Deberán enterrar en las aceras la pesadumbre,
incinerar las evidencias,
montar la pantalla de cielos nuevos.
Deberán arrancar el sacrificio a las córneas,
ejecutando a mansalva las promesas revueltas,
niños que se escurren en las alcantarillas rojas.
¡Ah, mundo yermo,
amnesia de regazos que expiran!
Bajo la pila de despojos hay un hilo luminoso
retorciéndose en sus estertores.
El marasmo de los días permite evocar aún
la última danza ante la mujer
que acaricia sus instantes.
Descalzo anda el presente,
por la intemperie que ninguna alfombra esconde.
Una máquina de quebrantos levanta sin querer
el polvo de una pregunta:
¿quién dará testimonio de las fosas?