Esteban
Galera
En Camerún, sus pobladores hablan cerca de doscientas
lenguas maternas. Este dato expresa por sí mismo la riqueza
étnica que acrisola la breve pero intensa geografía
de este bello país del Africa atlántica-ecuatorial .
Puede decirse que las etnias camerunesas impregnan sus sentidos místicos
y culturales de las filosofías animistas tradicionales de Africa,
algunas de ellas totalmente, como es el caso de los pueblos Kirdis
y Pigmeos. Las otras etnias penetradas con mayor o menor intensidad
por religiones y creencias foráneas a través del sistema
colonial, mantienen sin embargo en un alto porcentaje las orientaciones
animistas, tento en su vida espiritual como en las diferentes manifestaciones
culturales y artísticas propias, dando lugar a ricos fenómenos
de sincretismos religiosos y culturales.
Entre los pueblos o naciones camerunesas afectadas por la expansión
del Islam en Africa subsahariana se encuentras los peuls (fulbés)
y los bamunes. Los peuls, constituyen la mayoría de los musulmanes
cameruneses y habitan extendiéndose con sus ganados por toda
la mitas norte del país, territorio de grandes savanas, conformando
una sociedad seminómada.
Los bamunes habitan un segmento del interior sudoccidental del país
cuyos paisajes son suaves y bellos entre colinas y montañas
de formas redondeadas cubiertas de arboledas y pastos subtropicales;
son tierras esplendorosamente verdes muy agradables. Constituyen una
minoría étnica en Camerún que optó por
la via musulmana abrazando el Corán muy tarde, esto se produjo
en el transcurso del siglo XIX por razones políticas y económicas,
aunque la dinastía que reina en sus territorios se remonta
al siglo XIII.
El pueblo bamún posee una sólida y arraigada cultura
basada desde los orígenes en la cosmogonía animista,
logicamente el mundo bamún no pudo escapar de ningun aspecto
importante que tenga que ver con la tradición del animismo
a pesar de incorporarse a la religión musulmana hace menos
de siglo y medio.
Los bamunes siempre han sido un pueblo dedicado al comercio relacionado
con la agricultura y el textil que dominaron hasta la actualidad la
actividad comercial de la región en dura competencia con el
pueblo bameliké, único pueblo influenciado seriamente
por la religión cristiana, vecinos inmediatos de los bamunes.
Hasta tal punto ha sido importante el control que los bamunes ejercieron
sobre el comercio camerunés que los monarcas de este pequeño
pueblo han tenido una representación obligada, ocupando altos
cargos, en todos los gobiernos de Camerún desde su independencia.
Durante los siglos XIX y XX los bamunes lograron consolidar su poderío
comercial apoyados en pactos políticos de los que obtuvieron
excelentes resultados. Primero se aliaron a los haussas, un poseroso
pueblo islamista de Níger que mantuvo siempre a raya, incluyendo
ofensivas bélicas, a las etnias animistas limítrofes
o vecinas. Este período de relaciones especialmente amistosas
entre haussas y bamunes está en la clave de la conversión
bamún al Islam. Más tarde, durante la época dura
del colonialismo europeo tres potencias se arraigaron en Camerún,
Francia, Inglaterra y Alemania y loas bamunes, hábiles políticos,
optaron por pactar con los alemanes, que eran los que controlaban
esa parte de Camerún, con el objetivo de mantener su fuerza
y equilibrio entre los demás grupos cameruneses y europeos.
Los bamunes que nos son más que una pequeña etnia musulmana
convertida a última hora, aún manteniendo el referente
del animismo, paradójicamante son uno de los pueblos subsaharianos
que con mayor énfasis celebran la fiesta del viernes, día
de la Gran Oración en el mundo musulmán.
Llegar en viernes a Fumbán, capital del Reino Bamún,
es un privilegio del destino para cualquier viajero. Todos y cada
uno de los viernes del año la excepción y la fiesta
se apoderan de la ciudad con motivo de la oración que se celebra
en la principal mezquita. Desde muy temprano la gente se va concentrando
en la ancha avenida de tierra colorada que discurre entre el palacio
del Sultán de los bamunes, un extraño y ecléctico
edificio que sustituyó desde principios del siglo XX al palacio
tradicional, y la plaza donde está ubicada la mezquita mayor.
En la puerta del palacio van formando los guerreros de élite
y los "notables" de la corte ataviados con lujosos y vistosos
"bubus" (vestido tradicional), gorros o turbantes portando
en bandolera grandes espadas y puñales mientras esperan la
salida de palacio del Sultán.
Por fin el Sultán hace su aparición protegido bajo una
enorme sombrilla que sujeta un sirviente. El monarca va vestido siempre
para esta ocasión con ropajes lujosos, deslumbrantes y repletos
de pedrerías incluidas las babuchas, que le prestan un aspecto
majestuoso en medio de la comitiva que se forma en torno a él
para acompañarlo hasta la mezquita.
Comienza la marcha de guerreros, notables, sirvientes y demás
acompañantes que dispuestos por delante y por detrás
del Sultán caminan por la avenida repleta de gentío
que aplaude el paso de su rey. Al mismo tiempo multitud de hombres
y mujeres van ocupando el interior de la mezquita concentrándose
en los alrededores para seguir los rituales desde la calle. En la
puerta principal de la mezquita se sitúan las embajadas enviadas
por otros pueblos para acompañar al Sultán en el día
de la "Gran Oración". La importancia de este acto
es de tal envergadura que con regularidad grandes países del
islam envian representantes a esta celebración, hay embajadas
de Egipto, Mauritania, Siria, Libia, Tuareg de Argelia, Nigeria, Arabia
Saudí, etc.
Es la hora de la ceremonia y el pueblo de Fumbán está
concentrado en el acto, las puertas de la mezquita rebosan de zapatos,
sandalias y babuchas esperando a ser calzadas de nuevo y en el exterior
la gente que no ha podido acceder a la mezquita, ordenadamente en
filas, siguen al unísono el ritual que marca la liturgia del
Corán.
Al término de la oración comienza la fiesta donde se
unen colores, olores, sonidos y movimientos capaces de excitar los
sentidos del espectador más gélido y es difícil
mantenerse como mero observador sin lanzarse a participar y a compartir
con los bamunes sus extraordinarias manifestaciones de alegría.
De nuevo una multitudinaria comitiva desfila junto al Sultán
para efectuar el recorrido a la inversa, esta vez desde la mezquita
hasta el palacio.
Abren el paso del desfile los músicos interpretando ritmos
calientes con sus instrumentos tradicionales de cuerda, percusión
y viento, luego desfilan los "notables", los comerciantes
y los guerreros, una sirvienta vestida de vivos colores danza mientras
finge limpiar el suelo para que a continuación pase el Sultán
siempre imperturbable bajo la enorme sombrilla. Cierra la comitiva
las delegaciones de las embajadas extranjeras formando un séquito
de porteadores que llevan los regalos que han traído de sus
respectivos países para agasajar a su real anfitrión.
El acto termina con el Sultán sentado en el trono a la puerta
del palacio flanqueado por su guardia armada. Los jardines del palacio
están inundados por la población que se concentra para
observar como los clanes guerreros, las sociedades secretas, los "notables"
y las embajadas extranjeras van pasando por delante del Sultán
para presentarle sus respetos con saludos ceremoniosos y rituales
al mismo tiempo que las embajadas hacen la entrega de los regalos
exhibidos durante el desfile.
Un grupo de amigos tuvimos la "osadía" de presentarnos
ante el rey bamún como una embajada más para obsequiarle
con lo único que teníamos a mano, un gran cigarro habano.
La ocurrencia le pareció simpática al Sultán
y nos complació invitándonos al banquete que a continuación
tendría lugar en el palacio como colofón de la jornada
festiva y religiosa.
Así terminó esta extraordinaria experiencia viajera
compartida con los bamunes y cuyo final tuvo el exquisito gusto de
un suculento guiso de víbora del Gabón.