La gallina de los huevos de oro agoniza en la Unidad de Cuidados
Intensivos
<<Ahora que Jean-Claude
Juncker
es el presidente de la Comisión Europea y hemos sabido que durante sus
dieciocho años de primer ministro de Luxemburgo firmó 548 acuerdos fiscales con
una trama de multinacionales para defraudar al fisco de sus socios europeos,
tenemos que destacar las páginas dedicadas al “paraíso fiscal de los
paraísos fiscales”: El Gran Ducado, cofundador de la Unión Europea
cuando se llamaba Comunidad, y cuando su siderurgia lo era todo y las finanzas
no eran nada, actualmente no sería nada sin la industria financiera offshore,
para no residentes (los paraísos fiscales). Gabriel Zucman
en: http://www.laeuropaopacadelasfinanzas.com/2015_03_01_archive.html
<<Desde hace un año, en Estados Unidos los
ánimos se exacerban ante la idea de que China, descontenta con la política
exterior del presidente Barack Obama, decida, a modo de represalia, dejar de
comprar bonos (deuda)
del Tesoro estadounidense. Según las
oscuras profecías de numerosos analistas, semejante medida provocaría un
apocalipsis financiero que pondría de rodillas a la economía estadounidense>>. Dean
Baker
<<El burocrático y tan corrupto
capitalismo de Estado chino, también se va yendo al carajo>> GPM.
01. Introducción
¿Qué
significa lo dicho por Gabriel Zucman en su trabajo al destacar que las
finanzas son hoy más importantes que la industria? Que la creciente desigualdad
económica y política entre las clases sociales, basada en la propiedad privada
sobre los medios de producción y de cambio, es apuntalada hoy día por el
aparato financiero al permitir que los
más acaudalados capitales defrauden al fisco; cuya principal palanca
está en los paraísos fiscales.
Pero ésta no es la principal característica que ha venido moldeando el comportamiento
de la gran burguesía desde los años cincuenta del siglo pasado. ¿Qué explica,
pues, semejante vuelco en la preponderancia de la relación entre la industria y
las finanzas? Pasamos a explicarlo.
La
recesión económica mundial se prolonga, y en todo este desbarajuste sin duda
están implicados los modernos sofistas, auténticos embaucadores profesionales
con ínfulas de catedráticos, quienes a cambio de buenos emolumentos y prebendas
trabajan en los aparatos ideológicos del sistema capitalista. Siguiendo a sus
antecesores desde los tiempos que se medían en calendas griegas, tales sujetos
se dedican hoy a seguir poniendo patas arriba la realidad económica por la
cuenta que les trae. Sostienen, por ejemplo —con John Maynard Keynes, su
maestro en el arte de disfrazar la realidad—, que el estímulo a producir riqueza no es inducido por las ganancias crecientes en
cualquier empresa, sino por el aumento
del consumo en la sociedad. A estos sujetos Marx les llamaba: “caballeros
del ‘sencillo’ sentido común”:
<<Decir
que las crisis provienen de la falta de un consumo en condiciones de pagar, de
la carencia de consumidores solventes, es incurrir en una tautología cabal. El
sistema capitalista no conoce otros tipos de consumidores que los que pueden
pagar, exceptuando el consumo sub forma pauperis (propio de los indigentes) o
el del "pillo". Que las mercancías sean invendibles significa
únicamente que no se han encontrado compradores capaces de pagar por ellas, y
por tanto consumidores (ya que las mercancías, en última instancia, se compran
con vistas al consumo, productivo o individual). Pero si se quiere dar a esta
tautología una apariencia de fundamentación profunda diciendo que la clase
obrera recibe una parte demasiado exigua de su propio producto, y que por ende
el mal se remediaría no bien recibiera
una fracción mayor de dicho producto, no bien aumentara su salario, pues,
bastará con observar que invariablemente las crisis son preparadas por un
período en el que el salario sube de manera general y la clase obrera obtiene
realiter (realmente) una porción mayor del producto destinado al consumo. Desde
el punto de vista de estos caballeros del "sencillo" (!) sentido
común, esos períodos, a la inversa, deberían conjurar las crisis. Parece, pues
que la producción capitalista implica condiciones que no dependen de la buena o
mala voluntad, condiciones [objetivas]
que sólo toleran momentáneamente esa prosperidad relativa de la clase
obrera, y siempre en calidad de ave de las tormentas, anunciadora de las
crisis.>> (K. Marx: "El Capital" Libro II
Cap. XX. Ed. Siglo XXI. Madrid/1976 T. V Pp. 502. Lo entre corchetes nuestro)
Y en cuanto a los capitalistas que se “forran” a expensas
de la penuria relativa de sus
explotados, es necesario saber que el precio de las acciones o derechos de propiedad sobre las empresas que ponen
a la venta esos títulos en la bolsa de valores, bajo condiciones normales varía en relación inversa con respecto a la fluctuación de la tasa de interés en el mercado del
dinero prestado por los bancos. Ese precio aumenta cuando la tasa de interés desciende y
viceversa. Esto es así, porque dicha tasa se nutre de la ganancia industrial, de modo que su previsto incremento en
fase cíclica de expansión,
acentúa el estímulo a invertir dinero
adicional en la producción de riqueza— lo cual aumenta la demanda de dinero a crédito para la compra
de acciones, que a su vez incentiva la tendencia moderadamente al alza de la tasa de interés. Ergo, bajo tales condiciones normales, o sea favorables al proceso
productivo, es la variación
de la tasa de interés bancario el factor que determina la cotización de los valores bursátiles, las llamadas acciones o títulos de propiedad sobre las empresas
industriales, comerciales y de servicios en la sociedad civil de cada país; y como
hemos dicho, esa cotización evoluciona en relación inversa al sentido en que varía
la tasa de interés del dinero a préstamo, según la mayor o menor demanda para
invertirlo en producir más riqueza con ganancias
crecientes.
Pero
cuando las ganancias de las empresas —sin dejar de aumentar— disminuyen paulatinamente sus márgenes de aumento, el estímulo
a demandar dinero adicional a
crédito para invertir en aumentar la
producción, se debilita[1].
Y no solo esto, sino que buena parte de esos márgenes de ganancias decrecientes
huyen de la producción hacia la especulación.
Es bajo tales circunstancias que la cotización
de las acciones se va independizando
de la tasa de interés, hasta que pasa a regirse
exclusivamente por la oferta
y la demanda especulativa de tales títulos en la Bolsa, determinando así su mayor
o menor “volatilidad”[2].
Tal es el síntoma que precede al estallido
de las crisis financieras periódicas y la consecuente recesión
económica se apodera de la sociedad. Es entonces cuando la producción de
riqueza se estanca y el
incumplimiento de las deudas privadas a los bancos acaba en quiebra de empresas
y paro obrero generalizado. Seguidamente la deuda privada se convierte en deuda
pública, porque a raíz de la semi-parálisis del aparato productivo, las ventas
de las empresas privadas disminuyen y los ingresos
estatales en concepto de impuestos y tasas con que normalmente se
financian los servicios públicos, también se desploman. Tal era la situación
por la que atravesaban los EE.UU. en julio de 2014 y que nosotros, bajo el
título: “La humanidad frente al peligro de otra guerra
mundial”, en el apartado 04 describíamos
esos hechos diciendo:
<<Y el caso es que EE.UU. está condicionado por una deuda total, que en
2010 alcanzó los 60 trillones de Dólares (60.000.000.000.000.000.000),
incluyendo la pública y la privada. Los norteamericanos cabalgan, pues,
sobre la burbuja de deuda más inflada de toda su historia. 27 veces más que
hace 40 años. Y como toda
deuda es un límite absoluto a la libre disponibilidad del deudor —equivalente a
su importe más los intereses de demora—, cuanto más dinero adeude más estrecha
es su posibilidad de invertirlo en producir riqueza y, por tanto, menor su
influencia, política y militar.
A comienzos del pasado
mes de julio, trascendió a los medios de prensa, que EE.UU. no sabe cómo
resolverá el problema de su deuda. Esta incertidumbre surgió a la luz pública,
cuando la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Christine
Lagarde, planteó la pregunta a la presidenta de la Reserva Federal de
EE.UU., Janet Yellen, ante lo cual la responsable
estadounidense le respondió que la deuda supone un gran desafío para el
Gobierno y que:
<<Incluso
después de que se introdujeran las restricciones legislativas, se conserva la
probabilidad de que la situación salga del control, sin que nos demos cuenta. Eso será un gran problema para
nosotros y no está claro qué hacer con ello>>
Pues
bien, el hecho de que desde 2008 hasta 2013 la tasa de interés en los EE.UU. se
haya mantenido en torno a
cero —al igual que
en Europa desde 2010—, demostraba la persistencia de dos fenómenos
concatenados: 1) que la tasa de ganancia industrial seguía hundida y,
consecuentemente, 2) que la recurrente alternancia al alza y a la baja de las
cotizaciones en la Bolsa de valores y demás mercados especulativos, es un
síntoma de que la recesión económica mundial no se supera.
En
abril de 2014, el Departamento
de Estudios del FMI hacía la previsión, de que las tasas de interés bancario en
EE.UU. se irán recuperando moderadamente. Pero hete aquí que, tal como lo
previera Janet Yellen, a la burguesía norteamericana le ha surgido un problema
de muy difícil solución. Y es que la deuda
pública de ese país ha venido aumentando peligrosamente. En el
ejercicio de 2013 fue de 13.256.075.000.000.
O sea: trece
billones 256.075 millones de dólares. ¿Qué explica este enorme incremento? Que
el gobierno norteamericano es incapaz de pagarla con los ingresos en concepto
de los diversos impuestos y tasas, provenientes de las distintas actividades
industriales y comerciales todavía semiparalizadas en la sociedad civil por la
crisis. Bajo tales circunstancias, no ha podido hacer otra cosa que emitir dinero fiduciario sin el
correspondiente respaldo en riqueza
material equivalente. Esta praxis normalmente se debiera traducir en un
aumento de precios internos, lo
cual arrastraría inevitablemente a la sociedad norteamericana, hacia una
situación de carencia y penuria general insostenibles entre las mayorías
sociales. Pero no ha sido así. ¿Por qué? Pues porque ese dinero, a falta de una
ganancia suficiente que
justifique su inversión productiva
adicional y pueda retornar a la circulación sin consecuencias
inflacionarias, permanece atesorado en los paraísos fiscales cuando no es
empleado especulando con materias primas (petróleo, gas, granos, minerales,
etc.), a la espera de una recuperación de la economía productiva en el país.
Pero mientras tanto, la deuda pública
no ha dejado de crecer y en octubre de 2014, era ya de 17,9
billones de dólares.
El problema tal como se ha llegado a plantear, radica en que a mediados
del Siglo pasado, EE.UU. producía la mitad de la riqueza mundial y hoy solo
llega a crear el 20%. ¿Qué ha pasado?
[1]
Desde 1998
hemos venido insistiendo por activa y por pasiva, en que bajo el capitalismo los
sucesivos márgenes de las ganancias industriales descienden
necesariamente, por efecto del progresivo aumento en la productividad del
trabajo social, que consiste en el hecho de que un cada
vez menor número de asalariados, pongan en movimiento un cada vez mayor número de más eficaces
medios de producción por unidad de tiempo empleado en la producción.
[2] En física se entiende por “volatilidad” al
desprendimiento de vapor causado por la mezcla reactiva de distintos productos
químicos. En economía política se dice que los precios de las cosas se
volatilizan, cuando por efecto aleatorio de la oferta y la demanda especulativa
fluctúan independizados por completo de sus valores de
referencia.