La
fuerza productiva del trabajo en el capitalismo
La
más moderna formación social capitalista,
desde sus albores en la tardía Edad Media, ha modificado el concepto de proceso productivo que fue común
a todas las formaciones sociales
anteriores. No solo sigue siendo un proceso de trabajo, sino que, al mismo tiempo, es asumido y usufructuado por la clase capitalista dominante, como un proceso de valorización ganancial, para cuyo cálculo preciso
fue inventada la contabilidad,
un método presentado en 1494 por Luca
Bartolomeo de Pacioli en su libro: “Summa de Arithmetica”, cuando ya
venía siendo utilizado por los comerciantes venecianos de su época, conocido
como principio de la partida doble.
En el sistema capitalista, pues, los
medios de producción (Mp) y la
fuerza de trabajo (Ft) no solo son
empleados como factores
naturales-técnicos que se articulan o combinan para producir riqueza y cuyo único fin es el consumo
directo, tal como había venido sucediendo desde los tiempos de las sociedades más primitivas autosuficientes. Tampoco se
trata ya de limitarse a producir valores
económicos para su intercambio por equivalentes,
como en la etapa del llamado intercambio
mercantil simple.
De lo
que se trata bajo el capitalismo,
es de producir valores económicos
con fines gananciales. Y esto
último supone producir no solo valor
sino, además y por sobre todo, plusvalor
para los fines de acumular capital.
Esta última categoría económica fundamental,
es la que distingue al moderno capitalismo
en tanto que modo específico característico
de producir, respecto de los anteriores.
En esta
sociedad, pues, los factores técnicos
de la producción, (Mp) y (Ft) pasan a ser también factores
económicos, para producir no solo riqueza
y valor sino al mismo tiempo plusvalor que, en tanto y cuanto
es acumulado, se convierte en
capital, como finalidad fundamental distintiva
o característica de este sistema de
vida. El primero de estos factores, ya sea bajo la forma puramente natural o física de capital fijo (edificios, maquinaria, mobiliario, etc.), o
bajo la forma de capital circulante
(materias primas y auxiliares) —ambos como resultado de un proceso productivo anterior—, se convierten así en lo que se
conoce como Capital constante (Cc),
porque según el capital fijo se gasta
y el circulante se transforma
en el transcurso de cada jornada de labor, tanto unos como otros no hacen más
que trasladar el valor y
plusvalor que ya contenían, a los productos que contribuyen a crear.
En lo
que respecta a la fuerza de trabajo
(Ft), es el único factor de la producción que crea el valor contenido en los productos y servicios que necesita, para reproducir
diariamente su propia energía
—como condición de poder seguir trabajando—, durante cada jornada de labor en
que su energía se transforma
en trabajo. Pero, además, en
ese mismo tiempo crea e incorpora directamente
a los productos que fabrica, más
valor del que recibe a cambio de su fuerza de trabajo, cuya magnitud depende de la tasa de explotación a la que se ve
sometido, según la relación variable
entre trabajo impago (Pl) y trabajo
pagado bajo la forma de capital invertido para tal fin. De ahí que a este
factor de la producción, técnicamente
conocido como (Ft), en tanto que valor económico se le reconozca como Capital variable (Cv)[1].
Ambos factores de la producción asumidos
respectivamente como valores
económicos, o sea, como Capital constante (Cc) y Capital variable (Cv),
son empleados, pues, para la producción de nuevos valores (V). Pero bajo el capitalismo esto solo es viable, si se cumple la condición de que
además de sus respectivas
magnitudes de valor invertido
como suma de [(Cc) + (Cv)]
constitutivas del costo de producción,
el valor (V) contenido en lo que se
produce, rinda un excedente
llamado ganancia (G) o plusvalor (Pl) capitalizable,
de tal modo que:
G = V –
[(Cc) + (Cv)]
Este resultado
supone que, cuando el valor de cada producto X se vende, el costo de producirlo [(Cc) + (Cv)] se recupera
incrementado por el equivalente a la ganancia (G) bajo la forma de plusvalor (Pl),
que surge del trabajo no pagado
a sus productores directos, los asalariados. Así las cosas, suponiendo para simplificar que
los capitalistas beneficiarios de tal proceso —entendido como negocio— pudieran vivir del aire, los subsiguientes
procesos de producción pasarán a operar sobre una base de capital progresivamente ampliada, que se acumula a
razón de la ganancia (G) del capital global que, durante cada
rotación, la burguesía —como
colectivo social dominante—, invierte
en producirla.[2]
¿De
dónde surge esa base progresivamente
ampliada de plusvalor? Del tiempo comprendido en cada jornada colectiva
de labor que, naturalmente, no puede
exceder las 24 hs. de cada día, dividido entre tiempo de trabajo pagado
(Cv) y tiempo de trabajo no pagado
llamado plusvalor (Pl). ¿Cómo surge
y se acrecienta? Mediante el progresivo
coeficiente técnico de productividad,
medido en términos de valor según la relación: Pl/Cv —dinamizado por la competencia intercapitalista—, que así
permite al capital global
convertir cada vez más tiempo de trabajo pagado,
en impago para los fines de su
acumulación.
Lo que
de este razonamiento se infiere tan espontánea como indubitablemente, es:
1) que la Ganancia capitalista
resulta ser una variable dependiente
del incesante progreso de la fuerza productiva
del trabajo social explotado, es decir, de la composición técnica del capital;
2) que dicho progreso técnico
de la productividad del trabajo, en términos
económicos se traduce como relación de valor progresivamente creciente,
entre la parte del capital global constante
invertido en medios de producción y su parte variable constitutiva de los salarios, llamada Composición Orgánica del Capital
y,
3) que tal progresión económica
de valor exactamente consiste, en acortar
el tiempo de cada jornada de labor en que los asalariados producen el equivalente
a su salario, es decir, a lo que necesitan para reponer su fuerza de trabajo
diaria, a fin de ampliar el tiempo de trabajo excedente
productor de plusvalor, que los capitalistas se apropian y acumulan convertido en capital,
sin compensación alguna para el asalariado que lo produce.
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[1] El concepto de Capital fijo (maquinaria, herramientas, mobiliario, etc.) difiere del Capital circulante (materia prima), en el hecho de que el primero, durante el proceso de producción traslada directamente su valor al producto que contribuye a crear, en todo lo que para tal fin se desgasta. Por el contrario, el capital circulante, desde su extracción y durante su proceso de comercialización —en que circula pasando de unas manos a otras— hasta quedar incorporado a un producto final, es objeto de cambios en su forma física y económica por medio del trabajo social, de modo que, en tanto y cuanto es transformado se valoriza. Pero tanto el capital fijo como el capital circulante en sí y por sí constituyen ambos el Capital constante, por el hecho de que no son factores creadores de valor. Se limitan a trasladar su valor al producto final. De ahí su calificativo de “constante”. La fuerza de trabajo es la única parte del capital invertido que, a instancias previas del contrato salarial y durante el subsiguiente proceso productivo como fuerza de trabajo en acción, el trabajo asalariado no solo traslada al producto que crea su propio valor como retribución salarial, sino que durante cada jornada laboral le añade un plus de valor que el capitalista se apropia “por la cara" como plusvalor o masa de ganancia, de magnitud variable según la tasa de explotación también llamada más propiamente tasa de plusvalor. Tal proceso explica su calificativo de “variable”.
[2] Se entiende por “rotación”, al proceso comprendido entre el tiempo de la producción y el de la realización o venta de cada producto.