Conclusión
Al contrario de lo que sostiene Astarita pues, nosotros pensamos
que lo normal en espacios económicos nacionales distintos
es que las empresas capitalistas que operan en países de
mayor desarrollo relativo con capitales de una mayor magnitud de valor en funciones,
una más alta composición orgánica y menor tasa de ganancia,
deban vender sus mercancías a precios de producción por encima
de sus valores individuales, en tanto que, por el contrario, las empresas menos
productivas localizadas en los países dependientes —cuyos capitales
son de una magnitud de valor en funciones relativamente menor y operan con una
más baja composición orgánica, pero redituando una mayor
tasa de ganancia media—, deban vender sus mercancías por debajo
de sus valores de producción individuales o empresariales, de tal modo
que se convierten en tributarias de plusvalor de las que venden por encima de
esos valores. Tanto más cuanto mayor sea la masa de capital con que operan
las empresas del país imperialista más desarrollado. Ni más
ni menos que como resulta del intercambio entre diversas empresas que operan
en un mismo espacio nacional. Sólo que los mecanismos de ajuste no son
los mismos en uno y otro caso.
No hay, pues, intercambio internacional de equivalentes,
porque el desarrollo internacional desigual, determina unas condiciones
de circulación que fijan o permiten concretar una distribución
internacional de plusvalor —de acuerdo con determinadas condiciones
desiguales de producción— que normalmente favorecen
al bando económico más poderoso, a expensas
de los más débiles o relativamente menos desarrollados.
Y no parece que esto sea debido a la diferencia entre trabajo simple y trabajo
complejo, sino a las distintas masas de valor y composición orgánica
de los capitales en función que intercambian sus mercancías, es
decir, a sus desiguales capacidades estructurales de producir plusvalor. Como
hemos visto, en países de menor desarrollo económico relativo
el coste salarial por jornada es comparativamente mayor —y, por tanto,
menor el plusvalor relativo— que en los países capitalistas metropolitanos;
dicho de otro modo, dado el atraso relativo de su modo de producción,
los asalariados de los países económicamente dependientes deben
emplear más tiempo de cada jornada de labor en reproducir el equivalente
a sus propias condiciones de vida y, por tanto, menos tiempo de esa misma jornada
en producir plusvalor para sus patronos.
Sin embargo, la tasa de ganancia suele ser allí mayor que en los países
económicamente más desarrollados. ¿Por qué? Pues,
porque en los países más desarrollados, el capital constante en
funciones crece más rápidamente que la diferencia entre el mayor
plusvalor creado allí respecto del menor plusvalor creado en los países
de menor desarrollo relativo, es decir, que en los países desarrollados,
cada vez más plusvalor realizado se emplea en capital constante a expensas
o en detrimento de la inversión en salarios o capital variable. Y dado
que el plusvalor sale o brota del trabajo asalariado, la relación entre
el plusvalor y el capital total invertido —o tasa de ganancia— tiende
en esos países a descender históricamente. O sea, que, por efecto
de la competencia interburguesa, los capitalistas de los países desarrollados
destinan una parte superlativamente mayor de plusvalor a la inversión
en capital constante respecto de sus colegas de los países subdesarrollados,
y eso determina que se apropien de una parte cada vez mayor en concepto de plusvalor,
pero menor en concepto de ganancia [12]:
<<El surplus value, la explotación del obrero aumenta (en los países de mayor desarrollo relativo), pero al mismo tiempo baja la tasa de ganancia, al bajar el capital variable con respecto al constante; porque el volumen del trabajo vivo en general desciende relativamente con respecto al capital que lo pone en movimiento. El capitalista se apropia bajo la rúbrica de capital (adicional o plusvalor) una parte mayor del producto anual del trabajo (añadido) y una parte menor bajo la rúbrica de ganancia>> [K. Marx: “Teorías sobre la Plusvalía” Cap. XXI – 3 e)]
Como hemos visto, este es el argumento central de la crítica de Marx al concepto de ganancia de Ricardo, y a su idea sobre la limitada importancia del comercio exterior para los países más desarrollados. El razonamiento de Marx contra Ricardo concluye en que una mayor productividad del trabajo incorporada al capital fijo, tiende necesariamente a disminuir la magnitud de valor del producto, hasta el punto de reducir, incluso, la ganancia capitalista aunque descienda el precio de los alimentos que integran el costo salarial. De ahí la importancia del comercio exterior para la burguesía de los países metropolitanos, que Marx ya entendía como una causa contrarrestante al descenso tendencial de la tasa de ganancia en esos países, por efecto del progreso de la fuerza productiva del trabajo sobre el proceso de valorización:
<<Llevado de toda su falsa concepción de la tasa de ganancia, Ricardo tergiversa totalmente la influencia del foreign trade (comercio exterior) aun cuando éste no hace bajar directamente el food (precio de los alimentos) de los labourers (obreros). No comprende cuan enorme es la importancia que, para Inglaterra tiene, por ejemplo, la obtención de materias primas más baratas para [abastecer a] la industria y que, en este caso, como ya he dicho más arriba, aunque los precios (de los alimentos) suban, la tasa de ganancia aumenta, mientras que en el caso contrario, al subir los precios (de las materias primas de uso industrial), la tasa de ganancia puede descender, aun cuando en ambos casos se mantengan invariables los salarios. >> (K. Marx: “Teorías sobre la Plusvalía” Cap. XVI-2)
Con esto Marx no menosprecia la importancia del más
bajo precio o valor relativo de las materias primas y alimentos de origen agrario
provenientes de países subdesarrollados —donde la mayor productividad
natural de la tierra más feraz, compensa con creces el menor acervo de
capital fijo empleado en el trabajo rural. Lo que dice en el contexto de su
polémica con Ricardo, es que la tendencia al descenso de la tasa de ganancia
media en los países desarrollados no está determinada por los
presuntos rendimientos decrecientes en la agricultura —como sostiene Ricardo—,
sino por el irrefrenable aumento en la composición orgánica de
su capital global, de ahí la importancia decisiva de las materias primas
más baratas de origen no agrícola procedentes del exterior, para
la valorización del capital en esos países desarrolados.
Pero la importancia del comercio exterior para los países de mayor desarrollo
relativo, no consiste sólo en las transferencias de plusvalor desde los
países subdesarrollados, que les permiten ralentizar la tendencia al
descenso en sus tasas medias de ganancia, abaratando los alimentos y materias
primas importadas de uso industrial. En el caso de los alimentos, abaten el
valor de los salarios y, en el caso de las materias primas industriales reducen
el coste de esa parte del capital constante; en el primer caso porque aumentan
el plusvalor relativo, en el segundo porque incrementan directamente la tasa
de ganancia.
Pero es que, además, este intercambio desigual que succiona plusvalor
desde la periferia al centro capitalista, refuerza en estos países todavía
más la contratendencia a la baja de sus tasas de ganancia nacionales,
al permitirles aumentar la escala de su producción industrial por la
disponibilidad para inversión de una mayor masa de plusvalor. Pero, contradictoriamente,
esto sólo puede conseguirse elevando todavía más la composición
orgánica del capital, es decir, elevando el incremento relativo de la
parte constante por cada unidad de capital adicional invertido, en detrimento
de su parte variable para el empleo de trabajo vivo, lo cual refuerza todavía
más la tendencia al descenso en la tasa general de la ganancia media
por vía de un menor incremento histórico en la masa de plusvalor
capitalizable en esos países, respecto del capital global invertido.
Tal es el drama al que se enfrentan los países de mayor desarrollo relativo
y por extensión lógica, el sistema en su conjunto. Lo cual amenaza
la continuidad de su proceso de acumulación como un perpetuum
mobile sin interrupciones violentas, al coste de dolorosas consecuencias
humanas. Y es en este momento de su análisis, cuando Marx se pregunta
si el capital invertido en las industrias cuya producción se orienta
hacia el comercio exterior, obtiene o no una tasa de ganancia más elevada
en virtud del intercambio desigual, ante lo que contesta taxativamente:
<<Los capitales invertidos en el comercio exterior pueden arrojar una tasa de ganancia superior porque, en primer lugar, en este caso se compite con mercancías producidas por otros países con menores facilidades de producción, de modo que el país más avanzado vende sus mercancías por encima de su valor, aunque más baratas que los países competidores. En la medida en que aquí el trabajo del país más adelantado se valoriza como trabajo de mayor peso específico, aumenta la tasa de ganancia al venderse como cualitativamente superior el trabajo que no ha sido pagado como tal (se refiere al trabajo más intenso). La misma relación puede tener lugar con respecto al país hacia el cual se envían las mercancías (producto de un trabajo de mayor peso específico) y del cual se traen mercancías (producto de trabajos de menor peso específico); a saber, que dicho país dé mayor cantidad de trabajo objetivado in natura [en especie] que el que recibe, y que de esa manera, no obstante, obtenga la mercancía más barata de lo que (a) él mismo podría (costarle si se pusiera a) producirla>>(K. Marx: “El Capital” Libro III Cap. XIV – V. Lo entre paréntesis y el subrayado nuestros)
Aunque sólo se trate aquí de un país —el más avanzado— en relación al resto de países desarrollados que compiten con él, para Marx esto supone ya una modificación de la ley del valor respecto al intercambio de equivalentes. Y aquí, en tanto se trate de trabajo no pagado que la burguesía de los países más desarrollados pueda capitalizar sobre la base del intercambio desigual, da lo mismo que este plusvalor sustraído de los países dependientes sea considerado como gasto de “trabajo complejo” o de “trabajo más intenso” en tanto que se trate de trabajo no pagado:
<<Es exactamente lo mismo que el fabricante que utiliza un nuevo invento antes de generalizarse, vendiendo más barato que sus competidores, no obstante lo cual vende su mercancía por encima de su valor individual, es decir, que valoriza como plustrabajo la fuerza productiva específicamente más elevada del trabajo que ha empleado. De esta manera realiza una plusganancia.>> (Loc. Cit.)
En cualquier país o espacio nacional en que se opera
una determinada formación de valor, las fracciones de la burguesía
que —con la misma masa de capital en funciones— producen plusvalor
en más tiempo de trabajo respecto al promedio nacional
que fija la ganancia media, la competencia se encarga de que —si consiguen
no desaparecer— deban ser proporcionalmente tributarias de plusvalor hacia
las fracciones que producen por debajo de ese promedio.
Y en el terreno internacional, es decir, entre espacios económicos nacionales
distintos, debe pasar lo mismo, sólo que no a través de la formación
de la tasa de ganancia media y la diferencia entre los valores individuales
y sus correspondientes precios de producción, sino a través del
mayor poder adquisitivo de las monedas fuertes y de la fijación de precios
de las mercancías de exportación por encima de los precios internos
de producción. Tal es lo que se concluye de lo razonado por Marx, tanto
en sus “Teorías sobre la Plusvalía” como
en “El Capital”, aun cuando nunca haya podido presentar
un desarrollo sistemático de su pensamiento acerca del asunto.
Cierto, como hemos visto y en coincidencia con lo que sostiene Rolando según
cifras elaboradas por Javier Martínez Peinado en: “Globalización,
fábrica mundial y progreso” http://www.redem.buap.mx/word/martinez3.do,
<<…el conjunto de los países de la periferia proporcionaban, en 1995, el 70% del tiempo de trabajo total mundial dedicado a la manufactura. El autor elabora estas cifras a partir de datos de la OIT. En 1995 en el centro se trabajaban 128.463 millones de horas de trabajo, y en la periferia 288.404 millones. Sin embargo la participación de la periferia en el valor añadido global en la manufactura era de apenas el 22,5% del total.>> (Op. cit. Cap. 11)
Pero es precisamente por esto que los países más
desarrollados del centro capitalista tienen el poder de sustraer plusvalor creado
en la periferia a cambio de nada, para incrementar sus tasas de ganancia nacionales
en detrimento de la masa de plusvalor creado en los países de las burguesías
nacionales dependientes. ¿Cómo?: vendiendo sus mercancías
—allí donde pueden porque la competencia se lo permita— a
precios internacionales de mercado superiores a sus precios nacionales de producción.
Según este razonamiento de Marx, el comercio exterior de mercancías
no sólo sirve a las burguesías nacionales de los países
imperialistas como medio de realizar el plusvalor creado en sus espacios nacionales,
sino para capitalizar plusvalor producido en los países económicamente
dependientes. De lo contrario, no vemos cómo puede hablarse de países
económicamente dependientes si es que no son
tributarios de plusvalor al centro burgués imperialista, ni cual es la
base económica que explica esa contradicción burguesa que todavía
incide sobre la superestructura política, traducida en las distintas
variantes del reformismo nacionalista burgués.
Desde el punto de vista de la explicación científica de los fenómenos
económicos, Rolando tiene razón cuando recusa a Hilferding y a
Mandel en el capítulo 6 de su libro al preguntar:
<<….¿por qué la tasa de ganancia del monopolio se establece a tal nivel y no a otro? La única respuesta posible remite al poder de mercado y de manipulación de precios de las empresas. O sea, la tasa de ganancia monopólica dependería de las relaciones de fuerzas y no de los tiempos de trabajo social. No hay manera de encajar la ley del valor en este enfoque.>> (Op. Cit.)
Frente a esta objeción, a nosotros se nos ocurre contestar
con esta otra pregunta. ¿Por qué razón objetiva se explica
una de las causas contrarrestantes que Marx destaca a la tendencia descendente
de las tasas de ganancia en los países imperialistas, si no es por las
“modificaciones a la ley del valor” —determinadas
por el desarrollo internacional desigual del trabajo— que suponen las
relaciones de fuerza prevalecientes en el mercado entre el capital oligopólico
de los países imperialistas y las burguesías nacionales dependientes
de la periferia internacional capitalista?
Que la tasa de ganancia oligopólica niegue la ley del valor no quiere
decir que esa ley deje de actuar marcando el paso de la tendencia a la igualación
internacional de las tasas de explotación nacionales, y en esto consiste
esencialmente la globalización. Pero, de momento, la realidad es la que
es y hay que aceptarla como una condición de existencia del capitalismo
actual que es necesario superar políticamente. La intención de
forzar teóricamente esa realidad para facilitar la lucha política
contra el reformismo nacionalista burgués, sin duda es loable, pero no
deja de ser idealista. Y ya sabemos que el idealismo jamás ha conducido
a nada de provecho para la revolución, porque al no reconocer la realidad
tal cual es forzándola teóricamente con la intención de
superarla políticamente, lo que se hace en realidad es confirmarla. En
tal sentido, la base material del fenómeno “de la manipulación
de precios” por parte de las fuerzas oligopólicas, aparentemente
no puede explicarse por la ley del valor, como tampoco parece que esta ley pueda
explicar, según veremos, el desigual salario entre obreros de países
con diferente productividad. En efecto, si como es cierto que:
<<El mismo trabajo, pues, por más que cambie la fuerza productiva del trabajo, rinde siempre la misma magnitud de valor en los mismos espacios de tiempo.>> (K. Marx: Libro I Cap. XX)
Pero, si como también es cierto que los obreros de los países relativamente más desarrollados necesitan trabajar menos que los obreros de los países subdesarrollados para crear el mismo valor incorporado a sus medios de vida, esto explica que el precio internacional de la fuerza de trabajo o salario de los primeros sea mayor que el de los segundos, tal como hemos visto más arriba en la cita de Marx sobre la que volvemos nuevamente aquí. Sin embargo:
<<En la mayor parte de los casos encontraremos que el jornal inferior de una nación (más productiva o desarrollada) expresa (en el mercado internacional) un precio más elevado del trabajo, y el jornal más elevado de otra nación (menos desarrollada) un precio menor del mismo>> (K. Marx: “El Capital”Libro I Cap. XX)
Esto quiere decir que el precio o
la forma de manifestación en dinero de una cosa,
puede diferir de su valor y normalmente esto es lo que
pasa con los salarios. ¿Por qué? Pues, porque aun cuando la dinámica
económica del capitalismo se explica científicamente por el equilibrio
en los mercados, su función en la realidad no es precisamente respetar
ese equilibrio, sino transgredirlo. Pero este desequilibrio, esta diferencia
entre el precio de mercado fijado en dinero por la oferta y la demanda, y el
valor fijado en cada caso por el tiempo de trabajo necesario para producir esa
misma cosa en espacios económicos distintos, solo puede darse fuera de
una situación de equilibrio, es decir, cuando el intercambio no se realiza
según la razón de sus equivalentes o, por mejor decir, según
su concepto. ¿Quiere esto decir que la ley del valor deja de actuar en
semejantes circunstancias? Al contrario, el desequilibrio indica que actúa.
Simplemente significa que el mercado verifica una modificación de esta
ley universal en la economía política, del mismo modo que un avión
en vuelo verifica una modificación de la ley de la gravedad universal
en la física. Pero el avión tiene que aterrizar, del mismo que
los precios tienden a ajustarse a los valores fluctuando en torno a ellos.
No es pues, la equivalencia de los tiempos de trabajo lo que determina normalmente
los intercambios mercantiles en la realidad de la economía política
—como se empeña en demostrar Astarita en su libro— sino el
mercado. Y lo que sucede normalmente en la esfera de la circulación,
en el mercado, es que los precios a los que se intercambian los productos —incluida
la fuerza de trabajo— fluctúan en torno a sus valores pero “jamás
coinciden”; y si lo hacen es sólo excepcionalmente y por casualidad,
como sostiene Marx en el pasaje de “El Capital” citado
más arriba.
Porque, contradictoriamente, es durante esos momentos fugaces en que estas casualidades
puntuales del equilibrio se producen y las mercancías se intercambian
por sus valores, cuando la ley del valor deja de actuar. Y es precisamente ahí
donde se la puede estudiar con el mayor rigor y en toda su pureza. Por eso Marx
ha supuesto la constancia en el valor del dinero como oro amonedado y el equilibrio
entre oferta y demanda en los mercados, donde, bajo estos supuestos, los precios
se equiparan con los valores. Pero no hay que confundir el método científico
para descubrir la ley general de la acumulación
capitalista que rige el movimiento del capital social global,
con el método para explicar ese movimiento, la dialéctica
entre capitales particulares. Allí debe suponerse el equilibrio
a través de la abstracción científica, aquí debe
explicarse el desequilibrio habitual entre precios y valores aplicando la ley
del valor.
El corolario de este razonamiento, es que el desequilibrio entre precios y valores
explica el intercambio internacional desigual, pero
el intercambio internacional desigual se explica por el desarrollo
internacional desigual. Finalmente, el desarrollo internacional
desigual se explica por la diferente composición orgánica media
entre los capitales sociales globales de los diferentes países, lo cual
se expresa en el precio de sus respectivas monedas nacionales, y en los distintos
tipos de cambio de las monedas nacionales en los mercados monetarios internacionales.
Dicho de otro modo, no es en la circulación internacional de las mercancías
sino en su producción donde hay que ir a buscar la explicación
de las relaciones económicas internacionales. Para nosotros, pues, el
intercambio desigual es la base material sobre la cual cabalga la dialéctica
internacional entre los distintos capitales nacionales y, por tanto, también
a nivel internacional entre imperialismo y burguesías nacionales dependientes.
Y esta dialéctica se explica por las modificaciones de la
ley del valor que determinan el intercambio internacional desigual.
Pero el intercambio internacional desigual se explica por el desarrollo internacional
desigual, es decir, por la mayor o menor capacidad de producir y acumular plusvalor
entre la burguesía de los diferentes países. Y esta mayor o menor
capacidad para acumular viene directamente determinada por la diferente composición
orgánica media de los distintos capitales globales nacionales.
Teniendo en cuenta que la lógica de todo este complejo de relaciones
está férreamente determinada por el principio activo del capitalismo
o “Ley General de la Acumulación Capitalista” —consistente
en convertir la mayor parte de trabajo necesario en excedente o plusvalor para
los fines de la valorización— la conclusión de este razonamiento
es que al reformismo nacionalista pequeñoburgués no se le debe
combatir políticamente desde la teoría basada en el supuesto equilibrio
de los mercados internacionales para demostrar que no hay intercambio desigual
ni tampoco expolio de las burguesías dependientes por las burguesías
imperialistas, sino desde la teoría basada en la tendencia objetiva al
derrumbe del capital global en su conjunto, como consecuencia de la creciente
insuficiencia de su base social de valorización que es el trabajo asalariado
Y en tanto que la pequeñoburguesía participa de la misma lógica
de la explotación del trabajo asalariado, jamás será capaz
de salir por si misma de esa lógica sino al contrario, razón por
la cual deberá ser el proletariado quien lo haga por ella pero no con
ella sino contra ella, en tanto comprenda que nadie hará por él
lo que él no sepa hacer por sí mismo.
[12]El plusvalor es siempre una magnitud absoluta, en tanto que la ganancia es el resultado de una relación, de ahí que el plusvalor puede estar registrando un aumento en su masa, al tiempo que, puesto en relación con el capital invertido, la tasa de ganancia verificar un descenso en su incremento. Y esto sucede cuando una parte creciente y considerablemente mayor de plusvalor obtenido en cada rotación, se invierte en capital constante a expensas de capital variable.
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