ARGELIA:
DESIERTO DEL SAHARA
LOS OASIS DE TAHIT Y BENI-ABBÉS
Esteban
Galera
Los
Oasis
La palabra
oasis se ha asociado desde siempre con lugares paradisíacos, fértiles,
húmedos y cubiertos de vegetación donde la gente descansa
o se protege de las inclemencias de una naturaleza hóstil. No es
extraña esta asociación, pues a los oasis se llega después
de duras travesías por las ardientes tierras del desierto, difíciles
e incluso crueles para cualquier ser, incluído el humano. Los oasis
son objetivos deseados desde los inmemoriales tiempos de las grandes caravanas
que cruzaban el Sahara, a ellos se anhelaba arribar para mitigar la sed,
descansar en sus frescas sombras y aprovisionarse de comida y agua para
enfrentarse de nuevo con el desierto. Por esta razón algunos de
los oasis claves llegaron a convertirse con el tiempo en prósperas
ciudades al auspicio del comercio que en ellos se desarrollaba con el
paso de las caravanas. Toumbuctú, Tamanrasset, In Salah, El Golea
o Gardahia son algunos de los oasis que deben su esplendor y renombre
por haber sido lugares situados en las encrucijadas de las rutas caravaneras.
Aún en la actualidad los oasis siguen siendo sitios deseados por
todos los viajeros que cruzan el Sahara a través de sus indómitos
y solitarios caminos. En los oasis todo el mundo establece una parada
obligada en su ruta para dar rienda suelta al relajo en los rincones de
sus viejos ksares (pueblos de barro fortificados), paseando entre las
palmeras o paladeando las incomparables puestas del sol desde lo alto
de alguna duna.
Argelia, país del Sahara, tiene en la profundidad de sus tierras
saharianas algunos de los oasis más bellos e idílicos del
gran desierto africano. Tal vez los rincones más perfectos y bellos
que definen a los oasis se encuentren en dos pequeños ksares, Tahit
y Beni-Abbés, dentro de la inmensa bolsa de arena que es el Gran
Erg Occidental. Parece como si estos dos oasis hubieran sido tallados
o pintados con todo el amor y el primor por la mano artística de
la naturaleza, son los "oasis perfectos" que hemos soñado
o imaginado alguna vez con la mente excitada por la lectura de algún
libro de aventuras o por la imágenes cinematográficas de
alguna película sobre el Sahara.
Tahit y Beni-Abbés no son los oasis más grandes de la red
verde que se teje entre las dunas del Erg Occidental si los comparamos
con otros formidables oasis como el de Timimoun o el de El Golea, pero
son los que representan la imagen más pura de un oasis sahariano
timidamante cobijado bajo los pies de gigantescas dunas.
Hacia
Tahit
El viaje hacia Tahit es una ruta con gran ambiente sahariano practicamente
desde su inicio. Una de las formas mas atrayentes para llegar es viajando
a lo largo de la cadena montañosa que forma la cordillera del Anti
Atlas Sahariano en lo límites fronterizos entre Marruecos y Argelia
por el oriente. Tras cruzar las breves tierras mediterráneas norteafricanas,
subitamente la austeridad de los parajes de secano nos sorprenden cruzando
las tierras esteparias que preceden al desierto. Aïn Sefrá,
una ciudad argelina, marca la entrada oficial, según los geógrafos,
en el desierto más grande de la tierra, el Sahara.
Descendiendo hacia el sur se pasa por la Beni-Ounif, formando frontera
con Marruecos y luego por la ciudad colonial de Colomb Bechár donde
los franceses establecieron uno de los lugares estratégicos y la
estación de ferrocarril argelina más meridional para la
conquista del desierto.
A partir de Bechár la sensación de encontrarse en el Sahara
se hace patente mientras se rueda por la carretera que a lo largo del
oeste argelino va a morir en Tindouf. Pero mucho antes ya se habrá
abandonado esta carretera para introducirse por otra mucho más
sinuosa y estrecha que penetra hacia el corazón del Erg Occidental
con dirección sureste. El paisaje comienza a ser espectacular a
medida que la arena rojiza se va apoderando más y más de
todo, llegando a invadir la carretera en alguna ocasión, la vegetación
está representada por algunos arbustos pequeños y, por airosas
acacias espinosas, algunos dromedarios sueltos campan por sus fueros poniendo
en el paisaje su pintoresca silueta.
La estrecha carretera de pedregoso alquitrán asciende de repente
hacia una especie de collado que marca un cambio de rasante y según
se asciende la cuesta aparecen timidamante unos montículos de arena
redondeados y rojizos. Según se gana altura los pequeños
montículos de arena van haciéndose más grandes hasta
que en lo alto del collado se transforman en enormes y corpulentas dunas.
El escenario es espectacular, la emoción que embarga al observador
eriza la piel, pues la visión que allí se tiene del Sahara
supera la leyenda o la ficción. Delante se alza el borde de la
bolsa de arena más grande del planeta, el Gran Erg Occidental y
a los pies de las montañas de arena se extiende el vergel jugoso
del oasis de Tahit, tras el cual se alza un admirable ksar bereber construido
en barro. La grandiosidad del paisaje no anula ninguno de los armoniosos
y pequeños aspectos que forman Tahit, sino que los integra dentro
de uno de los conjuntos paisajísticos más bellos del desierto
del Sahara.
En época de la recogida del dátil, en el oasis de Tahit,
se vive una gran actividad. Al oasis llegan numerosos grupos de bereberes
chaambas, los habitantes seminomadas de la región, que acampan
con sus jaimas entre las palmeras para establecerse aquí mientras
haya trabajo para recoger los dátiles. Todo este ambiente colabora
para incrementar los encantos del lugar.
El viejo Ksar de barro se encuentra lamentablemente muy abandonado, pues
ya son pocas las familias que van quedando dentro de él y muchas
de las casas se encuentran vacias reflejando con sus muros ruinosos la
falta de cuidado y el olvido. Pero pasear por el laberinto del entramado
del ksar, entre túneles y pasadizos sigue siendo una experiencia
que enseña sobre la vida de los bereberes del desierto argelino.
Detrás de la muralla defensiva que forman las apretadas casas del
ksar se extiende el palmeral que cuenta con el don de poseer varios pozos
de agua que riegan las palmeras y huertos a través de canales o
pequeñas acequias que aquí se conocen por el nombre de fogaras.
Este sistema de drenaje para conducir el agua ha sido utilizado por los
habitantes de los oasis desde hace siglos de manera inalterada.
En las afueras del oasis y junto a la carretera va creciendo poco a poco
el nuevo pueblo de Tahit al que se van trasladando todas las familias
para conseguir vivir con mayores comodidades e infrestructuras de todo
tipo, ya que en el viejo ksar carecían de ellas.
En las proximidades del oasis, debajo de una gran franja rocosa, situada
por encima, se encuentran numerosas rocas con interesantes grabados rupestres
que representan animales o seres humanos cazando, como testimonio de la
ancestral vida en estos lugares del desierto.
Ver amanecer o el ocaso del día desde las dunas constituye una
espectacular visión que queda grabada en la retina de tal manera
que es muy dificil olvidar, sobre todo por la explosión de sentimientos
y sensaciones que provocan un estado anímico muy especial. Ante
los ojos las onduladas formas de las dunas que se extienden hasta el infinito
forman un inmenso mar de arena que va cobrando un color dorado que see
transforma en rojo incandescente. Todo el Gran Erg Occidental se extiende
desde la cima de la Gran Duna que tutela desde su altura el oasis de Tahit.
Hacia
Beni-Abbés
Al abandonar Tahit queda una latente sensación de que este apartado
rincón sahariano invita al retiro y a la meditación.
Espera la ruta del desierto tomando una dirección hacia el este
del desierto argelino y surcando una linea de oasis conocida como el "Pasillo
de los Oasis" que bordea el labio meridional del Erg Occidental.
Efectivamante según se avanza entre el cordón de dunas van
apareciendo pequeños oasis y algunos más grandes como el
Iglí o el de Kerzaz, extraordinarios oasis con hospitalarios bereberes
que habitan, por ejemplo, entre las palmeras de Iglí.
Antes de llegar al cruce de carreteras entre la que lleva a Timimoun y
la que desciende hacia el sur para perderse después de Adrar en
el infierno del Tanezrouft, hay una desviación que en breves kilómetros
conduce hasta el oasis de Beni-Abbés. Esta carretera atraviesa
el alto de una meseta desde la que se observa una de las vistas más
espectaculares del desierto del Sahara argelino. Desde aquí mismo
el director italiano Bertolucci hizo una de las tomas fotográficas
más bellas durante el rodaje de su película "Bajo el
cielo protector". La realidad otra vez más supera a la ficción
en este espectacular paisaje que reúne todos los elementos del
desierto: reg o llanuras, hammada o montaña, Erg de dunas inmensas,
oasis, oued o río y Ksar, que más se puede pedir para una
visión fantástica como pocas.
A Beni-Abbés de vez en cuando le amarga el triste recuerdo de cuando
los franceses realizaron aquí pruebas nucleares durante su última
época colonial.
Descendiendo por unas lazadas que dan a la carretera, se va penetrando
en el alargado palmeral con forma de escorpión del oasis de Beni-Abbés
que recibe con su abrazo de frescor y la protección de sus sombras.
El Ksar aunque no es tan hermoso como el de Tahit, tambien cuenta con
su romántico Borj (fuerte) y sus extremos que se desparraman entre
los límites del oasis y las dunas posee un extraño encanto
muy africano, sobre todo cuando se contempla desde lo alto de las gigantescas
dunas que se elevan por encima del oasis. El paisaje desde lo alto de
las dunas las dunas es insólito y único en el mundo del
Erg Occidental.
Tahit y Beni-Abbés son dos lugares para el recuerdo e invitan a
seguir buscando otras dunas, montañas y oasis a lo largo y ancho
del desierto de los desiertos. ...Es que el Sahara atrapa.
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