El instinto explotador, belicoso y genocida de la propiedad privada
capitalista
<<Hay una facción militarista
dentro del Gobierno de EE.UU., que empuja para desarrollar una guerra y
permanecer en Oriente Medio. No importa cuántos bombardeos hagamos. No tenemos
el consentimiento de la población y utilizamos el pretexto de luchar
contra el Estado
Islámico,
cuando lo que realmente estamos haciendo es intentar cambiar el régimen en
Siria y quitar a Al
Assad
del poder>>. Todd Pierce
01.
Introducción
Durante
la investigación a raíz de los recientes atentados yihadistas en París, la
policía francesa dijo haber encontrado el pasaporte sirio perteneciente a uno
de los kamikazes que se inmolaron allí el pasado día 13 de noviembre. Este
supuesto “hallazgo casual” dio pie al presidente Hollande, para señalar como
causantes de los atentados a los yihadistas del «Estado Islámico», quienes
por su parte reconocieron haber sido responsables últimos y principales de esos
actos.
En
la versión oficial del derrumbe de las “Torres
Gemelas” de New York el 11 de septiembre de 2001, el FBI también dijo haber
hallado en la “zona 0” el pasaporte intacto de uno de los kamikazes llamado Mohamed
Atta, cerca de una de las dos torres pulverizadas por
explosiones atómicas que desprendieron una temperatura tal, capaz de derretir
el acero de las estructuras metálicas en los cimientos de aquellos inmuebles, y
que por esa causa se vinieron abajo; no por el impacto de los aviones, como así
se informó y pareció suceder. Otro tanto se difundió tras la caída del
cuarto avión estrellado a campo abierto en Shanksville,
donde supuestamente la policía federal neoyorkina dijo haber “encontrado” el
pasaporte de otro de los presuntos terroristas, que permitió identificar a su
titular porque podían verse su nombre, su apellido y su foto. Aunque de la
nave quedó poco más que un cráter en el sitio del impacto.
Y en el reciente atentado contra el
semanario francés Charlie Hebdo el
pasado 07 de enero, se repitió la misma casualidad de que los
investigadores pudieran identificar a uno de sus autores, por el documento que presuntamente
“olvidó” el mayor de los hermanos Kouachi en el automóvil que ambos dejaron
abandonado al noreste de París. Así fue cómo —al parecer— la policía
pudo declarar que se trata de individuos ya conocidos por los servicios
antiterroristas, catalogados como «pioneros del yihadismo francés». Como
si los servicios secretos de todos los Estados nacionales del mundo, no
tuvieran harta experiencia en la sutil tarea de infiltrarse al interior de las
distintas células de los delincuentes, emulando sus prácticas hasta el punto de
convertir sus propias instituciones, en lo que ya se conoce por la expresión “Estado
delincuencial”. La prueba de semejante metabolismo, está en que cuando el gobierno
belga sometió a juicio al predicador musulmán Jean-Louis Deni, acusándole de pertenecer a la organización
criminal Sharia4Belgium y «haber incitado a jóvenes para irse
a la yihad armada en Siria», su abogado ante el tribunal
correccional de Bruselas alegó:
<<Se ha empujado a niños hacia los brazos
del Estado Islámico en Siria y son los servicios [de inteligencia] de
ustedes quienes lo han hecho>>. (Jean-Claude Paye en: “Y siguen apareciendo pasaportes”).
A esto mismo han contribuido los
servicios secretos españoles. Mantuvieron “controlados” en todo momento a los
cabecillas del terrible atentado del 11M de 2004 en Madrid, apelando a
“confidentes” de la policía implicados —como fue el caso de Rafa
Zouhier, José Antonio Toro Castro y Carmen Toro Castro, junto al ex minero
Emilio Suárez Trashorras—, permitiendo que los hechos terroristas planeados
se consumaran aterrorizando a la población, para poder justificar la política
represiva del Estado, recortando las libertades civiles en aras de la
seguridad. ¿Seguridad de qué y de quienes? De los intereses de la clase social
dominante.
Esto es, exactamente, lo mismo que acaba
de hacer la burguesía francesa por mediación de su presidente de turno,
François Hollande. Es decir, que omitió
deliberadamente evitar el atentado en París, para poder justificar la intervención
militar de Francia en el conflicto Sirio. ¿Lo hizo con la intención de combatir
a los Yihadistas? Lo hizo en alianza estratégica con los EE.UU, Gran Bretaña y
demás países de la OTAN, para derrocar al gobierno Sirio y colonizar aquél país.
Nada de tales propósitos han sabido ni saben los franceses de a pie. Como
tantas otras cosas. Que para eso está la industria
del entretenimiento embrutecedor de las conciencias subalternas. Tal es
la esencia de la “democracia”: que el pueblo sepa casi todo lo que pasa menos lo más importante, clasificado
para conocimiento exclusivo de las minorías
sociales más acaudaladas y selectas, en el ejercicio efectivo permanente
del poder político. Estamos hablando del contubernio
entre empresarios y políticos profesionales. Y para tal propósito se
han inventado las elecciones periódicas, donde distintos partidos se disputan la
prerrogativa de alternarse periódicamente a cargo del gobierno en cada país, actuando
invariablemente al servicio de sus respectivas élites capitalistas a cambio de
beneficios y prebendas.
Hasta el pasado jueves 03 de diciembre
en París —donde tuvo lugar la Conferencia Mundial Sobre el Clima—, al respecto
del conflicto en Siria Francia seguía ocultando
la doctrina política con fines de rapiña, del bloque beligerante formado por
los EE.UU., Europa e Israel, de simular que combate contra el Estado Islámico
para derrocar al gobierno legalmente constituido de Bachar al Asad. Y con tal
propósito, el ministro francés de relaciones exteriores, Laurent Fabius, acaba de apelar a
lo resuelto en el Foro
Social Mundial reunido en marzo
de 2013, para exigir como solución al conflicto en Siria, que se opere un
cambio de liderazgo en el gobierno de ese país:
<<La lucha contra Daesh es decisiva,
pero no será totalmente eficaz a menos
que las fuerzas sirias y regionales se unan. “¿Cómo es posible que Bachar
Asad presida, con todas las atrocidades
que ha cometido y con una gran
parte de la población en su contra?", se preguntó el jefe de la
diplomacia francesa en una entrevista concedida al diario 'Le Progrès de Lyon'>>. (Lo entre paréntesis nuestro)
De ser ciertas
dichas atrocidades, en nada difieren de las que ha venido cometiendo el bloque capitalista
Occidental en esa y otras zonas del Planeta. Es preciso recordar que el actual conflicto
en Siria, es una deriva de la guerra provocada en 1980 por los EE.UU. en Irán,
a raíz de la caída en aquel país —hasta ese momento aliado suyo—, del reinado persa bajo el Sha
Muhammad Reza Pahlevi de raza chií, un
gobierno que en febrero de 1979 había pasado a manos de los integristas islámicos de esa
misma raza, comandados por el ayatolá sayyid
Ruhollah Musaví Jomeini, un enemigo
declarado del imperialismo occidental, del laicismo árabe y de las “bandas
terroristas” como Al Qaeda que recibían el apoyo de Israel y los EE.UU. Según
hemos dicho en el apartado 03 de nuestro trabajo inmediato anterior a éste:
<<…el capital imperialista liderado
por EE.UU., utilizó los servicios del régimen irakí presidido por el
déspota nacionalista árabe, Sadam Hussein. La coalición entre
norteamericanos, ingleses y franceses que respaldó al régimen sunita y laico
del partido Baaz en guerra contra
Irán, temía por entonces al régimen talibán en ese país, tal como hoy temen
a los terroristas islámicos asentados en Irak.
El número de muertos
en ambos bandos durante aquella confrontación entre Irán e Irak, fue de un
millón. Y si bien las huestes dirigidas por Sadam Hussein resultaron
victoriosas, a raíz de su gran esfuerzo bélico la economía de Irak quedó
material y financieramente exhausta. Con un PBI que por entonces era de 66.000 millones
de dólares a precios de mercado, Irak montó un ejército de más de un millón de
hombres, cuyo mantenimiento le supuso un gasto de 15 mil millones de dólares
anuales —casi el 23% de su PBI!—, a cuyas tropas no podía licenciar siquiera
parcialmente mientras se mantuviera el estado de guerra con Irán. Sin el
despliegue de esa fuerza militar reclutada entre la sociedad civil irakí, el
proyecto nasserista que lideraba Sadam Hussein era prácticamente imposible.
Pero, contradictoriamente, la presencia de semejantes fuerzas militares
asociadas a un proyecto burgués nacional hegemónico en esa zona, resultaba
y aún resulta intolerable para el imperialismo, lo cual explica la actual guerra
civil en Siria, un país de cuño nacionalista y laico dirigido
unipersonalmente por ese otro nasserista como Saddam
Hussein, llamado Bachar al Assad. Una guerra inducida y desatada por la misma
coalición imperialista entre Francia, EE.UU. y Gran Bretaña>> (Op. cit.).
No fue aquél, pues,
un conflicto bélico nacional de
carácter racial o religioso, sino internacional
y con fines económicos de
rapiña, entre miembros de una misma
clase social dominante y de idéntica naturaleza capitalista, disputándose un territorio y el trabajo no
pagado de sus habitantes de condición social subalterna, es decir, explotable.
Otro tanto cabe decir de lo que hoy está sucediendo en Siria. Se trata de la misma clase dominante y el mismo
conflicto bélico, que hoy sigue enfrentando en ese país a dos minorías sociales
criminales en pugna por la riqueza y el poder. Pero una vez más provocado a iniciativa de su fracción imperialista —también
dividida por intereses opuestos de la misma naturaleza económica— y donde quienes
invariablemente ponen los muertos en ambos bandos, son de idéntica extracción
social, asalariada.
En 2013 las grandes potencias capitalistas
Occidentales integrantes de la OTAN, acusaban al gobierno Sirio de utilizar
armas químicas contra su población rebelde. Ocultando el hecho de que uno de
los miembros más relevantes de esa coalición bélica, Gran Bretaña, se las había
estado vendiendo desde 2012 (más información). Por su parte, otro de los
grandes productores y exportadores de armas es Rusia, que —junto con China— presta
su apoyo al gobierno de Siria en el seno de la ONU, apelando allí a su derecho de
veto para impedir cualquier bloqueo o intervención de los cascos azules en ese
país. El interés geoestratégico primordial del capitalismo de Estado ruso en este conflicto, es mantener su
base naval operativa localizada
en el Puerto sirio de
Tartus, único acceso de ese país al mar mediterráneo.
Todo este proceso comenzó cuando
EE.UU. financió a la red terrorista islámica “Al Qaeda” creada por Osama bin
Laden —descendiente de una familia saudí
acaudalada—, para que entre 1978 y 1989, combatiera con el nombre de “los
señores de la guerra”, a los soviéticos en Afganistán. Y consta que lo hizo a
través de Arabia Saudí, cuyo gestor fue el príncipe Bandar
bin Sultan al Saud, embajador de ese país en EE.UU. entre 1983 y 2005,
amigo personal de George H.W. Bush y su hijo, que lo acogían en su rancho de
Texas y que, convertido en jefe de los servicios secretos saudíes en 2013,
habría intervenido en la financiación de grupos
rebeldes sirios que promueven hoy el derrocamiento de Bachar al-Asad.
Es el mismo que intentó incluso convencer a Vladímir Putin, de que acepte una
resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, contra el gobierno de Damasco.
¿Dónde radica, pues, la verdadera causa de las
atrocidades que se han venido cometiendo en Siria, sino en el negocio de la guerra, esto es,
en los criminales intereses
económicos gananciales de las grandes empresas oligopólicas privadas, actuando en connivencia con los altos funcionarios políticos de los
Estados nacionales más ricos y poderosos del mundo —que participan de esas
ganancias—, traficando con instrumentos bélicos devastadores de riqueza
material y muerte masiva de seres humanos? ¿Puede haber alguien con suficientes
argumentos para desmentir esta verdad histórica confirmada una y otra vez?
Pues bien, de todo
lo dicho hasta este punto acerca de la actual situación bélica en Siria, se
desprenden las siguientes conclusiones:
1)
La propiedad privada sobre los medios de producción y de cambio, es
el fundamento económico y social del capitalismo
que hizo posible la explotación del trabajo asalariado, base
material sobre la cual se han venido erigiendo sus correspondientes
superestructuras sociales, políticas, jurídicas y morales, que
apuntalaron la existencia del sistema desde sus más lejanos orígenes
históricos.
2) Este mismo régimen basado en la propiedad privada, fue y sigue siendo
el acicate que ha inducido a la competencia entre aquellos pequeños
capitales originarios dispersos en la etapa temprana del capitalismo, cuya
dinámica competencial movida por la explotación de trabajo ajeno
para los fines de maximizar ganancias, derivó tan espontánea
como necesariamente, hacia la centralización de la propiedad en poder
de cada vez menos individuos asociados, hasta dar pábulo en nuestros
días a los grandes conglomerados industriales, comerciales y financieros,
en disputa permanente por la riqueza y el consecuente poder político,
ya sea en cada país como entre países en el mundo.
3) Así las cosas, la “lógica” económica del capitalismo
ha venido determinando más allá de toda voluntad manifiesta
en contrario, que las guerras hayan sido la natural e inevitable consecuencia
de la competencia intercapitalista derivada de la propiedad privada, resuelta
no menos inevitablemente por medios bélicos.
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