Por Trinidad Tuttolomondo
Observatorio de Conflictos, Argentina
INTRODUCCIÓN
La esclavitud es una forma de
sometimiento del hombre por el hombre que se practicó desde la antigüedad y
para vergüenza del hombre, continúa en nuestros días bajo formas diversas.
En África, como en otros
continentes, la esclavitud no era desconocida antes de la llegada de los
europeos. A diferencia de Grecia antigua, por ejemplo, donde el esclavo era
asimilado a la categoría de “cosa”, en este continente el esclavo poseía
derechos cívicos y derechos de propiedad, existiendo además, múltiples
procedimientos de emancipación. Se distinguía generalmente entre esclavos de
casa y esclavos de guerra, aunque estos últimos terminaban por formar parte de
la primera categoría después de cierto tiempo. En general, en África, el
esclavo se integraba rápidamente en la familia que lo poseía. En Kongo, por
ejemplo, un padre de familia llamaba a su esclavo mwana (el hijo, el
niño). En otros lugares de África, la situación no era tan favorable, pero la
estructura patriarcal y comunitaria impedía que el esclavo negro fuese un bien
en el sentido griego del término. Por otro lado, existían étnias en las que el
esclavo era desconocido, como entre los fang de África ecuatorial.[i]
Los europeos produjeron un giro
en la historia de la esclavitud de África, exportaron esclavos en cantidades
alarmantes a regiones desconocidas para los africanos y modificaron la
concepción de esclavitud asimilando directamente esclavo = cosa, con todo lo
que esta caracterización implica para la vida del hombre.
El
descubrimiento de América por parte de Cristóbal Colón en 1492 y la posterior
ocupación de este continente por parte de los europeos va a repercutir a partir
del Siglo XVI en otra región del planeta: el continente africano. La causa de
este hecho radica en que la conquista de América, con todas las riquezas
naturales y perspectivas de desarrollo que ofreció a sus conquistadores,
requería de la complementación indispensable de mano de obra para la
apropiación de tales riquezas y la obtención de ventajas en la explotación
económica de tan vastas zonas. Va a ser justamente en África en la que pondrán
los europeos los ojos para subsanar la falta de mano de obra que se producirá
en América luego del exterminio de la población nativa. Comenzará así, un flujo
incesante que durará cuatrocientos años, en el cual millones de africanos
atravesarán compulsivamente en barcos negreros el océano Atlántico para
posteriormente ser vendidos a los colonizadores de América.
En este
trabajo voy a esbozar superficialmente –dada su complejidad- la problemática de
la esclavitud africana, dando a conocer en términos generales las
características inhumanas que implicó la trata, sus consecuencias, las formas
de resistencia que los esclavos implementaron a la misma, las causas de la
abolición y las formas de esclavitud que subsisten en la actualidad. Quiero
destacar que este trabajo es simplemente un ensayo que no pretende de ninguna
manera abarcar la complejidad de la cuestión tratada; simplemente pretendo
aportar un granito de arena a la toma de conciencia de una problemática que
lejos de haber terminado con los decretos abolicionistas continúa en nuestros
días.
LA TRATA NEGRERA
La exploración de las costas de África, el descubrimiento de América en
el siglo XV y su colonización en los
tres siglos siguientes, impulsó de forma considerable el comercio de esclavos.
Los conquistadores españoles y portugueses, en un
primer momento utilizaron a los indígenas para cultivar las grandes
plantaciones y trabajar en las minas, pero con el paso del tiempo, estos
“bienes inagotables” terminaron agotándose debido a las durísimas condiciones
de trabajo, a la miserable alimentación, a las deficientes condiciones de
higiene, a los durísimos castigos, a la falta de inmunidad contra las
enfermedades europeas, en una palabra, a las duras condiciones de vida a la que
eran sometidos. El derrumbe de las poblaciones indígenas (total en las Antillas
y parcial en el continente americano) provocó el aumento del número de
esclavos, la relación era directamente proporcional: cuantos más esclavos
morían, más se necesitaban. Al ser millones los nativos que murieron a causa de
la rudeza de los trabajos, se optó por importar a las colonias españolas y
portuguesas – a partir del siglo XVI- esclavos africanos creyendo que podrían
soportar mejor el trabajo forzado: suposición errada y nuevamente desastrosa
para los hombres elegidos.
El tráfico negrero se realizaba a
través de factorías que rodeaban el continente africano. En un primer momento
eran los piratas, comerciantes y navegantes particulares quienes se dedicaban a
esa actividad, pero a partir del siglo XVII comenzó a ser ejercido por las
grandes compañías. Estas se encargaron también de la instalación de factorías y
la construcción de fuertes y bodegas para almacenar a los esclavos. Hay que
destacar que el monopolio que intentaba imponer la compañía no excluía la
presencia de otros sujetos implicados en la trata. Por ejemplo, en el caso de
Portugal, el tráfico continuó llevándose a cabo por negreros particulares
-especialmente a partir del Siglo XVII- cuando las relaciones entre las
posesiones de África y el Brasil comenzaron a ser directas debido a la
interferencia en el Atlántico de otras potencias traficantes de esclavos.
Debemos distinguir entre la trata oriental y la
occidental. En rasgos generales, la trata oriental abarcaba a un grupo reducido
de esclavos, mientras que la trata occidental era altamente superior en cifras
y se llevaba a cabo con medios mucho más poderosos. Esta última se centraba
principalmente en la obtención de “bienes de producción”, por esto, se
exportaban en su mayoría hombres vigorosos y una minoría de mujeres de edad
adulta. La trata oriental, en cambio, estaba orientada a la consecución de
“bienes de consumo”, en su mayoría niños y mujeres para servidumbre doméstica,
para engrosar los harenes, etc.; los hombres solían ser utilizados como
mercenarios o bien como guardias de palacio. El trabajo de esclavos negros en
las plantaciones sólo comenzará a darse tardíamente.
En la costa
occidental de África el tráfico trasatlántico de esclavos comenzó en el siglo
XV, más concretamente en el año 1441 con el tráfico de los primeros esclavos
africanos llevado a cabo por los portugueses. Los futuros esclavos eran capturados generalmente por otros africanos y
transportados a la costa occidental de África. España, al poco tiempo, imitó
esta práctica aunque durante más de un siglo Portugal siguió monopolizando el
comercio. A finales del siglo XVI, el
Reino Unido empezó a competir por el derecho a abastecer de esclavos a las
colonias ultramarinas detentado hasta entonces por Portugal, Francia, Holanda y
Dinamarca. En este momento, los ingleses que llegaron con retrazo a la carrera,
comienzan a dominar los mares, adjudicándose el liderazgo en el comercio
negrero: el primer cargamento fue transportado en 1562. En 1713, la British South Sea Company consiguió el
derecho exclusivo de suministro de esclavos a las colonias transoceánicas.[ii] La trata continuará siendo legal hasta finales del siglo XIX, con grandes
diferencias temporales en los diferentes países.
A través de la costa oriental africana, ya durante
el siglo XV, los comerciantes árabes
enviaban esclavos de África central a los mercados de Arabia, Irán y la India.
Ahora bien, el tráfico de esclavos realizado por europeos, llegó
más tarde que a la costa occidental. Fue a partir de 1645 que los traficantes y
comerciantes portugueses comenzaron a capturar y exportar esclavos de
Mozambique debido a la ocupación realizada por los holandeses, en agosto de
1641, de Angola y Benguela, dominadas hasta entonces por los portugueses. El
tráfico se intensificó a partir de la segunda mitad del Siglo XVIII. Ya antes de ese siglo habían salido esclavos
de Mozambique, pero en ningún caso el número fue tan elevado y alarmante como
desde el Siglo XVIII en adelante. A partir de los primeros años del Siglo XIX,
las relaciones comerciales con el exterior pasaron a depender casi exclusivamente
de la exportación de esclavos. De todos los puertos de Mozambique se exportaban
cautivos para las islas francesas del Indico, América, Arabia, Golfo Pérsico,
India y Goa. A partir de 1830, los árabes fueron los principales traficantes de
esclavos. Muchas embarcaciones árabes, desde diferentes puertos de Mozambique
trasportaron gran número de esclavos para las islas Comores y Madagascar, entre
otras regiones. La ciudad de Zanzíbar a partir de 1839 se convirtió en un
verdadero centro del tráfico de esclavos en la costa oriental de África.[iii]
A partir de 1854, el tráfico de esclavos para las islas francesas pasó a
llamarse "exportación de trabajadores libres". Esto se debió a la
prohibición del tráfico y al control de los ingleses en el Indico.
En términos generales, en África
los esclavos eran trocados por productos europeos, en general de calidad
mediocre y de escaso valor, como tejidos, bebidas alcohólicas, espejos, armas,
collares, etc. Una vez llegados a América también continuaba el trueque, en general
eran cambiados por tabaco, algodón, madera, café, oro, plata, y otros minerales
preciosos.
La
trata se desarrollaba según un esquema rutinario: los futuros esclavos eran
capturados en el interior o a lo largo de la costa, actividad que desencadenaba verdaderas guerras que
dejaban como saldo infinidad de heridos y muertos, pero casi siempre un saldo
“preciado”: los esclavos. Estos, una vez encadenados, eran trasladados a pie
hasta los barracones -se encontraran donde se encontraran- con todo el esfuerzo
físico que implicaba sobre todo para los heridos -por no hablar de los niños.
Estos sitios eran sucios, pestilentes, el agua potable escaseaba, y el calor
ahogaba. Obligados a convivir con las enfermedades, el maltrato, la sed, el
hambre y la aglomeración se veían diezmados poco a poco. Dentro de esas
estructuras se llevaba a cabo una de las actividades repugnantes de la trata:
la separación de padres de hijos, de hermanos, esposos, amigos, parientes o
vecinos, de acuerdo con la elección que llevara a cabo el comerciante. En estos
lugares esperaban semanas o incluso meses hasta que el barco pasara a
recogerlos, y una vez a bordo debían permanecer en las costas africanas hasta
que el cargamento se completara. En el barco las condiciones eran incalificables,
el hacinamiento, el hambre, la suciedad, la pestilencia, el calor sofocante, la
tortura, el dolor y el pánico lo inundaba todo. Como la travesía duraba dos
meses -en el mejor de los casos- la mortandad que se producía bajo esas
condiciones era inmensa. Sumado a estos tormentos, antes de la llegada, los
enfermos o heridos, que corrían el riesgo de no poder venderse, eran lanzados
al mar.[iv]
Una vez llegados a destino los esclavos solían ser cebados o incluso drogados
para que lucieran saludables, eran sometidos nuevamente a un examen anatómico
pormenorizado y luego, eran comprados por algún plantador o minero ávido de
explotarlos. Su calvario comenzaba un nuevo capítulo. En las plantaciones o en
las minas, el hambre, la falta de sueño, las condiciones de trabajo inhumanas y
los malos tratos, terminaban por agotar el vigor del esclavo, y una vez sin
fuerzas, el amo prefería comprar uno nuevo que cuidar de su esclavo enfermo. El
círculo mortal comenzaba de nuevo su curso...
FORMAS DE RESISTENCIA
Resulta
relativamente sencillo hablar de las diversas formas de resistencia a las que
se puede echar mano, para quienes no hemos conocido esa forma de esclavitud.
Muchas veces olvidamos la dificultad que implica resistirse viviendo, o más
precisamente, “sobre-viviendo” extenuado, aterrorizado, enfermo, herido,
sediento, golpeado, famélico y agotado intelectual y psicológicamente. No
obstante, la resistencia constituyó la contrapartida de la esclavitud. Esto
nace del hecho de que el esclavo nunca puede reducirse a la categoría de
“objeto” a la que se le quiere confinar. Por esto, la esclavitud siempre
implicó una vigilancia continua y los castigos físicos fueron de aplicación
común para los esclavos. Para someterlos se desarrolló una cruel tecnología
para la tortura y el suplicio: los grilletes, las sogas, el cepo, las cadenas,
el látigo y la marca con hierros al rojo vivo para asegurar la propiedad.
Los
esclavos adoptaron infinidad de formas de resistencia como contrapartida al
dominio de los amos: los gritos, la lucha, la huída, el trabajo realizado en
más tiempo que el exigido, el robo de propiedades, los sabotajes, las huelgas
de brazos caídos, el asesinato de capataces y amos, la quema de los edificios
de las haciendas, las sublevaciones, las rebeliones, etc., etc.[v]
Los
palenques fueron otra forma de resistencia. Constituyeron núcleos en donde los
fugitivos reorganizaban su proyecto de vida, trastocado por la esclavitud. En
ellos crearon verdaderas "republicas independientes" y eran el centro
de su acción guerrera, ya que no eran construidos al azar en cualquier sitio,
sino que correspondían a una necesidad de defensa, ubicados en lugares
estratégicos de acuerdo a la topografía del terreno, contando con fosos,
trampas y empalizadas (de ahí el nombre de palenques).
Entre las miles de
rebeliones de esclavos que tuvieron lugar a lo largo de la historia de la
esclavitud, no puedo dejar de mencionar al menos algunas de ellas: las
rebeliones de esclavos negros en 1532 en Venezuela; en 1533 en Cuba y Panamá.
En 1547 la prolongada rebelión de Sebastián Lemba en La Española; en 1550 la
rebelión de Juan Criollo que duró varios años. En 1579, la sublevación de los
negros rebeldes en Portobelo (Panamá) que llevó a la firma de un tratado de paz
con los colonos españoles mediante el cual los esclavos consiguieron la
libertad colectiva. En 1635 se destacan, las rebeliones de los esclavos negros
de Jamaica que llegaron a tal extremo que la Asamblea de Jamaica se vio en la
necesidad de enviar una petición de ayuda a la metrópoli. La lista no se agota:
la rebelión de los esclavos de Haití en 1791 que constituyó el núcleo del
proceso haitiano de independencia y las rebeliones de Puerto Rico y Cuba en
1812 que fueron fuertemente sofocadas por miedo a que se duplicaran los sucesos
de Haití.[vi]
Estas rebeliones, se suman a la larga lista de resistencias personales,
sublevaciones y rebeliones llevadas a cabo en la misma África, en el Caribe, en
América, y en aquellos sitios donde se conoció la esclavitud. La mención de las
innumerables rebeliones de esclavos implica un trabajo investigativo arduo y
está fuera del propósito de este trabajo, por esto, simplemente me he limitado
a mencionar unas pocas de todas ellas, a modo de ejemplo y de recuerdo.
Entre otras formas de
resistencia adoptadas por los esclavos es interesante prestar atención a las
canciones y los cuentos que realizaban los esclavos. Dos canciones pueden
servirnos de ejemplo a este respecto:
“Cultivamos el trigo,
y ellos nos dan el maíz;
Horneamos el pan,
y nos dan el mendrugo;
Cribamos la harina,
y nos dan la cáscara;
Pelamos la carne,
y nos dan la piel;
Y de esta forma,
nos van engañando.”[vii]
“No más migajas de maíz para
mí, no más, no más,
No más latigazos del amo para mí,
no más no más...”[viii]
Con esta somera
descripción de las formas de resistencia sólo he intentado mostrar que la
resistencia no se agota simplemente en rebeliones triunfantes, huidas exitosas
o luchas campales, sino que también, una mirada; un “¿por qué?”; un grito; por
qué no, el silencio; una canción; un relato o una poesía constituyen otras
formas de resistencia que no deben ser olvidadas.
CONSECUENCIAS
DEL TRÁFICO
Las consecuencias del tráfico de esclavos para África fueron negativas, más bien desastrosas, en todos los aspectos.
A nivel demográfico, el tráfico de esclavos causó estragos en el continente africano cuyas consecuencias son sufridas incluso en la actualidad. El éxodo forzado de millones de personas provocó la disminución del crecimiento vegetativo de la población africana, ya que los hombres y mujeres en edad de procreación fueron los más vendidos. Hay regiones que no se han recuperado de la exportación masiva de sus habitantes, los espacios vacíos e improductivos y la falta de mano de obra, delatan día a día el genocidio perpetrado. Es interesante apuntar que entre 1500 y 1870 el crecimiento demográfico acusó en África un retraso sensible con relación al de cualquier otro continente durante el mismo período, y cuando cesó la demanda de esclavos hacia finales del siglo XIX, el crecimiento demográfico alcanzó entre 1900 y 1950 una de las tasas más elevadas del mundo.
En cuanto a las cifras, los datos
estadísticos que se obtienen de los libros de a bordo de los barcos o de los
puertos negreros no permiten llegar a conclusiones exactas, sino tan sólo aproximadas.
Un error que se ha cometido muchas veces es tomar en cuenta sólo el número de
esclavos que llegaban a las colonias, sin tener en cuenta las pérdidas humanas
que se producían en África a lo largo de todas las etapas por las que
atravesaba el esclavo antes de llegar a destino: durante las guerras, la larga
marcha hasta la costa, durante el almacenamiento esperando el embarque y en el
mismo barco. Algunos investigadores llegan a decir que entre los siglos XV y
XIX el continente perdió más de cien millones de hombres y mujeres jóvenes,
contando la trata occidental y oriental, y teniendo en cuenta que por cada
negro vendido, otros cuatro o cinco, aproximadamente, morían en África durante
las batallas, en el camino o en el mar[ix].
A lo expuesto hay que agregar el
gigante movimiento de población que provocó la trata: muchas poblaciones, ante
el peligro de la esclavitud, abandonaron sus regiones originales, refugiándose
en las zonas interiores, ayudando de esta forma a la despoblación. Si apuntamos
que las poblaciones africanas se fundamentan en una economía agrícola, es
decir, sobre la estabilidad y la permanencia, resulta incalculable el daño que
estos traslados generaron a las actividades productivas. Si sumamos a esto, el
fuerte desarraigo, el terror y la inseguridad crónica en la que vivían
permanentemente estas poblaciones, hay que agregar que, el hecho mismo de
proyectar actividades productivas a largo plazo -indispensable en la
agricultura- también se tornaba imposible.
En
el plano político, la trata desencadenó guerras crónicas, acentuó la violencia
tribal e intertribal y fue una de las causas del desmoronamiento de muchos
reinos.
Una
vez que las armas de fuego se introdujeron en África, los soberanos comenzaron
a depender de ellas ya sea para capturar esclavos o para defenderse de vecinos
con las mismas intenciones. De este modo se produjo una reacción en cadena. La
aristocracia, los jefes y los comerciantes africanos querían aumentar su
riqueza, autoridad y poder, queriendo también defenderse de otros pueblos, para
ello, necesitaban de armas de fuego y mercancías de Europa. Esto hizo surgir un
circulo vicioso: para obtener los fusiles –u otras mercancías- necesitaban
vender esclavos, y para capturarlos necesitaban fusiles. En este contexto, la fabricación de armas de
fuego se transformó en un gran negocio de exportación. Con ellas se organizaban
extensas cazas de hombres, ataques a otros pueblos, tribus y aldeas, con el fin
de someterlos y venderlos como esclavos.
De este modo, se deterioraron las
relaciones entre los diversos reinos y tribus. Los pueblos del litoral y del
interior más próximo se encontraban en guerra continua. Así, a partir del Siglo
XVI los reinos de Benín, Congo y Angola en África Occidental, tal como el
Imperio Mutapa en África Oriental, se desmoronaron. En los siglos XVII, XVIII y
XIX, en las selvas del Golfo de Guinea y en el valle del río Zambeze se
desarrollaron estados militares con base en el comercio de esclavos. Tenían una
rígida organización militar, poseían grandes ejércitos permanentes y se
enriquecían con la venta de esclavos capturados haciendo la guerra a los
pueblos vecinos.[x]
A nivel económico, las
consecuencias negativas directas e indirectas para el continente africano son
incalculables.
Además de la captura de hombres y
mujeres, el tráfico promovió el saqueo sistemático de los bienes producidos, a
través de tributos o de pillaje. Los traficantes saqueaban el producto de las
cosechas, ganado, marfil, pieles, cera, maderas preciosas, etc.
Sumado a todo esto, el hecho de
que las poblaciones, huyendo de la esclavitud, se movilizaran a lugares
escogidos en función de su inaccesibilidad, dificultó el desarrollo de vías de
comunicación, y la elección de sitios propicios para la construcción y para el
desarrollo de actividades económicas productivas como la minería y la
agricultura. El tipo de hábitat elegido, favoreció la economía de subsistencia
y desalentó las actividades comerciales.
El tráfico de esclavos trajo al
continente africano un estancamiento, por no decir un retroceso económico. Las
actividades económicas como la agricultura, los tejidos, la minería, la
artesanía, la alfarería y el comercio local se fueron reduciendo y se
orientaron a una actividad económicamente más productiva: la exportación de
seres humanos.
No solamente la trata de negros
retrasó el desarrollo de las economías africanas por sus efectos demográficos y
por las conmociones que produjo sino que ha impedido también, la expansión de
intercambios “normales” entre África y el resto del mundo en una época en que
los intercambios eran un poderoso motor de desarrollo económico.[xi]
En lugar de poner a la venta productos, ahora el único producto de fácil venta
en el mercado eran los propios productores. Por lo tanto, el tráfico de
esclavos retardó el desarrollo y creó condiciones para el actual estado de
subdesarrollo que sufre en la actualidad el continente africano.
Pero no todos fueron perdedores,
Europa y América del Norte durante este período fueron ampliamente favorecidos
por la expansión del comercio mundial, y esta expansión fue debida en gran
parte a la movilización de esclavos africanos para explotar los recursos de
América. Además, gracias a los grandes beneficios del tráfico negrero, las
ganancias pudieron ser invertidas en industrias de transformación cuyo
nacimiento marca el de la gran industria. En concepto de recursos humanos y de
materias primas, podemos decir, entonces, que África ha contribuido en el
desarrollo económico de Europa y de América del Norte.
A nivel psicológico la historia de esclavitud dejó una huella imborrable en la mente de todo africano sometido o no a la esclavitud. El hecho de haber sido esclavo es una violación imborrable al derecho más intrínseco del ser humano que es la libertad. El golpe psicológico es sentido como traumático tanto para quién ha vivido la esclavitud en carne propia, como para aquél que ha tenido contacto indirecto con ella, a través por ejemplo, de la esclavización de su pueblo, de un hermano, marido, hijo, pariente o conocido.
De la constante presencia de la cuestión de la esclavitud en la mente de los africanos dan testimonio unos niños negros de una escuela privada de Cincinnati. Frente a la pregunta: “¿En qué piensas más?”, de las cinco respuestas que constan en los informes todas tienen que ver con la esclavitud. Un niño de siete años escribió:
“Me
da pena pensar que el barco... se hundió con doscientos pobres esclavos
provenientes de río arriba.
¡Oh, cuánta pena siento al oírlo! Me apena tanto el corazón que podría
desmayarme en un minuto.[xii]
Es un hecho que la
esclavitud como forma legal de trabajo ha sido abolida en todos los países del
mundo, pero día a día descubrimos que fue tan sólo una abolición de derecho,
porque de hecho la esclavitud –bajo formas diversas- subsiste en la
actualidad.
La abolición de la
esclavitud fue un proceso lento que se resiste a generalizaciones ya que las
aboliciones respondieron a diversos factores, que se combinaron de formas
distintas de acuerdo a cada caso en particular. Ahora bien, para acercarnos al análisis, podemos
convenir en el hecho de que las causas ideológicas, sociales, políticas y económicas, jugaron un papel
importante.
A nivel ideológico,
en el siglo XVIII algunos filósofos franceses, Voltaire, entre otros,
comenzaron a hacer públicas sus posturas resueltas en contra de la esclavitud.
Los abates Raynal y Grégoire, con la Sociedad de Amigos de los Negros, fueron
otros que iniciaron una ofensiva contra la esclavitud de los negros, y partir
del siglo XIX Roma lanzará una campaña de amplitud en contra del esclavismo. En
cuanto a Gran Bretaña, serán los cuáqueros y los metodistas quienes bregarán
por la abolición de la esclavitud. Por otra parte, en cada país donde
funcionaba el sistema esclavista comenzaron a surgir voces de diferentes
ámbitos que se levantaron en su contra.
En el plano social,
es claro que las rebeliones de esclavos jugaron un papel importante a la hora
de evaluar la viabilidad y rentabilidad de la esclavitud. No hay que olvidar
que en Haití la abolición de la esclavitud fue el resultado de una revuelta de
esclavos.
En el ámbito político, sin lugar a
dudas las coyunturas locales e internacionales aceleraban o retrazaban el
proceso de abolición. En Estados Unidos, por ejemplo, la esclavitud fue abolida
a través de una guerra civil.
A nivel económico, no cabe duda de
que a medida que evolucionaba el sistema capitalista, el antiguo sistema de
trabajo comenzaba a ser desplazado. En efecto, Gran Bretaña, que era la primera
potencia europea que iniciaba la revolución industrial, luego de haber relegado
la agricultura en aras de la industria, tenía una imperiosa necesidad de
ampliar la demanda de productos manufacturados. Ahora, los negros que
interesaban ya no eran los productores manuales, sino los consumidores de tejidos
de Manchester y de útiles y herramientas de Birmingham o de Sheffield. Holanda,
Francia y el resto de las potencias europeas seguirán más tarde el camino que
en 1792 inició Dinamarca constituyéndose en el primer país europeo que abolió
el comercio de esclavos.
Hay un hecho que hay
que resaltar: la abolición no implicó la supresión definitiva de la esclavitud
sino su ilegalidad. De hecho, la servidumbre forzosa, la trata clandestina, la
explotación y los prejuicios no se extinguieron con la abolición. La mayoría de
los antiguos esclavos continuaron viviendo en condiciones de miseria, muchos de
ellos incluso bajo el mismo amo y sometidos a la misma explotación –física y
mental- que antes de la abolición. Por otro lado, abandonar al amo implicaba
dejar el único reducto conocido en un país extranjero y someterse a la deriva
total en cuanto a trabajo, techo, comida, etc. Legalmente ya eran libres, pero
de hecho eran esclavos con pocas posibilidades de llegar a ser libres: la
dominación, el sometimiento, la discriminación y la explotación seguían
formando parte de su realidad.
ESCLAVITUD ¡PRESENTE!
La esclavitud como forma de
trabajo legal ha sido abolida en todos los países del mundo pero la abolición
no implicó su desaparición: la esclavitud es una realidad que subsiste.
Hoy la esclavitud toma variadas formas, por esto en
este último punto, no voy a limitarme a la esclavitud africana porque hoy la
esclavitud nos acecha a todos: por un lado, los países desarrollados mantienen
a los países subdesarrollados bajo un régimen de servilismo y explotación,
donde las cadenas y los látigos se han camuflado en los requerimientos del
Fondo Monetario Internacional, el cual exige cada día más las reservas y
recursos naturales como pago de intereses de una deuda externa agiotista y
oportunista a la cual entregamos nuestra autonomía y nuestra propia
supervivencia como pueblos; por otro lado, subsiste la venta y tráfico ilegal
de personas, tráfico donde las principales –aunque no exclusivas- víctimas son
los niños, los pobres, las mujeres, los desvalidos, los inmigrantes y las
minorías étnicas o raciales. Sus actividades más frecuentes son: el trabajo
forzoso en la agricultura y en la industria (en industrias famosas y no tan
famosas),[xiii] la
prostitución, la pornografía, el tráfico de drogas, el robo, el trabajo
doméstico, la mendicidad obligatoria, la venta callejera, etc., etc.
Existen otras formas de esclavitud: la servidumbre
por deudas; la participación obligatoria de ciudadanos en trabajos públicos en
el contexto del desarrollo económico, una práctica dominante en algunos países
asiáticos (entre ellos Vietnam) y africanos (República Centroafricana, Sierra
Leona y Tanzania);[xiv]
otra cara de la esclavitud es el trabajo forzoso impuesto por militares; el
reclutamiento forzoso u obligatorio de niños para utilizarlos en conflictos
armados; el uso del trabajo de los presos en países en los que el trabajo forma
parte de la pena como en China, o en los que está autorizada la contratación de
prisioneros por parte de organizaciones privadas, como en Estados Unidos. La
cárcel –con imposición de trabajo forzoso- se convierte antes que en un lugar
de “rehabilitación de los presos” en un medio de explotación de personas y
fuente de grandes ganancias. Una vez tildados de “criminales” la explotación
resulta de esta forma legitimada;
Otra forma de esclavitud es la que se lleva a cabo
en trabajos tildados de “legales”, pero donde se explota al empleado bajo
diferentes formas: salarios míseros, deudas,
falta de pago, extensas horas de trabajo, posturas corporales
perjudiciales para la salud, grandes esfuerzos físicos y/o mentales,
manipulación de productos tóxicos, ambientes insalubres, tratos inhumanos,
ausencia de descansos, trabas o simple prohibición del abandono del empleo,
etc., etc.
A modo de síntesis creo que, las condiciones de
explotación que genera el sistema socio-económico vigente, privilegiando la
ganancia por encima de todo y de todos, lo convierte en el generador de
pauperización por excelencia: La escasez de controles a nivel local, nacional e
internacional; la falta de educación; el desinterés y la despreocupación a
nivel individual y social; la falta de leyes –o su aplicación- que garanticen
la igualdad y protección jurídica de las personas; la complicidad encubierta;
la ausencia de canales de información y denuncia; los conflictos civiles y la
discriminación por motivos raciales o de género, contribuyen –entre otras
causas- a crear un ambiente propicio a la explotación de personas por parte de
los traficantes. Por todo esto, considero que actuando sobre las causas y no
sobre “los síntomas” es la única forma concreta de comenzar a trabajar para
combatir esta dramática realidad que hoy nos acecha a todos.
[i]
Ki-Zerbo, Historia del África negra. I De los orígenes al siglo XIX, ed.
Alianza Universidad, 1980, p. 302-304.
[ii]
Íbidem, p.306.
[iii]
Barticevic Sapunar, Marco Antonio, La esclavitud: América conquistada,
África esclavizada. En: www.monografías.com.
[iv]
Íbidem, p.314.
[v]
Zinn, Howard, La otra historia de los Estados Unidos, siglo XXI, México,
1999, p.133.
[vi]
Cronología: Esclavitud y trata del negro en América. En: www.afrol.com.
[vii]
Íbidem, p.135-136.
[viii]
Íbidem. p.136.
[ix]
Íbidem, p. 317.
[x]
Barticevic Sapunar, Marco Antonio, op cit.
[xi]
Inikori, Joseph E, “La trata atlántica
y las economías atlánticas de 1451 a 1870”. En: La trata negrera del siglo
XV al XIX, Barcelona, 1981, p. 99.
[xii] Zinn, Howard, op. cit, p.139.
[xiii]
Derechos Humanos, las marcas y las modernas formas de esclavitud. En: www.afrol.com.
[xiv]
La Revista de la OTI, Nº 39: Trabajo forzoso y tráfico de seres humanos: la
esclavitud todavía nos acecha, junio/2001.