1992.
36 Tiempo, 21 de abril de 1993.
37 Citado por Tiempo, 24 de abril de 1993.
38 Entrevista a Gerardo González, abril de 1994, San
Cristóbal de las Casas.
39 Fuente: Gerardo González, abril de 1994, San Cristóbal
de las Casas.
40 Citado por Proceso, 7 de junio de 1993.
41 Citado por Proceso, Ibid.
42 Citado por Tiempo, 28 de abril de 1992.