02. El proletariado instruido como clase
revolucionaria por excelencia
Señor Norberto:
Se ha dado Ud. demasiada prisa para opinar, y
las prisas como la ignorancia, provocan errores de comportamiento que jamás han
sido de provecho para nadie.
El intercambio mercantil entre patronos y asalariados bajo el régimen capitalista, es el resultado de una relación social contractual, que comienza siendo un acuerdo entre personas libres e iguales. Libres porque así lo deciden las dos partes, e iguales porque acuerdan intercambiar equivalentes: fuerza de trabajo que ofrece el asalariado, a cambio de un salario que se compromete a pagar el patrono. Una “equivalencia” que, al fin y al cabo, termina siendo un intercambio desigual. O sea: lo que el capitalista saca en limpio de esa relación, tras cada jornada de labor, es siempre más y cada vez más de lo que ha dado a cambio. Un plus de valor creado por el asalariado que no deja de crecer a expensas del salario que recibe (sin menoscabo de su poder adquisitivo), según progresa la fuerza productiva de su trabajo, a instancias de poner en movimiento cada vez más eficaces instrumentos de trabajo al mismo tiempo.
Y también
es verdad, que en las llamadas sociedades anónimas
—participadas por acciones que cotizan en bolsa— los gerentes o directores de empresa son una minoría irrisoria de trabajadores cualificados con altas
remuneraciones salariales, que se distinguen del resto por ser accionistas,
convertidos así en asalariados y capitalistas al mismo tiempo, es decir, explotadores
y explotados. Pero todo esto se trastoca en la sociedad de transición al comunismo, donde los medios de producción pasan a ser
propiedad colectiva de los productores
libres asociados.
Dicho
esto a modo de introducción, no sabemos de dónde ha sacado Ud. esa insólita división
de la historia post-capitalista en tres
etapas, donde no define la tercera. En resumidas cuentas, lo que Ud. afirma,
es que al expropiar a los terratenientes y demás burgueses, el proletariado mundial
se convierte en el único capitalista que se explota a sí mismo. Y de semejante
proposición sin ofrecer la razón que la justifique, concluyó Ud. en que la
desigual distribución entre trabajo simple y trabajo complejo, “no tiene nada de socialista”:
<<…
puesto que la fuerza de trabajo continúa siendo una
mercancía sometida a la ley del valor, en la que cabe la distinción que hace
GPM entre trabajo simple y complejo>>.
Nosotros nos proponemos aquí, darle la
vuelta a este calcetín que Ud. nos ha presentado, demostrando por qué razón
científica ratificada por la historia, en el trabajo complejo no solo está la negación del capitalismo,
sino además la esencia del comunismo. Sencillamente, porque sin trabajo
complejo no puede llegarse a una distribución equitativa de la retribución
salarial entre los productores, superando definitivamente la Ley capitalista
del valor.
Afirma Ud. que en la sociedad
post-capitalista la fuerza de trabajo sigue sometida a la ley del valor.
Cierto. Pero, ¿qué otra forma de distribución social de la riqueza puede
adoptar una sociedad, que recién acaba de abandonar el capitalismo, bajo
condiciones de penuria relativa?
Ninguna acción política jamás
ha podido sobreponerse, a los
límites que le han venido fijando las condiciones económicas de penuria relativa, en cada etapa del desarrollo alcanzado
por las fuerzas productivas de
la humanidad. Esta es una Ley fundamental de la historia, que se ha venido imponiendo con tanta
contundencia, como a cualquiera que un cascote le golpea en la cabeza. De modo
que pretender sobreponerse voluntariamente a esos límites todavía vigentes, no
es más que pura utopía.
Por tanto, durante buena parte del recorrido
en la nueva sociedad socialista, superadora del capitalismo, la distribución
del producto creado por el trabajo
colectivo, se sigue distribuyendo
entre los miembros de la sociedad según la ley del valor; una ley que la penuria relativa subsistente impide
que pueda ser derogada por decreto.
Y ya citamos a Marx en nuestra respuesta a Juan Iñigo Carrera, donde alude
con meridiana claridad a este límite
objetivo transitorio, que se debe respetar como condición de poder
superarlo históricamente.
Tan cierto es esto, como que ningún
edificio puede comenzar a construirse por el tejado. Las leyes de la física exigen
que se deba llegar ahí desde el suelo y sobre bases de sustentación
superpuestas. De aquí se desprende, que el proceso para trascender
históricamente al capitalismo, comience por la expropiación de los capitalistas,
y consista en que no puede haber apropiación
de parte alguna del producto del trabajo colectivo por nadie, que no sea para su
consumo directo. Tal es el cometido inicial de la dictadura democrática directa del
proletariado sobre la burguesía. Y así ha procedido la Revolución de
octubre en Rusia, dejando fuera de la ley la propiedad privada sobre los medios
de producción y de cambio:
<<…Congruentemente con esto, en ella el
productor individual obtiene de la sociedad —después de hechas las obligadas
deducciones— exactamente lo que ha dado. Lo que el productor ha dado a la
sociedad es su cuota individual de trabajo. Así, por ejemplo, la jornada social
de trabajo se compone de la suma de las horas de trabajo individual; el tiempo
individual de trabajo de cada productor por separado es la parte de la jornada
social de trabajo que él aporta, su participación en ella. La sociedad le
entrega un bono consignando que ha rendido tal o cual cantidad de trabajo
(después de descontar lo que ha trabajado para el fondo común), y con este bono
saca de los depósitos sociales de medios de consumo la parte equivalente a la
cantidad de trabajo que rindió. La misma cantidad de trabajo que ha dado a la
sociedad bajo una forma, la recibe de ésta bajo otra forma distinta>>. (“Glosas Marginales al programa del Partido
Obrero Alemán” Ver Pp. 25)
Lo que distingue
al trabajo simple del trabajo complejo, este último de mayor grado de
capacitación y más alta remuneración relativa, hoy llamado “trabajo
cualificado”, radica en que rinde más que el trabajo simple. Nada más. De aquí
es imposible inferir lógicamente,
que el trabajo complejo en la
sociedad socialista, pueda operar ningún cambio en el carácter social de la fuerza de trabajo, como para poder
pensar con certeza científica, que los asalariados portadores esa parte del
trabajo social especializado, exploten a los que solo encarnan el trabajo
simple. No pueden hacerlo, en tanto y cuanto no existe una relación socialmente
contradictoria entre ellos. Como lo ha señalado Marx con meridiana claridad en
el pasaje que acabamos de citar, lo que cada trabajador cualificado recibe de
la sociedad, es proporcional
a lo que con su trabajo aportó a ella.
Y esto no supone menoscabo alguno para los asalariados sin cualificación. Cada
cual obtiene de la sociedad en proporción a lo que aporta con su trabajo.
Lo que
convierte a la fuerza de trabajo —ya sea simple o complejo— en mercancía, como
un objeto susceptible de explotación
social, es la existencia de obreros y patronos particulares.
Y el modo de distribución desigual
entre los productores libres asociados —todavía remanente en la primera fase
del régimen socialista de producción—, viene determinado por la subsistencia de
la ley del valor, vigente desde los tiempos en que
la humanidad superó el aislamiento
entre las distintas comunidades
primitivas, dando pábulo al intercambio
mercantil entre ellas, naturalmente según la misma cantidad de trabajo
contenida en sus respectivos productos, como condición del intercambio. Pero la
vigencia de esta Ley en la sociedad socialista, en modo alguno autoriza a
pensar que se pueda superar inmediatamente, ni a suponer que los obreros
cualificados exploten a los no cualificados.
Desde
el triunfo de la revolución proletaria en Rusia, hasta la muerte de Lenin, el
único patrón en la Rusia soviética, fue la clase asalariada en general, gobernando
en régimen de democracia directa
organizada en soviets. El contrato de trabajo y el propio mercado, donde todo explotado vende
su fuerza de trabajo negociándola con su respectivo patrón capitalista privado,
son dos condiciones que no pueden
existir sin la propiedad
privada sobre los medios de producción, señor Norberto. De modo que
cuando se socializan dichos
medios dejando fuera de la ley
a la propiedad privada sobre
ellos, la fuerza de trabajo deja de ser un objeto
susceptible de explotación por parte de una minoría propietaria de los medios
de producción y de cambio. Y en este nuevo tipo de organización social
post-capitalista —en transición al comunismo—, al obrero cualificado se le
recompensa en proporción a lo
que con su trabajo rinde a la
sociedad. Y esta realidad en modo alguno puede ser la causa, de que
ningún asalariado explote a otro.
La
explotación social del trabajo, consiste en convertir salario en plusvalor, acortando cada vez más la
parte de la jornada de labor en que cada asalariado crea el equivalente a su
salario, para producir así más plusvalor que se apropian los patronos. En esto
consiste la productividad bajo
el capitalismo: someter el trabajo asalariado a ritmos secuenciales cada vez
más rápidos, utilizando medios de trabajo más y más eficaces. Una eficacia laboral
determinada por el progreso tecnológico que, paradójicamente, es el resultado del trabajo asalariado complejo, cuyo costo
salarial se incorpora al valor de los medios de producción. Pero los
científicos y técnicos que a cambio de un salario trabajan para generar ese
progreso a cambio de un salario al servicio de la burguesía, no por eso se
convierten en explotadores de trabajo no cualificado, señor Norberto. Porque no
dejan de ser unos mandados al
servicio de sus patronos. Ni más ni menos que los asalariados portadores de
trabajo simple.
Lo
decisivo en la lógica social que hace al proceso
histórico de la deriva capitalista —y tal parece que Ud. ignora— es que
los asalariados que personifican el trabajo complejo son el principio activo directriz del
progreso tecnológico, que a la postre permite acabar con la vigencia del
capitalismo, señor Norberto. No solo es el mensajero
de las crisis económicas periódicas, fenómenos cada vez más catastróficos y
difíciles de superar, según avanza el progreso científico-técnico aplicado a la
explotación de trabajo ajeno. Las crisis obedecen a la propia naturaleza
explotadora del sistema, pero es el progreso tecnológico lo que acelera el ritmo de sus
secuencias, acortando los períodos en que se reproducen, alargando el tiempo de
las recuperaciones, es decir, agravando los daños y noxas sociales que provocan,
lo cual acerca cada vez más en el tiempo el horizonte de la revolución. Este es
un hecho probado por la creciente automatización de la producción en cada vez
más ramas de la industria, el comercio y los servicios, que tiende a matar la
gallina de los huevos de oro, señor Norberto.
Ud. es
arquitecto. Para eso ha debido cursar estudios
superiores en esa especialidad. ¿Se considera ser un explotador de
trabajo ajeno por eso? Seguramente sabe por experiencia, no solamente lo que cuesta y vale adquirir conocimientos que
permitan realizar obras cada vez más complejas, sino la responsabilidad social que supone desempeñarlo. Pero es
curioso y no deja de ser también paradójico, que para poder opinar en política con pleno
conocimiento de causa, a Ud. por lo visto le parezca responsable pensar, que
basta con emplear el llamado “sentido común”. O sea, trabajo simple intelectual basado en “los datos inmediatos
de la conciencia”, reflejo en la mente de lo que solo parece pero no es, intuición sensible.
En fin, como suele decirse: pecata minuta.
Tal vez
haya olvidado, que unos años atrás nos estuvo discutiendo Ud. el concepto científico
marxista de renta territorial,
porque le pareció que ese rédito tiene su génesis y posibilidad real, no en el trabajo ajeno explotado, sino en
el hecho de la propiedad privada
sobre suelo cultivable o inmuebles en arriendo.
¿Lo recuerda? Una idea peregrina, fetichista y falaz. Como si el valor económico
de las cosas surgiera de las cosas mismas, y puedan hacerse valer por quienes
son sus propietarios. Si Ud. proyectara edificios tal como concibe la política,
estaría dedicándose a cualquier otra cosa menos a eso, señor Norberto.
Pues no.
Para hacer política revolucionaria efectiva,
es previamente necesaria la conciencia revolucionaria. Y como dejó dicho Lenin
en su “¿Qué hacer?”, “…sin teoría revolucionaria (científica)
no puede haber práctica revolucionaria”
(Ver:
Pp. 12. Lo entre paréntesis nuestro). Es decir, trabajo complejo. Y esto no se consigue sin ponerse a estudiar con dedicación
la complicada realidad del
capitalismo. Esforzarse por saber qué es y cómo funciona este sistema de vida. Una
disciplina del conocimiento por la que Ud. demuestra, una vez más, ahora, no haber querido pasar. Nada que se
desconozca lo que es según su naturaleza, puede ser efectivamente transformado,
señor Norberto.
¿Cómo
explica Ud. esta diferencia de actitud suya? Nos referimos al comportamiento serio
y responsable como arquitecto —que le permite subsistir en esta sociedad—, frente
al desprecio que demuestra por la verdadera ciencia económica, un conocimiento
del que no suele obtenerse ningún rédito, por la sencilla “razón” de que no
conviene a la burguesía.
En una
carta a su amigo Kugelmann del 11 de julio de 1868, Marx le decía que cuando a
un economista vulgar se le ponía ante las conexiones
internas del sistema capitalista, éste creía estar haciendo un gran
descubrimiento, al ver que las cosas tal
como aparecen presentan un aspecto diferente, jactándose de su apego a
la apariencia por considerarla
como el único y absoluto criterio de verdad. Y Marx acaba esta parte de su
carta diciendo:
<<Pero hay en este asunto otra intención.
Una vez que se ha visto claro en estas conexiones internas (del sistema), cualquier creencia teórica en la
necesidad permanente de las condiciones existentes, se derrumba antes de su
colapso práctico. Las clases dominantes, pues, tienen así en este caso, un
interés absoluto en perpetuar esta confusión y esta vacuidad de ideas. De otro
modo ¿por qué razón se les pagaría a estos psicofantes charlatanes, que no
tienen más argumento científico que el de afirmar que, en economía política
está terminantemente prohibido pensar?>> (Op. cit. Lo entre
paréntesis nuestro)
Profundizando
un poco más respecto a este concepto del trabajo complejo, y para que se
comprenda su verdadera implicancia revolucionaria, pensemos en los treinta mil especialistas militares
al servicio del zarismo, pero que luego se pasaron a la revolución. ¿Cree Ud.
que de no ser por sus servicios prestados, la guerra civil rusa —que duró entre 1918 y 1921— se hubiera ganado?
Ud. no pensó en esto, claro. De lo contrario, no estaríamos nosotros ahora
mismo empleando nuestro tiempo para redactar este escrito, sin reclamar ni
percibir ningún rédito económico a cambio.
Y también
desconocerá Ud., seguramente, que ese pequeñoburgués socialdemócrata redomado,
que se llamó Stalin, desde que fue nombrado en mayo de 1918 director de
avituallamiento al Sur de Rusia, destacado en Tsaritsyn, no
dejo nunca de conspirar contra este concepto
revolucionario del trabajo
complejo en materia bélica, muy valorado no solo por Lenin y Trotsky,
sino también por Yákov Sverdlov
y demás destacados líderes bolcheviques abnegados y consecuentes. Una idea que por
haber sido consagrada y puesta en práctica, muy a pesar de Stalin, acabó salvando
a la revolución de la contrarrevolución:
<<Su ignorancia en materia militar (la de Stalin), hace que le resulten insoportables los
oficiales de carrera, a los que, en el argot de la época se les llama
“especialistas” o “spetzy”. Su mandato exacerba en él un rasgo
determinante (y despótico) de su
comportamiento posterior: está atormentado por una aversión envidiosa y
vengativa hacia las personas competentes en el ámbito en el que él se ocupa. El 11 de julio en un telegrama a Lenin
y Trotsky, denuncia a los “especialistas” por estar psicológicamente
inadaptados a una supuesta lucha con la contrarrevolución. Y en tono bravucón
les anuncia una vez más: “Yo tomo y tomaré una serie de medidas hasta cesar a
los suboficiales y a los comandantes del ejército que arruinan la causa, a
pesar de unas dificultades formales que, en caso de necesidad, llegaré a
incumplir. Y a partir del 22 de julio de 1918 les telegrafía diciendo: “Los
especialistas son fantasmas de oficina, absolutamente incompetentes en el tema
de la guerra civil”>>. (Jean Jaqués Marie: “Stalin” Ed. Palabra/2003
Pp. 197. Lo entre paréntesis nuestro)
Tampoco sabrá Ud., la importancia
que tuvo en el curso de la revolución soviética el trabajo complejo —complejísimo—
que fue necesario desplegar, para gobernar el nuevo Estado socialista en
transición al comunismo. En su trabajo escrito entre el 13 y el 23 de abril de
1918: “Las tareas inmediatas del poder
soviético”, Lenin dejó escrito lo siguiente:
<<Por vez primera en la historia universal, un partido socialista
ha podido coronar en términos generales, la conquista del poder y el
aplastamiento de los explotadores, abordar
de lleno la tarea de gobernar el país. Es necesario que resultemos dignos cumplidores de esta dificilísima (y
muy grata) tarea de la transformación
socialista [¿se puede transformar útilmente una realidad en otra, si
antes de proceder a ejecutarla no se la proyecta en la cabeza?]. Es menester tomar en consideración que
para poder gobernar con acierto hace falta, además de saber convencer,
además de saber triunfar en la guerra civil, saber organizar de un modo práctico. Esta
es la tarea más difícil [trabajo complejo al máximo nivel político, para lo
cual es imprescindible conocer al dedillo los condicionamientos económicos de
las leyes del capitalismo todavía vigentes], pues se trata de organizar de un modo nuevo las más profundas bases de
decenas y decenas de millones de hombres, las bases económicas. Y esta
es la tarea más grata de todas. Pues únicamente
después de cumplirla, (en sus
aspectos principales y fundamentales), podrá
decirse que Rusia se ha convertido no solo en república soviética, sino
también en república socialista. (Op.
Cit. Pp. 41. El subrayado y Lo entre corchetes nuestro)
O sea, que para
gobernar sobre bases nuevas, hay
que aprender cómo hacerlo. Sabiendo primordialmente que no se pueden superar en
un solo acto las bases anteriores.
Esta virtud del conocimiento procesal fue más necesaria todavía, en medio de la
ruina, la desorganización y la pobreza más extremas ocasionadas por la guerra
civil en la Rusia soviética. Bajo tales condiciones, es sin duda más cierto que
sin ciencia no puede haber experiencia provechosa que valga. Una vez más trabajo complejo, señor
Norberto.
Este contundente pensamiento de
cascote, es algo que a Stalin siempre le trajo al pairo. Pero para Lenin, el
hecho de que la revolución haya podido expropiar a los explotadores e inmediatamente
después neutralizar sus actos de sabotaje, combatirles en la guerra civil hasta
derrotarles bajo las restricciones económicas y sociales más adversas inimaginables,
todo ello es la condición necesaria
para poder gobernar. Pero con esto no era todavía bastante para este insuperable
portador de trabajo complejo
que fue Lenin. Pocos días después, el 29 de abril de ese año 1918, durante la
reunión del Comité Ejecutivo Central de toda Rusia, dijo lo siguiente:
<<En general, fue esa una
grandiosa tarea histórica, pero fue sólo el primer paso. Aquí se trata de
establecer para qué los hemos aplastado. ¿Será para decir que nos
posternamos ante su capitalismo, ahora que los hemos aplastado definitivamente?
No; ahora vamos a aprender de ellos, porque nos faltan conocimientos, porque no
tenemos esos conocimientos. Tenemos conocimientos de socialismo pero no tenemos
conocimiento de organización en escala de millones de personas.
Conocimientos de organización (del trabajo colectivo) y distribución de los productos, etc. Los viejos dirigentes
bolcheviques no nos enseñaron esto. El Partido bolchevique no puede jactarse de
esto en su historia. Todavía no hemos estudiado esta materia. Y por eso decimos
que, aun cuando ese hombre (burgués) sea
un pillo redomado, debemos aprender de él, si ha organizado un trust, si es un
comerciante dedicado a la organización y distribución de los productos para
millones y millones, si ha adquirido esa experiencia. Si no aprendemos esto no
realizaremos el socialismo y la revolución se estancará en la presente
etapa>>. (V. I. Lenin: “Reunión
del CEC de toda Rusia” 29/04/1918. En Obras Completas Ed. Akal/1978 Pp. 37.
Lo entre paréntesis y el subrayado nuestros)
Finalmente, decirle que todavía en
marzo de 1922 Lenin seguía preocupado, advirtiendo sobre las carencias del
proletariado ruso, precisamente en materia de trabajo complejo, que pudo verificar también muy especialmente
en las empresas industriales del Estado soviético ya expropiadas. Y señaló que mientras
desde sus filas no surgieran elementos teórica
y prácticamente preparados
en número suficiente y con acabados conocimientos, como
para estar en condiciones idóneas,
que permitieran sustituir a los antiguos
funcionarios públicos y propietarios capitalistas en la dirección de la
nueva sociedad socialista, se imponía la necesidad
perentoria de seguir empleándolos, tanto en la administración del Estado como en
la dirección de las antiguas empresas privadas capitalistas, que habían pasado
a manos de la alianza obrero-campesina. En esto insistió Lenin durante el XIº
Congreso del PCUS celebrado ese mes de marzo, añadiendo que "hombres así, momentáneamente sólo
podemos sacarlos de la clase que nos ha precedido". Y esto suponía un gran
peligro latente.
En un pasaje de
su discurso de apertura a ese XIº Congreso del PCUS, Lenin comparó a los 4.700
miembros del partido bolchevique —desempeñando puestos de dirección dentro de
la máquina burocrática de Moscú—, con el ejército
de miles de funcionarios ex empleados zaristas y propietarios burgueses
reciclados por necesidad a burócratas estatales. Y ante esa ominosa emergencia
Lenin contestó a la pregunta:
<<….¿quién dirige a quién? Me parece muy dudoso poder afirmar
que los 4.700 comunistas dirigen a ese gentío. Para decir la verdad, no
dirigen, son dirigidos. En este caso sucede algo semejante a lo que nos
relataban en nuestras lecciones de historia cuando éramos niños. Nos enseñaban:
sucede que un pueblo conquista a otro; y entonces, este pueblo, el
conquistador, es el vencedor. El otro, el vencido, es el pueblo conquistado.
Esto es sencillo y comprensible para todos. ¿Pero qué pasa con la cultura de
esos pueblos? Esto no es tan simple. Si el pueblo vencedor es más culto que el
pueblo vencido, impone a éste su cultura. Pero en caso contrario, el pueblo
vencido impone su cultura al vencedor. ¿No ha pasado algo parecido en la
capital de la República Socialista Federativa Soviética Rusa (RSFSR)? ¿No han
caído los 4.700 comunistas (casi una división completa, y todos los mejores)
bajo la influencia de una cultura extraña? Es cierto, se podría tener la
impresión de que los vencidos tienen un alto nivel de cultura. Nada de eso. Su
cultura es miserable, insignificante, pero, sin embargo, [en materia de
administración de empresas] es de un
nivel más elevado que la nuestra. Por deplorable y mísera que sea, es mayor que
la de nuestros dirigentes comunistas responsables, porque estos no tienen
suficiente habilidad para dirigir. Los comunistas ubicados al frente de
instituciones —que delegan funciones en esos hábiles saboteadores para
utilizarlos como escudo— son, con frecuencia, burlados. Es una confesión muy
desagradable, o, por lo menos, no muy agradable, pero que considero necesaria,
pues en la actualidad, este es el nudo del problema. (...) ¿Entenderán los [4.700]
comunistas responsables de la RSFSR y
del PCR que no saben dirigir, que ellos, que creen dirigir, son en
realidad dirigidos? Si lo entienden aprenderán, porque, como es natural, este
trabajo se puede aprender. Pero para aprenderlo es necesario estudiar con
ahínco, y nuestra gente no lo hace. Esparcen a derecha e izquierda órdenes
y decretos, pero el resultado es muy diferente de lo que quieren>>. (V.I.
Lenin: Op. cit. 27 de marzo de 1922. En Obras Completas Ed. Akal/1978. Tomo Pp.
257 Cit. El subrayado y lo entre corchetes nuestro)
Así fue
como esta carencia del proletariado en materia de trabajo complejo en los
órganos ejecutivos de la nueva sociedad socialista, permitió que los explotadores burgueses rusos de
antaño, en las ciudades y en el campo, pudieran cambiar de piel adoptando la figura del burócrata estatal soviético, pugnando por minar la revolución desde dentro
mismo de la revolución. A partir de ese momento y bajo tal condición económica necesaria impuesta por las
circunstancias post-revolucionarias, la posibilidad
de la contrarrevolución capitalista en la URSS, de abstracta por no
previsible que lo había sido entre 1917 y 1918, se fue convirtiendo en real a medida que la burocracia
estatal pro-capitalista en ese país —conquistado por la revolución— estaba
procediendo lenta, paulatina y
subrepticiamente a expropiarle
al proletariado el poder político. Por falta de trabajo complejo, señor
Norberto.
Un proceso
que culminó con el encumbramiento de Stalin y su camarilla a la más alta jerarquía
del poder partidario tras la muerte de Lenin, en trance de férrea y despótica
centralización política al servicio de la restauración capitalista, lo cual
facilitó la tarea de absorción del partido revolucionario, por el Estado soviético burocratizado en
manos de antiguos empresarios capitalista reconvertidos a burócratas estatales,
aliados con esa camarilla contrarrevolucionaria liderada por el “camarada”
Stalin. Un proceso cuyo resultado puede verse hoy en lo que ha llegado a ser la
vida social en ese país, bajo el gobierno presidido por el multimillonario
déspota y corrupto ruso, llamado Vladimir Putin; un poder erigido
sobre la voluntad política de una base social igualmente corrompida
ideológicamente: millones de asalariados rusos que le votan, soñando con
alcanzar ese tipo de paradigmas. Tal como sucede con los pescados, que siempre
comienzan a pudrirse por la cabeza.
Un año después, nueve meses antes
de morir a raíz de las secuelas del atentado que sufriera el 30 de agosto de 1918,
postrado ya en la cama bajo condiciones de semiparálisis, a Lenin no dejaron
de obsesionarle las carencias del
proletariado soviético en materia de trabajo complejo. Y ese fue su testamento
político:
<<Nuestro
aparato estatal es hasta tal punto deplorable, por no decir detestable, que
primero debemos reflexionar profundamente de qué modo luchar contra sus
deficiencias, recordando que esas deficiencias provienen del pasado, que
a pesar de haber sido radicalmente cambiado, no ha sido superado, no ha
llegado a la etapa de una cultura que ha quedado en un lejano pasado. Planteo
aquí precisamente el problema de la cultura, porque en esto solo debemos
considerar como logrado, lo que se ha convertido en parte de la cultura, de la
vida diaria y de las costumbres. Pero podemos decir que lo que hay de bueno en
nuestro régimen social no fue profundamente meditado, comprendido ni
sentido; que fue tomado al vuelo, sin haberlo verificado ni ensayado, sin
haberlo confirmado mediante la experiencia, sin haberlo consolidado, etc.. Es
claro que tampoco podía ser de otro modo en una época revolucionaria, dada la
vertiginosa rapidez de su desarrollo que en cinco años nos llevó del zarismo al
régimen soviético. Es el momento de corregir esto>>. (V. I. Lenin: “Mejor poco, pero mejor” 02 de marzo de
1923. El subrayado nuestro)
Es completamente falso, pues, que
el trabajo complejo por sí mismo
fuera la causa del restablecimiento del mercado capitalista en la URSS, que
acabo disolviendo la revolución en la contrarrevolución. Al contrario, fue la carencia
de esa capacidad de trabajo en
los órganos de dirección de la revolución —especialmente en los Soviets—, de asalariados
con avanzados conocimientos en materia de organización, control y reparto de la
riqueza creada en la URSS. Tal fue la causa que gravitó allí hacia la restauración
del capitalismo. Esto y la ausencia, entre tanto, de una revolución socialista
en otro u otros países.
Esta última información contenida en el presente mensaje, forma
parte de otro texto —ya redactado y a falta de su publicación en su momento—, según
la secuencia por entregas del trabajo titulado: “Marxismo y Stalinismo a la luz de la historia”. Próximamente publicaremos
bajo este mismo título el capítulo 09, que trata sobre la Comuna de París, el
más grandioso movimiento de masas en la historia de la sociedad moderna, que
alumbro el camino hacia la revolución Rusa.
En esas dos aleccionadoras
experiencias nos inspiramos nosotros, para redactar y publicar los cinco puntos
programáticos que, sin duda, orientarán al proletariado mundial durante la
próxima revolución socialista, cada vez más cercana en el tiempo gracias,
precisamente, al trabajo complejo.
Un saludo: GPM.