10. Conclusión
Acabar
con las guerras, instaurar la paz duradera entre los pueblos, lograr que cesen
los saqueos y las violencias como un modo de vida de minorías sociales que
fundan su riqueza y poder en la destrucción y la muerte ajena, ese es nuestro
ideal. Pero para eso hay que dejar de escuchar a los intelectuales de la
burguesía que siembran ilusiones acerca de la paz dejando intangible el sistema
capitalista. En lugar de dejar que estos sofistas engañen a los perdedores de
todas las guerras sobre la posibilidad de una paz "democrática" sin
cambiar de raíz las estructuras económicas del desarrollo desigual
internacional basado en la explotación del trabajo asalariado, los que anhelan
de verdad la paz y la solidaridad entre
los pueblos, deben explicar incansablemente que una paz siquiera algo
democrática es imposible sin una serie de revoluciones y sin la lucha revolucionaria de los
asalariados en cada país contra su propia
burguesía.
Y en
vez de permitir a los politiqueros burgueses que engañen a los pueblos con
frases acerca de la libertad de las
naciones, los socialistas revolucionarios debemos explicar a las masas de las
naciones opresoras la imposibilidad de su liberación si ayudan a sus propias
burguesías a oprimir a pueblos de otras naciones, si no reconocen ni defienden
el derecho de esos pueblos en esas naciones a la autodeterminación, es decir, a
la libre separación. Tal es la política socialista no imperialista en la
cuestión de la paz y en el problema nacional.
Estamos
seguros de haber demostrado aquí que la nueva agresión imperialista sobre un
pueblo oprimido como el afgano, es producto de la incompatibilidad del
capitalismo tardío con formas de vida que obstaculizan el "libre"
proceso de explotación del trabajo asalariado, y que éste es el carácter de la
violencia expansionista del sistema encarnado en las fracciones burguesas de
los países imperialistas, propietarias del capital excedentario en busca de
fuentes directas de acumulación de capital. Y en semejantes condiciones
objetivas, no puede haber paz ni derecho de las naciones a su autodeterminación
que valgan. Ya lo hemos dicho y volvemos a insistir: dada la formidable masa de
capital excedente en el mundo que hoy se mide en centenares de billones de dólares,
el capitalismo necesita darle con urgencia empleo productivo en países semi-feudales
como Afganistán, o capitalistas de Estado como Irán, Irak, Siria, Paquistán o
Libia, todos ellos de confesión musulmana, una religión cuya expresión más
arcaica y radical es incompatible con el proceso de acumulación del capital en
su etapa postrera.
En un
sistema auténticamente socialista, en cambio, donde los medios de producción
dejan de ser mercancías u objetos de compraventa para explotar trabajo ajeno,
el capital se extingue automáticamente y, con él, la masa excedentaria de
plusvalor en busca de aplicación productiva para la producción de más capital
adicional, que es lo que emponzoña las relaciones internacionales y prepara las
condiciones de las guerras.
Sin
capital, se abre sobre el horizonte de la conciencia universal, la posibilidad
real de la solidaridad efectiva entre los pueblos como productores libres
asociados, inaugurando la tendencia a la desaparición del desarrollo
internacional desigual en un clima de paz permanente. Pero, para eso, es
necesario antes comprender la necesidad de gestar la solidaridad internacional
de los asalariados para ganar la guerra contra el capital. Hacia allí empujan
día que pasa con más fuerza las desgracias colectivas provocadas por la cada
vez más monstruosa e insoportable irracionalidad de este sistema de vida.
Entonces insistimos:
¡FUERA EL
IMPERIALISMO DEL CERCANO Y MEDIO ORIENTE!
Huelga
general indefinida de los asalariados en los países imperialistas implicados en
el conflicto.
¡CONVIRTAMOS
ESTE CONFLICTO INTERBURGUÉS EN GUERRA REVOLUCIONARIA CONTRA EL CAPITALISMO EN
ESA PARTE DEL MUNDO!
Impulsar la
solidaridad internacionalista combativa entre los asalariados y campesinos
islámicos en lucha contra el imperialismo y sus propias burguesías autóctonas.
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