LA
FIESTA DEL YAMOR: CELEBRANDO LA COSECHA EN OTAVALO
Esteban Galera
Viajando por América Latina, tanto por el trópico como por el espacio
andino, tuve la suerte de encontrarme con muchas y diversas fiestas
populares. Y digo suerte porque es en las fiestas donde los pueblos
muestran lo mejor de si mismos, expresando libremente y con orgullo
su cultura, tradición y folklore. Lo hacen sin anclarse en el pasado,
con el esfuerzo de demostrar que su cultura está vigente, viva y dispuesta
a abrirse camino hacia el futuro, con el valor y el respeto que merecen
como parte indisoluble del patrimonio de la humanidad. Las fiestas,
por lo tanto, constituyen una oportunidad única y privilegiada para
conocer mejor la idiosincrasia de los pueblos y el grado de su vigor
actual.
Durante los primeros dias del mes de septiembre de 1999 estaba recorriendo
algunos lugares del norte de la República del Ecuador. Llegué a la ciudad
de Otavalo justo el dia en el que daban comienzo las fiestas de la cosecha
que desde siempre los indígenas denominaron "La Fiesta del Yamor".
Es importante conocer, antes de hablar de esta hermosa fiesta, que la
sociedad blanca o criolla ha realizado grandes esfuerzos para apoderarse
del protagonismo de una fiesta cuyo orígen y perfil es inequivocamente
indígena. La razón de ello no ha sido otra que la de intentar utilizar
una fiesta de importantísimo arraigo y valor cultural para transmitir
sus propios mensajes dirigidos a marcar el predominio social y cultural
en contraposición a la fuerza con que se manifiestan en Otavalo los
valores culturales de los indígenas que se hacen sentir poderosamante
a través de una magnífica organización social activa e intervencionista
a la hora de reivindicar los derechos culturales y sociales de los indígenas.
Los otavalos, pertenecientes al tronco étnico de los quichuas, habitaron
desde siempre las bellísimas tierras andinas septentrionales de Ecuador,
repletas de volcanes como el Cayambe, el Imbabura y el Cotacachi entre
los que se abren feraces valles cuyas jugosas tierras reciben las aguas
de torrentes, ríos y hemosísimas lagunas como las de San Pablo,
Mojanda o Yahuarcocha. Consolidaron sus estructuras sociales y políticas
como casi todos los demás pueblos quichuas del eje andino durante el
período histórico conocido como "de integración" entre el
800 y el 1.480 de n.e. a la vez que se desarrollaron los Señoríos Étnicos
como el de los Cayambe que dominó en la región de Otavalo. Desde entonces
los indígenas del norte ecuatoriano supieron resistir y mantener sus
señas de identidad ante envites como el de la expansión del imperio
inca y más tarde el duro u largo periodo de la conquista y colonización
española.
Durante
la fiesta del Yamor los indigenas otavaleños celebran con regocijo la
cosecha por haberse beneficiado de los frutos de la tierra, el maiz,
la cebada, el trigo, los frejoles, la quinua, las habas, los chochos,
etc. El nombre de "Yamor", que recibe la fiesta proviene de
la bebida sagrada que se prepara en honor a los dioses de la cosecha
y es una especie de chicha elaborada con las 12 clases de maiz que se
ofrecen a las fuerzas que controlan la lluvia, el aire y el sol que
favorecen que estos frutos crezcan. El Yamor se bebe comunitariamente
en comunión entre los hombres y los dioses en agradecimiento a los poderes
naturales y a la Pachamama. Primero se deposita la bebida el seno de
la tierra y el resto se reparte entre las familias de la comunidad.
El Yamor representa, de esta manera, la bebida compuesta de granos de
maiz chulpe, maiz canguil, maiz morocho, maiz amarillo, maiz rojo, etc.
a todo esto se le añade cebada y trigo. Después todos estos elementos
se muelen y se hierven con agua hasta que aparece una especie de nata
en la olla que se aparta con una cuchara en un perolo.
Como en toda festividad que se precie de importante, la fiesta del Yamor
tiene su propio plato rey de la gastronomía festiva, este plato está
compuesto de mote (grano de maiz hervido) carne de cerdo colorada (condimentada
con achiote), tortillas de patata y queso que reciben el nombre de llapingachos,
empanadillas y una especie ensalada vegetal. Todo el mundo brinda la
chicha del Yamor degustando este sabroso plato.
La colonización cristiana desvirtuó los orígenes de esta fiesta celebrándola
en memoria de la aparición de la virgen de Monserrat en Otavalo,¡que
originalidad!, en un intento de la comunidad blanca de apropiarse de
la fiesta para convertirla en un negocio de los organizadores, fabricando
y vendiendo la chicha por las calles de la ciudad o en sus locales.
A pesar de ello los indígenas nunca dejaron de pujar con fuerza para
mantener entre ellos el verdadero significado del Yamor.
Si Otavalo hierve de vida y ajetreo durante los sábados de mercado,
cuando además coincide la celebración de la fiesta del Yamor, la atmósfera
cobra una fuerza explosiva donde el color, los sonidos y los olores
desbordan los sentidos del visitante. Las calles y los alrrededores
de la ciudad se ven invadidos por los mienbros de las diferentes comunidades
otavaleñas que acuden engalanados con sus mejores vestidos tradicionales
para asistir y ser protagonistas de los bailes folklóricos propios de
la festividad. Las bandas de músicos con sus quenas, zampoñas, rondadoras,
tambores y charangos se hacen los dueños del sonido que planea ininterrumpidamente
durante dia y noche.
A la hora del ocaso del sol comienza la fabulosa cabalgata que recorre
la ciudad. En ella desfilan las carrozas lujosas que han añadido a las
fiestas las peñas criollas, pero los verdaderos protagonistas siguen
siendo las rondallas, comparsas y danzantes indígenas que desfilan bailando
sin cesar al son de sus músicas tradicionales. Ya es tarde y ha entrado
bien la noche mientras el desfile va cobrando un pulso febril.
El momento culminante que desborda las pasiones festivas de los otavaleños
es cuando hace su aparición en la fiesta la mitólogica y legendaria
figura del "Coraza" precedido de los "Yumbos" y de los "Loeros", danzantes
ataviados con extrañas máscaras y camisolas de vivos colores. El Coraza
representa a Atahualpa, el último monarca inca, va montado a caballo
con la cara cubierta con colgantes hechos de pbjetos preciosos y perlas,
su rostro va maquillado de blanco y porta un casco que decora su cabeza.
El Coraza pasa en medio de un gentío delirante rodeado de un séquito
de indígenas que lo protege acordonando su paso con sogas en las que
van insertadas monedas y otros objetos. En los rostros de bronce de
los miembros del séquito protector se ve reflejado, sin duda, todo el
orgullo y la fuerza que hacen valer los valores históricos de los otavaleños,
no en vano es la fiesta de la cosecha, del Yamor, ofrecida a la Pachamama
que regala sus frutos a sus queridos hijos: ellos son los indígenas
de siempre.
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