CONGRESO
2001 "CONSTRUIR LA ESCUELA DESDE LA DIVERSIDAD Y PARA LA
IGUALDAD"
Materiales
previos y conclusiones del Grupo de Trabajo
Diversidad
personal: aprendizaje y convivencia
Coordinación
del grupo: Encarna
Rosillo (MCEP)
Materiales
previos
Autora: Encarna Rosillo
Partiendo
de que en la escuela confluyen personas de todo tipo y que todos y todas
las que convivimos en ella somos diferentes, la diversidad de tipo
personal es lo natural, lo uniforme no existe. Esta diversidad se
traduce en diferentes intereses y expectativas, de afectividad, de
autonomía personal, de características intelectuales, de diferentes
ritmos de aprendizaje, etc.
El
aprendizaje se da no sólo por estas características personales que lo
hacen posible, sino también por el resultado de la interacción social
y los estímulos afectivos y culturales del entorno educativo.
Desde
una perspectiva individual, la diversidad se identifica sólo con
niveles de capacidad y se tiende a homogeneizar a partir de unos
referentes curriculares. Se considera la diversidad sólo la manifestada
por el alumnado al que le cuesta aprender. Es por ello que se valora que
debe tener una atención especializada diferente al resto.
Desde
otra perspectiva, se parte de la idea de que la diversidad es la expresión
de la normalidad y de múltiples factores, no sólo cognitivos, sino
motivacionales, socio-económicos, de estilos de aprendizaje... y que
por lo tanto la diversidad es algo natural en la clase. El trabajo entre
alumnado diferente favorece un entorno enriquecedor por lo que supone de
posibilidad de encuentro y resolución de conflictos cognitivos y
afectivos entre el grupo e impulsa el desarrollo de estrategias didácticas
y maneras de organizar el trabajo en el aula que faciliten el
aprendizaje de todos y todas.
Están
proliferando medidas extraordinarias de atención a la diversidad, que
suponen, en muchos casos, un enfoque segregador, que fomenta las
desigualdades, de forma que
se plantean en muchos centros como la única alternativa posible,
sin haber mantenido un proceso de reflexión en el claustro y
haber agotado medidas ordinarias curriculares, metodológicas y
organizativas. Ciertas experiencias de agrupamientos e itinerarios
paralelos no han sido muy respetuosas con el tratamiento a la diversidad
en nombre del cual se aplicaban.
Las
actuaciones únicamente basadas en compensar carencias tienen sus límites.
Hay que exigir mayores dotaciones, pero desarrollando los entornos donde
se valoren las potencialidades personales, en un clima que favorezca la
autoestima, las relaciones personales y la participación;
donde no se rebajen expectativas ni se aplique el mismo listón
para todas las personas.
En
la medida en que desarrollemos caminos para que las potencialidades del
alumnado encuentren un lugar en la escuela donde desarrollarse
plenamente y consideremos la comunicación y el diálogo como bases del
aprendizaje, estaremos favoreciendo entornos de convivencia positiva.
Los
centros y las aulas ¿están preparados para dar respuesta a ello?
Conclusiones
del Grupo de Trabajo
En
primer lugar, se exponen las reflexiones colectivas que fueron surgiendo
respecto al análisis de
la realidad tal y como la vivimos en la sociedad y los centros y
sobre las respuestas que se están dando desde distintos ángulos de
nuestra labor pedagógica.
En
la segunda parte sugerimos propuestas
que nos lleven a superar
los procesos selectivos y segregadores que potencian la desigualdad y
construir entornos verdaderamente educadores.
ANÁLISIS
DE LA REALIDAD:
El
tradicional reparto de funciones socializadoras entre la escuela y la
familia está en crisis. Antes, y siendo conscientes de la simplificación,
la familia educaba y la escuela enseñaba. Actualmente, se ve la tarea
educadora como un campo cada vez más inabarcable y, por otro lado, más
difuso. Los modelos del entorno que responden a
valores contradictorios, la influencia de los medios de
comunicación, los objetos de consumo, ocio y tiempo libre de los niños,
niñas y jóvenes, las campañas hacia el consumo, etc., hace que la
familia y la escuela tengan la sensación de impotencia, de nadar contra
corriente en una tarea que corresponde, cada vez más, a toda una
sociedad.
El
profesorado manifiesta este desasosiego con el aumento de enfermedades
como ansiedad, estrés y un pesimismo extremo hacia la valoración de su
tarea.
Por
otro lado, a esta confusión social de valores y papeles, contribuyen
informaciones alarmistas que,
la mayoría de las veces, ayudan a la formación de prejuicios ante el
alumnado más desfavorecido y el aumento de la marginalidad.
El
aumento de conductas agresivas responde, en gran parte, a una cultura
del beneficio inmediato, de la satisfacción del deseo, de reacciones
poco maduras de estímulo-respuesta y de escasa capacidad de frustración
en la infancia. Una educación familiar con contradicciones al marcar
los límites, marcada por sentimientos
de culpabilidad, de no saber, ni dedicar el suficiente tiempo a los
hijos e hijas, complica cada vez más la intervención de la escuela en
la creación de pautas de comportamiento,
hábitos y actitudes.
Tampoco
la escuela parece atender, suficientemente,
las esferas afectiva y motivacional del alumnado, por lo que gran
parte del debate se ha centrado en esa implicación educativa que tienen
también otras instancias diferentes a la familia y la escuela.
La
Administración Educativa de nuestro país ha mostrado torpeza a la hora
de anticipar ciertas situaciones que marcan la vida de los centros. Los
países de nuestro entorno llevan tiempo adoleciendo de escasez de
profesorado. Experiencias de otras sociedades que llevan incorporando a
sus escuelas alumnado inmigrante, con nuevos planteamientos ante la
violencia en los centros, etc., deberían ser referencia y motivo de análisis
por lo que pudieran aportar a nuestra situación.
El
profesorado no está preparado, la mayoría de las veces,
para resolver conflictos, para dinamizar al grupo, no tiene
cultura de negociación y esto, en ciertos entornos, le hace más
vulnerable frente a la violencia. El alumnado, a veces, no se siente
respetado por el profesorado y viceversa.
Esta
situación se extrema cuando el profesorado y el alumnado de los centros
educativos, sobre todo refiriéndonos a los de la etapa de secundaria,
no sienten el centro como "suyo", no se sienten implicados
directamente en la mejora de la convivencia, ni en su responsabilidad
para contribuir al buen clima personal y educativo del mismo.
El
análisis de la actual fragmentación de saberes,
la distribución del currículo cada vez menos interdisciplinar,
la proliferación de profesorado "especialista" en las etapas
más tempranas, nos lleva a
pensar que en esto la LOGSE no ha acertado.
La
atención a la diversidad requiere medidas globales y no el mero aumento
de apoyos, de programas con carácter extraordinario, sin coordinación,
sin estar enmarcados en un plan de centro verdaderamente asumido por
todo el claustro y sin querer o poder evitar que supongan
sólo parches y una miope puesta en práctica de la reforma.
Las
metodologías por proyectos, globalizadoras o interdisciplinares no se
han fomentado. El aprendizaje significativo para el alumnado, con
referencias a la vida cotidiana que aumenten la motivación en nuestras
aulas no está suponiendo más que la constatación de que estas prácticas
siguen siendo casos aislados de proyectos "innovadores".
El
tramo de la Educación Secundaria Obligatoria, padece de una merma en la
oferta de la optatividad, por lo que esta medida está lejos de suponer
una respuesta a la diversidad personal del alumnado. En muchas ocasiones
estas materias optativas suponen, no una diversificación de contenidos
para llegar a los mismos objetivos, sino más de lo mismo, por lo que no
se logra conectar con los intereses del alumnado adolescente.
Tampoco
la distribución de tiempos (fijos, inalterable y de cincuenta minutos
en el caso de secundaria) contribuyen a un cambio de dinámicas en
clase, mas activas y flexibles, donde tengan cabida otros ritmos y otros
modos de aprender.
El
mantenimiento y cuidado de los espacios de muchos centros educativos se
consideran factores secundarios, resultando fríos, desangelados y poco
acogedores, respondiendo a una concepción utilitaria y demasiado
uniformadora.
PROPUESTAS:
La
escuela y la familia comparten esferas educativas complementarias, pero
deben ser apoyadas por un marcado compromiso social que apueste por
entornos educadores que no entren en contradicción. La intervención de
todo el tejido social es imprescindible.
Programas
educativos en los medios de comunicación, otros de carácter
divulgativo y formativo para familias, con la coordinada actuación de
estamentos, una legislación que proteja a la infancia de la influencia
de algunos videojuegos, programas infantiles, literatura, etc., podrían
ayudar a fines educativos de los que ahora carece nuestro entorno. Las
medidas preventivas deben guíar las actuaciones educadoras en todos los
ámbitos sociales.
Es
importante favorecer en el alumnado una actitud crítica hacia las
nuevas tecnologías y el mundo de la imagen, para neutralizar los
efectos perversos que se derivan de la asimilación de ello sin
capacidad de control, revisión o crítica.
Los
planteamientos de la escuela pública deben basarse en la participación
de toda la comunidad educativa. Abrir la escuela al entorno, sentir que
el centro se gestiona desde lo público, creando el sentimiento de que
es de todos y todas, compartir la formación con las familias y
potenciar los órganos de participación y decisión del alumnado en la
vida del centro, vendría a fortalecer la idea de que la escuela puede
ser el núcleo educador de toda una comunidad.
Es
necesario dotar de una autonomía organizativa real a los centros
educativos. Dotar de sentido un planteamiento de respeto a la
diversidad. Esta mayor autonomía debe contar con una flexibilidad al
beneficio de las personas. La flexibilidad necesita de plantillas
completas y entendidas al servicio del centro, con múltiples funciones.
Dar respuesta a la diversidad requiere un planteamiento global del
centro, dotándole de recursos para favorecer medidas organizativas y
metodológicas que hagan posible la atención al conjunto de la
diversidad del alumnado.
Es
precisa una postura más comprometida y decidida de la inspección
educativa hacia la mejora de la calidad de la escuela pública.
Actitudes de colaboración y asesoramiento son las que precisa la
institución escolar, mediante una evaluación real de centros y un
compromiso activo por dar respuesta a la diversidad del alumnado y no
meras funciones burocráticas, en el mejor de los casos.
La
adaptación del currículo a la consecución de los objetivos de las
distintas etapas educativas y a los contextos diferentes es una
asignatura pendiente en el conjunto del profesorado ya que éste no se
ha sentido con poder sobre el currículo y las actuales políticas del
gobierno vienen a echar por tierra la cobertura que daba la LOGSE en
este aspecto.
Revisar
la excesiva fragmentación de los contenidos en un número excesivo de
profesores y profesoras en determinados niveles de la ESO podría
suponer avanzar hacia la mejor racionalización del saber y una educación
más personalizada y motivadora.
La
metodología debe diversificarse para dar cabida a distintos modos de
aprender, ritmos de trabajar, maneras de interpretar, etc., que aportan
riqueza al grupo.
La
estructura de coordinación vertical de los IES debe ir dando pasos
decididos hacia la de coordinación horizontal, de equipos docentes,
propiciando una atención más directa al grupo-clase y a las
necesidades personales y educativas de cada uno de los alumnos y
alumnas.
Los
agrupamientos del alumnado deben responder al principio del respeto a la
natural heterogeneidad y sólo se debería hablar de otro tipo de
agrupamientos si éstos fueran transitorios, realmente flexibles y para
mejorar las medidas de atención individualizada en determinados
momentos, dentro de un marco entendido y asumido por toda la comunidad
educativa.
Se
debe presionar para mejorar la respuesta formativa de asignaturas
optativas en el tramo final de la Educación obligatoria para favorecer
la elección real de contenidos curriculares que respondan a diferentes
motivaciones, capacidades e intereses.
Nos
manifestamos en contra de los "macrocentros" que, con la idea
de dotar de mayores recursos materiales a las aulas, pierden en
humanidad y dificultan la coordinación, el trabajo en equipo, la
participación y la creación de un clima de atención personal y de
relaciones afectivas. Sería necesario rectificar el actual sistema de
financiación al centro por estricto número de alumnos y alumnas, sin
tener en cuenta otras consideraciones.
Bajar
la ratio sigue siendo un objetivo deseable. La atención a un tipo de
alumnado cada vez más heterogéneo y el pretender abrir la escuela al
entorno requiere personal y fuertes ayudas a la escuela pública. Por
otro lado es preciso reivindicar la incorporación a los centros de
otros profesionales que apoyen y trabajen con toda la comunidad escolar
como por ejemplo, trabajadores sociales, mediadores culturales,
asociaciones, etc.
La
tutoría, en enseñanza secundaria sobre todo, debe ser fortalecida
tanto por la Administración como por los mismos centros. Dar
consistencia a contenidos actitudinales, la creación de habilidades
sociales, crear opciones de participación y responsabilidad en las
tareas de clase, la creación y asunción de normas que sirvan para la
autorregulación del grupo y la mejora de la convivencia son necesarias
para avanzar en los principios democráticos y tolerantes de una
sociedad plural.
Se
necesitan medidas decididas y creativas, así como suficiente dotación,
para la mejora de las instalaciones y los espacios, haciéndolos más
versátiles y personalizados.
La
formación inicial y continua del profesorado ha de ser otro pilar básico
que permita el cambio. La
reflexión de la labor docente, los encuentros entre formadores....
deben crear la necesidad y
obligatoriedad de dicha formación.
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