Ante
las Elecciones del 20 de Noviembre
¡BOICOT!
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“Sólo los canallas o los bobos pueden creer que el
proletariado debe primero conquistar la mayoría en las votaciones realizadas bajo
el yugo de la burguesía, bajo el yugo de la esclavitud asalariada, y
que sólo después debe conquistar el poder. Esto es el colmo de la estulticia o
de la hipocresía, esto es sustituir la lucha de clases y la revolución por
votaciones bajo el viejo régimen, bajo el viejo poder.”
V.I. Lenin
Embarrado
en la crisis financiera y estructural del imperialismo europeo y patrio, el gobierno de Rodríguez
Zapatero ha adelantado la convocatoria de una nueva cita electoral. Un 20 de
Noviembre murió el matarife fascista que encabezó el devenir de la burguesía
española a lo largo de 40 años. Otro 20 de Noviembre la burguesía representará
su farsa para otorgar a otra vil cabeza, ya elegida de facto, la conducción,
por período aproximado de 4 años, de sus tropelías y crímenes contra el proletariado
y los pueblos del Mundo aquende y allende las fronteras del Estado español.
Fieles
a su inamovible táctica electoral los principales baluartes del revisionismo
llamarán a la clase obrera a participar en este circo coadyuvando, en lo que
les toca, a perpetuar las ilusiones parlamentarias de la clase proletaria y
zancadilleando, en lo que puedan, la conformación de un movimiento
revolucionario de masas que estrangule al capital desarrollando Poder de Nuevo Tipo.
Porque aunque el proceso de reconstitución del comunismo que defendemos y desarrollamos desde el MAI es
arduo y difícil, desde el actual período de reconstitución ideológica lo que se
atisba y se puede adelantar sin miedo a la equivocación, es que la construcción
de
Dos legislaturas de “socialdemocracia”.
¿Quién distingue cara y cruz?
La
primera legislatura de los gobiernos de Zapatero giró, como marcaba el guión
turnista, en torno a los grandes valores de la progresía española, valores
prestos a impregnar a una sociedad que buscaba el cambio encarrilado por la
socialdemocracia en su “No a
En
el plano internacional se recogieron las tropas en Irak, generando
controversias con los atlantistas,
para tenerlas frescas y dispuestas de cara a las necesidades de la alianza interimperialista europea, casi siempre
igualadas a las del imperialismo yanki, con la excepción irakí. Y se enarboló
el gran proyecto de
Pero
en democracia los tempos siempre
están bien marcados. Si el aspecto de la “socialdemocracia”
primeriza de Zapatero había sido juvenil
y alocado, en la segunda etapa la madurez debía tomar las riendas
gubernamentales. Del esplendor de las chicas de la revista Vogue el gobierno
viró a la austeridad estética de los Rubalcaba. En Europa la burguesía
monopolista tocó corneta y el copríncipe de Andorra y presidente de la república
francesa Nicolás Sarkozy, originario de unos pobres exiliados políticos
húngaros, dijo en 2008 que había que “refundar el capitalismo”. Desde entonces
la reestructuración financiera y política del imperialismo europeo mandó sobre
los planes de la burguesía española que de
Tras
años en el limbo judicial el carácter nacional del Estatut de Catalunya fue barrido por los tribunales. En
La
problemática económica no se trasladó a las calles con fuerza hasta 2011. Con
sectores de la pequeña burguesía y la aristocracia obrera en proceso de
proletarización, acelerado a base de recortes sociales, se extendió el malestar
con respecto al aparato burocrático/representativo del capitalismo español y
apareció el movimiento de los indignados del 15 de Mayo. Las contradicciones en
el seno de la clase dominante fructificaron en muchas ciudades del Estado en
palos y represión para unas masas ciudadanas
poco duchas en la confrontación con el Estado (de hecho hoy, desarmados y
apaleados, los indignados siguen haciendo apología de su pacifismo). Y así la pompa del talante y la paz que infló la “socialdemocracia” acabaron por
mostrarse al gran público aunque claro está, no con la virulencia y represión
con que suele presentarse ante movimientos políticos con un discurso
clarificado y discordante con el stablishment
español, como pasa con los movimientos antifascistas o independentistas no
integrados en las instituciones, las okupas…
En
lo externo los aparentes bandazos entre Berlín-Francia y Washington se
asentaron. El gobierno mandó tropas de ocupación a Haití, para evitar más
terremotos. Mantuvo el despliegue en Afganistán y como colofón, participó en la
aniquilación de decenas de miles de libios “necesitados” de un contingente
internacional sobrado de portaviones, fragatas y bombarderos que librasen un
corredor en el espacio aéreo del país para que cesase la matanza gadafista, así como de capitales para invertir en la
reconstrucción de un país asolado por todo ese arsenal. El PSOE poco pudo hacer
sin embargo contra el Estado marroquí cuando éste decidió arrasar un campamento saharaui. Aquí primaba la
estabilidad de la región, es decir, los intereses del imperialismo que todavía
no ha encontrado “oposición” en Marruecos que le permita aumentar sus ganancias
en dicho país, algo que sí ha ocurrido con el CNT Libio o con los otros lavados de cara de los Estados de
Argelia, Túnez o Egipto. Para garantizar este tipo de transiciones democráticas
el imperialismo occidental se previene y España, tan patriótica para con los
vascos y los inmigrantes subsaharianos, cede parte de su soberanía territorial
al “escudo anti-misiles” de
Imposición
o no, el gobierno de Zapatero ha desarrollado todas las políticas que se han
impuesto desde Bruselas. Ha “hecho los deberes”, como se degustan en decir los
burócratas del gobierno, con respecto a lo dictado por los maestros de Europa, los que siguen siendo el núcleo central de
De cara al Parlamento, de
espaldas a
Por
su parte el amplio espectro de la izquierda,
de la verdadera izquierda, pone una vez más toda su maquinaria, sin distinciones de
tamaño, sobre el proceso electoral en que los capitalistas cambiarán a quienes
firmen sus leyes. Como en cada elección parlamentaria, el revisionismo
disfrazado en sus diversas siglas presenta sus mínimos, incluyendo algunos que,
ante los vaivenes de la coyuntura, los agrandan
un poco y ya se atreven a poner la palabra “socialista”
tras “república”, con sus programas
determinados por el resistencialismo y las luchas económicas, aunque
paradójicamente, nunca estén a la cabeza de alguna de ellas. El abanico de
oportunidades electorales se ha reducido esta vez, todo sea dicho, porque la
burguesía ha dado otra vuelta de tuerca a sus limitadas concesiones
democráticas al pueblo reformando
El
PCE-IU en la elaboración de su campaña ha debido padecer errores de imprenta. Su
cartelería y su programa son un calco
del movimiento de los indignados. La disyuntiva “Democracia o Mercados” que
plantea la coalición de Llamazares, Cayo Lara, Meyer, Centella… es una oda a
los restos de las acampadas que poblaron las plazas la pasada primavera y es la
última demostración de que en esa coalición ni hay “marxismo revolucionario” ni
hay “marxismo-leninismo”. Porque una lectura breve del marxismo en torno al
Estado debería enseñarles a estos señores y señoras, y les debería valer para
calibrar que la democracia no es un abstracto inmaterial, sino que es parte
intrínseca de toda forma estatal, de las sociedades clasistas. A todo aparato
político estatal, que es la suma del conjunto de relaciones entre las clases
dominantes y su gestión por parte de las mismas, las cuales dirimen sus
contradicciones democráticamente, apareciendo la solución de éstas como
imposición dictatorial ante los oprimidos, le corresponde un aspecto
democrático y otro dictatorial. Éste es el abc
del marxismo en torno al Estado y su carácter de clase. Pero los oportunistas
de la coalición federalista, laica, verde, republicana, plural… poco pueden interesarse por este
tipo de cosas. Les es más satisfactorio embaucar a las masas si con ello logran
un escaño más. Por ello no plantearán ante la clase trabajadora que la
democracia burguesa es democracia para las clases dominantes, y por supuesto
para los mercados, pues con ello estarían situándose ante esa clase trabajadora
en el campo de la democracia burguesa, en el terreno de las clases apoderadas y
acomodadas gracias al carácter imperialista del Estado español, y enfrentadas,
sin remedio, a las masas proletarias asfixiadas por el capital.
A
la izquierda de este sector de la izquierda, está la izquierda
verdadera de verdad. Sin posibilidades para representar el teatro de la
democracia en el templo parlamentado de las miserias que nos dominan. Aquí se
despliega la candidatura “Anticapitalistas” formada por la escisión
“trotskista” de Izquierda Unida y que, visto su programa, no tardará en volver
por donde se fue tras no poder dar el salto que dio su referente francés cuando
echó a andar con Besancenot a la cabeza. Adentrándonos en la ortodoxia, la nostalgia degenerada del
PCE M-L acaudilla las candidaturas de
los “Republicanos” en donde directamente estos genuinos “marxistas-leninistas” reniegan de todo aquello que suene
a comunista, para blandir la bandera tricolor de la “República democrática de
trabajadores de toda clase y federal” en símil de
El
PCPE presenta ante sus votantes dos programas, uno táctico y otro estratégico,
entendiéndose que el táctico es un paso supeditado a lo estratégico. Que el
táctico se enmarca en un proceso que ayuda a vislumbrar el objetivo
estratégico, que acerca al movimiento político a la resolución de las
cuestiones de estrategia. Así, al menos, debe ser comprendido por todo aquel
que se denomina marxista. En su Programa Estratégico el PCPE habla de la
proclamación de la “República Socialista”, que mínimamente detallada es una
república de reformas en donde el “Socialismo” no es dictadura revolucionaria
del proletariado, sino tan solo estatalización de los sectores estratégicos de
la producción. No obstante el beneficio de la duda podría resolver que el PCPE
sí pretende una República Socialista para el Estado español, es decir, una
Revolución Socialista para el Estado español. Sin embargo su programa táctico,
su programa de acumulación de fuerzas para construir esa República pasa por
aglomerar masas en torno a un “Frente Obrero y Popular” que implemente diversas
medidas económicas desde las instituciones burguesas. Que se conviertan en las
gestoras de las instituciones capitalistas. De hecho y como ya hiciera el PCPE[2]
en las pasadas municipales, así lo expone su referente juvenil en su panegírico
electoral:
“Comités de Distrito en los
municipios, para organizar el poder del pueblo y su participación en la gestión
pública, poniendo los cimientos para que democracia signifique poder popular y
no la farsa que hoy existe. La democracia nace de lo más pequeñito.”[3]
Esto
sumado a la cantinela sindical de la reducción del paro y la jornada laboral, a
la salvación estatal mediante el crédito del “autónomo” y del “pequeño
propietario” y la sanación y preservación de los servicios públicos[4]
nos deja lo de siempre, la limitación del proletariado y de su lucha política a
la política de la burguesía. Por eso el tradeunionismo
moderno del PCPE junto a sus juventudes,
y la inestimable colaboración de sus “nuevos” socios de
“Es un voto que si bien está
dentro de los límites del sistema, se enmarca y se subordina a una lucha
sincera, implacable e incansable contra el propio sistema capitalista, un
sistema decadente que ya no tiene nada más que ofrecer a la humanidad”[5]
Acumular
fuerzas en torno al espontaneísmo, es decir, desarrollar política desde una
línea economicista y reformista solo puede generar conciencia sindicalista
dispuesta para la reforma del estado burgués pero no para su destrucción
revolucionaria. Y en esencia esto es lo que plantea hoy todo programa
revisionista, toda resolución electoral de todos los grupos y organizaciones
que se definen como “anti-capitalistas”, la reforma del Estado imperialista. Y la
reforma auspiciada desde el interior del movimiento obrero solo puede conllevar
la gestión de la dictadura capitalista por parte de un sector minoritario de la
clase obrera, la más acomodada, la mejor acondicionada por la clase dominante
para tal labor, curtida en mil negociaciones económicas o dispuesta hacia ellas
en tropecientos microorganismos de
solución de conflictos sociolaborales, como es la aristocracia obrera. Ya que
los límites de toda sociedad clasista, que se estremecen aún más bajo las
condiciones del capitalismo monopolista, constriñen la democracia para la
mayoría social, para las masas proletarias y hondas del pueblo, dilapidando incluso
los derechos del democratismo burgués, en una tendencia a la reacción que
impide y muestra más que nunca la imposibilidad de que las masas oprimidas
accedan a administrar sus vidas, a dirigir su política desde un aparato estatal,
gestado para la política opresiva de la burguesía sobre esas masas, en donde se
imbrican el conjunto de relaciones sociales que las mantienen en esa categoría
social, económica y política, de clase subordinada, de clase explotada. Algo
que ya empezó a señalar el marxismo tan pronto como con las revoluciones de
1848. Que para detentar democracia, para liberarse, el proletariado necesita
sus propias instituciones, antagónicas con la burguesía ante el ascenso de
ésta, y que el desarrollo del capital, y su elevación a imperialismo, sólo ha
ido certificando, a pesar de que los revisionistas, como muestran con sus
“Comités de Distrito” no lo hayan entendido. Estamos bien entrados en la etapa
histórica de la revolución proletaria.
“El proletariado, al dictar
En
ese proceso revolucionario el proletariado, debido a que se había organizado en
un movimiento político de masas accedió al Poder. Sin embargo este era el Poder
establecido por la burguesía para garantizar su dictadura de clase y el
proletariado tenía titularidad en ese
Poder pero no capacidad de ejecución sobre el mismo ya que el núcleo central
del Estado estaba en manos de las clases dominantes, las mismas que
aniquilarían meses después a ese proletariado revolucionario de París:
“(…) una masa de 20.000 obreros
marchó hacia el Hôtel de Ville a los gritos de: ¡Organización del trabajo! ¡Queremos un ministerio propio del trabajo!
(…) Esta Comisión estaba formada por delegados de las corporaciones de
artesanos de París y presidida por Luis Blanc y Albert. Se le asignó el Palacio
de Luxemburgo como sala de sesiones. De este modo, se desterraba a los
representantes de la clase obrera de la sede del gobierno provisional. El
sector burgués de éste retenía en sus manos de un modo exclusivo el Poder
efectivo del Estado y las riendas de la administración, y al lado de los
ministerios de Hacienda, de Comercio, de Obras Públicas, al lado del Banco y de
El
reformismo, por tintado de rojo que se presente, es reaccionario y sirve, en
este caso, a los intereses de la aristocracia obrera y por extensión a los del
único Estado que puede garantizar la consumación de los intereses de ésta, el
Estado imperialista. El proletariado debe romper la máquina estatal. Y eso solo
puede hacerse a través de la construcción partidaria, a través del ejercicio
revolucionario de las masas imponiendo dictadura de clase. Pero una dictadura
revolucionaria de transformación y no una dictadura burguesa de constatación
del orden existente como se pretende desde esos Comités de Distrito, refrito de
la socialdemocracia bolivariana y a su vez del revisionismo de los “marxistas”
del PCI parapetado tras del Estado reaccionario indio contra el que los
camaradas naxalitas combaten con Guerra Popular.
El
revisionismo propone una vez más que el movimiento revolucionario, que la
“revolución”, consiste en amontonar las parcialidades en que las relaciones
entre capital y trabajo confinan la vida del proletario para, a golpe de
reforma, ir mejorándolas hasta que “de repente” ese proletariado convencido en
la reforma y articulado en movimiento político de administración del viejo
Estado decida, no se sabe cómo, acabar con ese Estado. Pero esto es falso y la
lucha de clases ya lo ha sancionado así. No existe una línea de continuidad
entre reformismo y revolución. No hay
base material que determine que las reformas en el Estado español, aunque a la
vanguardia estuviesen unas siglas “rojas”, conlleven la instauración del
Socialismo. No hay mediación ni unidad dialéctica entre la reforma de los
organismos en que se atrinchera la burguesía y su ruptura violenta por parte
del proletariado revolucionario. Las reformas apuntalan el viejo orden, no
hacen progresar al movimiento revolucionario. La gestión del capital por parte
de la clase obrera es una engañifa por ello hay que combatir a todos los que la
proclaman entre la clase obrera y que demuestran con sus programas que bajo sus
consignas electorales lo que está escrito es “Una parte para la aristocracia
obrera”
Todos
los programas reformistas que se agolpan ante las urnas electorales no
coadyuvarán a la reconstitución del Comunismo, a la reconstitución del
movimiento revolucionario organizado, sino que servirán para mantenerlo varado
y falseado por oportunistas de toda laya, intelectualoides,
chupatintas progresistas, académicos “marxianos”, sindicalistas de medio pelo y
politicuchos de poca monta que esperan de las masas oprimidas una ayuda, un empujoncito, un voto para
ganarse un asiento bajo el sol de alguna institución del régimen burgués: un
parlamento, una fundación pública, un ayuntamiento, etc. que convertirán en
pulpito contra el proletariado y por la consecución de más reformas del aparato
capitalista que le permitan así servir a su verdadera clase, que será
cualquiera menos el proletariado oprimido que dicen representar.
Ante
las elecciones, ¡boicot!
La
acumulación de fuerzas que interesa a la clase obrera hoy pasa por agrupar a la
vanguardia revolucionaria del proletariado en la lucha por la reconstitución
ideológica para crear las bases de unidad partidaria, la base teórica necesaria
para que el comunismo pueda ser expuesto ante las masas de la clase, no como
enumeración de valores o como programa concreto para reformas concretas sino
como Programa revolucionario que sea conocido en el proceso de transformación
de sí mismas, con
La
cita electoral es otra más a través de la cual el revisionismo expone su
concepción de la lucha de clases que está anclada en el economicismo pues hacia
él se disponen sus luchas políticas, reducidas a contienda electoral como paso
hacia el ingreso en la gestión del aparato jurídico-administrativo de la
burguesía, convertido en republicano, más allá del apellido oportunista, para
mantenerlo como burgués. La cita electoral se enfrenta por parte del
revisionismo con un programa hecho a base de teoricismo sindical. ¡Y con ello
se pretende crear conciencia revolucionaria! Las elecciones se producen recién
conmemorado el 94 Aniversario de
El
sentido del boicot a las convocatorias de masas de las instituciones burguesas
lo tiene como muestra de la afirmación de la universalidad y autonomía del
proyecto comunista. Éste no depende de la coyuntura, de la crisis o de la
movilización espontánea de las masas, sino que tiene calado histórico, válido
en todos los contextos concretos de la era imperialista. Tampoco es realizable
desde esas instituciones burguesas, sino que es un proyecto de destrucción
violenta de esas instituciones y de construcción de las del proletariado
revolucionario.
El
contexto en el que trabajamos hoy los comunistas revolucionarios es el del
dominio del revisionismo y el del enterramiento y liquidación de ese proyecto.
Por eso, las circunstancias exigen un agrupamiento de la vanguardia en torno a
los principios de ese proyecto, lo que es inseparable de la autocrítica
marxista de la riquísima experiencia histórica de dicho proyecto, esto es, el
Balance. Este agrupamiento, esta acumulación
de fuerzas de la vanguardia, pasa hoy por la lucha de dos líneas en el seno
de esta vanguardia en torno a las problemáticas históricas de la revolución
proletaria, y no depende de la coyuntura o de la situación del movimiento de
masas. Sólo resolviendo esas tareas históricas que atañen a lo más íntimo de la
personalidad del sujeto comunista, podremos plantearnos el actuar sobre esta
coyuntura o estos movimientos sin que resulte contraproducente para la
revolución proletaria.
Así
pues, las tareas del comunismo son de orden interno, de reconstitución del
sujeto comunista en todos sus planos, comenzando por el ideológico y el político,
y el protagonista de todo este periodo es la vanguardia. Todo mensaje que
desvíe el centro de atención de este eje fundamental hacia factores externos a
ese sujeto revolucionario en recomposición, es hacer depender a éste de
imponderables y deslegitimar
Por
ello, nuestro boicot es un boicot por la
autonomía del comunismo, por su reconstitución. No es un boicot que llame a las
armas inmediatamente, a dar inicio ya a
La
verdad es que la guerra revolucionaria que destruirá el Estado burgués no la
van a traer las masas espontáneamente, si la vanguardia no empieza a plantearse
primero y a preparar después conscientemente la organización de esa guerra. Este
planteamiento y preparación deben llevar primero a la reconstitución del
marxismo como referente teórico de vanguardia de la clase obrera y a la
reconstitución del sujeto político, esto es, el Partido Comunista, premisas
insustituibles de
Movimiento
Anti-Imperialista
Noviembre
de 2011
[1] Sobre esas reformas implementadas por el PSOE ya expusimos un análisis más desarrollado en “Ante las elecciones generales del 9 de Marzo, ¡Boicot!”. El Mantiene Número 21, Septiembre de 2008.
[2] “Los ejes programáticos de las
candidaturas del PCPE priorizan la defensa de la titularidad y la gestión pública
de los servicios colectivos, las políticas de inversión ligadas al empleo, el
reforzamiento de la participación del pueblo organizado en el ejercicio del
poder político institucional, y una reforma fiscal que grave a las clases
dominantes con la mayor aportación a la formación de los presupuestos públicos”
Comunicado del PCPE sobre su
participación en las elecciones del 22M. Madrid, 26 febrero de 2011
[3]“¡La
juventud no se resigna! ¡TODO para la clase obrera!” Colectivos de Jóvenes Comunistas
[4] Ver el Programa electoral del
PCPE para las elecciones generales del 20-N
[5]
“¡La
juventud no se resigna! ¡TODO para la clase obrera!” Colectivos de Jóvenes Comunistas
[6] “Las luchas de clases en Francia”, Karl Marx. Editorial Ciencia Nueva. Pág. 62
[7] “Las luchas de clases en Francia”, Karl Marx. Editorial Ciencia Nueva, Pág. 64