03. En
torno al misterio del “Elefante Blanco” en la cacharrería del 23F.
El
pasado jueves 03 de abril, la Editorial Planeta publicó el último libro escrito
por Pilar Urbano que tituló: “La
gran desmemoria. Lo que Suárez olvidó y el Rey prefiere no recordar”. Según su relato elaborado sobre los supuestos
datos que aporta la escritora y periodista, para Suárez el padre del 23F fue el
Rey. Para nosotros, este no deja de ser uno más, entre los tantos recursos
sensacionalistas al chivo expiatorio, como en cualquier ceremonia litúrgico-religiosa
de la confusión. Porque aquél malogrado acto subversivo, tuvo su causa en un
proceso más amplio objetivamente determinado,
es decir, que no sucedió por decisión
exclusiva de ninguna mano negra, individual o colectiva.
Lo que realmente importa conocer de
todo acto político, no es
quien lo personifica, sino la causa objetiva
fundamental que lo genera. Una causa que no reside en ningún sujeto
particular o grupo de individuos, sino en determinada realidad económico-social
que predispone a ese tipo de actos, según el lugar que ocupan tales sujetos en
esa realidad. Un contexto que, incluso, crea
las condiciones para que tales actos políticos lleguen a ejecutarse.
En este
sentido, conocer el móvil particular
subjetivo, la finalidad
perseguida, quién o quiénes planifican
la acción y quién o quienes trasmiten
la orden, todo esto, a los fines de la justicia social, es lo de menos. Y ya ni que decir tiene, el
saber quiénes son sus ejecutores directos.
Éstos últimos
son problemas morales, policiales y
judiciales, cuya resolución hace al comportamiento individual de los sujetos, y que competen a
la policía y a los jueces del sistema. Pero que nada tienen que ver con su
verdadera causa. En el caso tratado en este apartado, así es como abordó Pilar
Urbano el fallido golpe del 23F: como un problema moral, policial y judicial. Y
así es como se vio inducida a resolverlo según el siguiente interrogante: ¿fue
el Rey o no fue el Rey? Un problema que, puesto en relación con los problemas sociales, es absolutamente
subalterno.
¿Por qué
la “justicia” del capitalismo invierte la prelación
en los términos de la relación individuo-sociedad? ¿Por qué en esa relación
hace hincapié en el comportamiento de los individuos? ¿Por qué suele
sistemáticamente disolver a la sociedad como un todo orgánico, en su parte más elemental? Sencillamente para
ocultar el principio metodológico-científico que conduce a la verdad, según el
cual, el comportamiento de las partes no se puede explicar sin el esencial funcionamiento
del todo. Que el todo hace funcionalmente
a cada una de sus partes y no al revés. Que el individuo es y se siente
inducido a comportarse, normalmente, según la naturaleza y el principio activo,
que hace a la funcionalidad del cuerpo social orgánico al cual pertenece.
¿Qué sucede cuando sólo interesa
ocuparse del comportamiento delictivo de los individuos? Que las causas fundamentales
condicionantes de que actos similares puedan reproducirse, persisten. ¿Y por qué a la “ciencia” y la “justicia” del
sistema capitalista, les interesa ocuparse exclusivamente de los actos
individuales, despreocupándose por completo de las causas sociales fundamentales? Pues, porque esas causas están en la naturaleza
del sistema de vida imperante, que
sólo usufructúa una irrisoria minoría social y que, bajo el capitalismo,
es la clase propietaria del capital
en funciones, actuando en colaboración formal objetiva con políticos, jueces, militares y demás privilegiados personeros a su servicio.
¿Qué
importancia tiene para los fines de la justicia
social y qué cambia en lo
fundamental, pues, discutir en este caso acerca de si el “Elefante
blanco del 23F” fue o no fue el Rey Juan Carlos? Lo único que se puede sacar en
limpio de esta discusión, es que Pilar Urbano y la Editorial Planeta, forman
parte de la industria capitalista del entretenimiento y con ello se ganan la
vida. Lo mismo cabe decir de Juan Carlos de Borbón y Borbón, que aun ya muy
vapuleado sigue haciendo caja en toda esta farsa —una más esta vez sin él quererlo—,
actuando como figurante regio forzado por las mismas causas sistémicas fundamentales.
Mientras
tanto, al fondo y muy al fondo, convenientemente
oculta bajo la ignominia de
sucesos como éste que brillan sobre la epidermis del sistema, incluso muy
por debajo de lo que se nos muestra sobre la
tragedia de las mayorías sociales, enterrada por un cúmulo de mierda ideológica, permanece todavía
la verdad sobre ese todo orgánico del capitalismo,
sin poder salir a la luz. De tal modo sustraída al conocimiento de esas mayorías sobre su propia realidad.
Así es
cómo la historia del capitalismo desde la Revolución Francesa se ha venido
repitiendo. ¿Por qué? Nosotros proponemos contestar a este interrogante, modificando
el aforismo de Nicolás Avellaneda para darle un contenido más concreto, explícito
e ilustrativo: “Los pueblos explotados y oprimidos que ignoran la verdad de su propia realidad, están condenados
históricamente a repetirla”. Pero como el tiempo no pasa en vano y tanto va el
cántaro a la fuente que al final se rompe, la historia se repite hasta que:
<<Hasta
que se crea una situación que no permite volverse atrás y las circunstancias
mismas gritan: demuestra con hechos lo que eres capaz de hacer>>. (K. Marx: “El 18
Brumario de Luis Bonaparte” Cap. I Ed. Ariel/ 1982 Pp. 16-17)
Entonces
la historia inaugura otro período de desarrollo
humano superior. Tal como así se ha podido confirmar, desde los tiempos
del modo de producción asiático hasta hoy, pasando por el esclavismo y el
feudalismo. Esta es la verdad de la historia. La “teoría del eterno retorno
de lo mismo” es una tontería mística de Friedrich Nietzsche,
tan insensata y peregrina, como ha dicho que la concibió un día para él providencial
contemplando una piedra. Como bien dijera Epicuro: “Todo lo que nace merece
perecer”.
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