José María Aznar ordena a sus chicos que apadrinen al padrone Florentino Silvia G. Martín "Día llegará que no quede ladrillo sobre ladrillo si las obras no fueran mías, y más aún si el PP, al que tanto he beneficiado, se atreviera a dárselas a otros constructores" que tienen sentimientos los nativos de Vulcano? El señor Joker al menos. Bajo su apariencia fría de hombre en posesión de la verdad, él sufre y padece. El escritor Philip K. Dick dijo que ese innoble vulcaniano es así porque los inexistentes dioses hablan como Joker. Es decir que su profesión en destruir antes de mentir y sonreir, y después cobrar millonarias comisiones. La alusión divina tiene relación con la cuadra de Aznar. Se refiere a que personajes ficticios, cuanto más distantes y fríos son, más descorazonamiento ocultan. De nada le vale al diseñador de carteles del Partido Popular (PP) insistir en la gelidez del presidente de la Comunidad de Madrid, que surge de un fondo azul sobrio con peinado vulcaniano, destacando más sus orejas de soplillo, estirándose sideralmente hasta La Moncloa. Ruiz Gallardón, sin su Joker, demuestra sensibilidad al darle sus obras públicas a los amigos del PP. Alberto Ruiz y, por supuesto, Álvarez del Manzano, favorecen al honrado e intachable Florentino Pérez, aun con alcaldadas, que es como Bicha de Balazote empadronada en la esquina del estadio Santiago Bernabeu, cuna de la empresa Real Madrid, donde el negocio especulativo del ininvestigable Florentino hace aparecer infinitos chorros de oro para enjugar y engordar a ediles, jueces, matones nazis, brokers, mandatarios, dirigentes políticos y sindicales, eméritos cantamañanas, burladores, navajeros y trapisondistas de toda laya. Son las preferencias de Pérez, haciendo del subsuelo, las calles y las obras públicas de Madrid el gran dorado de su toda vida. Qué gran batalla de los gobernantes, quienes eligieron como figura estelar la pugna por la capital, donde el expresionismo reta al pop gótico. Álvarez del Manzano es un muerto viviente, especie de nosferatu del PP con sonrisa eterna de Joker, el malo sicodélico de Batman, al que da su mueca burlesca Ruiz Gallardón, dueño de esa prótesis que lleva a los entierros. Gracias a él, Madrid es Gotham y, todas las noches, los agentes de Joker salen del cementerio y mutan en depuradores de mujeres que trabajan en la Casa de Campo, y jóvenes que debían rezar el rosario. No es un duelo épico. El Joker Manzano encontró en Florentino Pérez su Lugosi particular; y Ruiz Gallardón, el Batman al que combatir, su hombre murciélago. El PP ha querido que sus hombres tengan muecas de aparente serenidad para engordar las arcas del partido y, claro, sus cuentas corrientes. José María Álvarez del Manzano va con esa sonrisa de ventrílocuo, hablando sin moverse, acuñando la ciudad de túneles urbanos gracias a la política municipal sepulturera del Partido Popular (PP) en sus obras públicas. Su falso gracejo sevillano incontenible, mezclado con la chulería del chotis, sostiene el rictus que habla de victoria en sus cuentas corrientes; los retratistas del PP no copian del natural, sino que amortajan a sus modelos. Ejecutan venganza, obedecen al maleficio del negocio, incurable a pesar de algún estacazo oficial. En la oficina del edil está su crucifijo, mientras él prohibe la sopa de ajo por decreto. El Tratado sobre vampiros, publicado en 1751 por Agustin Calmet, contiene la respuesta al malditismo del cartel de Joker Manzano, ojeroso y pálido, con azulez del chupetón sanguinoliento. En el segundo tomo, dedicado al vampirismo, Calmet dice que la resurrección de los muertos será sólo obra de dioses carnales. Ahí está la clave del secreto, en el mismo dios que envió al ángel contructor-destructor Florentino Pérez, actual modelo-patrón de la mafia, que tiene como miembros en la sombra a José María, Alberto, a otro José María, Aznar, a la dirección plenaria del PP y, cómo no, a los ministros correspondientes. Pérez es un ser divino que todo lo puede, veedor de agrupaciones, empeñado en dirigir la vida de todos sus chicos con pericia de jardinero de bonsais; a unos les corta los brotes; a otros, les poda las ramas y los retuerce, evitando su promoción. Cual verdugo del crecimiento libertario en el jardín federal. Mal de ojo de quien hace vampiros a sus chicos; muertos vivientes que salen de sus tumbas para inquietar a los vivos, chuparles la sangre y aparecérseles súbitamente, provocando grandes estrépitos en sus puertas y en sus casas y, por fin, terminar causándoles la muerte. Mal dios el que convierte en nosferatus a los cargos políticos de su partido para dejar a la mayoría en las garras de especuladores urbanísticos que, como Joker Manzano, matan las ciudades por mor de multimillonarias comisiones que producen los negocios mafiosos del dios Pérez, convertido en Don siciliano a costa de las obras públicas, servicios, licencias y atrocidades que le conceden graciosamente las administraciones ultraderechistas de la capital del chotis. Fuente El Otro País de Este Mundo.
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