PALESTINOS
EN ISRAEL LA NUEVA CIUDAD DE JAFFA |
|
Art. de Jamal Zahalka. Traducido por Tomás Ferrer Pallarés. Tomado de News From Within, VOL XIII, 9, octubre 1998 |
Nazaret es la única que permanece, todas las demás ciudades palestinas ocupadas por Israel en el 48 fueron destruidas como ciudades árabes y recompuestas como ciudades judías. Se puede decir que el proyecto de urbanismo Palestino fue arrinconado entre un camino de promesas.
A comienzos de siglo el 15% de la población palestina vivía en ciudades, en 1945 la población urbana alcanzaba ya a un tercio de Palestinos. Jaffa, por ejemplo, era una ciudad multitudinaria, había una actividad comercial muy variada: importaciones y exportaciones, un puerto importante, colegios para todos los niveles de enseñanza, casas de oración y restaurantes. También en Jaffa se publicaban diariamente varios periódicos, en tanto, que su activa vida política formaba parte de la propia cultura de la ciudad; de los 70.000 residentes Arabes que vivían en Jaffa, sólo quedaron 3.500 después de la catástrofe de Nakba. La destrucción de la ciudad árabe era un objetivo de máxima prioridad para el poder sionista y fue llevada a cabo concienzudamente. Tiberias, Safad, Jaffa, Acre, Haifa, Jerusalén Oeste, Ramleh y Lod, entre otras, eran todas de población árabe y mixta. La gran expulsión dejó a Israel en posesión de viviendas, instalaciones comerciales, edificios públicos y toda la infraestructura urbana. Sobre esto y las tierras de los pueblos Arabes destruidos, se estableció y construyó el Estado Judío.
Por lo tanto el Estado de Israel no fue construido sobre las ruinas de los Palestinos, sino sobre sus propiedades robadas de acuerdo a un principio simple: "expulsa y aprópiate"
La mayor parte de la población palestina que se quedó en su tierra después de 1948 era rural, con escasa organización socio-política, cultural y sin espacios urbanos y líderes sociales relevantes.
Paralelamente, las ciudades a lo largo de las fronteras del nuevo estado fueron destruidas y la conexión con las ciudades palestinas de Cisjordania, tales como Nablus, Tulkarem, Jerusalén, Hebrón, Ramallah y Jenin, fue cortada.
Sin embargo esta conexión era parcialmente restaurada después de la guerra del 67. La ausencia de una ciudad árabe dejó su huella en la vida de los Arabes de Galilea, el Triángulo y el Negev.
Evitar el desarrollo de un espacio urbano árabe ha sido y sigue siendo la principal estrategia usada para controlar a los ciudadanos palestinos de Israel. Esto apoya la política desintegradora de las estructuras sociales tradicionales, tan conveniente para las autoridades, y a la vez cierra otra puerta hacia la toma de conciencia, cultura y movimiento nacionales; además con ello se consigue que no surja ningún punto de concentración que pudiera servir de base para la formación de una población árabe integrada dentro de una minoría nacional. Desde esta perspectiva, la falta de existencia de una ciudad árabe, no es una planificación deficiente, sino una deficiencia perfectamente planeada.
Limitando los accesos de las ciudades a la población palestina se obliga a los Arabes a estar encerrados en sus aldeas; así es como cala el modo de vida Palestino en la mentalidad de la población Israelí: escolares aprendiendo desde sus centros de enseñanza la forma en que viven incluso mediante publicaciones que explican como los Arabes están sujetos a una estructura tipo clan rural, a la vez que justifican la escasa movilidad desde los núcleos donde residen como expresiones de su resistencia e incapacidad para adaptarse a la modernidad.
Las consecuencias que trae la inexistencia de una ciudad árabe y la completa ausencia de movilidad desde las aldeas a las ciudades son enormes. El proceso de proletarización tuvo un carácter acelerado por el rápido proceso de confiscación de tierras pero no fue acompañado por un proceso paralelo de urbanización, tal y como ocurre en los países en vías de desarrollo y ocurrió en los ya desarrollados. Los trabajadores árabes fueron a emplearse a las ciudades, sin embargo, la ciudad no era su lugar de residencia. Es importante recordar que antes de 1948, los lugareños que perdían sus tierras tendían a irse a las ciudades, tanto a trabajar, como a vivir. Los académicos e intelectuales árabes en general no han abandonado sus aldeas ya que no tienen donde ir, por lo tanto, quedan atados de una forma u otra a las estructuras tradicionales.
De esta forma, la imagen de los intelectuales como grupo de influencia y relevancia ha sido debilitada dentro de los ámbitos político, social y cultural.
Con esas carencias, tanto de movilidad significativa, como de planes de desarrollo, no hay ninguna población que pueda ser calificada como poco o muy desarrollada (con excepción de las ciudades mixtas), en su lugar se encuentran grupos mixtos de residentes, viviendo todos en las mismas áreas, delimitadas por familias propietarias de tierra y destinadas a la construcción.
La ciudad es el lugar donde se crea y promueve la cultura. Algunos dicen que es la cultura en su conjunto. La historia de la cultura es la historia de la ciudad. La ausencia de vida urbana ha dejado su marca en la creatividad de los árabes dentro de Israel. Los relatos y novelas, quintaesencia del arte de la expresión urbana, ha sido silenciada y prácticamente desaparecido bajo esas condiciones; en su lugar, la poesía, que no requiere de la ciudad, ha florecido notablemente.
También el teatro a quedado a nivel de principiantes y en lo referente a la música, no hay prácticamente composiciones originales. Las ciudades en Israel se mantienen ajenas a los árabes, a su lengua y cultura, mostrándose hostiles a las aspiraciones nacionales y humanas de éstos. La relación de los Arabes con la ciudad Judía se podría decir que es un intercambio entre extraños: Los Arabes venden su potencial de trabajo y compran bienes y servicios, tan solo, y como es usual en esos ambientes, las relaciones personales entre éstos y los Judíos urbanos, sólo tienen lugar en la frontera del mundo criminal y delincuencia en general, así como en los estrechos círculos de la intelectualidad de izquierdas, pero incluso aquí, se mantienen las huellas de separación y distancia. Se puede decir que las interrelaciones entre judíos y árabes sólo existen exclusivamente en círculos izquierdistas y entre mujeres judías de escasos ingresos provenientes de un extracto social marginal y hombres árabes.
El espacio de encuentro urbano que vendría configurado por el triángulo cultura-nacionalismo-modernidad está casi vacío. Cuando uno piensa en una ciudad árabe en Israel que pudiera ser a la vez un centro dinámico de cultura, generador de un proceso de modernización y convertirse en foco impulsor de una conciencia nacional, viene a la mente el nombre de Nazaret.
Precisamente por esta razón, Nazaret es una ciudad sometida a un bloqueo y a un férreo control de acceso, y es precisamente por este motivo por lo que el sionismo fue, y sigue siendo, hostil al proyecto urbano de ciudad palestina.
Desde el punto de vista sionista, sería mejor que no hubiera árabes cerca, y si queda alguno, mejor que permanezcan en sus aldeas; y si algún reducto quedase en la ciudad, mejor que sólo sea eso. Es el gobierno quien ha planeado el estrangulamiento de Nazaret, así como bloqueado su desarrollo como una ciudad-centro para los palestinos dentro de Israel.
Al principio, se tenían sospechas acerca del desarrollo del separatismo Arabe en Galilea, con Nazaret como su centro. Después los esfuerzos fueron dirigidos a debilitar y frustrar el crecimiento de un espacio urbano nacional que pudiera erigirse en germen para la cristalización de las reivindicaciones, lo cual atacaría el carácter judío y la estructura del estado hebreo. En lugar de apostar por un plan urbano para Nazaret que la contemplara como una ciudad nueva y moderna cuyo efecto propulsor llevara a toda la región a conseguir un progresivo y gradual desarrollo urbano, modelo que, por otra parte, ha sido aplicado con éxito en muchas ciudades en todo el mundo, incluidas las más conocidas ciudades Arabes; se ha concebido una nueva ciudad, Alto Nazaret, con el objetivo de fracturar y evitar cualquier intento de desarrollo y expansión de la Nazaret existente.
Desde luego se demuestra que una ciudad árabe moderna, una ciudad que fuera un centro político cultural árabe, es algo que el gobierno de Israel no quiere ni oír hablar y trata de evitar a toda costa, con todos los medios posibles. Para conseguir esto, se aplican estrategias premeditadas, tales como ir vaciando paulatinamente Nazaret de instituciones públicas, así como de oficinas gubernamentales y desplazarlas al Alto Nazaret y otros lugares también, limitando la colaboración del gobierno en el desarrollo de la ciudad, expropiando masivamente terrenos circundantes a la ciudad, alegando criterios de seguridad y desarrollo, cerrando la contigua conexión territorial entre Nazaret y las vecinas aldeas Arabes mediante la expropiación de tierras para la subsiguiente construcción de asentamientos Judíos, oponiéndose a la creación de una Universidad Arabe, y así como obstaculizando cualquier intento de desarrollo industrial.
La zona industrial de Nazaret abarca solamente una extensión de 200 dunams, por el contrario, al Alto Nazaret se le asignan 6.000 dunams (las reservas totales de terrenos en Nazaret destinadas a los planes futuros de construcción suman sólo 6.000 dunams).
Nada de esto ha logrado destruir completamente Nazaret como ciudad, pero la deja con una secuelas propias de una ciudad sometida a un bloqueo y a un estado de sitio.
El proyecto Nazaret 2000 del cual se ha hablado tanto durante el último gobierno laborista se encuentra ahora aparcado, y es en cualquier caso o en el mejor de los casos, un proyecto para el turismo, cuya expectativa más ambiciosa es el desarrollo de Nazaret como una gran y explosiva ciudad.
Nazaret es un pájaro en la mano y el motivo de su sufrimiento tiene que ver con la expulsión de todos los pájaros de su árbol. Por eso, Nazaret tiene que ser la ciudad que marque las directrices políticas y culturales de los árabes en Israel. Es la única ciudad que tenemos, por ello, es necesario un dirigente con entusiasmo y energía para encauzar los conflictos políticos de los Palestinos en Israel y al mismo tiempo tenga interés en un desarrollo moderno de la ciudad.
Ambas cosas no son incompatibles sino más bien complementarias. Dentro de este panorama, Nazaret juega un papel central e importante en un futuro desarrollo urbano necesario e integrador para la población Arabe, pero la discusión no debe limitarse sólo a Nazaret.
Durante estos años a un determinado número de aldeas Arabes les ha sido otorgada la condición de ciudad, pero es ridículo llamar ciudades a estas aldeas, porque en estos casos el término ciudad viene a reflejar, nada más que un número de residentes quedando vacío de otros contenidos. Los líderes de las comunidades árabes emplean mucho tiempo y energía, persiguiendo de un lado a otro a los diferentes representantes del gobierno al objeto de conseguir los títulos de ciudad para su comunidad o aldea.
Algunos de ellos lo obtuvieron, pero el cambio más significativo fue en su propio status ya que, consiguieron el título y salario de alcaldes (hay que decir que en Israel no hay discriminación en lo que se refiere a los salarios de alcaldes).
Las ciudades árabes en Israel se están convirtiendo en una especie de mezcla rara confusa y hace tiempo que perdieron las bien conocidas ventajas de las aldeas, mientras tanto las desventajas de éstas permanecen y adquieren las nuevas de las ciudades.
El precio de los terrenos, por ejemplo, se ha subido a las nubes, y se incrementa prácticamente cada mes. Un dunam de tierra en una de las pequeñas ciudades del Triángulo costaba 250.000 dólares en Agosto pasado, mientras que unos pocos meses atrás estaba en 150.000.
Poco a poco van surgiendo terrenos calificados como edificables. Muchos expertos recomiendan la construcción de edificios multi-centros en las aldeas Arabes. Primero habría que decir que la vivienda pública para los Arabes representa menos del uno por mil (0,1%) sobre toda la vivienda pública en Israel; además, no cualquier comunidad está en condiciones adecuadas para transformar su entorno en urbano, debiendo preservarse la naturaleza rural de algunas de ellas.
Es de esperar que los conflictos sobre los temas relativos a terrenos, edificación y proyectos urbanos serán los principales motivos de enfrentamiento con el gobierno, el cual podrá llegar a acuerdos para hacer concesiones en cierto número de áreas, pero nunca en relación a terrenos, cuestión que desde su punto de vista es una regla absoluta y primordial.
Propuesta para una nueva Ciudad Arabe
Es insuficiente esperar un rápido desarrollo de los asentamiento Arabes existentes, ni lamentarse de las Ciudades Arabes perdidas. Creo que ha llegado la hora de reclamar y trabajar por el establecimiento de una Ciudad Arabe nueva, grande y moderna, yo llamaría a esta ciudad Nuevo Jaffa (Yafa-al-Jedida).
El establecimiento de una ciudad nueva no tiene porqué hacerse a expensas de las ya existentes, sino como parte de un amplio plan de actuación en el sector árabe: por una parte el rápido desarrollo de las grandes ciudades, por otra, unir comunidades contiguas, no por razones de tipo burocrático, sino como parte de un proceso cuyo objetivo sea la consolidación de núcleos urbanos de tamaño medio; y desde luego la devolución de las tierras expropiadas a las aldeas árabes, las cuales hoy están clamando por terrenos donde construir, así como zonas para actividades industriales y agrícolas. El principio fundamental debería ser que, cuando se construye algo nuevo, se debería fortalecer al mismo tiempo lo ya existente. Si no se hace así, el nuevo proyecto de ciudad, en vez de una realidad, sería un fracaso.
Por lo tanto, el plan urbanístico debe conseguir que la nueva ciudad tenga un centro neurálgico de vanguardia, y no se convierta en una especie de refugio para todos los inactivos y conformistas de la sociedad árabe. La ciudad debe ser construida teniendo en cuenta las cualidades y rasgos arquitectónicos propios que definen a la ciudad árabe, y que además reúna las características de modernidad que tienen las nuevas ciudades ya construidas en Israel (como es el caso de Modiin).
La planificación debe tener en cuenta la población al objeto de conseguir una adecuada y progresiva oferta de empleo, ocio, educación, cultura e infraestructuras comunitarias, tales como casas de oración, etc. A la vez se debe evitar situaciones que repitan las insuficientes dotaciones de las aldeas Arabes.
En resumen, avanzando con pasos sólidos y de gigantes, en vez de ir pisando sobre terreno resbaladizo.
La nueva ciudad atraería a gente interesada en conseguir un empleo digno y adecuado a sus posibilidades, así como a aquellos que aspiran a vivir en una clase de comunidad diferente, liberada del clan (hamula), estructura básica que prevalece en las relaciones sociales de las aldeas.
La ciudad deberá ofrecer a esas personas un espacio donde tenga cabida el tipo de vida urbano y no una aldea encubierta como ciudad, de otra forma el proyecto no tendría razón de ser. Además, la ciudad no necesita ser cerrada a los Judíos, en contraste con lo que ocurre en la mayoría de las comunidades de éstos, los cuales no permiten vivir a los Arabes en ellas.
El Nuevo Jaffa abrirá sus puertas a los Judíos y estoy seguro que muchos de ellos querrán vivir allí. Una nueva ciudad Arabe podría servir también como centro de acogida de los refugiados que regresan a su tierra. Actuando como modelo receptor de refugiados ayudaría a debilitar las voces que postulan que el retorno de los refugiados sería un desastre para la sociedad israelí. Desde luego surgirán tensiones, problemas de competencias y diálogos entre Nazaret (la antigua y auténtica ciudad) y la moderna y un tanto ajena Nuevo Jaffa. Esto sólo puede enriquecer la experiencia urbana Arabe en el país. Estas ciudades tendrán la responsabilidad de afrontar el futuro de la vida urbana árabe en Israel, y quizá fuera de ellas y de sus relaciones mutuas, emergerán las fuerzas que activen el triángulo cultura-modernidad-nacionalismo. Esas fuerzas podrían abrir las puertas a la propia liberación de los Arabes desde la marginación social y política a que están sometidos por el estado de Israel. Nuevo Jaffa es un retorno al perdido Jaffa.
Jamal Zahalka es doctor en farmacología, y miembro de la Democratic National Assembly. Activista en el movimiento de protesta de la izquierda en Jerusalem.
Tomás Ferrer Pallarés es miembro del
GRUPO DE APOYO SOLIDARIO.