04. El tinglado político de la monarquía
constitucional
Con parecida filosofía de vida
insensata, estos políticos neoliberales de hoy han venido compartiendo mesa
y mantel junto a sus aparentes “adversarios” políticos institucionalizados de
la llamada “izquierda reformista moderada”, a expensas de las mayorías
asalariadas, en la creencia de que el capitalismo es eterno. Consecuentemente ambos,
sin sacar jamás los pies de ese tiesto burgués, como es natural y propio de su
avidez por la riqueza y el boato. Donde dejarse corromper por el capital
privado haciendo de la cosa pública cosa privada, otorgándole jugosas concesiones
de obras públicas a cambio de la correspondiente coima, es práctica habitual
desde los tiempos de Napoleón.
Porque la alta burocracia del Estado burgués
se ocupa de lo público, pero se alimenta de lo privado. De modo que toda vez
que unos u otros partidos institucionalizados deben abandonar el poder público en
razón ese juego electoral de la alternancia comicial entre la derecha política
y la izquierda, ¿qué es lo que suelen hacer? Pues usar lo que ahora se llama “puerta
giratoria”, por la que los políticos que pierden las elecciones salen de
administrar lo público y entran como agentes oficiosos del capital privado en sus respectivas empresas, donde
se dedican a ejercer el “noble” oficio del tráfico
de influencias sobre sus colegas de reemplazo temporal a cargo de lo
público, quienes a su vez y por la misma puerta, entran a ejercer esa función en
beneficio privado a cambio de dádivas y así funciona la cosa. Para beneficio
mutuo de toda la cofradía público-privada, naturalmente[1].
Pero ahora, en España, después de proceder
a enriquecerse repartiéndose los beneficios simuladamente y no “en diferido”
sino por adelantado, la última crisis económica ha hecho aflorar repartiendo toda
la podredumbre económica, social, política y moral entre las distintas jerarquías del poder, tanto
en la sociedad civil como en el Estado; y ya sea individual o de grupo. Así es
como salió a la luz del escarnio, esa cofradía que había permanecido bajo palio del
santísimo sacramento burgués, público y privado, desfilando en procesión encabezada
por la Casa Real.
Y bajo ese rayo esclarecedor dimanante del
sufrimiento, se ha movilizado la indignación general de las mayorías sociales ante
semejante destape de la corrupción generalizada en sus estamentos superiores, hasta
el punto de que amenaza con desbaratar todo ese maldito tinglado pseudo-democrático,
incluyendo a la monarquía parlamentaria. La misma que fuera resucitada como
Lázaro por el postfranquismo
en España, antes de morir el dictador; y que fue ratificada después con el apoyo servil de los popes de tradición republicana hasta ese
momento, quienes decidieron renegar de ella cediendo convenientemente al chantaje franquista, para pasar a ser
parte integrante del régimen monárquico
parlamentario preexistente, tal como lo acabamos de rememorar el pasado
mes de abril, a propósito del reciente fallecimiento de ese otro fascista piadosamente
reciclado a “demócrata”, llamado Adolfo Suárez
González,
Así es cómo las mayorías sociales de este
país han acabado por tomar nota de que, en esa charca maloliente ha venido chapoteando
también el régimen monárquico. Y no solo comprobaron esto, sino lo que el
artículo 57 de la Constitución les ha venido escondiendo. Nada menos que la
legitimación a perpetuidad del golpe
de Estado preventivo permanente, que supone asegurar la continuidad
constitucional del carácter hereditario familiar atribuido a la monarquía. De
tal modo se le intenta privar a la ciudadanía para siempre, del derecho
democrático a decidir incondicionalmente
sobre su régimen de gobierno, es decir, nada menos que su forma política de vida. A esto le llaman “democracia”.
Y lo que las mayorías sociales españolas
también pueden saber hoy, es que toda esta porquería fue posible, merced a la
opción política de aquellos socialdemócratas y “comunistas”, que entre 1976 y
1978 traicionaron sus otrora proclamados
ideales republicanos, quienes
habiendo querido engañarse ellos mismos por
conveniencia personal, engañaron a los millones de ciudadanos de buena
fe en este país, para conseguir que se aprobara en referendo la actual
Constitución, basada en el
régimen monárquico-constitucional y en la sacrosanta propiedad privada sobre
los medios de producción.
Pero hay más. Porque dado que en esa “carta
magna” fue donde este régimen constitucional tramposo pudo de tal modo ser
consagrado, también puede invocar hoy su artículo
92, donde se prescribe u ordena expresamente, que todo referendo resolutorio de la
ciudadanía quede supeditado a una reforma
de la Constitución, acto para el cual es necesario
que sea convocado por el Rey;
pero que no puede hacerlo sino a propuesta
del presidente del gobierno en ese momento, quién a su vez debe ser previamente autorizado por el
Congreso de los Diputados, o sea, por una mayoría de los votos en esa cámara. Un
triple filtro jurídico ad hoc
de la partidocracia, para
impedir al pueblo toda reforma democrática
sustancial, como es el caso de decidir
entre monarquía y república.
El artículo 92 de
la Constitución española se revela hoy pues, como lo que es
según fue concebido preventivamente: un pretexto
burocrático de raíz oligárquico-totalitaria.
Un comodín a modo de carta de triunfo, todavía en la
manga del franquismo residual
que vino actuando hasta hoy desde
la sombra; el mismo que acabaron haciendo suyo todos los partidos
políticos contrarios a ese régimen hasta 1976, año en el cual claudicaron
renegando de sus ideales republicanos,
para pasar a ser parte usufructuaria del
común negocio llamado monarquía
parlamentaria, cuando aceptaron la Reforma Política del franquismo ya
sin Franco. Incluido naturalmente el propio monarca que acaba de abdicar la corona en su hijo, y de
quien todavía no se sabe qué hizo por entonces en su carácter de Jefe del
Estado, durante las 12 largas horas que tardó
en pronunciarse contra el golpe militar fascista el 23 de febrero en
1981. Tales son los más tramposos secretos
mejor guardados de la “democracia representativa” postfranquista.
Todo ello para impedir previsoramente las posibles y probables consecuencias
de una situación como la actual, donde esta última crisis económica se ha
llevado por delante la confianza de las mayorías
sociales en las minorías
políticas gobernantes, incluyendo a la propia Casa Real. Poniendo de
manifiesto como nunca antes, la naturaleza explotadora,
taimada,
mentirosa, corrupta y totalitaria del actual régimen político español, “atado
y bien atado” como todavía permanece a la dictadura
del capital.
¡¡ABAJO LA MONARQUÍA PARLAMENTARIA!!
¡¡ARRIBA LA DEMOCRACIA DIRECTA!!
¡¡QUE REVIVA EN TODO EL MUNDO LA COMUNA DE PARÍS!!
[1] Ahí están gozando de diversas canonjías, todos los ex presidentes de gobierno, ministros, secretarios de Estado y demás altos cargos institucionales que lo han sido en su momento, y que no por casualidad o filantropía corporativa, pasan a formar parte de los consejos de administración en grandes empresas y bancos, cobrando altas asignaciones en reconocimiento a sus valiosos “servicios públicos” prestados. Además de usufructuar vitalicias asignaciones con cargo a los presupuestos del Estado, previstas y discrecionalmente adjudicadas por ellos mismos en su carácter de casta política privilegiada.