Editorial
DEVALUACIÓN
DE LAS DEMOCRACIAS "PRIMERMUNDISTAS"
Se incluye
en este número de nuestra revista una carta abierta de un inmigrante
dirigida al Presidente del Estado Español y unas notas sobre el
encierro de los inmigrantes en la Universidad Pablo de Olavide. Y, Por
supuesto, más temas de notable interés.
Pero a los artículos comentados los referenciamos particularmente
porque bien podrían ser el prólogo a una reflexión
que -si buscáramos orientar al lector desde el título- seguramente
habría que llamarla algo así como "sobre el proceso
de vaciamiento de las llamadas democracias desarrolladas".
Muchas veces, sobre todo para quienes han inmigrado bien buscando salvar
sus vidas atenazadas por las persecuciones políticas o bien tras
el sueño de un trabajo y un trozo de pan para los familiares que
no existían en los lugares de origen, estas democracias de por
aquí se presentan como las "ventajas del primer mundo".
La realidad, tan empecinada ella en desmentir ciertos tópicos,
nos muestra que no es tan así.
Y no hablamos sólo de la subordinación de la política
a los mercados, ese particular eufemismo con que se designa el secuestro
de la voluntad ciudadana por parte del capital concentrado (¿cuántas
veces hemos leído que "a los mercados no les han sentado bien
los resultados de tal o cual elección?) y las grandes corporaciones
económicas, cada vez más corporaciones, cada vez más
transnacionales, cada vez más decisoras reales y finales de los
procesos sociales y políticos.
Pero no queremos hablar aquí de la lógica socialmente devastadora
del neoliberalismo que vende al mercado y su capacidad de asignación
"racional" de recursos como principio más eficaz de ordenar
el conjunto de las relaciones sociales (falsa racionalidad por otra parte,
vistos los desequilibrios crecientes que tanto a nivel local como planetario
está introduciendo esta lógica de mercado).
Queremos más bien desde esta líneas introductorias, traer
a colación las fascistización de las relaciones cotidianas,
de la perversión que se está institucionalmente volcando
en las formas de percibir al/la otr@, al/la ciudadan@ de aquí o
de allá.
En el fondo, la involución valórica: la afirmación
del poder del sistema a través de la inoculación de valores
pre-democráticos. Valores individualistas al extremo, insolidarios,
inhumanos, conservadores aunque en muchos casos (cuando implican a los
sectores sociales más vulnerables de las sociedades del primer
mundo) sean simplemente conservadores de su precariedad y escasez frente
a las miserias de otr@s que aun menos tienen. Pero sobre todo, valores
que implican la negación de la democracia en cuanto creación
de un espacio social que dignifique la vida, no de unos pocos sino de
tod@s.
La alienación del poder y, de alguna manera, la impotencia de la
izquierda social y política por romperla, muchas veces pasa por
la incapacidad de vincular los grandes temas sociales a la vida cotidiana
de las personas de "a pie", del/la ciudadan@ concret@, el/la
que compra en la tienda del barrio o toma su caña en el bar de
la esquina.
En este caso concreto, lo que se tratamos de expresar es que, si las formas
de organización social no sirven para generar esos sentimientos
básicos de solidaridad que exige cualquier convivencia ciudadana,
ocurren varias cosas: para empezar, estaremos haciendo verdad el poema
de viejo Bertold Brecht (hoy no vienen por tí pero descuida, ya
lo harán). Y lo peor es que estamos asistiendo al vaciamiento valórico
de la democracia en cuanto espacio social de realización de los
individuos.
Muchos secuestros ocurren en el mundo, es cierto. Pero que al menos que
no nos secuestren las palabras, llamando democracia a esta involución
social des-valorizada que nada tiene que ver con aquella etimología
hecha de "demos/pueblo" y "cracia/gobierno" que nos
enseñaban, hace tiempo en los colegios.
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