David Peace. Editorial Hoja de lata.
Ha sido, a día de hoy, la huelga más larga de la Historia de Inglaterra. Empezó el 6 de marzo de 1984 y acabó el 3 de marzo de 1985. Lo que se inició como un conflicto laboral, rápidamente se transformó en un choque tectónico entre dos continentes: el obrero y el neoliberal. Margaret Thatcher comprendió que derrotar a los mineros significaría destruir todo el sistema de garantías sociales surgido de la victoria sobre el fascismo en 1945, y se empleó a fondo. GB84 nos cuenta una historia de violencia tenebrosa, protagonizada por personajes inmersos en el delirio de la guerra social. No estamos ante una obra fácil. Con una técnica narrativa que recuerda a la de John Dos Passos en Manhattan Transfer, pero con personajes y juegos retóricos próximos a los del James Ellroy de América, lo que domina aquí es el ruido y vértigo de las peleas cuerpo a cuerpo, cuando todo se reduce al primer plano: la porra del policía, los cascos del caballo, el gesto desencajado del sindicalista, la mirada huidiza del esquirol. David Peace, el autor, ha cogido el marco narrativo y lo ha hecho pedazos, dejando un reguero de cristales rotos sobre los que el lector ha de transitar sufriendo continuos cortes. Todo ello para contar un episodio de la guerra sucia contra la clase obrera que podría ser extrapolable a las durísimas reconversiones industriales ibéricas. No hay idealización alguna en esta novela, carente de catarsis. Los matones rompehuelgas son de carne y hueso. Los encargados de cercar y derrotar mediáticamente a los mineros son como el doble obsceno, febril, de Margaret Thatcher. Los mineros luchan y luchan contra batallones de policías un día tras otro, una semana tras otra, sin horizonte. Tolstoi habló, refiriéndose al campo de batalla, de esa línea invisible de escasos metros que separa a los vivos de los muertos. Esta novela transcurre al otro lado de esa línea: la de los muertos.
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