EL LARGO CAMINO HACIA BAGDAD
Nasreen Al-Rafiq,
en Inter Press Service (IPS)
Bagdad, 24 de Marzo de 2003
La dura resistencia
de Iraq a la invasión británico-estadounidense en el sur
del país mejoró este lunes el humor de la población
de Bagdad, aun en medio de la desolación que causan los bombardeos
de Estados Unidos y sus aliados contra la ciudad.
Una ola de ira espontánea
contra Estados Unidos y sus aliados se apoderó de la capital, envuelta
en el humo del petróleo incendiado por la defensa iraquí
y con los edificios destruidos por los bombardeos como un paisaje ya cotidiano.
Por primera vez desde el
inicio del ataque el jueves pasado, parece un grave error político
del presidente estadounidense George W. Bush y del primer ministro británico
Tony Blair lanzar la guerra dando por seguro el apoyo de la población
iraquí.
Con las fuerzas invasoras
tratando de abrirse paso hacia Bagdad desde el sur, los capitalinos celebran
la fuerte resistencia militar en las ciudades de Um Qasar, Basora y Nasiriya,
así como en las cercanías de sus propios barrios.
También quedó
en evidencia ante los periodistas extranjeros que, para la población
de Bagdad, los bombardeos de Estados Unidos y sus aliados carecen de la
precisión de la que se ufana el alto mando invasor.
Entre los objetivos alcanzados
por las bombas en la madrugada del domingo a este lunes figura la Universidad
de Mustansiriya, la más antigua del mundo árabe, construida
en el siglo XIII. El centro de estudios tiene un museo con algunos de
los artefactos más preciosos del mundo árabe.
Otro blanco bombardeado
fue un grupo de viviendas en el sureste de la capital.
Se ha vuelto casi una rutina
recorrer Bagdad en automóvil por las mañanas para ver qué
destruyeron las bombas la noche anterior.
Este lunes, más cúpulas
azules del Palacio Republicano, en el centro de la ciudad, aparecieron
dañadas, aunque no destruidas. Un retrato de Saddam Hussein todavía
está de pie en el edificio.
Quizá el presidente
sea una figura odiada por muchos iraquíes, pero no más que
la de Bush.
No solo las fuerzas de seguridad,
sino también civiles, participaron el domingo en la cacería
de dos pilotos de las fuerzas lideradas por Estados Unidos que, según
había informado el canal qatarí de televisión Al
Jazeera, cayeron supuestamente en paracaídas en el río Tigris.
Hay informes contradictorios
sobre lo que ocurrió luego con los pilotos, pero lo que más
debería preocupar a Bush y a Blair es la respuesta espontánea
que desató la información de Al Jazeera.
Numerosos civiles corrían
y caminaban por las orillas del Tigris para presenciar y aplaudir la búsqueda
de los pilotos, e incluso para unirse al operativo. No fue necesario apelar
a las Fuerzas Armadas, ni siquiera a las milicias del gobernante partido
Baath.
Todos aquí
llevamos un pedazo de hierro, dijo un joven con la vista clavada
en las aguas barrosas del Tigris. Quería decir: todos los iraquíes
están armados. El joven parecía dispuesto a usar su pistola
contra los pilotos enemigos y contra cualquier militar de Estados Unidos,
Gran Bretaña, Australia y Polonia.
Las armas aparecen por todas
partes. Residentes de los barrios vecinos al Tigris y personas que conducían
sus vehículos sobre los puentes y por la rivera, simplemente, se
detenían y se acercaban al lugar de la búsqueda, todos ellos
con una pistola en la mano.
El ánimo imperante
en Bagdad cambió luego que Al Jazeera y el canal Abu Dhabi TV,
de la capital de Emiratos Arabes Unidos, mostraron imágenes de
la fuerte resistencia ofrecida por las fuerzas iraquíes en el sur.
El domingo de mañana,
las personas salieron de sus hogares con la idea de que faltaban pocos
días para la caída de Bagdad. Pero las brutales fotografías
y grabaciones en video de soldados estadounidenses muertos o hechos prisioneros
levantaron la moral de muchos iraquíes.
No se olviden de que
hay seis divisiones de la Guardia Republicana alrededor de Bagdad. No se la llevarán tan fácil, dijo una ejecutiva del hotel
Palestina, donde se encuentran la mayoría de los periodistas extranjeros.
La Guardia Republicana es el cuerpo de elite de las fuerzas armadas.
Parece haber nuevas esperanzas
bajo los cielos humeantes. Las fuerzas iraquíes tienen apostadas
muchas unidades de defensa en el camino hacia Bagdad, no rayas marcadas
en la arena, como preveía la alianza que encabeza Estados Unidos.
El gobierno de Saddam Hussein
parece compacto en torno de su líder. Las deserciones previstas
por Washington no se produjeron. Los iraquíes podrán tener
muchas diferencias con su presidente, pero no tienen otra figura a la
que apoyar. Y, por cierto, nadie parece preferir a Bush.
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