05. La naturaleza económica parasitaria del
chavismo
Venezuela
hace ya años que arrastra una situación insostenible. La clave que permite
comprenderla, radica en que la estructura económica políticamente organizada,
en torno a la cual giró el proceso de acumulación del capital social global en
ese país, ha sido de carácter netamente parasitario.
Sigue dependiendo de los ingresos por la extracción y exportación de petróleo
crudo, habiendo descuidado su desarrollo industrial basado en el progreso tecnológico, ya sea en
la producción de bienes de consumo
final como los alimentos, de uso
intermedio como los electrodomésticos o los automóviles, o de producción como la maquinaria
en general. Considerando que el grado de industrialización en cualquier país,
se calcula según la relación creciente
entre el capital físico y el capital humano (que Marx llamó “composición
orgánica”), también es ese un índice del grado
de productividad alcanzado por la industria. Teniendo en cuenta,
además, que bajo el capitalismo la productividad del trabajo es, a su vez, un índice del grado de explotación del
trabajo y de acumulación del capital.
Pues
bien, esta relación resultante de dividir el valor del capital físico entre la fuerza de trabajo contratada medida
en salarios —o lo que es igual decir, la dotación de máquinas y herramientas
por cada trabajador empleado—, en Venezuela daba un cociente de 494 dólares de 1985, frente a los 1.341 dólares que arrojaba el agregado
promedio sumando Argentina, Brasil, Colombia, Chile y México juntos, cuando en
el conjunto formado por EE.UU., Gran Bretaña, Alemania y Francia, era de 5.906 dólares.
¿Por
qué fue posible, pues, que a pesar de su pronunciado atraso relativo, el capital acumulado en Venezuela entre
1920 y 1980, creciera un 75% más que en América Latina y un 45% más que en todo
el mundo desarrollado? La
causa está en que casi todo ese crecimiento económico no fue generado por el aparato productivo venezolano, sino
por el trabajo social excedente o plusvalor, creado en los países importadores de su petróleo. Fue un intercambio desigual entre los
países de la OPEP y los más
desarrollados del Mundo, por exceso de demanda en petróleo de estos
últimos, durante las fases expansivas de la economía global. Un proceso acelerado de acumulación
de capital que se prolongó desde 1920 hasta 1980, a pesar de la segunda guerra
mundial y las recesiones coyunturales de 1970/71, seguida por la de 1974/75 y
la iniciada a finales de 1979.
Este
fenómeno de precios al alza del crudo, determinó que durante 60 años la
población en Venezuela se multiplicara por cinco, creciendo a una tasa del 3%
anual. Muy alta. Y entre 1945 y 1980 lo hizo a un ritmo del 3,6%, mientras que
en los citados países más desarrollados de América latina, la población en
promedio creció un tercio menos. Pero dado que en Venezuela, los ingresos en concepto de exportación
petrolífera aumentaron más que el crecimiento
demográfico, el PIB por habitante aumentó en ese período un 3,8% frente
al 2,2% en el citado grupo de países latinoamericanos, y el 2,6% en los 34
países europeos de la Organización para el Comercio y el Desarrollo Económico,
(OCDE), más Japón y EE.UU. Este incremento demográfico y su creciente poder adquisitivo por
habitante, indujo al desplazamiento de la población venezolana del
campo hacia las ciudades en busca del confort, que creció a la rapidez del 5,7%
anual, o sea, que ese proceso de urbanización se duplicó en solo 14 años.
Ahora
bien, dado que el exclusivo
propietario de la mayor industria del país y de su enorme producto, ha
venido siendo el Estado venezolano, la creciente cuantía de sus ingresos en
concepto de capital no residencial
(proveniente del exterior), no sólo le ha convertido en el agente económico más
rico y poderoso de la nación, sino que también le ha permitido aumentar su acervo de capital productivo al
interior del país, y hasta prescindir de gravar fiscalmente a sus ciudadanos,
de modo que también los asalariados vieron crecer sus salarios reales, incluso
por encima de la productividad de su trabajo. Considerando el año 1950 como
base=100, los salarios reales durante los 27 años posteriores crecieron en
Venezuela al 3,9% anual, mientras que la productividad aumentó sólo el 1,5%.
Prueba elocuente de que durante todos esos años, la burguesía de ese país
estuvo de espaldas a la posibilidad real de industrializar sus estructuras
productivas. Una realidad que, como ya hemos dicho, bajo el capitalismo sólo
puede concebirse en un país, que capitalice valor creado por el trabajo social al exterior de sus propias fronteras nacionales, limitándose a
capitalizar las exportaciones de su petróleo.
Y
así fue cómo el capital en manos del Estado venezolano, desde 1920 se duplicó
(200%) en los siguientes 14 años; se
triplicó (300%) en 27 años, y se multiplicó 7,5 veces (750%) en 40 años. Esta
fue una progresión que los dirigentes políticos venezolanos, sucedidos unos a
otros durante todo ese largo período de 40 años a cargo del gobierno, creyeron
que garantizaba el proyecto de desarrollo “independiente” del país, per omnia
secula seculorum. Un Estado
empresario como el de Venezuela, que capitalizando durante tanto tiempo
abultadas rentas del petróleo provenientes del exterior, se pudo permitir el
lujo irracional dispendioso, de multiplicar en sus elefantiásicas dependencias
el empleo público, que así aumentó de 174.918 personas en 1.950, hasta
1.006.762 en 1980, un 53% más de lo normal y necesario.
Pero
esa fue una situación que no pudo prolongarse demasiado tiempo. Ya en marzo de
1982, durante la Conferencia Extraordinaria de la Organización de Países
Exportadores de Petróleo (OPEP), realizada en Viena, se fijaron las cuotas de
producción entre sus miembros, para poder sostener los precios. Pero al mismo
tiempo, los países imperialistas importadores, comenzaron a presionar sobre el
mercado en sentido contrario, no sólo comprando a países productores no
integrantes de la OPEP, sino también haciendo prospecciones por su cuenta, como
fue el caso de los nuevos yacimientos descubiertos e inmediatamente explotados
en el Mar del Norte.
De
este modo, la evolución de los precios del petróleo desde 1982 en adelante, no
estuvo determinada tanto por la guerra comercial entre países productores y
consumidores de petróleo, sino por los crecientes
excedentes a raíz de la incorporación al mercado de nuevos países
exportadores, así como por la deriva global de la economía mundial, y sus
consecuentes acontecimientos políticos y militares, que comprometieron a los
principales países productores desde la década de 1980, cuya resultante ha sido
el agotamiento por colapso del proceso anterior a ese período. Y en efecto, la
población total, que entre 1936 y 1978 se vio incrementada en un 3,3%, entre
1978 y 2006 el crecimiento de la población urbana en Venezuela retrocedió del
5,8% al 2,9%, es decir a la mitad. El PIB pasó del 6,6% al 1,2%. El PIB por
habitante del 3,3% al (-1,2%). Y el PIB por habitante urbano del 0,8% al
(-1,7%).
Uno
de los indicadores más significativos del progreso
económico en cualquier país, es el número de viviendas en propiedad por
familia bajo condiciones normales,
excluyendo destrucciones masivas por conflictos bélicos y catástrofes de
diversa índole. En países de América Latina como Argentina, Chile, Brasil,
Colombia y México, el número de viviendas por familia entre 1950 y 2001 no ha
decrecido. Venezuela, por el contrario, tras seis décadas de crecimiento ininterrumpido
desde 1920, entre 1980 y 2006 experimentó una caída del 26%. Y en este proceso
están comprendidos los seis años del gobierno chavista.
Otro
tanto cabe decir en materia de progreso
tecnológico incorporado a los distintos equipos de maquinaria utilizada
en las diversas ramas de la industria, que cada vez más rápidamente vuelve
obsoleta una maquinaria todavía no
amortizada, exigiendo cada vez más prematuramente ser reemplazada por otra más
eficiente. Y el caso es que, en 1970, la frontera tecnológica que obliga a ese
remozamiento del capital fijo, en el conjunto de EE.UU., Gran Bretaña y Chile, estaba en 7,3 años, mientras que en
Venezuela en 7,4. Pero en 2002 bajo el gobierno chavista, el período promedio
de renovación tecnológica en los países punteros se había reducido a 7 años,
pero en Venezuela se había extendido a 12.
Este
proceso de innovación tecnológica en el Mundo, se vio acelerado en las últimas
décadas, acentuando el carácter dependiente de Venezuela respeto de las rentas
petrolíferas, férreamente vinculadas a las vicisitudes de la ley del valor
que rigen los ciclos económicos periódicos. A este factor de inestabilidad
se le añade, el dramático retroceso
experimentado por ese país en materia de productividad
del trabajo, es decir, de acumulación de capital industrial altamente
tecnificado. Teniendo en cuenta que una menor productividad relativa por causa
de un parque de maquinaria obsoleta, determina en sucesión de causa-efecto
a) una menor producción y oferta de productos; b) un consecuente aumento de
sus precios unitarios y c) una disminución
del poder adquisitivo de
la población, lo cual tiende a generar
un cuadro de pobreza absoluta, sólo contrarrestada en parte periódicamente,
por los cíclicos incrementos en el precio internacional del petróleo, desde
la nacionalización de esa industria en 1976 hasta hoy. Los datos de la realidad
económica venezolana expuestos aquí, han sido proporcionados por Asdrúbal Baptista
en su obra: “La
economía venezolana entre siglos”.
http://www.nodo50.org/gpm
e-mail: gpm@nodo50.org