d) De la Restauración política de la nobleza a la revolución de julio de 1830
Bajo estas nuevas condiciones, las fuerzas burguesas progresistas sufrieron un retroceso político considerable. La llamada “segunda Restauración” se hizo sentir tanto por el “terror blanco” contra bonapartistas y republicanos, como porque las primeras elecciones parlamentarias, celebradas en 1815, dieron el poder a una cámara ultrarrealista partidaria de una política reaccionaria. En 1816, Luis XVIII disolvió esta cámara bajo la presión de las potencias europeas. Pero en las siguientes elecciones resultaron mayoría los monárquicos moderados, en medio de una mejora de la situación económica.
En 1818 finalizó la ocupación extranjera y Francia fue readmitida en los foros internacionales europeos, ingresando en la Santa Alianza. Pero dos años después, a raíz del asesinato del heredero al trono ―el duque de Berry― al gobierno de los moderados le sucedió el gobierno partidario de los Borbones, y a la coronación, en 1824, de su máximo exponente, el conde de Artois, como rey de Francia con el nombre de Carlos X.
Los liberales republicanos protestaron
anunciando al pueblo que las libertades francesas peligraban, pero en una
coyuntura de prosperidad general en que Francia pudo recuperar su ritmo normal
de vida, los Borbones pudieron gobernar sin contratiempos. Esta situación
duró lo que la economía en volver a una nueva depresión pasado el año 1826.
Tras haber perdido las elecciones generales de 1827. El clima político volvió
a enconarse cuando, en agosto de 1829, Carlos X nombró presidente del Consejo
al ultra monárquico príncipe de Polignac, lo que crispó a los diputados liberales
y a la prensa. En marzo de 1830, la mayoría liberal de la Cámara de Diputados
publicó el “manifiesto de los
<<Después de la revolución de julio, cuando el banquero liberal Laffittte, acompañó en triunfo al Hôtel de Ville (Ayuntamiento de París) a su compadre, el duque de Orleáns (Luis Felipe), dejó caer estas palabras: “Desde ahora dominarán los banqueros”. Laffitte había traicionado el secreto de la revolución.
La que dominó bajo Luis Felipe no fue la burguesía francesa, sino una fracción de ella, los banqueros, los reyes de la Bolsa, los reyes de los ferrocarriles, los propietarios de minas de carbón y de hierro y de explotaciones forestales y una parte de la propiedad territorial aliada a ellos. Ella ocupaba el trono, dictaba leyes en las cámaras y adjudicaba los cargos públicos, desde los ministerios hasta los estancos (quioscos estatales de sellos y timbres para trámites públicos)
La burguesía industrial propiamente dicha constituía una parte de la oposición oficial, es decir, sólo estaba representada en las Cámaras como una minoría. Su oposición se destacaba más decididamente, a medida que se destacaba más el absolutismo de la aristocracia financiera y a medida que ella, la propia burguesía industrial, creía tener asegurada su dominación sobre la clase obrera, después de las revueltas de 1832, 1834 y 1839. [14]
En general, la inestabilidad del crédito
y la posesión de los secretos (información privilegiada) de éste, daban
a los banqueros y a sus asociados en las Cámaras y en el trono, la posibilidad
de provocar oscilaciones extraordinarias y súbitas en la cotización de los
valores del Estado, cuyo resultado tenía que ser siempre, necesariamente,
la ruina de una masa de pequeños capitalistas, y el enriquecimiento fabulosamente
rápido de los grandes especuladores. Y si el déficit del Estado respondía
al interés directo de la fracción burguesa dominante, ello explica por qué
los gastos públicos extraordinarios hechos en los últimos años
del reinado de Luis Felipe, ascendieron a mucho más del doble de los gastos
públicos extraordinarios hechos bajo Napoleón, habiendo alcanzado casi la
suma anual de 400.000.000 de francos, mientras que la suma total de la exportación
anual de Francia, por término medio, rara vez se remontaba a los 750.000.000.>>
(K. Marx: “Las luchas de clases en Francia 1848
Toda esta situación había sido generada por la aristocracia financiera, con su práctica del enriquecimiento, no precisamente por medio de la explotación directa y general del trabajo ajeno y la distribución de los beneficios según lo determinado por la tasa media de ganancia. Este negocio burgués por excelencia en condiciones de expansión, donde todos ganan en proporción al capital con que participan en él, fue reemplazado en gran medida por el juego especulativo, donde lo que unos ganan, otros lo pierden, porque lo que está en disputa no es el plusvalor creado sino el mismo capital ya acumulado que se sustrae a la inversión productiva. Marx observaba cómo esta tentación por el “dinero fácil” convertida en irresistible frenesí, no sólo se apoderó de los pequeños ahorristas por el efecto demostración de lo que se veía en las pizarras de la Bolsa que estaba haciendo de hecho la aristocracia financiera, sino a través de los medios de prensa dominados por ella. Y hasta que extremos este afán de enriquecimiento “malsano” estuvo acompañado por los excesos más disolutos en la consecución de los placeres de la vida en la cabeza podrida del pescado en que se había convertido la sociedad de aquella época.
La contrapartida sociológica de estos métodos de reparto: la lujuria y el placer en las más altas esferas en posesión de información privilegiada, lumpenizó a la sociedad por sus dos extremos. Creó una aristocracia dineraria que desde los excesos del placer, hubo de pasar por el mismo infierno de hospitales, asilos y manicomios, cuando no por la cárcel y el patíbulo, a los que también llegó buena parte del proletariado desde la miseria y la desesperación del paro, mientras la burguesía industrial representada por los republicanos puros agrupados en torno al National, y los sectores medios amenazados por la podredumbre social desde arriba y desde abajo, clamaban por una solución que ellos se sentían incapaces de dar. Mientras tanto, los especuladores:
<<Las fracciones no dominantes de la burguesía francesa clamaban: ¡Corrupción! El pueblo gritaba: ¡A bas les grands voleurs! A bas les assassins [15] cuando en 1847, en las tribunas más altas de la sociedad burguesa, se presentaban públicamente los mismos cuadros que, por lo general, llevan al lumpenproletariado a los prostíbulos, a los asilos y a los manicomios, ante los jueces, al presidio y al patíbulo. La burguesía industrial veía sus intereses en peligro, la pequeñoburguesía estaba moralmente indignada; la imaginación popular se sublevaba. París estaba inundado de libelos: La dynastie Rotschild. Les juifs rois de l´époque [16] etc., en los que se denunciaba y anatematizaba, con más o menos ingenio, la dominación de la aristocracia financiera. (K. Marx: Op. Cit.)
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[13]
Desde 1830, la fracción republicano-burguesa se agrupaba con sus escritores,
sus tribunos, sus talentos, sus ambiciosos, sus diputados, generales, banqueros
y abogados, en torno a un periódico de París, en torno al National. En provincias,
este diario tenía sus periódicos filiales. La Pandilla del National era la
dinastía de la república tricolor. Se adueñó inmediatamente de todos los puestos
dirigentes del Estado, de los ministerios, de la prefectura de policía, de
la dirección de correos, de los cargos de prefecto, de los altos puestos de
mando del ejército que habían quedado vacantes. Al frente del poder ejecutivo
estaba Cavaignac, su general; su redactor-jefe, Marrast, asumió con carácter
permanente la Asamblea Nacional Constituyente. Al mismo tiempo, hacía en sus
recepciones, como maestro de ceremonia, los honores en nombre de la república
honesta. (K. Marx: “Las luchas de clases en Francia 1848
[14] El 5 y el 6 de junio de 1832 hubo una sublevación en París. Los obreros, que participaban en ella, levantaron una serie de barricadas y se defendieron con gran valentía y firmeza.
En abril de 1834 estalló la insurrección de los obreros de Lyón, una de las primeras acciones de masas del proletariado francés. Esta insurrección, apoyada por los republicanos en varias ciudades más, sobre todo en París, fue aplastada con saña.
La insurrección del 12 de mayo de 1839 en París, en la que también desempeñaron un papel principal los obreros revolucionarios, fue preparada por la Sociedad Secreta Republicano-socialista de Las Estaciones del Año bajo la dirección de A. Blanqui y A. Barbès; fue arrollada por las tropas y la Guardia Nacional.
[15] ¡Mueran los grandes ladrones! ¡Mueran los asesinos!
[16] La dinastía Rostchild, los usureros de la época.