Editorial
SOBRE
LA SOCIEDAD DE LA INFORMACIÓN Y ESOS OTROS MUNDOS POSIBLES
A veces la reflexión sobre las relaciones de poder sobre las que
se construye las sociedades concretas, sobrevienen al ver la forma en
que se superponen en el tiempo y el espacio de acontecimientos aparentemente
desconectados.
Vamos a tratar de explicarnos.
En estos días se ha estado discutiendo y legislando en España
sobre Internet, sobre sus contenidos, sobre como ponerle barreras a ese
campo virtual en el que no pocos "inadaptados" han encontrado
el modo forma de transformar la red en instrumento de convocatorias a
movidas sociales varias, en medio para coordinarse mediante mensajes rápidos,
propagando que en esta u otra web se puede leer lo que los mass media
alineados con el sistema no sólo no dicen sino que dicen todo lo
contrario o mil maneras más.
Para más datos, leemos ese pomposo nombre con que se bautiza el
engendro jurídico, algo así como "Ley de Servicios
de la Sociedad de la Información y el Correo Electrónico",
que en siglas, como corresponde a lo moderno viene a ser la LSSICE. Lo
de correo electrónico vale, lo entendemos, pero... con lo de Sociedad
de la Información ¿a qué se refieren?.
Y no es que no estemos al tanto de las ideas del sistema. Más aún,
una de las características de Derechos para Tod@s es el
tratar de analizar rigurosamente los discursos del sistema, de conocer
sus métodos y sus cifras. Sabemos a que se refieren. Pero precisamente
por eso, nos gusta re-preguntarnos acerca de que nos hablan, o mejor dicho,
que quieren decir con estas aseveraciones tan serias como las de "Sociedad
de la Información".
Pero sobre todo, lo decimos porque al mismo tiempo en Florencia, en el
Foro Social Europeo, miles de corazones y voces repetían que otro
mundo es posible.
Ya ves, visiones muy distintas del futuro. Un@s le llaman Sociedad de
la Información; nosotr@s le llamamos otro mundo es posible. He
aquí la superposición de acontecimientos a los que hacíamos
mención al principio.
Y a la hora de comparar, el abismo que existe entre estos dos conceptos
de futuro, resulta difícil de ignorar. Es tanta la diferencia entre
la retórica del sistema y el idioma del corazón multitudinario
que urde utopías posibles, que nos inclinamos a pensar (¡ya
salieron l@s utopistas!, dirán) que el futuro se parece más
a nuestros mundos posibles que a sus retóricas tecno-sociales.
Sin embargo, no por ello, estemos menos atentos. Detrás de leyes
como las que introducimos este editorial hay cuestiones demasiados importantes
como saltárselas a la ligera. No sólo se trata de desmitificar
Internet como espacio a-histórico de libertad y de paradigma de
redes horizontales (se nos presenta como un espacio horizontal de "iguales"
que misteriosamente crece en una sociedad cada vez más desigual).
Más aún: nos ha servido (recordemos a l@s zapatistas) y
seguramente nos arreglaremos para que nos siga sirviendo, pero no por
ello, relajemos la razón crítica.
Internet como producto tecnológico avanzado no es más que
el resultado del entramado tecno-científico controlado férreamente
-mucho más que otras áreas menos innovadoras- por el capital
concentrado. Internet no es una entelequia social. Es una manifestación
concreta de las relaciones de poder a nivel mundial (por ejemplo, no es
casualidad que en toda África haya menos accesos a Internet que
en Manhattan).
Y en el fondo, leyes como las que se comentan, representan un avance más
contra la libertad de acceso y circulación de la información.
La información es parte de la decisión. Sin decisión,
no hay libertad, social ni individual.
En otras palabras, que mientras nosotr@s imaginamos los mundos posibles
en los que se parirá el futuro, ellos están haciendo de
Internet el soporte de los mercados del futuro, electrónicos, claro.
No es casualidad por tanto, que coincidan estos dos términos. Estamos
en lucha. Y cuando se lucha, las dos partes comparten la misma escena.
Nosotr@s hablando de que otro mundo es posible, ellos queriendo convencernos
de que ese mundo es la Sociedad de la Información.
A lo mejor, en otros tiempos a esto le hubiésemos llamado lucha
ideológica. No sabemos como le llamaríamos ahora, pero por
las dudas, ocupémonos en no bajar la guardia que ya le encontraremos
un nombre mejor.
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