Enrique Falcón
Escribir, en
primer lugar
en este tiempo último, para responder a la proposición
de Glotz: "poner en pie una coalición del máximo
número de fuertes a favor de los débiles, en contra
de sus intereses propios". Segundo:
retomar ahora la invitación a la necesidad de oírnos
unos en los otros los relatos cotidianos para la esperanza,
para las jornadas del cansancio o del desaliento que nos han de venir.
Tercero (por último), recordar
en este tiempo lo que deja toda una década de lucha por la
paz: los 20.000 insumisos de la colectiva yo, entonces, allí,
la primera amnistía, las "reobjeciones", la asamblea
donde se decidió priorizar como estrategia colectiva la insumisión
al Servicio Militar Obligatorio y a la Prestación Sustitoria,
las objeciones fiscales, los juicios, la cárcel y las inhabilitaciones,
el respaldo social, los grupos de apoyo a los antimilitaristas encarcelados,
los consejos de guerra, la Prisión Militar de Alcalá
de Henares
Y hoy, primera primavera del nuevo siglo, la acción
del último de ellos: su declaración pública ante
el Juzgado de Guardia de turno, con fecha del 4 de abril.
Firma esta declaración magnífica mi amigo Ximo Díaz,
activista de calle, bicho genial del
barrio de la Malvarrosa, compañero de la 'Unión de Escritores
del País Valenciano' y matemático abstracto de vocación
desconcertante. Ximo debía haberse incorporado a filas el pasado
13 de marzo en la Población Militar de San Fernando (Cádiz),
destino que se le había asignado en lo que ya se conoce como
el último reemplazo militar en la historia de este país.
Como él mismo ha escrito, "lejos de sentirme desafortunado
por tan inoportuno acontecer, he aprovechado tal eventualidad para
mostrar mi rechazo al militarismo". Y se ha declarado insumiso,
dentro de la larga lista (decenas de miles) de ciudadanos comprometidos
con la paz y que hacen de la desobediencia civil un ejercicio público
y contundente de democracia profundizada.
En la Declaración que envía al Juzgado, Ximo Díaz
aduce dos grupos de razones que le
llevan, irremediablemente, a la insumisión pública.
En primer lugar desde su propia acción en su barrio (la
Malvarrosa, un barrio obrero de la periferia de Valencia) así
como en otros colectivos de cuestionamiento al capitalismo,
reconoce que "la esencia del hecho militar es la agresión
cotidiana" que nos convierte en meros códigos de neutralidad,
homogeneización, uniformidad y cosificación. Tras denunciar
la coordinación necesaria entre ejército y capital,
Ximo se une a quienes "reivindicamos el antagonismo frontal
y la autonomía como metodología constructiva de un verdadero
sentimiento de convivencia y justicia".
El segundo grupo de razones que han llevado a Ximo Díaz a esta
insumisión postrera surgen desde su irremediable compromiso
con la transgresión por medio de la escritura literaria. Algunos
otros compañeros ya habían esgrimido motivos como éste
en anteriores comparecencias públicas por insumisión
a lo militar. Ximo expresa ahora ante el Juzgado que "la creación
y la imaginación son propuestas antagónicas a la obediencia
ciega". E insiste: ver lo contrario de permanecer ciegos
es crear y transformar. Y cita párrafos enteros del volumen
"Poesía y poder"(Eds Bajo Cero, Valencia, 1995),
del colectivo 'Alicia bajo Cero': "el fascismo por ejemplo
estetiza la política".
Dice verdad Ximo al reconocer que, como parte de su proceso de desobediencia
activa durante estos últimos años, la 'Unión
de Escritores' debe sentirse partícipe e instigadora de este
delito suyo de insumisión. Sus compañeros y compañeras
de la Unión nos reconocemos, así, instigadores de la
resolución pública de Ximo Díaz. Sus mismas palabras,
casi al final de su declaración al juzgado, se revuelven frente
al mundo cargadas de razón y de semillas: "(
)
Es así como logramos la desarticulación ideológica
del estamento militar, como a diario luchamos contra nosotros mismos
para sustraer de nuestras conductas lo que el militarismo ha depositado
en el entorno social. Es así como finalmente, ante la llamada
del ejército, nos desasimos, damos un paso hacia atrás,
y desde la periferia de nuestros barrios depositamos sobre
las estructuras de control, en proceso de arte-acción (y ahora
sí, estéticamente), las metáforas más
hediondas".